La revista de historietas ha formado parte del ADN del cómic popular europeo desde fecha bien temprana; algo nada extraño si tenemos en cuenta que su condición de producto coral permite un adecuado reparto del esfuerzo creativo que supone la serialización frecuente. Con las revistas, los autores pueden foguearse en narraciones breves susceptibles de ser abordadas con cierto mimo, los editores testean qué les funciona mejor sin poner todos sus huevos en una misma cesta de una vez y el público consigue su dosis de entretenimiento «fresco y del día». O al menos, así fue durante un tiempo… aquel tiempo en que el noveno arte no tenía parangón a la hora de conectar con los anhelos, los miedos y las ganas de befa inscritos en el imaginario colectivo de las respectivas culturas en las cuales se incardinaba.
Sin embargo, aunque hoy en día el grueso del público esté por otro tipo de entertainment y haya dejado de tener la sana costumbre de leer revistas de cómic (arrebatos satíricos aparte), como para editores y autores el formato revista sigue teniendo pleno sentido (sin contar con que la nostalgia es tan peligrosa como poderosa), de vez en cuando surge alguna propuesta más o menos aislada, henchida de esperanzas e ilusiones, que durante un tiempo se esfuerza por encontrar su lugar en el mundo a fuerza de calidad. Ahí quedan los cadáveres de El Manglar o Nosotros Somos los Muertos para atestiguarlo. Ahí queda también la revista de la que hoy vamos a ocuparnos, Dos Veces Breve, con sus ocho años de existencia y su premio a Mejor revista en el Saló del Còmic de Barcelona 2010, en su séptima nominación.
Nos anima a hacer este artículo una circunstancia agridulce, hija de estas crisis que nos ha tocado vivir, pues justo estos días los 24 números de la segunda etapa de Dos Veces Breve se ofrecen al público en cuatro packs a un precio inmejorable, constituyendo una oportunidad inexcusable para todos aquellos a los que esta publicación les pasó inadvertida en su momento y, tal vez, la ocasión para que por fin reciba el reconocimiento que merece.
Como la tarea de revisar tanto material no es fácil, y deseando que el artículo les resulte ameno, hemos estructurado el post de la siguiente manera: primero Vicente Galadí, el editor de Dos Veces Breve responde a una escueta entrevista que nos ilumina sobre el significado que esta aventura guarda para él; después repasamos cada pack deteniéndonos ligeramente en cada número, eligiendo también de cada uno de ellos una historieta destacada y, por último, damos voz a algunos de los autores que participaron en la revista en su día.
Así que, sin más dilación, si ustedes gustan… pasen y lean.
– ¿Qué circunstancias concurrieron para que te lanzases a la aventura de convertirte en editor?
– Quizá la circunstancia más relevante fue la popularización de Internet: en 2002 resultaba tremendamente fácil y directo contactar con los autores y recibir sus trabajos listos para la maqueta.
Yo ya tenía experiencia en aquello del fanzineo y la edición desde los años 80 y 90 en colectivos como Comikaze, Tebeonautas, Voz en Off y Fanzipote. Y veía en catálogos del Injuve y otras publicaciones como El Puñalito, Idiota y Diminuto, Arruequen, etc, que había una generación de autores que se manejaban muy bien gráfica y narrativamente en relatos entre dos y ocho páginas.
Así que confluyó que tenía ganas, dinero y tiempo, que era técnicamente factible, que había autores con mis mismos objetivos y que el mercado de librería especializada contaba con una distribución accesible. Con los referentes del Trocha-Troya de Antonio Martín, del Complot de Joan Navarro y del Idiota y Diminuto de Juanjo el Rápido, me lancé al río.
– ¿Qué distancia real separa al tebeo del post-tebeo y, por tanto, la primera etapa de 3 números de 2vb de los siguientes 24 que hoy comentamos?
– Bueno, el tebeo era un producto industrial. En sus buenos años tenía tiradas de cientos de miles de ejemplares y una distribución a todos los quioscos de España.
Con la primera etapa de 2VB intenté una distribución en puestos de prensa de Madrid que se reveló desastrosa: muchos quiosqueros devolvían el tebeo en el mismo día de la recepción sin exponerlo. Actualmente, fuera de los coleccionables, el quiosco es terreno baldío para el tebeo.
El concepto de revista de historietas (con la salvedad de El Jueves) como producto industrial pertenece al siglo pasado y por eso la siguiente etapa del 2VB se llamó Post-tebeo. Porque era… otra cosa: más minoritario que popular, más artesanal que industrial.
Aparte, lo de Post-tebeo era también un guiño al Cairo («el Neo-tebeo»).
– ¿Hasta qué punto resulta quimérico dotar de coherencia y personalidad propia a una revista tan coral como la tuya?
– No sé hasta qué punto tenía coherencia, si cada número era diferente del anterior. Tampoco me interesaba establecer un línea editorial: dedicar un número a una temática y el siguiente a otra completamente diferente me resultaba un aliciente lo bastante atractivo como para no cansarme de la revista. Y además le daba un descanso a los autores que no podían colaborar en todos los números.
Personalidad sí que había en tanto que apostaba por una historieta autoconclusiva de varias páginas legible y bien dibujada: intenté que fuera una alternativa a otras publicaciones más experimentales y a fanzines de colaboraciones brevísimas. Vivía en la creencia de que habría suficientes lectores que demandasen historietas más clásicas y extensas. No fue el caso.
– Muchos de los editoriales que escribiste para la revista desprendían cierto pesimismo. ¿Tan duro resultaba sacar adelante el proyecto?
– Económicamente, la primera época y los ocho primeros números de la segunda eran un pozo sin fondo; luego con la ayuda de la Junta de Andalucía, el déficit entró dentro de lo asumible.
No obstante, ese pesimismo de los editoriales bebe más de otras fuentes:
Primera, de la épica que se desprendía de los sufridos editoriales de los tebeos de Toutain: en mis textos restaba un pozo de aquellas reiteradas reivindicaciones del cómic como arte y de la lucha por la supervivencia de la revista ante las subidas del precio del papel.
Y segunda, el tener la revista lista para presentarla en el Salón Internacional del Cómic de turno me provocaba cierto estrés cuya catarsis eran los editoriales, que siempre quedaban para lo último antes de mandar el CD a la imprenta.
– ¿Te arrepientes de alguno de los pasos que diste en aquella singladura?
– Me arrepiento de haber sido tan laxo a la hora de facturar a algunos distribuidores y de exigirles los cobros (quiero dejar claro que no hablo de Otakuland, ni de Ícaro, ni de SD).
Fuera de eso, Je ne regrette rien. Rien de rien.
– Por contra, ¿qué cosas positivas destacarías de aquel periodo?
– Todo, particularmente el trato con los autores. Hoy por hoy no repetiría la experiencia de la edición de tebeos: ni las circunstancias son las mismas, ni lo soy yo. Pero soy inmensamente feliz de haberla vivido.
– Repasando la andadura editorial de 2vb sorprende tu capacidad para aglutinar a tantos autores, muchos de ellos absolutamente consagrados, en el proyecto. ¿Qué armas usaste para conseguirlo?
– Lo cierto es que fue extremadamente fácil: a la mayoría de los autores les apetece hacer historieta. Si les garantizas que su trabajo saldrá perfectamente reproducido (no siempre pude…), si la tarea no es excesivamente prolongada en el tiempo, si les demuestras que respetas su esfuerzo pagándoles poco (pero más de lo que se puede), si trabajamos con la suficiente antelación, obtienes un sí por cada dos rechazos. Estos últimos, normalmente, por razones de agenda.
– En tu decisión de ofertar el grueso de la revista, ¿cabe la esperanza por tu parte de que nuevos lectores descubran lo que supuso este proyecto y así se le haga mejor justicia?
– No creo que se le tratara injustamente: tuvo siempre buenas críticas y obtuvo los premios de Ficómic, Expocómic y del Diario de Avisos. Y si no tuvo las ventas que necesitaba, fue más por el anacronismo del formato que otra cosa: las revistas de historietas autoconclusivas que son la referencia del 2VB pertenecen a la época del Betamax y de los videojuegos en cinta de cassette.
Y es una lástima: la historieta de extensión media (entre 2 y 12 páginas) ha sustentado las publicaciones de cómic durante buena parte del siglo pasado. Sigue siendo un formato muy válido y no entiendo por qué ha dejado de ser del gusto del público.
Sí hay cierta esperanza de captar nuevos lectores. En una historieta de Mauro Entrialgo leí algo así como: «Es en el momento del saldo en el que los tebeos se vuelven finalmente populares». Y es una gran verdad. Ojalá lo sea aquí también.
– Y ya para terminar, ¿te atreves a animar de alguna forma al comprador indeciso para que pruebe con Dos Veces Breve?
– Bueno, me he atrevido a animarlo de la siguiente manera: a finales de agosto SD mandará a las librerías mil ejemplares de la revista gratuitos para que los clientes se lo lleven a su casa y, si les gusta, se compren la colección completa de 24 números por menos de lo que cuesta un «Integral». Y si no les gusta, que lo «liberen» en la misma librería o en un banco del parque.
Para terminar, me gustaría poner en relieve un aspecto del 2VB. Frecuentemente se ha valorado la revista por el tiempo que aguantó, por su calidad de edición o por los autores tan buenos que colaboraban. Y yo quiero reivindicar aquí otra cosa: la calidad de sus contenidos. Con independencia de si el autor era «consagrado» o no, las historietas eran cojonudas.
Yo era el primer tío del mundo en leerlas y el siguiente paso era ponerme manos a la obra para compartirla con ese mundo. Nada es comparable a eso.
Pack Dos Veces Breve (VOL. 1 a 6). Varios autores; Ariadna Editorial; Rústica, 270 págs, BN y color, 9’95 €. Fecha de salida: 10.05.2013
Dos Veces Breve 1: En el primer número de su segunda etapa Dos Veces Breve arrancó con fuerza, como bien lo atestigua el plantel de autores que se reunieron para la ocasión, algunos de ellos también colaboradores de la revista en la fugaz etapa anterior. Lorenzo Gómez supo construir una fresca historia entre romántica y divertida en 5 escenas de amor en 1 restaurante chino, la prosa a la par visual y comprometida de Jorge García se apoderó sin problemas de una historieta sin título bellamente ilustrada por Miguel A. Díez, Sergio Mora regaló a los lectores un condensado cóctel de surrealismo gráfico en Las garras de la mariposa y Calo, Fermín Solís y Juan Berrio lograron mantenerse fieles a sus respectivos estilos en tres narraciones que deconstruían ligeramente distintos aspectos del variopinto universo de las relaciones afectivas. En estas lides, sin embargo, sobresalía especialmente Una llamada equivocada de J.M. Ken Niimura, en un excelente ejemplo de cómo contar mucho en sólo dos páginas. También resultaba (y resulta) sobresaliente la aventura De cadenas y pájaros, sucinta historieta de Pedro Rodríguez que, enmarcada en la continuidad de su creación Omar el Navegante, nada tiene que envidiar a la estupenda Jinn-el-Rais ya comentada en su día. De nuevo, esta vez en ocho páginas, Pedro Rodríguez hipnotiza a su público con un relato dentro del relato con el que construir un juego de espejos en el que se reflejan inocencia y depravación, niñez y madurez, esclavitudes y aventura, ficción y ficciones… soberbiamente narrado.
Pero sobre todo destacamos… Papeles en blanco de Enrique Bonet: cuatro páginas condensadas, a casi 16 viñetas por página, en las que Bonet utiliza en lo gráfico un estilo suelto, dinámico, de claroscuro muy equilibrado y gran expresividad, que se pone perfectamente al servicio de una historia sobre las vueltas que da la vida… o más bien, sobre las vueltas que dejamos que nos dé la vida cuando nos olvidamos de aquella época de nuestra biografía en la que todo nos parecía posible y permitimos que otros nos impongan un guión que nunca hubiésemos deseado. Otros, esos otros, los mediocres, que esconden su vulgaridad tras las lentejuelas de la prevaricación y las prevendas, vendiéndonos que sólo se puede ser alguien o se puede ser nadie, pero sobre todo intentando que olvidemos por todos los medios que podemos ser nosotros mismos. Por suerte, aquí está Enrique Bonet para recordárnoslo.
Dos Veces Breve 2. Especial Granada: Este segundo número tiene en nómina a algunos de los autores españoles más reputados allende de los Pirineos, así que sería difícil que estuviésemos ante un mal cómic. También es cierto, sin embargo, que varios de los creadores implicados en él parece que asumieron el encargo más desde el deseo de ejecutar un ejercicio de estilo que no desde el de contar grandes cosas. Paradigmático de ello es la historieta de dos páginas Como el perro y el gato que nos brindan Juanjo Guarnido y Juan Díaz Canales, con Blacksad como protagonista, y un tanto en menor medida las de Kenny Ruiz, Pedro J. Colombo, Francis Porcel, Joaquín López Cruces y Ricardo Cayena junto a Álex Romero. No obstante, Guarnido y Canales tienen tanto oficio que lo bordan incluso contando poco. Por contra, Enrique Bonet con El muerto invisible y Álex Romero y López Rubiño con Perdón de nuestras faltas se muestran tan temáticamente ambiciosos en sus respectivos trabajos que la brevedad del espacio del que disponen acaba jugando en su contra y desmereciendo ligeramente unos relatos argumentalmente muy interesantes pero discretamente fallidos en su ejecución. Justo en el ecuador de ambas tendencias se sitúa la aventurilla de Sir Pyle S. Culape que nos presentan Jean David Morvan y José Luis Munuera, armonizando el desenfado estilístico con un motivo argumental de respetable hondura.
A pesar de todo destacamos… La creación de Sergio García y Lola Moral: un nuevo experimento mudo de este apasionado de la experimentación formal en el que Sergio García, aprovechando la ductilidad de un grafismo elegante y sintético y las posibilidades de contigüidad espacio-temporal que ofrece el lenguaje del cómic, muestra algunas intersecciones susceptibles de producirse entre la cotidianidad de la vida de un artista y su obra. Elegante, desenfadado e ingenioso.
Dos Veces Breve 3: En mi opinión, este es uno de los mejores números de Dos Veces Breve o, cuanto menos, es aquel en el que más me ha costado escoger la historieta a destacar de tan buenas propuestas como coincidían en él. Y es que claro, es abrir el post-tebeo y encontrarse ya con un trabajo de Luis Durán, autor personalísimo que en Loreta ofrece una muestra más de esa poesía suya siempre a medio camino entre lo lírico y lo tan radicalmente cotidiano que roza la comicidad y el absurdo. Sigue David Rubín con Detrás de la barra, arranque de su serie La tetería del Oso Malayo en la que, prescindiendo del habitual virtuosismo de su pincel, se apoya en un inspirado trabajo en bitono para ofrecernos un pequeño cuento tierno y simpático. Saltamos después a Tiempo de Marte, donde la pareja autoral formada por Jorge García y Andrés G. Leiva adaptan un texto de Carlos Liscano donde la ciencia ficción se pone al servicio de un sentir bien humano: descubrir el tiempo que se despliega ante nosotros en forma de experiencia y aprendizaje. Viene luego Historia de dos ascensores de J M Ken Niimura, un estupendo experimento narrativo en tres páginas que retrata de forma brillante la degradación que demasiado a menudo sufre el amor a poco que uno se descuide. También Sonia Pulido, autora más dada al formalismo pop que al fondo argumental, consigue transmitir una gran autenticidad emocional con la historieta En la oscuridad de la noche. Pablo Velarde borda a continuación sus divertidas páginas de E.T. el extraterrenal, Pepe Farruco da muestras de su gran versatilidad gráfica en Una pequeña historia de trasfondo social y Pedro Rodríguez vuelve a regalarnos con un interludio en la vida de Omar el navegante. Incluso El tercer verso, un relato de samurais muy de género de José Luis Martínez-Larraz y Rafa Infantes, está llevado de manera que conecta con el lector un nivel íntimo.
Pero si alguna historieta debemos destacar esta vez, sobresaliendo en uno de los números de Dos Veces Breve con mayor relación de excelencia por página, esa es… Galápagos de Joaquín Santiago: Acabado a lápiz, elegantes tramas manuales, estilo figurativo muy poco emparentado con el que se estila en el mundo del cómic… y una historia plagada de emociones no verbalizadas pero hábilmente transmitidas, entre líneas, que de tan veraces… duelen. Sorprende la habilidad con la que Joaquín Santiago retrata la vicisitud de los cuatro personajes protagonistas con tan pocos detalles y emociona este discurso suyo sobre nuestra necesidad de conectar: con el suelo, con el otro, con nuestra infancia, con la vida. Sin duda, una de las mejores obras de entre todas las incluidas en los 24 números de existencia de Dos Veces Breve.
Dos Veces Breve 4. Especial Galicia: Este número combina algunas historietas espléndidamente dibujadas pero algo anecdóticas en su argumento como El club del medio pezón de Claudette Colbert (Carlos Portela y Fernando Iglesias), La ofrenda (Santy Gutiérrez) e Industrias Ángel caído (Alberto Guitián) con otras de apariencia juguetona pero alto nivel de mala leche como Último verano en Howard’s Hills (Víctor Rivas), Versiones (Kiko da Silva) y Vernel (Alberto Vázquez). Equilibrando ambos extremos encontramos un emotivo relato de David Rubín, La luciérnaga, que aborda con sensibilidad el ocaso de un proyecto de pareja cuando una de las partes queda prisionera de algún tipo de duelo.
Y destacamos… Los demonios de la momia Nenita de Miguel Robledo: Robledo ejemplifica claramente la importancia del trazo, el plano y los tonos en la historieta, por cuanto su dibujo huye de figuratividades amables, canónicas, atractivas… y sin embargo consigue que resulte subyugadoramente bello. Además, lo logra en una narración de fuerte carga simbólica y, a la par, tan accesible como optimista. Una verdadera delicia.
Dos Veces Breve 5: En Raices J.M. Ken Niimura acomete la compleja tarea de retratar como la realidad y el desarraigo pueden arrambar con nuestras ilusiones de pertenencia, aunque creo que su propuesta se habría podido beneficiar de un mayor desarrollo gráfico y argumental. Juan Berrio, por su parte, llena de encanto y frescura uno de esos cuentos semi-románticos a los que es tan dado y que suelen no llevar a puerto. Y de nuevo Jorge García y Miguel A. Díez, como en el primer número, enhebran con método y maestría una cuenta de historia, política y humanidad.
Pero destacamos… Gira la llave de David Rubín: una historieta protagonizada por trasuntos de Superman y Batman que Rubín dibuja con humor, vigor y pasión, haciendo gala de su habilidad con el pincel, para adentrarnos con agilidad en unas vicisitudes que recogen parte del espíritu de algunos de los mejores cómics de superhéroes de los 1980 y lo combinan con cierto desparpajo optimista muy peninsular.
Dos Veces Breve 6. Especial Autoras: Talento femenino para levantar un número de grandes atrevimientos narrativos que quedan algo a medías. Probablemente, el trabajo que mejor ejemplifica lo dicho sea el Schopenhauer de Lola Sánchez, una biografía del filósofo alemán punteada con algunas de sus citas, empresa imposible de abordar en tan poco espacio. En ese mismo filo que separa fascinación y desengaño encontramos 1000 cerezos de Emma Ríos, bella historia bien contada en imágenes con una prosa que no mantiene el mismo nivel de brillantez. También Raquel Alzate en La ciudad de las luces y Ester Gili en De espaldas a la muerte muerden mucho sin que el lector tenga los elementos suficientes que deberían permitírle digerir el bocado que ambas historias ofrecen. Más humildes y efectivas se muestran Sonia Pulido en Problemas vitales soluciones totales, divertido muestrario de prácticos utensilios contra el hastío vital, y Carla Berrocal en Las increibles hazañas de Calamity Jane, concisa e idealizada reseña de la famosa vaquera.
Sin embargo destacamos… ¿Cómo voy a saber si eres tú? de Olga Carmona: Dueña de un grafismo amable y expresivo, Olga Carmona nunca falla a la hora de apuntar al corazón e ilustrar lo más auténtico de un sentimiento determinado con la anécdota más adecuada. En pocas páginas, de manera sutil, como en este cuento donde descubrimos que no sólo deben coincidir los espacios y los anhelos entre dos personas aparentemente hechas la una para la otra, sino también sus tiempos.
En su momento, me planteé mi colaboración en la revista como una oportunidad para probar nuevas facetas de mi trabajo. Antes de mis colaboraciones en 2VB, yo era algo conocido por mis trabajos de humor y por algunas colaboraciones en revistas infantiles; en Dos Veces Breve intenté desarrollar una línea de historietas más personales, con guiones que partían de situaciones cotidianas para explorar situaciones, sentimientos y conflictos más o menos «universales». Mi intención siempre fue la de aprovechar al máximo los propios límites que te impone una historieta breve (creo que la más larga que hice fue de cinco páginas). Me planteé cada colaboración como un pequeño cuento (en el sentido más «literario» del término), que tuviera el máximo de «contenido» y de densidad narrativa.
Echando la vista atrás, lamentablemente, muy a mi pesar y -creo- que al de Vicente (el «editor breve»), no pude colaborar tanto como me hubiera gustado. Creo que hice unas cinco ó seis historias (una de ellas, con guión de Álex Romero) y no llegué a estar totalmente satisfecho con ninguna, sobre todo en el aspecto gráfico. Pero después del tiempo transcurrido, la verdad es que debo reconocer que en esa revista he publicado algunas de las historietas que más se acercan a lo que a mí me interesa como lector, a mi idea de lo que se puede contar con los tebeos y con la narración gráfica. Y desde luego, me alegro enormemente de haber formado parte de ese proyecto y de haber colaborado con Vicente en un proyecto tan kamikaze como este.
Cuando Vicente, el editor, me invitó a colaborar, recuerdo que no sabía muy bien qué hacer. Le presenté una historieta corta que tenía hecha por ahí y que aún no había publicado pero no terminó de convencerle, así que le dí un par de vueltas más y fue cuando se me ocurrió lo de La tetería del oso malayo. En un principio no lo pensé como serie, sino como una historieta corta más, que se titulaba Detrás de la barra. A Vicente le gustó mucho, y para el siguiente número me preguntó si podía volver a hacer algo con aquel oso y su tetería, así que me saqué de la chistera otra historieta ambientada en ese universo, contando el origen de Sigfrido, el oso malayo. Tras eso, ya tenía claro que aquello podía dar lugar a una serie, y a partir de ahí surgió todo lo demás.
Para mí fue una experiencia muy buena, de la que guardo muy grato recuerdo. Primero, porque me permitió hacer amistad con José Vicente, el Editor Breve, que es un tío muy majo, y con un montón de excelentes autores que participaban también en la revista. Segundo, porque posiblemente si no hubiera pasado por Dos Veces Breve no se me habría ocurrido lo de La tetería del oso malayo, que, finalmente, cuando Astiberri la editó recopilada en libro, se convirtió en una de las mejores cartas de presentación que jamás he tenido, tanto aquí como en el extranjero; me abrió muchas puertas. Y tercero, porque pagaban, y aunque no era un locurón de pasta, a mí, por aquel entonces, que andaba bastante tieso, ese sobresueldo que me suponía el DVB me venía de perlas.
Cuando pienso en contar una historia, funciono mejor construyéndola a través de un personaje, por eso desde el primer momento en que Vicente me propuso colaborar en 2VB tuve claro que lo haría con un personaje al que darle continuidad. Así fué como nació Omar el Navegante, un personaje que tenía en la cabeza desde hacía tiempo pero no sabía muy bien como darle forma. El hecho de publicar periódicamente me permitió experimentar con él; de hecho, en cada entrega probaba un grafismo distinto. Por entonces yo no había publicado mucho, por no decir nada, a excepción de fanzines de colegas, por lo que estaba realmente verde. La colaboración en 2VB me permitió coger un poquito más de tablas y tratar de buscar mi lenguaje.
Echando la vista atrás, debo reconocer que si hoy sigo haciendo cómics es gracias a Vicente y el apoyo que me brindó. En aquel tiempo yo ya trabajaba como ilustrador, y aunque el cómic era mi pasión lo había dejado un poco de lado. Fue Vicente quien con su entusiasmo me hizo volver a crear historias. Esta relación no se limitó a la revista, ya que saqué con él mi primer álbum ( Omar el navegante «Jinn el-rais» ), que me valió el reconocimiento del público como mejor guión en el Salón del cómic de Barcelona. Vicente es un romántico del cómic y creo que con su revista consiguió transmitir su amor por la historieta. En lo personal, me permitió además ampliar mi círculo de amistades con colegas dibujantes y guionistas, las primeras experiencias en los salones… en fín, 2vb fue como la primera novia que no se olvida. Un abrazo enorme para Vicente, que a buen seguro leerá estas líneas…
Pack Dos Veces Breve (VOL. 7 a 12). Varios autores; Ariadna Editorial; Rústica, 270 págs, BN y color, 9’95 €. Fecha de salida: 14.06.2013
Dos Veces Breve 7: Coinciden en este número autores a los que ya hemos venido destacando hasta ahora, conformando otro post-tebeo digno de elogio. Ahí está otra vez Olga Carmona con Invisible, una inspirada metáfora que entremezcla imaginario superheroico y emotividad adolescente. O David Rubín con Órdenes, simpática y épica ocurrencia al calor de la tetería de su oso malayo. También La última espera, potente historieta de ambiente negro que demuestra la perfecta sinergia que se produce entre el guionista Jorge García y el ilustrador Fidel Martínez y que posteriormente cerraría su libro Hacerse nadie. Sobresale incluso más Pepe Farruco con Mama!, derivando su estética hacia el Paracuellos de Carlos Giménez para golpearnos con la evidencia de que en el interior de los hombres hay pozos de odio que se cuecen a fuego lento y bien temprano.
De todas formas destacamos… La canción de los gusanos de Álex Romero y López Rubiño: historieta matriz a partir de la cual se gestaría la novela gráfica homónima. Nos hallamos en un escenario deudor del imaginario de las grandes contiendas europeas en el que los dos únicos supervivientes de un batallón emprenden una muy particular odisea a través del delirio, el absurdo y el horror, sin nunca conseguir escapar del todo de los fantasmas que los acosan como heraldos de una muerte que nunca podremos demorar eternamente. Y a pesar del vértigo que produce esa putrefacción degradante que tan bien retratan sus autores, entre rendijas incluso queda espacio para algo extrañamente emparentado con el humor negro.
Dos Veces Breve 8: Otro excelente número con algunos nombres familiares en portada, tales como los de Pepe Farruco, quien en La maleta vuelve a destilar penuria y tristeza de modo contundente, Enrique Bonet y esos -sus personajes- a los que la vida parece mantener en un estado de acuciante desconcierto, Romero y Rubiño que otra vez nos adentran en su canción mortuoria para dejarnos caer en el epicentro de lo depravado, David Rubín homenajeando Lone Wolf and cub y Fermín Solís bordando de nuevo esas complejas incongruencias que perfilan nuestro atlas afectivo. También aparecen aquí nombres que hasta ahora no habíamos mencionado, como los de El Bute y Juanfra Cabrera. El uno a partir de un recuerdo de infancia y el otro apurando los jirones de la vejez imaginan relatos en los que un tamiz fantástico remata anécdotas de resonancia muy veraz.
Y destacamos… Ordene Doreen de J M Ken Niimura: En esta ocasión Niimura, que en otros momentos descuidaba un tanto su dibujo o mantenía en un segundo término los aspectos de mayor experimentación formal de su narrativa, se embarca en una propuesta donde el orden lo es todo. A tal fin, cada pieza debe ser perfectamente reconocible, sobre todo gráficamente, para contener todo un universo de posibilidades en sí misma y, sólo cuando ocupe su verdadero lugar, revelar lo que antes ocultaba… y es que en el fondo, bueno es saberlo, todo se da en un contexto y necesita de sus circunstancias para ser comprendido.
Dos Veces Breve 9. Especial Mucho cuento: Tierna antología apta para niños en la que Jacobo Fernández subyuga por ética y estética, imaginación y emoción. Y es que El vuelo del estornino es un encadenado de ensoñaciones que fusionan de manera genial la mágica vitalidad de los inicios en prensa de este medio con la sensibilidad contemporánea. Gracioso y enternecedor también resulta el protagonista de Los demonios de la víspera de primavera, una exótica fábula que Carlos Vermut ilustra con intensidad y una bella paleta de colores. Estas mismas virtudes se reparten entre las ofertas de José María Domínguez y David Rubín, el primero con un cuento ilustrado de tono muy familiar y vitalista, el segundo haciendo un alarde de poderío gráfico en Los fantasmas del bosque.
Ahora bien, si hay que destacar, destacamos… Todo lo que se olvida de Fermín Solís: con un dibujo mucho más perfilado que en propuestas anteriores y una clara opción por agradables colores pastel, Fermín Solís imagina una historia fantástica repleta de ingredientes logrados: la mirada de un niño melancólico, un hombretón fascinante salido del mar, un monstruo amenazador, la mediocre ceguera de un pueblo, una bella metáfora sobre el descuido con el que arrinconamos aquello que un día nos fue valioso… y el final más feliz, el que deriva de percatarnos justo a tiempo de que jamás nos perdonaríamos el perder a según qué personas.
Dos Veces Breve 10. Especial Los últimos días del Underground: Número incendiario en el que la presencia en nómina de Gallardo y Mediavilla deja constancia del tesón del editor Vicente Galadí para conseguir lo mejor de lo mejor para su revista. En ella, Miguel Porto realiza un espléndido trabajo estético, tanto a nivel de dibujo como de diseño, en una historieta que parte del imaginario a lo Miyazaki para acabar «cagándose» en su optimismo existencial con una retranca digna de un gallego. También Raúl Ariño hace lo propio con el género más querido por los pobladores de esta páginas, cuando el Capitán Warren decide dimitir de su compromiso como defensor de la galaxia y exiliarse en la Tierra, en una divertida propuesta que evidencia que Ariño es un muy dotado dibujante de tebeos (o post-tebeos). Esteban Hernández, uno de nuestros dibujantes con un estilo más identificable y elegante, realiza en Handrolling tobacco uno de sus ejercicios de reducir al absurdo una situación trivial, esta vez con una soltura notable y un trasfondo especialmente interesante. Finalmente Brais Rodríguez en El leñador y el diablo consigue comunicar al lector un mal rollito digno de elogio, de aquellos que uno debe dosificarse si no quiere que se le instale de forma permanente en el extremo del esternón una desazón ingobernable.
Y destacamos… Violent Ignatius: cerdos, guarras y lechones de P. Alexz: Este hombre, adalid de la fanzinerosa Killer Ink Company, destila la misma energia creativa que gastaba Max cuando presentaba El Licantropunk o cuando Iron se sacaba de la manga a Ángel, haciendo las delicias de toda una generación de aprendices a dibujantes que llenaban las aulas de la Joso Sabadell. Dibujo currado, con solera y detalle, dinámico, vigoroso… y un guión repleto de guiños y mala baba que obligan al lector a no bajar la guardia en ningún momento. Si así lo hace, el premio es seguro: disfrutar de una historieta divertida, exigente, violenta y transgresora. Para muestra un botón (no apto para menores).
Aviso de Spoiler |
Dos Veces Breve 11. Especial Ceux-ci sont espagnols: Otro número que rebosa calidad por los cuatros costados, siendo dignas de destacar la gran mayoría de sus historias. Empieza con un estupendo guión de José Manuel Robledo (con este hombre no hay fallo) espléndidamente ilustrado por Pedro J. Colombo, quienes utilizando la mística de los samurais hablan del clásico conflicto entre tradición y modernidad, mediocridad y tesón, en un relato tan refinado como atractivo. Continúan Satoshi Ada y Carlos Vermut con una historia sobre la desmemoría y la añoranza en el marco de un ajuste de cuentas. Prosigue Fermín Solís con el ocurrente Retrato de un vampiro. Aparecen por primera vez Ed y Diego Arandojo, en un mosaico de apariencias que desgarran a dentelladas con calculada frialdad y un enormemente atractivo dibujo. También asoma el trío autoral formado por R. Machuca, L. Díaz y F. Naranjo para demostrar una envidiable soltura narrativa en volandas de un estilo gráfico que funde de forma personal y encantadora diversas tradiciones del dibujo humorístico europeo. Pedro Rodríguez acompaña un escrito de Jorge Zentner con una ilustración tan original como expresiva. Romero y Rubiño contraatacan con otra desasosegante entrega de La canción de los gusanos. Kenny Ruiz nos presenta a su particular Navegante, personaje con encanto que protagoniza pequeñas fábulas sobre las entrañas de la vida sin renunciar a un puntito de humor. Y Sergio García repite con un relato mudo en el que la experimentación compositiva se erige en motor de su propuesta.
Pero en este número, si alguna historia hay que subir a los altares, esa es… Escupir al cielo de Juanjo Guarnido y Juan Díaz Canales: La maestría desbordante de Juanjo Guarnido al dibujo eclipsa a menudo el trabajo de Juan Díaz Canales a los guiones de unas historias que juguetean con los motivos más clásicos de la serie negra, manejados con espíritu ocurrente y voluntad de entretenimiento. En esta entrega de dos páginas, sin embargo, Díaz Canales no concede trégua ninguna a la intrascendencia y firma así, junto a su socio, un must-read en toda regla.
Dos Veces Breve 12. Especial Iberomanga: Único especial de la revista con un tamaño a lo manga y en el que aparecen algunos de los colaboradores habituales junto a otros que no lo son tanto. En lo gráfico el número es muy bueno, como no podía ser de otra manera teniendo a Víctor Santos, Emma Ríos y David Lafuente en sus páginas. En cuanto a guión, hay más variedad de calidades. Sobresale David Rubín con Palos y piedras, uno de los mejores relatos breves que le he leído, cargado de pathos y sentimiento y con el Capitán Marvel de Gene Colan como protagonista. También lucen el siempre atrevido Niimura, el Navegante de Kenny Ruiz y el gamberro de David Ramírez, en una aventurilla que satiriza con salero los tics más comunes del cómic japonés para chicas.
Pero destacamos… Ken Games de Marcial Toledano y José Manuel Robledo: Sí, señoras y señores, antes de lanzarse a la aventura francesa con su magnífica trilogía Ken Games, Robledo y Toledano calentaron motores condensando el alma de lo que vendría a ser su mayor éxito en Francia hasta ahora en un relato breve al que, sin embargo, nada le falta. Para los paladares más selectos.
Todas las ocasiones en las que he participado en Dos Veces Breve, ha sido junto a Álex Romero en las tareas de guión, y con el ánimo de dar rienda suelta a mi faceta de dibujante más pura, dejando a un lado la de guionista, que prácticamente la circunscribo al campo del humor. La primera es una vertiente que ahora mismo no desarrollo nada por motivos de rentabilidad. En la época en la que empezamos con las colaboraciones de Dos Veces Breve, yo aún no dibujaba en El Jueves y no tenía demasiado claro el camino que iba a seguir para intentar lograrlo, si mediante mi faceta más “seria”, o con el humor gráfico. Al final terminó siendo la segunda, que lamentablemente motivó el dejar un poco aparcada la otra en espera de ocasiones más favorables para poder retomarla.
Echando la vista atrás, 2VB fue un camino en el que se nos brindó la oportunidad de explorar bastante nuestro discurso y de madurarlo, y que cuajó en la salida de un álbum que editamos con Norma Editorial titulado La canción de los gusanos, que a modo de capítulos ya había salido publicado parcialmente en la revista. Hasta la fecha ha sido mi trabajo más extenso, y seguramente en el que más rodaje haya hecho como dibujante. La experiencia, por tanto, no pudo ser más enriquecedora. Desde otra perspectiva distinta, también me ilusionó participar en un proyecto que se gestaba íntegramente desde la comunidad andaluza, con toda la dificultad añadida que eso suponía, y en el que se apoyaba a los dibujantes de la zona. Fue una lástima que terminara, y que no hayan surgido después iniciativas similares, si bien entiendo que retomarlo sería tarea de valientes, más en los tiempos que corren, y encima con los antecedentes de falta de reconocimiento y apoyo que ya sufrió en su momento Vicente intentando mantenerla con vida.
Para mí había dos principios rectores en lo que respecta a mis colaboraciones. El primero, el que guía todo tebeo que escribo: ¿qué le apetece hacer al dibujante, a qué le apetece jugar, a indios y vaqueros o a policías y ladrones? El segundo, específico para Dos Veces Breve: ¿qué le vamos a colar esta vez a Vicente? Y me explico: yo empecé a colaborar a través de López Rubiño, a quien Vicente, con inmejorable criterio, había llamado ya para el primer número. La colaboración no se materializó hasta algunos números después, y eso nos dio tiempo para ir estudiando la línea de la revista, tan pulcra y luminosa ella. De modo que cuando llegó el momento de hacer tebeos, quisimos comprobar si su editor estaba dispuesto a dar cabida a propuestas más polvorientas. Y para nuestra sorpresa y deleite, vaya si lo estaba. A eso nos dedicamos en lo sucesivo, a tirar de la cuerda ora a un extremo, ora a otro, y debo decir que Vicente nunca nos defraudó. Es más, a veces las ideas más desquiciadas venían de él… ¡a quién se le ocurre hacer un «especial 90 años de surrealismo»!
Haber colaborado en este proyecto supone un orgullo gigantesco. Por un lado, por el trabajo que hicimos. En ese afán por tocarle las narices a Vicente salieron tebeos mejores y peores (es lo que tienen los experimentos), pero me alegra una barbaridad haber hecho cada uno de ellos. Dos veces breve me brindó la excusa para hacer tebeos con dibujantes que admiro tanto como Chema García, Fritz, Lola Sánchez o Paco Peña, para escribirle un guión a uno de mis guionistas favoritos, Enrique Bonet, y para publicar la única colaboración que pudimos llevar a término en vida de nuestro llorado Andrés Soria. Y hablando de excusas, Dos veces breve también nos permitió a López Rubiño y a mí avanzar un libro, La canción de los gusanos, del que, con todos sus fallos y titubeos, no puedo estar más orgulloso. Pero por otro, y ya que de orgullo se trata, está el honor de haber trabajado con Vicente Galadí, un señor con la testa (que no la jeta) dura como el granito, que mandó sus naves a luchar contra los elementos y contra todo lo que hiciera falta (incluyendo cierta incomprensible animadversión por parte de otros colegas) y que jamás dejó una página sin pagar: incluso a fecha de hoy nos sigue ingresando escrupulosamente los centimillos sueltos de no se sabe qué derechos residuales, en vez de tomarse una Fanta a nuestra salud. En resumen, que si vas a tocarle las narices a alguien, más vale que sea un auténtico caballero como Vicente Galadí.
Enfoqué mi colaboración en la revista con ilusión. Conocí a José Vicente Galadí en un Salón del Cómic de Barcelona esperando en la cola a que nos firmase un Maus Spiegelman, unos meses después me llamó para que hiciese la portada y la primera historieta de una nueva revista que quería lanzar con un estilo similar a El Cairo. A mí, que no me tocó hacer cómics en la época dorada de las revistas, me encantó la idea. Luego siempre le echaba en cara que la revista no se parecía al Cairo, que no me gustaba el formato y esas cosas. Pero siempre que me invitó a participar lo hice encantado. Luego cambió el formato y la revista ganó mucho con el cambio.
Echando la vista atrás, considero que mi participación en este proyecto me permitió experimentar muchos registros de dibujo diferentes, practicar con el color, de Dos Veces Breve salió la colección Ariadna donde publiqué el álbum De ballenas y pulgas. José Vicente siempre apostó por la revista y luchó por ella a pesar de todas las condiciones adversas. De todas las historias que hice para Dos Veces Breve mis favoritas son la del especial cuentos, que se puede leer íntegramente aquí: http://www.domestika.org/proyectos/63156-todo_lo_que_se_olvida_cuento, y la de El cuarto de Arlés que apareció en el especial cuadros protagonizada por Martín Mostaza. También me permitió descubrir y conocer a un montón de grandes artistas.
Dos veces breve comenzó a publicarse en un momento en el que hacía muchas historias cortas. Aquellas que publiqué en la revista las enfoqué como las que hacía para otros sitios: un experimento narrativo y de estilo para probar algo nuevo. Creo que no siempre me salieron bien, pero José Vicente me animó mucho publicándolas y me permitió aprender mucho en el camino.
Me cuesta trabajar en un proyecto sin saber dónde va a ser publicado, o a qué público se dirige. Dos veces breve me aportaba a la vez un contexto donde publicar (tanto por ser una revista como por estar al lado de otros autores) como un tema y una fecha de entrega: las reglas perfectas para estimular la creatividad (normalmente saltándotelas).
Lo que me gusta de una publicación como Dos veces breve es que es como un corte horizontal de un momento concreto de la escena del cómic en España. Creo que la mayoría de autores compartíamos pocos rasgos en común. El hecho de publicar juntos en la revista aportaba un terreno en común a pesar de la disparidad.
Pack Dos Veces Breve (VOL. 13 a 18). Varios autores; Ariadna Editorial; Rústica, 270 págs, BN y color, 9’95 €. Fecha de salida: 19.07.2013
Dos Veces Breve 13. Especial Más cuento: Número con unos preciosos dibujos de Álvaro Ortiz en El retrato de Papa Noel; una tierna historia de Javier Fernández ilustrada de forma muy personal por Marta F. Jódar; otro arrebato alegórico y encantador de Jacobo Fernández; un magnético y ligero relato de Miguel B. Núñez con el amor, el miedo y lo distinto como trasfondo; otro excepcional experimento ilustrativo de Pedro Rodríguez; y una imaginativa historieta de Álex Romero y Fritz que impregna de cierta tristeza los paisajes oníricos por los que personajes tan emblemáticos del Noveno Arte como Little Nemo y Philémon eran tan dados a explorar.
Y destacamos… Historia del cuaderno que cuenta el mundo y del niño que lo dibuja de Lorenzo Gómez: Este autor, en todas sus colaboraciones anteriores en la revista, ya ha dado muestra de una sensibilidad despierta, cercana y algo burlona. En esta ocasión, sin embargo, se abandona por completo a la belleza de las cosas para despachar toda una vida de contemplación a través de un cuaderno de viajes, el de un niño japonés embelesado por las ramas de los árboles… que nunca dejará de ser niño y nunca dejará de permanecer embelesado por la magia de cada pequeña cosa que se cruce en su camino y, de una forma u otra, llene su corazón.
Dos Veces Breve 14. Especial 90 años de surrealismo: Estos primeros 6 números de DOS VECES BREVE acumulan una plantilla de autores impresionante: Soy poco amante del surrealismo, pero los autores que Vicente Galadí reune en este número ofrecen cosas interesantes, bien sea la inquietante mirada de Brais Rodríguez, las ocurrencias de Esteban Hernández, las escaramuzas gráficas de Ana Galvañ o el gamberrismo destroyer de P. Álex y su incorregible Ignatius. Además, en este número Álex Romero y Fritz repiten como duo creativo, en un recital de música y muerte que resulta tan enfermizo como hipnótico.
Pero si de surrealismo se trata, destacamos… Al anochecer nevaba de Jacobo Fernández: Este autor gallego tiene una sensibilidad particular que consigue comunicar sin aparente esfuerzo al lector y, tanto cuando hilvana un amago de narración como cuando todo lo invierte en la lírica de su dibujo y algunas escuetas palabras, se impregna en el gusto del público como sólo pueden hacerlo los creadores incunables.
Dos Veces Breve 15: Número en el que Fermín Solís vuelve a sorprender con una historieta ambientada en el pueblo de San Paul Sur Mer protagonizada por un individuo especial y con un deje tristón en su remate final. También Lorenzo Gómez le saca punta de nuevo a esos personajes suyos que siempre están en pos de algo felicitante que les esquiva, Raúl Ariño destroza con puñetera gracia otro ícono de la cultura popular en la hilarante La falsa muerte de Paul Mc.Cartney y Ken Niimura se mete una vez más en nuestro corazón, en esta ocasión con un relato mucho más lineal de lo acostumbrado en él. Por otro lado, aparecen por primera vez Enrique Bonet y Álex Romero formando pareja, en una historia exigente que insinúa más que cuenta, y debuta en la revista José Fonollosa, en un divertimento que navega entre las aguas de la ciencia ficción, las comedias de situación y las películas fundamentadas en la química que se establece entre un duo protagonista.
Pero la perla de este ejemplar es… El rostro en la colina de Jorge García y Luis García: A la siempre solvente y arrebatadoramente bella prosa de Jorge García se suman esta vez los dibujos de un clásico de nuestra historieta, Luis García, famoso por su grafismo hiperrealista, para mostrar y demostrar un episodio-denuncia de la compleja confrontación que desde hace décadas, de forma manifiesta o latente, se cuece en Ruanda entre una oprimida mayoría hutu y una opresora minoría tutsi.
Dos Veces Breve 16. Especial Guionistas: Este especial debería llevar un subtítulo que rezase algo así como «ponga un guionista en su vida» porque lo cierto es que la solera del grueso de historietas de este Dos Veces Breve sube varios enteros respecto a la de números anteriores. Una de las particularidades del número es que Santiago García se marca en él una historia de los cómics alternativa, elaborada según la premisa de que la historieta fue el arte dominante desde Altamira, mientras que otras artes como la pintura siempre se consideraron menores. A Santiago le acompaña la mayoría de sus habituales colaboradores, destacando especialmente el trabajo que hacen Javier Olivares, Manel Fontdevila y Pepo Pérez. Pero como puede desprenderse de nuestro rezo inicial, este número no se apoya sólo en Santiago García. Ahí está de nuevo Jorge García con una escena sesentera, romántica y negra que borda Sagar Forniés a los dibujos; un trabajo exquisito. También Kike Benlloch, uno de nuestros mejores guionistas provinientes de Galicia, con un cuento entre triste y tramposo que Manel Cráneo traslada efectivamente en imágenes. O Juan Díaz Canales, quien brinda a Teresa Valero la oportunidad de lucirse en un puzzle juguetón. Aparecen otra vez Francisco Naranjo y Lorenzo F. Díaz escribiendo para los encantadores dibujos de Ricardo Machuca, en una historia que ellos mismos protagonizan discutiendo sobre su próxima obra y en la cual el dibujante hace todo un alarde de comedida narrativa visual. Tampoco podía faltar aquí Álex Romero, probablemente el guionista que más colaboraciones hizo para la revista, flanqueado en esta ocasión por Francisco Peña en una historieta abusivamente triste co-protagonizada por Groucho Marx que cuenta mucho y parece que todavía podría haber contado más. Cierra el número Raule, guionista de raza que se deja acompañar excelentemente por Paco Rodríguez para relatarnos un ajuste de cuentas de tierno final.
Entre tanto guionista superdotado destacamos… Volverán de Josep Busquet y Pere Mejan: No me suele apasionar el trabajo de Busquet, que nunca es malo, y La Revolución de los pinceles de estos dos autores dejó en mí sensaciones encontradas, pero la historieta que presentan aquí me parece perfecta. Mejan realiza un trabajo soberbio de ambientación, diseño de personajes y narrativa y Busquet consigue como nunca antes que su público se identifique con su protagonista, ese integro oficial de la Guardia Real de un ficticio mundo de espada y brujería que, al final del relato, se permitirá el placer de ser un poco malo.
Dos Veces Breve 17. Especial Euskadi: En este especial brillan con luz propia los dibujos de Álex Sanvi, Danimaiz y Raquel Alzate. También, las disparatadas gamberradas de Fito e Pita, ese par de bakalas seniles nacidos del pincel de Alberto Guitián. En trabajos mucho más completos sobresalen todavía Manu Ortega con esa triste historia de amor y drogas que es Caín; Javi Quintana y La Cabritilla Roja, particular revisitación del cuento que ustedes ya saben; y sobre todo Javier de Isusi, quien realiza un ácido y estupendo tour sociológico a partir de Las cenizas de la abuela.
Y destacamos… La fábrica de sueños de Infame & Co: Una fábula de ciencia-ficción en la que, con una brevedad pasmosa e hirientes claroscuros, Kike Infame nos inunda de conceptos incómodos e interpeladores, al «vendernos» las entrañas de una fábrica en la que adultos adinerados y pragmáticos se alimentan de los sueños de los niños que todavía conservan la capacidad de que su subconsciente se embelese con el futuro. Fantástica.
Dos Veces Breve 18. Especial Espadas: Excéntrico especial plagado de buenos autores y buenas historias. Arranca el ubícuo Álex Romero con un guión para los estupendos dibujos de Chema García en el que asistimos al origen de un mito hinduista que nos es contado con una sutilidad sólo al alcance del lector atento. Aparece por segunda vez en la revista Quim Bou, en una historia protagonizada por un joven íbero que, como es habitual en el autor, resulta tan épica como anti-belicista. Todo lo contrario de lo que busca Jordi Bayarri, quien también rodea su propuesta de una épica de sacrificio y honor que, no obstante, se salda con un final digno de Conán. Parecidos logros consigue Víctor Santos en una vibrante aventura de guerreros nórdicos que caen presa de las maquinaciones de una bruja. Alejándose ya de esos registros, encontramos otras tres buenas historias: Sachs del singular autor López Pórtoles, historieta de intrigas en la Britania del siglo V; La Spatha, del siempre efectivo trío que confoman Díaz, Naranjo y Machuca; y Una reliquia familiar de Carlos Hernández, apuesta nada tópica y muy bien contada de la que parece desprenderse que los linajes perpetúan unicamente sus aspectos más precarios. Mención aparte merece el hecho de que también en este especial hay una historia, El alma de la espada, que se va sucediendo de forma intercalada a lo largo de la revista y de la mano de distintos autores, como sucedía en el número dedicado a los guionistas. Los encargados de contarnos el ir y venir de una espada mesopotámica a lo largo de los siglos son Montse Martín, Oscar Herrero, Raúl Arnáiz, Gabor y José Manuel Hurtado, consiguiendo logros dispares pero nunca insuficientes.
Y destacamos… Fade 2 black de Raule y Sagar Forniés: Raule es un guionista enamorado de los géneros y que conoce sus resortes al dedillo, particularidad que le permite jugar con ellos y fusionarlos a placer. Si además se cruza con un dibujante tan elegante y expresivo como Sagar Forniés, el resultado sólo puede ser sobresaliente, como en esta historia de una venganza yakuza gestada a lo largo de toda una vida.
Previamente, Vicente planteaba un tema para la revista y luego pedía colaboraciones a los autores que en su opinión más pegaban con el asunto. Yo participé en dos números dedicados a cómic infantil, uno a cuadros y otro a surrealismo. Más allá de mi primera aparición en 2007 titulada El vuelo del Estornino, que era algo más parecido a lo que había publicado en Galicia en la serie Os amigos de Archimboldo Roque, en el resto de las historias mi planteamiento fue probar cosas distintas, tanto en los aspectos dibujísticos como en el guión, experimentando en aquellas cuestiones que en el momento del encargo de Vicente más me interesaba probar.
Esa historia del Estornino fue el primer cómic que publiqué fuera de Galicia. Vicente, que ya conocía a otros autores gallegos, estaba al corriente de lo que se estaba haciendo aquí y fue el primer editor no gallego que se interesó por mi trabajo. Y esta historia fue, en cierto sentido, mi carta de presentación ante el numeroso grupo de aficionados a la historieta que seguían el Dos Veces Breve, cosa que le agradeceré siempre. Por lo demás, aunque era un proyecto modesto, es de destacar la seriedad y la claridad con la que Vicente trató siempre con los colaboradores de la revista.
Como lector me ilusionaba mucho participar en la revista. Junto a José Vicente coordine un especial Euskadi y estuve un poco en ambos lados de la barrera toreando como podía, algo que me hizo ver las dificultades de sacar adelante un proyecto así. El resto de colaboraciones fueron más plácidas y procuré jugar con el medio dentro de mis posibilidades, algo que permite el formato revista y la historia corta especialmente. Me dio mucha pena no llegar a participar en el Especial Cuadros, que me sigue pareciendo uno de los mejores números de la colección.
Para mí, un autor poco conocido que creció leyendo revistas, resultaba un lujo poder participar y compartir espacio con autores que admiro. Me dio mucha pena el cierre de la revista. Dos Veces Breve se realizaba con más voluntad que medios y con muchas cosas mejorables, pero cuando veo que la gente lo critica pienso que su cierre no conlleva una alternativa mejor, sino la extinción de un formato, la revista, que para los autores supone una oportunidad única de aprender en un espacio que no compromete excesivamente, ya que no es lo mismo equivocarte en una historia de 6 páginas y ver que ese camino no es el tuyo que hacerlo en una historia de 80 páginas por ejemplo.
Siempre enfoqué mi colaboración con Dos Veces Breve como una magnífica oportunidad de hacer historias cortas -algo muy exigente, pero que me apasiona- y colaborar con dibujantes que me gustan mucho.
Profesionalmente, no me ha supuesto ninguna ayuda, porque por entonces mi carrera puede decirse que ya estaba encauzada. Pero cuando releeo alguno de los Dos Veces Breve en los que participé, me siento muy afortunado de ver mi nombre junto al de tantos autores y autoras de talento, muchos de ellos grandes amigos.
Pack Dos Veces Breve (VOL. 19 a 24). Varios autores; Ariadna Editorial; Rústica, 270 págs, BN y color, 9’95 €. Fecha de salida: 09.08.2013
Dos Veces Breve 19. Especial Cuadros: A partir de una premisa proclive a los experimentos, realizar una historieta inspirándose en un cuadro, los autores de este número firman algunas propuestas interesantes. Juan Berrio, siempre tan elegante en lo gráfico, nos cuenta cómo se prepara para alumbrar la historia que luego deberá ofrecernos. En su parcela, Santiago García y Javier Olivares aprovechan para arremeter contra la crítica de arte. Raule y Sagar Forniés vuelven a la carga con una anécdota que empieza con exceso gravedad para luego acabar de forma cómica. Fermín Solís, por su parte, se enfrenta a las trampas de la nostalgia en La habitación de Arlés. Y, como es habitual en ella, Olga Carmona se las apaña para impregnar de romanticismo cualquier motivo, en esta ocasión el arte de vanguardia.
Pero destacamos… Los gatos furiosos de Álvaro Ortiz: Metiéndose dentro del cuadro favorito de Adolf Hitler, Álvaro Ortiz construye una historia de historias en la que distintos niveles de realidad se reflejan los unos en los otros, emparentados todos ellos por una compartida y amenazante sensación de desolación y muerte. Teniendo pendiente todavía la lectura de Cenizas, Los gatos furiosos es lo mejor que he leído de Álvaro Ortiz hasta la fecha.
Dos Veces Breve 20: Después de encadenar tantos especiales, este Dos Veces Breve queda un tanto desdibujado, aunque en sus páginas siguen reuniéndose excelentes autores. A nivel gráfico, lo mejor nos lo sirve Andrés G. Leiva con La maleta, una de las historias raras de Antonio de Egipto en la que, esta vez, Leiva consigue un trabajo cromático y compositivo magistral. Cerca le ronda Fidel Martínez con sus ilustraciones para el guion que le escribe Jorge García, El Dios en que confío. De forma más genérica, los trabajos que atesoran mayor número de alicientes son el simpaticote El Gnomo Ralph pone a prueba al mesonero, de José Pablo, el experimento de narrativa circular que Javier Martínez-Inchausti e Infame & CO se marcan en Autómos, la muy bestia y necrófila Gladys Rostan ya no vive aquí, cómica y hábilmente llevada por Raúl Ariño, y otra intersección entre fantasía, niñez y pérdida fruto de la colaboración entre Álex Romero y Fritz.
Y destacamos… Final feliz de Esteban Hernández: autor siempre inteligente, de dibujo particular, dinámico y elegante, Esteban Hernández suele construir sus historias a partir de los disparates y neurosis que asaltan a sus personajes. Llevando esos disparates hasta sus últimas consecuencias, a menudo reduciéndolos al absurdo, consigue rematar sus cuentos con alguna especie de descubrimiento existencial, entre trascendente y anecdótico, de resultado dispar. En Final feliz su protagonista se descubre incapaz de completar estornudos o bostezos incipientes que siempre quedan a medias. El retrato de las molestias personales y relacionales que eso le comporta y la resolución de su problema, al final del relato y con cierta gracia, confieren a este trabajo una coherencia narrativa que a veces resulta esquiva para el autor pero que aquí conquista de forma muy natural.
Dos Veces Breve 21: En este número abundan las historias sugerentes, empezando por la colaboración de Álex Romero y Lola Sánchez sobre el hombre capaz de atrapar una bala con los dientes; continuando con ese relato de Horacio Quiroga sobre unos barcos que empujan al suicidio a sus tripulantes, tan certeramente adaptado por Luciano Saracino e Infame & CO, los artífices de la recomendable Corina y el pistolero; y acabando con Una estrella fugaz de Ken Niimura, cuento tierno y burlón sobre una pareja de ancianos que transcriben una novela llegada hasta ellos mediante el brillo de una estrella pero cuyo final no sabrán reconocer. Como contrapunto a esta vertiente más poética, encontramos la graciosa descripción de la vida de El corrector implacable, obra de José Pablo, y en especial las nuevas gamberradas de P. Alexz, esta vez con sus Ratmonas como protagonistas de El ataque de las teenagers con furor uterino.
Y destacamos… El ojo del huracán de Jorge García y Andrés G. Leiva: historia ambientada en el far-west, historia de género, sobre un rastreador que antes fue asesino y que cree haber dejado atrás su pasado… equivocadamente. Un magistral ejercicio narrativo, de diálogos y dibujos haciendo el amor para brindarnos un relato que, a pesar de que su argumento se mueve en el terreno de los tópicos más comunes, es deliciosamente perfecto en su construcción, en su métrica y en su final.
Dos Veces Breve 22. Especial Andaluces y universales: Plato heterogéneo el de los andaluces universales, por cuanto el humor amable y el gamberro, el dibujo esmerado y el suelto, la historia más nonsense y la más dramática, conviven en él sin problemas. Sonia Espada, Cristina Martos, El Bute y Javier Monsalvett escogen el itinerario del virtuosismo gráfico. Álex Romero, bien con Chema García o Andrés Soria, se atreve con propuestas que derivan hacia el humor a pesar de partir de imaginarios fantásticos. Jorge García se mantiene fiel a su estilo grave, tanto en su revisitación del conflicto de Ruanda junto a Fidel Martínez como al relatarnos los últimos instantes del saxofonista Lester Young, contando para ello con la ayuda del estupendo trabajo gráfico de Pedro Rodríguez. Finalmente, Olga Carmona, Lorenzo Gómez, Antonio de Egipto y Andrés G. Leiva publican tres historias redondas, la primera sobre nuestra imposibilidad para revisitar el pasado, la segunda sobre un individuo traumatizado por un desafortunado regalo de Navidad y la última sobre las peripecias de un detective inmerso en una trama de combates de boxeo amañados.
Y destacamos… Mis adorables monstruos de Fritz: A juzgar por sus anteriores trabajos para la revista, se diría que a su estilo de dibujo a menudo le falta cocción, empaque y contundencia. Pero en esta breve historieta muda de dos páginas, con un estupendo acabado de grises y texturas, Fritz consigue la historia perfecta para su grafismo: inocente y, a la vez, con una pizca de patetismo existencial que se asume con la mayor naturalidad.
Dos Veces Breve 23. Especial Por amor al humor: El interesante editorial de Vicente Galadí sobre la connaturalidad de la comicidad en los cómics abre un especial brioso en el que despunta con luz propia el colectivo autoral de Irreverendos y esa imitación de suplemento suya titulada El cómic no es arte… ni falta que le hace, donde se ríen con gusto de la desprofesionalización del sector y de la supuesta alternativa que supone sacralizar a los novelistas gráficos. Situándose en polos opuestos, encontramos el humor blando e inteligente de Teresa Valero en Conversaciones al amor del colacao y el de Fritz en El Bestiario, mientras que el lado salvaje lo acapara Furillo y su Desafíos estéticos. Luego, al margen del humor desatado, en aventurillas que coquetean con otros géneros, todavía encontramos los ocurrentes y asequibles trabajos de Ken Niimura y Gerardo Sanz, respectivamente en El mantra del guerrero Chobobo y El abuelo del abuelo de Garret.
Pero ya va siendo hora de que destaquemos… Hambre de hombre de Raúl Ariño: La verdad es que todas y cada una de las historietas de Ariño publicadas en Dos Veces Breve son auténticas gozadas. Dibujadas con un estilo algo grotesco pero muy elegante y atractivo, dan fe de una mirada satírica, imaginativa y generosamente dotada para los diálogos. Dichas virtudes no se encuentran en menor grado en la presente aventura, más bien al contrario, puesto que el acabado gráfico es en esta ocasión más limpio y depurado que en trabajos anteriores y el guión que nos describe un ligue inusual se despliega ante nosotros con la misma gracia de siempre y precisión de relojero.
Dos Veces Breve 24. Especial Dando la alternativa: Después de haber aglutinado a toda una generación de autores y haber conseguido que los lectores nos familiarizáramos con ellos, antes de marcharse, Vicente Galadí se permitió incluso el más difícil todavía de abrir de nuevo las puertas de su revista a autores a los que en su mayoría la publicación profesionalizada les era algo ajeno. Miguel Valderrama y Pedro Villarejo, ambos apadrinados a los guiones por Kike Benlloch, ofrecieron dos divertidas historias. También Eduardo González supo ponerse al servicio de Quim Bou para ejecutar un relato de tintes sombríos. Francisco Viloria por un lado y Carmen Pardo y David Belmonte por otro se lanzaron sin red en dos cuentos de factura original y presupuestos prometedores, aunque la resolución de El fantasma de Berkeley Street es mucho más redonda que la de El trayecto, el trabajo de Viloria. Finalmente, el apartado desasosegante del cóctel lo aportan Álvaro López con Colapso, relato apocalíptico y aterrador, y Javier Soriano con Verónica, paranoica introspección que hunde raíces en las filias de padres del cómic independiente estadounidense como Daniel Clowes y Charles Burns.
Y destacamos… Sin título de Julio Serrano: autor recuperado para la historieta que hace uso de un particular maridaje entre ilustración realista y humorística, con soldados cabezones y bajitos que se mueven por un escenario inquietantemente realista, por cuanto constituye una zona cero que lo va engullendo todo poco a poco: los recuerdos, las personas y la misma historia. Un perfecto ejemplo de como el grafismo adecuado, por inusual que resulté inicialmente, puede multiplicar el impacto comunicativo de cualquier relato.
En un principio de la revista me interesó que pagasen algo, aunque fuese muy poco por página. Por otro lado me parecía muy buen sitio donde publicar porque la revista estaba bien distribuida. Entonces en cuanto al eco sólo estaban Galadí y el TOS de Juanjo el Rápido. En lo de Juanjo nadie cobraba, ni el propio Juanjo.
Sólo hacia mis últimas colaboraciones en Dos Veces Breve me esforcé. Si no lo hice antes no fue por pereza, fue porque estaba más pendiente del criterio de cantidad que el de calidad en la producción de páginas. Muchos de los guiones que dibujé allí aún me gustan.
A día de hoy y echando la vista atrás, tuve la sensación de que avanzaba, que había un progreso profesional en mí.
Si mal no recuerdo hice 4 historietas mientras duró Dos veces breve, y como tengo MUY mala memoria no sé cómo las enfoqué en su momento, pero creo que pasó bastante tiempo (años) entre la primera y la última y la cosa cambiaría mucho entonces.
Supongo que la primera la hice un poco asustado de verme en una revista en la que se juntaban autores que me gustaban mucho (que yo era muy joven entonces!), y le dediqué bastante tiempo. A las otras también les dediqué su tiempo, claro, pero supongo que entonces ya me veía un poco más suelto.
Me acuerdo que un día que coincidí con Jose Vicente, me dio a entender que la segunda historieta que le había mandado no le había gustado mucho ( se titulaba La peor historia del mundo, imagínate… ), que era demasiado marciana, pero también me dijo que era normal, que los autores jóvenes en algún sitio teníamos que experimentar y probar cosas distintas. Tampoco es que la historieta fuese nada especialmente raro, pero si lo pienso ahora creo que fue en la que hice por primera vez autoficción a partir de una situación real y la primera vez que incluí matones con pistola, así que la verdad es que le tengo bastante cariño. Pero ufff, los dibujos ahora que los miro son horribles.
De todas maneras, la experiencia fue muy buena. Me sirvió como excusa para entregar historietas nuevas de vez en cuando. Y entre que en la revista siempre coincidía con gente de mucho talento y que el editor breve pagaba lo convenido, te motivaba lo suficiente como para hacer las cosas lo mejor posible. Si las miro ahora no me gustan mucho (los dibujos; los guiones aún me hacen gracia), pero supongo que me sirvieron para llegar al tipo de cómics que estoy haciendo ahora, así que ya sólo por eso, yo contento.
Respecto a cómo enfoqué mi colaboración en la revista, como en cada número había un tema general, y Vicente seleccionaba a los autores que le parecían más adecuados, se trataba de trabajar sobre algo para lo que estabas más o menos predispuesto. La mayoría de mis colaboraciones en el «Breve» las hice con el guionista Álex Romero. Una vez teníamos el encargo, él me proponía una serie de ocurrencias, en plan «tormenta de ideas», yo elegía la que más me motivaba, y en pocos días me enviaba el guión acabado. Así surgieron, por ejemplo, un par de historias de corte fantástico, El mundo silbaba una canción de amor, que se publicó en el segundo especial de cuentos infantiles, y El circo etéreo, para un número de tema libre. Ambas historias han acabado formando parte de un proyecto de álbum que tal vez vea la luz algún año de estos.
Me produce bastante satisfacción haber participado en una de las últimas revistas de historietas que ha habido en España. Dicen que la época de las revistas está definitivamente muerta, pero yo sigo pensando que son el vehículo idéoneo para publicar historietas. Las revistas son las que me permitieron, en otros tiempos, leer a gran cantidad de autores, que de otra forma sólo conocería de oidas, como ocurre ahora. También daban muchas más oportunidades de publicar a los autores, especialmente a los que nos dedicamos más a las historias cortas. Será que me gusta nadar contra corriente, pero así lo veo yo.
En la década de los noventa, la historieta española atravesaba una coyuntura especialmente delicada. En el sector, la recesión se manifestaba, sobre todo, en la ausencia de soportes donde los autores pudieran publicar regularmente su trabajo. Las grandes revistas de historieta nacidas entre finales de los setenta y principios de los ochenta habían desaparecido hacía tiempo. Una a una, fueron cerrando sus puertas Madriz, Cairo, Totem, Rambla, Zona 84, Comix Internacional, incluso la mismísima El Víbora. Y las contadas publicaciones que, como Viñetas o Top Comics, recogieron en los noventa el testigo de esas cabeceras históricas hubieron de claudicar muy pronto ante el embate de un mercado hostil. En ese contexto, la nueva generación de autores nacida entre 1970 y 1980 (permítaseme aquí la simplificación cronológica) se encontró sin lugares donde curtirse en el ejercicio de la profesión. Ese hueco lo cubrieron forzosamente los pocos fanzines o prozines que, de forma intermitente y sometidos a poderosas fuerzas centrífugas, aparecían y desaparecían en relación directa con el entusiasmo o el desencanto de sus promotores. Al crear y mantener contra viento y marea la revista Dos veces breve, José Vicente Galadí se ganó un puesto de honor entre esa egregia estirpe de guerrilleros editoriales.
Si la memoria no me falla, Dos veces breve nació en Córdoba a fines de 2002. Y nació como espejo de los referentes culturales de su creador, ya que, tanto en formato como en contenido, sus páginas se asemejaban a las de las grandes cabeceras de los setenta y de los ochenta. Pero, a diferencia de aquellas, su plantilla de colaboradores estaba compuesta, básicamente, por jóvenes que descollaban en el mundo de los fanzines o que habían conquistado algún galardón en certámenes institucionales como el de Injuve (que fue otro revulsivo para el mortecino cómic español de fin de milenio). Desde muy pronto, la revista cordobesa se convirtió en un escaparate de lo mejor de esa generación. En sus páginas encontraron acomodo autores como Raulo Cáceres, Miguel Ángel Díez, Antonio de Egipto, Sagar Forniés, Santiago García, Lorenzo Gómez, Esteban Hernández, Andrés Leiva, Fidel Martínez, Ken Niimura, José Pablo, Raule, Fermín Solís o Santiago Valenzuela. Entre otras joyas mayores y menores, José Vicente Galadí puede jactarse de haber publicado en Dos veces breve buena parte de La tetería del oso malayo de David Rubín y de La canción de los gusanos de Álex Romero y López Rubiño. Y, sobre todo, puede enorgullecerse de haber publicado en su editorial Ariadna ese espléndido álbum que es Jinn-el-Rais de Pedro Rodríguez.
Pero, además de los creadores que despuntaban en el mundo de la edición amateur, José Vicente Galadí puso también sus ojos en los desconocidos que (como era mi caso) enviábamos nuestros balbuceos creativos desde los enclaves más peregrinos de la península. En este sentido, es digno de encomio el aliento y el apoyo de quien supo ver algo interesante en aquellos tímidos tanteos narrativos y, en consecuencia, se arriesgó a publicarlos. En mi caso, siempre he lamentado no haber escrito ninguna historieta de propósito para su revista. En verdad, siempre entregué materiales que había realizado con la intención de preparar un álbum o por el simple placer de colaborar con un determinado dibujante. Con todo, creo que, además de entregarle periódicamente un material tolerable, le concedí una pequeña satisfacción. La de haber publicado en Dos veces breve la historieta sobre Ruanda que firmé con Luis García. Y es que Luis García, además de un extraordinario dibujante, fue editor de Rambla, una de aquellas cabeceras de los ochenta que José Vicente Galadí tanto admiraba y a las que emuló con una tenacidad a prueba de bombas. Esa pertinacia, esa obstinación, esa firmeza en mantener sus principios ante la adversidad son el mejor legado de un editor irrepetible.
Llegados al final de esta entrada, contemplando la envergadura que poco a poco fue cogiendo debido a la enorme implicación de autores y editor, no puedo más que agradecerles a todos que hayan compartido sus recuerdos y vivencias con nosotros, ayudándonos a mejor dimensionar el significado y el valor que esta cabecera ha tenido para la historia del tebeo nacional.
gracias a sus recuerdos de la aventura breve,
Recomendaciones nacionales
Archivo de Píldoras nacionales.
Tremendo artículo, Toni. ¡Enhorabuena!
Sin palabras Toni. Este si que es un regreso por todo lo alto, te esperabamos con muuchas ganas.
Impresionante regreso.
Se nota que habías pasado tiempo fuera y tenías cosas que decir 😉
Quien tuvo, retuvo. Da gusto ver cómo mis maestros conservan la misma impronta. Un texto excepcional, Toni. Un abrazo.
Buf, lo guardo para leerlo con calma Toni.
Gracias por tu trabajo.
Muchas gracias, compañeros. Este es uno de esos artículos que se van haciendo grandes en tus manos y que superan los planteamientos iniciales que tenías sobre ellos. En gran medida, debido a las personas que tan predispuestas se han mostrado a colaborar en él.
Un abrazo!
Qué bueno llerte de vuelta por aquí. Un gran artículo.
Me has descubierto una historia de Blacksad que no conocía. Sabes si la han recopilado en algún álbum de la serie?
Tremendo el artículo, Toni Boix.
No deja de ser una lástima la desaparición de publicaciones como el Dos Veces Breve. Como se dice varias veces en el artículo, el de revista era un formato estupendo tanto para que los lectores pudiesen conocer el trabajo de autores a los que probablemente no se llegaría a conocer si la única opción fuese tener que comprar el álbum o la novela gráfica.
Y aquí debo entonar un mea culpa porque la verdad es que yo no me compré ningún número de la revista. De hecho, las veces que recuerdo verla en las librerías (que tampoco es que estuviera expuesta de un modo destacado, o al menos yo no lo recuerdo así pero también puedo estar equivocado) tampoco es que le prestase demasiada atención. Y viendo los nombres y la calidad de muchos de los autores implicados es como para darme con un ladrillo en la cabeza a mí mismo; de seguro que, por flojo que sea el número «x» que hubiese cogido del Dos Veces Breve habría estado mejor que alguno de los tebeos que en su lugar me llevaba para casa. Pero bueno, parafraseando el Manifiesto de el Viejo Bastardo de Warren Ellis del que nos acordábamos el otro día… Yo soy parte del problema. Me jodo.
Destacaría del artículo las aportaciones de algunos de los autores; me llama la atención el que todos parecen estar de acuerdo en lo enriquecedor que fue para ellos la experiencia o la buena relación con Vicente Galadí.
Que me ha picado, y mucho, la curiosidad, vamos. Y que, desde ya, estos packs pasan a estar en mi lista de próximas compras. Que llego tarde para ser de ayuda a que la revista se mantuviese, ya lo sé; pero oye, si sirve para que, como dice Alex Romero, puedan seguir percibiendo los centimillos sueltos de los derechos residuales de esas historias… ya me vale. Aparte del buen rato que pasaré yo leyéndolas, claro.
Gracias Retranqueiro y Alejandro. Esa historieta de Blacksad que nombro, según tengo entendido, apareció por primera vez en un especial Navidad de Pilote. Desconozco si se ha publicado en España fuera del Dos Veces Breve. Entiendo que no habrá salido en los álbumes, pero tal vez sí que saliese en alguno de los libros relacionados con la serie que ha editado Norma.
Mención especial a la portada que hizo Teresa Valero para uno de los últimos números, fundiendo en una sola imagen sus Conversaciones al amor del Colacao, Calvin & Hobbes, y Cantando bajo la lluvia.
http://www.lacarceldepapel.com/images06/2010/11/portada-2bv-23-especial-humor.jpg
Cierto, Ocioso. Gracias por la aportación 🙂