Píldoras Nacionales 50: Entrevista a Paco Roca

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¡¡50 YA!!

Cuando la semana pasada reinicié el Píldoras Nacionales y mi colaboración en Zona Negativa, pronto me di cuenta de que teníamos al caer la entrega número 50 de la sección. Ciertamente, como que ha habido alguna entrega especial, imagino que llevaremos algo más de 50 «cajas de píldoras», pero tampoco era cuestión de ponerse puristas y dejar de significar esta pequeña efeméride.

Así que… el Píldoras Nacionales 50 es un tanto especial porque se detiene en el presente y en el pasado… con voluntad de ilusionarse por el futuro. Podréis comprobarlo enseguida por sus contenidos de hoy… que no desvelaré.

Y, por supuesto, en una ocasión como esta, mi agradecimiento a todos los que con su colaboración y apoyo han hecho posibles estas 50 entregas. Esta sección depende enormemente de todos vosotros 😀

RESEÑAS

El invierno del dibujante, Paco Roca; Astiberri Ediciones; 128 págs., color, 16 €.

Con un comedimiento que concreta su enorme habilidad narrativa, Paco Roca nos sumerge en la España barcelonesa de finales de los 50 mediante el perfil singular de los autores de cómic de la época, gentes a medio camino entre lo insustituible de la creación artística y el anonimato del mundo proletario. En aquella España constreñida, anestesiada y uniformizada, los autores de tebeos (o publicaciones de historietas infantiles y juveniles) sufrían por aquella correa atada en corto que colgaba del cuello de la mayoría de españoles… como cualquier hijo de vecino. Pero, a su vez, debían de sentir que en sus manos -únicas, irrepetibles, mágicas- tenían las llaves de cierto espacio de libertad. Suyo era el poder de imaginar, de dar vida, de hacer reir, de hacer pensar. Suyo era el lápiz que conjuraba a uno u otro personaje… y de nadie más (a no ser que te llamases Vázquez, aunque esa es otra historia). Así las cosas, cinco de aquellos historietistas soñaron con llegar todavía más lejos, y fundaron su propia editorial y su propia revista para poder también ser únicos dueños de sus propios personajes. Era 1957, pero su proyecto nació herido de muerte, porque no se les permitió semejante atrevimiento, semejante aliento de autoafirmación. Y todo tuvo que volver a ser como antes, correa al cuello, como cualquier hijo de vecino.

De esta forma Paco Roca, a partir de la especificidad de este colectivo y de la vicisitud particular de los fundadores de la revista Tío Vivo (Josep Escobar, Cifré, Peñarroya, Conti y Giner), tiene a bien realizar un cautivador retrato histórico cargado de matices, donde la aridez de aquella Dictadura se percibe apenas de reojo, en apariencia, para luego descargar su peso -demoledor y castrante- sobre todos y cada uno de los protagonistas del relato. Plagada de anécdotas relevantes, aspecto en el que Roca es un verdadero maestro -y por eso mismo, uno de nuestros mejores y más aclamados historietistas-, el retrato de aquella Editorial Bruguera y de su principal gestor, Rafael González, se convierte en metáfora de nuestra postguerra y de la manera de afrontar la existencia de aquellos ciudadanos. Hombres y mujeres rotos, de proyecto vital cercenado, que debían encontrar su lugar en un mundo sin verdadero lugar que ofrecer, donde uno debía pasar por encima de sus propios ideales, obviar la desgracia ajena, marcar al rojo todo aquello que desafiase un horizonte uniformizador y alienante. Rafael González, alma y motor de aquella fábrica de sueños que era la editorial catalana, periodista obligado a venirse a menos porque sus ideales chocaban de frente con el franquismo, se erige así en verdadero protagonista de este apasionante tebeo, realizado con trazo cautivador por Paco Roca. Sus hombros caídos, sus silencios, sus tácitas elecciones, se erigen en trágico retrato de aquellos que escogieron sobrevivir porque, en aquella España, vivir les estaba negado. Frente a él, frente a ellos, los autores del Tío Vivo y algunos de sus colegas en Bruguera se manifiestan, con cierta carga de épica sutilmente retratada por Paco Roca, como estandartes de otra forma de posicionarse ante el mundo… a los que su futuro, nuestro presente, ha acabado dándoles la razón.

[Reseña de Las calles de arena de Paco Roca + Entrevista a Paco Roca en ZN sobre Las calles de arena + Reseña de El angel de la retirada de Sergeui Dounovetz y Paco Roca].

ZN ENTREVISTA A… PACO ROCA

Toni Boix: Normalmente son autores veteranos como Will Eisner, Carlos Giménez, Jiro Taniguchi o Víctor Mora -en su trilogía novelística- los que se atreven con este tipo de productos que hacen historia de la historieta a partir de sus propios recuerdos. No es ese tu caso, ni en términos de veteranía –queda claro que tampoco eres ningún novato- ni por el hecho de contar la historia de otros. ¿Cuál fue el germen de esta historia y qué fue lo que te apasionó de ella hasta el punto de que te calzases luego los zapatos de profesionales de tu propio medio pero de distinto periodo histórico que el tuyo?

Paco Roca: La gran diferencia con respecto al planteamiento de estos autores es que El Invierno del Dibujante no trata sobre mis vivencias. En ese sentido no necesito haber tenido una larga experiencia en el medio. El reto era documentarse sobre él.

En cierta forma, creo que esta historia es algo que a muchos autores nos hubiese gustado contar. Muchos hemos crecido con aquellos personajes de Bruguera y sus dibujantes eran nuestros héroes. En mi caso son los que me hicieron empezar a amar los cómics y querer ser un autor como mis admirados Escobar, Raf, Vázquez

Hablando con uno de los redactores de Bruguera para recopilar información, a mitad de entrevista me comentó con cierto tono frío “¿no le parece muy atrevido por su parte intentar contar una historia que no ha vivido?” Ésta era sin duda la parte más complicada de esta historia: narrar hechos que no he vivido de personas que en la mayoría de los casos no he conocido. Pero por otro lado esa distacia que te da el no haberlo vivido te permite especular y contar la historia con una “intención” que nunca tiene la vida real.

Toni Boix: Algunos de los protagonistas -como Víctor Mora y Josep Escobar con sus estancias en la cárcel o Rafael González y Francisco Glez Ledesma con las trabas que les impedían poderse desarrollar en el ámbito literario- cargaban ya con una biografía muy significativa en el momento histórico en el que sitúas la acción. No obstante, tú pasas por encima de esos detalles casi de puntillas. ¿Querías evitar el subrayado de ciertos temas o simplemente temías que seguir esos caminos descompensaría el desarrollo de la trama que tenías prevista?

Paco Roca: La trama estaba planteada como un día en Bruguera: el día en el que los cuatro dibujantes de TíoVivo vuelven a la editorial. En ese día, y a través de diferentes personajes, reconstruimos el por qué se fueron, para qué y el motivo por el que vuelven a Bruguera.

Esa estructura, que me parecía muy interesante, complicaba y delimitaba mucho lo que podía contar en los flash-backs sin que el lector se perdiese. Me impedía profundizar mucho en ciertas subtramas y en determinados aspectos de los personajes. Me hubiese gustado desarrollar más a alguno de los otros dibujantes de TíoVivo o incluso contar con más detalle lo que fue la revista. No encontré la forma de profundizar en estas cosas sin que la estructura se desmoronase y perdiese ritmo y entendimiento. Hubiese necesitado una estructura diferente. Finalmente me centré más en los pequeños detalles, en intentar captar la cotidianidad de aquel momento.

Toni Boix: Tus protagonistas recitan varias veces con pasión eso de tener “nuestra propia revista”, hasta el punto que se convierte claramente en su Dorado, una realidad paradisíaca donde todas las aspiraciones más hondas se habrían cumplido. ¿Hasta qué punto crees que podían sentirse así dado el contexto social en el que vivían y, hoy y aquí, cuál sería ese Dorado equivalente para Paco Roca?

Paco Roca: En cierta forma, y al hilo de la primera pregunta, siempre que se ficciona una hecho real lo estás alterando. Estás dotando a la historia de cierta intención y de cierto idealismo (según tu propia visión) del que, en la mayoría de ocasiones, carece la realidad. Estoy seguro que las motivaciones de los dibujantes de TíoVivo de crear su revista eran más banales, más de tipo económico. Ellos habían empezado con Bruguera cuando ésta aún no era la gran empresa en la que se había convertido años después. Veían como la editorial se enriquecía y debieron pensar que lo hacían gracias a su trabajo.

Pero también estoy seguro de que el hecho de irse de Bruguera y montar esta revista gestionada por sus autores, lo hicieron precisamente estos cinco dibujantes porque tenían ciertos ideales y porque venían de haber vivido la libertad de la Republica. Se podría decir que la creación de TíoVivo fue su última batalla por la dignidad.

Creo que la historia de la humanidad está llena de personajes que actuaron por motivos mundanos y a los que el tiempo los convertido en héroes con motivaciones morales.

Mi Dorado no creo que se diferencie mucho del de estos dibujantes. Sería la libertad. Libertad para poder crear lo que quiera teniendo los suficientes lectores que me permitan vivir de ello. Si puede ser al ritmo que yo quiera y teniendo muchísimos lectores, mejor que mejor.

Toni Boix: Sorprende un tanto que, aunque Ibáñez tiene un papel muy secundario en la trama, a él le dediques dos primeros planos “de tiempo dilatado”, los dos únicos que hay en todo el tebeo. ¿Lo hiciste por la condición actual de referente de esa generación que tiene Ibáñez para la mayoría del público?

Paco Roca: Para el público en general es el personaje más famoso de la historia. Sin saber nada más que lo que se cuenta en El Invierno pensaríamos que ese dibujante no va a llegar muy lejos. Todos sabemos lo que ha llegado a ser Ibáñez dentro del cómic infantil en España. En cierta forma, toda esa pequeña historia es un guiño al lector.

Toni Boix: Mientras que algunos personajes como Escobar y Víctor Mora adquieren ante el lector tintes idealistas e, incluso, discretamente heroicos, otros como Ibáñez o sobre todo Vázquez salen algo mal parados. Cuando escogiste esta historia, antes de realizar el evidente proceso de documentación que se adivina tras ella, ¿sabías ya de los roles que habían jugado esas personas concretas? Tratándose de personas reales, ¿te costó explicar según qué cosas?

Paco Roca: Cómo ya he comentado, El Invierno es una historia de ficción. Intente por supuesto ser lo más fiel posible a los hechos reales, pero para dar orden e interés a una historia debes “manipular” un poco los hechos. Escobar, por ejemplo: toda la gente con la que hablé me dio una imagen muy positiva de él; idealista, buena persona, entrañable, con ojos traviesos… Necesitaba un personaje al que en su boca pudiese poner ciertos ideales y conceptos como los derechos del dibujante sin que quedasen anacrónicos. Escobar me encajaba perfectamente para esto. No sé si realmente dijo alguna vez alguno de esos conceptos, pero sería posible que alguien así se los plantease. Hace poco me escribió la hija de Escobar para darme las gracias por el retrato que hacía de su padre. En todo momento he intentado respetar a los personajes.

En el caso de Ibáñez, a partir de las entrevistas que le he leído y de coincidir en las comidas de algunos festivales, te haces una idea de cómo afronta el trabajo y cómo puede ser como persona. Intentando ser fiel a eso, lo llevas al punto necesario para que encaje en la trama. En su caso, como nuevo dibujante inseguro que cubre el hueco de los autores estrella.

En cuanto a Vázquez, en un principio no sabía qué lugar ocuparía en la historia. Debía aparecer, pero más bien como personaje secundario gracioso. Yo conocía toda esa parte divertida de él, las leyendas que se cuentan y lo que él mismo contaba en sus páginas. Al empezar a documentarme sobre él, lógicamente, me encontré en ocasiones con la otra cara, la de aquellos a los que había estafado o engañado, y muchas de ellas no tenían ninguna gracia. El personaje empieza a tener sus luces y sus sombras y eso es lo que lo hace interesante. Así que poco a poco fue cobrando más importancia en la historia. Intenté comprender qué le motivaba a actuar así. Me imaginé una conversación entre él y Rafael González, dos personajes con muchos matices, admirados y odiados por sus compañeros.

Toni Boix: De hecho y ya que lo mencionas, en tu obra precisamente Rafael González parece hacer buena aquella frase con la que Ibáñez lo definía cuando decía que “Bruguera era él”. De principio a fin, con recursos de todo tipo que dan cuenta de lo polifacético de su persona, creo que acaba convirtiéndose en el verdadero corazón del libro, el espejo en el que de forma positiva o negativa todos los demás se reflejan. ¿Fue éste un caso de aquellos en los que el personaje se adueña de la trama o tenías muy claro cuál sería la multiplicidad de valores y contenidos que vehicularías a través de él?

Paco Roca: En cierta forma, así fue. Cuando empiezas a escribir el guión de la historia tienes claros ciertos aspectos que quieres contar, adónde quieres llevar la historia y qué personajes cubrirán determinados roles. Pero muchas veces tus personajes se niegan a seguir los planes trazados. Cuando ocurre eso es una suerte, porque quiere decir que tienen vida. Esto es algo que me ha pasado pocas veces: me ocurrió con el personaje de Miguel en Arrugas y en cierta forma me ha pasado en éste caso con Rafael González.

Por su personalidad, y como tú dices, por el peso que tenía en la editorial, se convirtió prácticamente en el protagonista de la historia. Es un personaje que define muy bien todos los sentimientos de una parte de la sociedad de la época. Un represaliado que tiene que agachar la cabeza, olvidar sus ideales para seguir adelante en una España gris, sin libertades y con pocas alegrías.

Toni Boix: Las ilustraciones que abren cada capítulo tienen un tratamiento gráfico algo distinto del que usas en las historietas. ¿Por qué ese distinto abordaje en vez de mantener una misma estética en todo momento?

Paco Roca: La separación por capítulos es algo que se me ocurrió con el álbum ya acabado. Por un lado quería darle más atmósfera a la historia. Situarla más en la Barcelona de la época. Y por otro lado me preocupaba que los lectores se pudieran perder en algún momento con los cambios temporales. Desde el principio me planteé lo del cambio de color para cada momento de la historia, pero aún así pensé que una separación por capítulos facilitaría la lectura.

El cambio del estilo no es algo consciente. Me las planteé como ilustraciones más que como viñetas (aunque vayan encuadradas como viñetas). Quizá por eso sean un poco diferentes al estilo del álbum.

Toni Boix: Se adivina que en El invierno del dibujante has puesto todo tu empeño y corazón. ¿Qué te motivó a meterte también en El ángel de la retirada si ya sabías que estaba en ciernes un proyecto que te pedía semejante implicación?

Paco Roca: Hacer un álbum lleva mucho tiempo, un año casi y medio en el caso de El Invierno. Te gustaría centrarte en el proyecto y no tener ninguna interrupción, pero eso nunca ocurre. Inevitablemente en ese tiempo surgen muchos encargos a los que no puedes negarte (un autor de cómic necesita extras para vivir). El caso de El Ángel de la Retirada, era un proyecto que llevaba retrasando un año y que debía hacer. Era un encargo bonito de la Casa de España de Beziers. Los españoles que viven allí son gente encantadora y me apetecía mucho poder participar en este álbum. Sin quererlo se me coló en medio del proceso de El Invierno y esto hizo que los últimos cuatro meses fueran casi un infierno para poder terminar el álbum a tiempo.

Toni Boix: Por lo que dices, parece que todavía no has encontrado tu Dorado en cuanto a tiempos, pero se diría que sí lo has hecho en cuanto a contenidos. ¿Pensaste alguna vez que El invierno del dibujante, siendo una obra tan española, necesitaría garantizar su viabilidad económica contando sólo con nuestro país porque sería difícilmente exportable?

Paco Roca: El Invierno del Dibujante es una apuesta tanto de Astiberri como mía por el mercado español. Arrugas (que es del que sé sus ventas) lleva vendidos 30.000 ejemplares. Es cierto que este fue un caso muy especial, un cúmulo de casualidades que quizá sea difícil de repetir. Pero deben haber más ejemplos así, es decir, se puede lograr vender esas cantidades; no tenemos techo. Y esas cantidades permiten pensar que hay un mercado potencial en España que te permita vivir de ello. Desde luego aún estamos lejos de lo que es un best-seller en Francia, pero parece que vamos mejorando. Aún así, por supuesto que sigues pensando en exportar tus obras, es una buena ayuda económica. Y aunque El Invierno sea un producto tan español, está pensado para que pueda funcionar en otros países. Los españoles tenemos a veces cierto sentido de inferioridad, creemos que nuestra historia interesa bien poco fuera de nuestras fronteras y, sin embargo, nos tragamos verdaderos tostones venidos de fuera.

Como te digo, El Invierno es un experimento que de momento va bien, los 7.000 primeros ejemplares se vendieron en un mes, pero todavía es pronto para saber si éste es un camino. Espero dentro de unos meses poder reafirmar esta respuesta.

Toni Boix: Gracias por tu atención y tu trabajo. Te deseamos sólo el éxito necesario como para poder seguir escogiendo los proyectos en los que deseas embarcarte, pero no tanto como para que nos tengas esperando demasiado tiempo entre cómic y cómic.

Paco Roca: Ja, ja, ja… Tranquilo, Toni. Ni aunque lo intente consigo tomarme las cosas con más tranquilidad.

NO SE VAYAN TODAVÍA… ¡AÚN HAY MÁS!

El teniente negro, Silver Kane, José Grau; Ediciones Glénat; 256 págs., BN, 19’95 €.

Francisco González Ledesma es, junto con su tío Rafael González, uno de los personajes que en El invierno del dibujante más sufren la incomprensión de sus coetáneos en Bruguera puesto que los disidentes del Tío Vivo le tratan como responsabilizándole de parte de su situación frustrada. Curiosamente, la ocasión y los hados editoriales han querido que coincidan en nuestras librerías la insigne obra de Paco Roca y uno de los cómics que González Ledesma (Silver Kane) realizara para la editorial barcelonesa cuando la tesitura del momento le obligaba a la literatura de pseudónimo, después de que la publicación en 1948 de su novela Sombras viejas provocase que le vetaran para lides artísticas de mayor renombre y repercusión… hasta nuevo aviso.

El Teniente Negro , realizada al alimón con el dibujante José Grau, es un vibrante cuadernillo de aventuras que mezcla con inesperada gracia tradiciones sólo medianamente emparentadas, trasladando las maneras y el estilo de creaciones como El Capitán Trueno (y su troupe) a escenarios más cercanos al pulp. Así, el Teniente Negro es un acaudalado propietario del Sur que se disfraza de afroamericano y nordista para luchar por la justicia durante la Guerra Civil norteamericana… ¡¡en el interior del territorio sudista!! Semejante cúmulo de excentricidades, con alguna que otra resonancia a El Zorro o El Coyote, se ensambla con sorprendente soltura en un tebeo que, dirigiéndose claramente a un público infantil, provoca una constante sonrisa de satisfacción en el lector adulto. Lo consigue gracias a unos personajes simpaticotes, fieles a los patrones del trío/cuarteto de aventureros (apuesto protagonista, joven compañero y goloso fortachón… más moza que se desvive por el héroe) que tan bien supo explotar Víctor Mora. También a unos argumentos que dosifican con habilidad la intriga, la emoción y el humor, eficazmente visualizados por un ilustrador que hace buen uso del blanco y negro, destaca en la caracterización de personajes y escenarios y se esfuerza por otorgarle dinamismo a sus dibujos. Claramente, es una obra realizada en los años 60 que hay que situar en su contexto. De hecho así, como bien apunta su editor en la introducción, resulta aún más disfrutable, al revelarse como ingenioso vehículo a través del cual unos autores represaliados por el Regimen podían hablar de los bandos y las personas que protagonizaron la Guerra Civil, aunque fuese la americana y no la nuestra. Será por eso que, tanto un González Ledesma que se encontraba en el western como pez en el agua, como un José Grau deseoso de consolidarse en una Editorial Bruguera donde le pagaban mejor que en la Editorial Valenciana, pusieron el suficiente empeño en El Teniente Negro como para que hoy en día siga resultándonos una lectura satisfactoria… cosa que no siempre puede decirse de todos los productos de por aquel entonces.

SOBRE CLÁSICOS DEL HUMOR

No hace mucho tampoco -un añito largo- que RBA inundó nuestros quioscos con una fantástica colección donde se recopilaba lo más florido de la producción de Editorial Bruguera, la empresa catalana que Paco Roca revisita en El invierno del dibujante. Con una atinada y brillante selección de materiales realizada por Toni Guiral, quien también dotó de unos adecuados textos contextualizadores a cada uno de los tomos, Clásicos del Humor es a día de hoy el mejor escaparate que existe si de asomarse se trata a la época de mayor fecundidad de nuestra industria del tebeo.

Y, precisamente, dos de sus últimas entregas de contenido variado permitirán apreciar el trabajo de los autores del Tío Vivo a todo aquel que esté interesado en ello.

Don Berrinche y otros personajes frustrados, Peñarroya, Cifré, Escobar, Vázquez, Montserrat Vives, Martz Schmidt, Jaume Rovira, Joan March, Jesús de Cos y Miguel; RBA Coleccionables, S.A.; 200 págs. aprox., color, 9’95 €.

Tres son los autores de Tío Vivo que se personan en este tomo, uno de ellos incluso con material de aquella ilustre revista disidente.

Por un lado, de Peñarroya podemos leer lo mejor de dos de sus cabeceras más conocidas: Don Berrinche y Pepe el «hincha». El primero es un buscabregas en cuyos guiones intervino el mismísimo Rafael González, según comentan en Tebeosfera. Broncas de vocación, lo tempranero (1948) de las tiras de este personaje que se incluyen en el recopilatorio permite observar el tránsito gráfico de Peñarroya desde un estilo dinámico y redondeado a su definitivo patrón de dibujo: anguloso, limpio y algo rígido. Es precisamente este talante gráfico el que se aprecia en las tiras de Pepe, el hincha, un desafortunado seguidor de un equipo de futbol que estaba muy lejos de jugar en la Liga de las Estrellas… para desgracia del protagonista y gracias de la serie.

Josep Escobar también está presente en este tomo con Plim el Mango, un extraterrestre con un papel a medio camino entre superhéroe y genio embotellado que mejor iría que no tuviese tantos deseos de ayudar a la gente. Datada en 1969, nos presenta a un Escobar con el estilo ya asentado y pleno dominio de su arte dando vida a un personaje al que todo le sale al revés.

Finalmente, en lo que a Cifré se refiere, en este tebeo tenemos varias historietas publicadas precisamente en la primera época de Tío Vivo y protagonizadas por su personaje Golondrino Pérez. Solterón irremediable, los dibujos de Cifré nos lo presentan siempre hablando en verso y en constante movimiento tras una mujer que nunca llega, con un grafismo que antecede y recuerda un poco al del en su día afamado Mike Beltrán.

El volumen se completa con material de Don Pollino de Vázquez, Deliranta Rococo de Martz Schmidt, Pepe de Jaume Rovira, El Mini Rey de March y Ricky y los deshauciados de Miguel y Jesús de Cos.

Blasa, portera de su casa y otros personajes chapuceros, Escobar, Conti, Gosset, Segura y Vázquez; RBA Coleccionables, S.A.; 200 págs. aprox., color, 9’95 €.

Sólo dos son los autores de Tío Vivo que se hallan presentes en este otro tomo, aunque también otra vez tenemos una de las cabeceras que uno de ellos presentó en la editorial D.E.R., responsable de la publicación de aquel semanario que Paco Roca ha hecho famoso para los lectores de hoy.

Se trata de Blasa, portera de su casa de -nuevamente- Escobar. Verdaderamente, esta serie -como ocurriera un tanto con Don Berrinche y como diremos luego de la siguiente cabecera- destila abundantes dosis de crítica social y mala leche. Una impresentable portera que le hace la vida imposible a un elenco variado de inquilinos y el perla hipocondríaco de su marido servirán para que descubramos a un Escobar pletórico de facultades, todavía no acomodado en su estilo y enormemente dotado para el retrato tanto gráfico como sociológico.

La otra serie de un autor del Tío Vivo es Apolino Tarúguez, hombre de negocios de Carlos Conti (creación que también transitó por el semanario independiente bajo el título Tarúguez y Cía). Las desventuras que sufre un subalterno a manos de su inmisericorde y avaricioso jefe, empresario de pro según se mire, visten de hipocresía y estafa la España de los 50. En estas aventuras la frustración que campaba a sus anchas en aquella época se desparrama en cascada por la escala social, afectando desde al infame Apolino que recibe lo que se merece hasta su pobre secretario Celedonio que se convierte en chivo expiatorio de las fracasadas artimañas de su jefe. Esta creación es, en este sentido, testimonio destacado en su tiempo y también hoy de como la violencia se propaga hasta desembocar en el inocente, el cual debe lidiar con la rabia que su agresor ha acumulado por cuenta propia. Divertidas sí, mucho, estas historietas retratan también una de las facetas más oscuras de la naturaleza humana.

El tomo se cierra con Facundo da la vuelta al mundo de Gosse, Pepe Barrena de Segura y Los casos del Inspector O’Jal de Vázquez.

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José Torralba
27 enero, 2011 12:29

¡Qué entrevista más memorable, Toni! Acompañada además de una reseña desde las tripas como hacía tiempo que no te leía (como te pasa a ti, también Rafael González se ha convertido para mí en el antihéroe central de El invierno del dibujante; tanto que merecería una historieta para él solo). En fin… plas, plas, plas… Las preguntas son excelentes, y las respuestas aún más. Muy analíticas, muy reflexionadas, rascando la superficie y acudiendo al fondo.

Si tuviera que elegir algunas respuestas me quedaría con la primera; con la importancia que tiene el «no haber vivido» los hechos para exponerlos mejor a partir de la documentación disponible, más en esta España en la que a menudo se resucitan fantasmas que muchos ni conocimos ni queremos revivir (mas sí conocer y recordar). Y, por supuesto, con la tercera: aquella que dice que lo que movió a los dibujantes a largarse de la editorial fueron motivos económicos y no esencialmente idealistas. Yo aquí me pregunto… ¿no está todo el idealismo basado en la economía? ¿no es la independencia económica lo que proporciona esa libertad que tanto soñamos? ¿No son las revoluciones del XVIII, las independencias y las luchas liberales del XIX o el marxismo del XX movimientos de reivindicación económica que se traducen en una ideología tan simple como el derecho a sostenerse uno mismo sin ataduras? Ahí lo dejo.

Tirso
27 enero, 2011 13:30

Que gran entrada!
GRANDES los dos! Toni, Paquito… plas plas!
t.

Enrique
Enrique
27 enero, 2011 15:06

El fallo que le veo a El invierno del dibujante es precisamente que es demasiado anecdótico, se centra más en explicar cómo se vivía que una historia en sí misma. Le ahoga la documentación, que se ve que está pero tampoco se explica (el Cine-Skob sale, pero seguro que el 90% de los lectores no saben lo que es, seguro muchos se creen también que es la primera vez que Escobar actúa en un teatro, etc.) ¿Qué necesidad hay de saber que Víctor Mora decide recortar las páginas de los originales para poder guardar más en la caja? ¿Ayuda eso a entender la creación y caída de Tío Vivo?
 
Tengo la sensación de que le ha ocurrido lo mismo que al Endurance de Luis Bustos: mucha documentación y mucho «narrar ambientes», pero no hay una historia detrás. No hay un argumento que emocione. Los personajes se expresan y actúan forzados por un guión. Igual que en demasiadas películas históricas españolas, un Goya merecido por los vestuarios, pero no por el guión.

marc
marc
Lector
27 enero, 2011 20:20

A mi me parece un buen álbum y que cuenta una historia que además muchos lectores agradecemos poder conocer, pero como dice el propio autor me quedé con la sensación de que podría haber profundizado un poco más en las motivaciones de los personajes y en el ambiente – aunque manteniendo el foco en una editorial de tebeos- de una España que afortunadamente no viví, pero ya imagino que quizá no había espacio para más. Enhorabuena en todo caso y felicidades por la entrevista.

Madrox
Madrox
27 enero, 2011 21:06

Gran entrada, como ya han dicho por ahí. Qué bueno es El invierno del dibujante.

Phantomas
Phantomas
Lector
27 enero, 2011 23:58

No puedo dejar pasar más tiempo para pillarme El invierno del dibujante…

Tirso
29 enero, 2011 11:30

Yo entiendo lo que Enrique quiere decir, y en parte, lo «comparto».
Yo soy un gran amante del género e incluso me gusta que una gran parte de mis lecturas discurran a traves de una «historia» al más puro estilo de la tragedia griega clásica… pero hay uq e disfrutar de las alternativas y ser capaz de dejarse llevar por los caminos que la lectura te puede llevar, aunque sea a base de pinceladas que lo único que traten es de sumergirte en un episodio y te acerque a vivirlo… dejándote emocionar por lo que allí están viviendo… y que creo que sí es un suceso no exento de drama, con personajes que sufren un gran cambio… incluidos los que … nunca cambian… o los que se arrepienten en el «lecho».
 
No necesito más. Para mi es una obra emocionante que si ha sabido captarme…
Es verdad que a mi Paco me ha ganado, y me introduzco en sus universos con una actitud positiva, que probablemente me lleve a disfrutar más lo que me cuenta…
Un saludo a todos!
 
t.

Enrique
Enrique
29 enero, 2011 22:40

También puede ser que a los que no conociesen nada de los intríngulis de Bruguera os hayan sorprendido todos los datos del cómic. A mí me ha pasado justo al contrario: he leído libros sobre Bruguera, sobre los autores, entrevistas… Así que veo que Roca fuerza las situaciones para poner toda la información en las páginas, aunque no sea relevante o no surga de manera natural.
 
Conociendo a los personajes, su situación, y las anécotas que se cuentan aquí, no veo que Paco Roca haya aportado nada. Es como si lo hubiese puesto todo en orden para redactar un informe.

Gonzalo Torres
Gonzalo Torres
27 febrero, 2011 21:00

Bonita entrevista. El libro es bueno, muy bueno, aunque no es, para mía la mejor obra de paco Roca, personalmente, prefiero El Faro. Se vea como se vea El Invierno es una visió muy particular y es difícil criticarla, sencillamente te gusta o no, y a mí me ha gustado mucho, ya lo he leido tres veces y las que caerán. lo dicho, gracias por la entrevista, pues has descubierto nuevos matices. Saludos