Edición original: Pinocchio, 2009, Les Requins Marteaux.
Edición nacional / España: Pinocchio. Cartoné, 2009, rústica, 2015, La Cúpula.
Guión: Winshluss, inspirado en la obra homónima de Carlo Collodi.
Dibujo y tinta: Winshluss.
Color: Cizo, Frederic Boniaud, Thomas Bernard, Frederic Felder.
Formato: Álbum de 200 páginas a color editadas en rústica o cartoné.
Precio: 26.9 € (rústica), 32 € (cartoné).
¿Tenéis las navajas afiladas? ¿Las pistolas cargadas? ¿Los fusiles apoyados en el hombro y la mirilla apuntando al corazón? ¿Sí? Pues entonces vamos con las declaraciones categóricas, pues voy a ser culpable del todo y merecedor del pelotón de fusilamiento por soltar afirmaciones airadas: Pinocchio de Winshluss es uno de los mejores tebeos que se han publicado en lo que llevamos de siglo. ¡Hala! Y a partir de ahora, a defender semejante declaración. Sin ánimo de tirarme el pedo más alto que el culo, podría pasarme la tarde sacando argumentos a favor de lo anterior. Es fácil, basta con echarle un ojo para darse cuenta de la calidad visual de la obra. La edición, en este caso la tercera por parte de La Cúpula y esta vez en rústica, lo grita a los cuatro vientos: doscientas páginas a color y blanco y negro, en formato álbum y papel de alto gramaje. ¿Por qué tanto? Hombre, de entrada, por lógica aplastante: las ilustraciones del ilustre Winshluss se merecen celulosa de calidad, no en vano sus imágenes vienen cargadas de detalles y están realzadas por un uso del color minucioso. Un mal papel y adiós a nuestros ojos. Pero estos son temas que no deberían importarnos tanto. O sí, ya que la alegría de abrir un tebeo y olerlo es algo particular, íntimo, que casi todo lector disfruta como parte de la liturgia. Os aseguro que este Pinocchio huele a gloria, vuestras fosas nasales se atiborrarán del olor a tinta impresa. Y esto será el prólogo a una alegre travesía. Alegre por el disfrute, pero tétrica y deprimente por el planteamiento propuesto por el autor en su afán por adaptar la obra original de Collodi. Esto es un aviso: como la portada ya os puede hacer deducir, esto no es una traslación letra a letra del relato de Collodi, sino una aproximación sui generis, del todo personal y particular. La premisa es la misma: un inventor crea una criatura artificial y esta adquiere conciencia propia. Y hasta aquí puedo leer.
Presentada por entregas y luego recopilada y revisada en este volumen, el Pinocchio de Winshluss regresa a las estanterías con toda la fuerza de su salida al mercado allá por el 2009, aquel año donde ya nos anunciaban que la crisis acabaría pronto. Bofetada de realidad: ¿se ha acabado ya? No, ¿verdad? Pues algo de esto nos viene a comentar el autor en su adaptación del clásico popularizado por Disney. La vida es crisis. Aquí, el francés no se anda con chiquitas y usa el texto original, lúgubre como él solo y lejos de la visión naif disneyana, como una excusa para denunciar los males de la humanidad. La codicia, la guerra, el hambre, la ignorancia, la aniquilación del medio ambiente… Asuntos todos para demostrar que el hombre no solo es un lobo para el hombre sino una plaga para la Tierra, una plaga que se merece cada gramo del mal que padece pues es generador del mismo. Winshluss, sin peroratas hippies o eslóganes simplistas desgrana su visión pesimista de la humanidad y la acusa con todas las letras de cada uno de los males que trae consigo la civilización. El protagonista, ese androide de metal, es testigo al tiempo que cómplice de ese planeta enajenado que visita, ese mundo dominado por una raza enloquecida y suicida, dispuesta a acabar consigo misma mientras succiona el jugo vital del entorno que le sustenta. Creado en primera instancia como máquina de guerra, verá su vida esclava pasar por diferentes estadios, desde chacha del hogar hasta consolador sexual. Todos ellos en pos a una libertad que no acaba de conseguir, pues cada vez que se cruza con algún nuevo ser humano, este lo usará para sus fines, siempre egoístas y por lo general crueles o sádicos.
Pero como Winshluss es perro viejo y sabe que la mejor crítica política es la que entra a través de la befa, Pinocchio no es un tratado soporífero sobre los males que pueblan la tierra, sino una sátira subversiva la mar de divertida. Para eso usa además la figura de un particular Pepito Grillo, llamado aquí Pepito Cucaracha (Jiminy Cafard en el original), insecto libertino que se instala en su cerebro y provocador principal de los primeros cortocircuitos de nuestro protagonista. El personaje se convierte así, como en el original, en una suerte de voz de la conciencia, pero desde luego, desde una perspectiva aberrante, sin quererlo y como vuelta de tuerca original. Nuestro Pepito es un bicho vago, zalamero, libidinoso y borrachín, paradigma de lo menos virtuoso del ser humano y si como tal se instala como consciencia de nuestro muñeco de hojalata, ya podéis imaginar por dónde irán los derroteros. Además, para más INRI, el bicho es escritor, o pretende serlo, con lo que Winshluss aprovecha para cargar las tintas sobre los clichés de la creación y del proceso creativo, exorcisando probablemente sus propias angustias en este pequeño escriba incapaz de llenar un folio, tremendamente consciente de su naturaleza de perdedor. Egoísta, autoindulgente y perezoso, su futuro será siempre incierto. El autor, inquieto como pocos, representa sus aventuras como tiras de prensa, en viñetas pequeñas en blanco y negro, con un trazo más relajado que el de la historia principal, la antítesis pues a esas páginas que parecen sacadas de un libro de ilustraciones. De esta manera nos aleja de la trama, crea un universo particular de reglas propias y se permite otro nivel más de experimentación, dentro de un tebeo que agradece la carga cómica de estas páginas en contraposición con la sordidez de algunos tramos de la narración. Winshluss, con esto, nos viene a decir que la vida no tiene sentido, que es cruel y sucia, pero que reírse de ella nos puede salvar. O cuanto menos, nos servirá como bálsamo. Hay que reírse. ¡Hay que reírse más! Además, salvo alguna excepción, estas páginas son las únicas con texto, pues todo el relato del muñeco protagonista es narrado sin palabras.
Volviendo al tema de la subversión del cuento, Winshluss se permite ir más allá, usando otros paradigmas inocentes para darles una vuelta. Así, los siete enanitos son aquí un conjunto de violadores que abusan de una adormecida Blancanieves, Gepeto es un inventor asesino y avaricioso y la ballena del cuento es un pez mutante gracias a la radiación. El mundo descrito en Pinocchio, por tanto, es una variación de las temáticas de los cuentos populares vista desde una perspectiva aberrante, no de manera gratuita sino para exponer todas las miserias descritas más arriba. Ya sabéis, bajo la piel de un universo de fantasía, el reflejo del mundo real cala más hondo.
¿Denso? ¿Intenso? No os preocupéis, todo lo anterior entra por los ojos. Con suma facilidad. Winshluss es un maestro del trazo y la perspectiva, un ejemplo de lo mejor que el medio puede dar. Sus imágenes no son solo poderosas por la carga política y emocional que logra demostrar, sino por, sencillamente, una capacidad técnica prodigiosa para el dibujo. Aún con tendencia al caricato, la viñeta rebosa de vida gracias a una minucia total en la creación de entornos, ropajes, complementos, vehículos. Acompaña a esto un uso maestro del punto de vista, con perspectivas logradas, volumen y profundidad. Por si esto fuera poco, Winshluss diseña la página con un ojo puesto en la vanguardia, tratando de estirar las capacidades narrativas del lenguaje del cómic con la necesidad de ir más allá. Sí, es cierto, a veces cae en la ostentación, es un dibujante ampuloso, pero disfrutar de sus páginas te hace sentir como el músico que escucha un concierto de Mozart por primera vez: no dudas en la ardiente necesidad de dejar al artista desplegar su talento. Además, el autor francés es juguetón y no se detiene en desarrollar un estilo, sino que se tira a la piscina de cierta experimentación, desarrollando trazos distintos para capítulos distintos, como comentaba arriba. Así, a lo largo de la obra podemos pasar de planchas a toda página, como en los mejores libros de ilustración, aún narrando de manera importante gajos de la trama, como se pasa a viñetas minúsculas cargadas de detalle, o a esas otras donde el trazo se vuelve cercano al esbozo. O ese juego con el color, a veces como un Chagal puesto de ácido y teniendo un mal viaje, o lanzándose a manchar de tinta bien negra sus diseños, con toda la carga expresiva que estas decisiones estéticas suponen, de modo que Winshluss se descubre no solo como un gran narrador sino como un autor versado en la capacidad expresiva de un medio que no deja de demostrar que es un arte en sí mismo.
Un tebeo para releer a lo largo de toda la vida.
Guión - 9
Apartado gráfico - 9
Interés - 9
9
Sin duda, uno de los mejores tebeos en lo que llevamos de siglo.
Muy buena reseña. A mi este comic me encanto cuando lo lei. Me parecio original y muy entretenido. Pero sobre todo algo diferente a lo habitual.
Hace unos meses crei haberlo perdido pero al final lo encontre y queria dale una relectura pero lo dejas en la pila y ya se sabe xDDD Habiendo leido esto aprovechare para hacerlo y de paso comprar Smart Monkey, que en su momento quise comprarlo pero se perdio entre tanta novedad y atrasados.
A mí también me encantó.
Algo diferente a lo que leo habitualmente.
Y, si te gustan los cómics poco convencionales, échale un vistazo al Frank de Jim Woodring.
Saludos
Si me lo cecias por mi, ya tengo los 4 que ha sacado Fulgencio y con ganas del 3D xDD
Te lo decía a ti… todavía no me hago con el tema de las respuestas….
Aunque más rápido hubiera sido mirarte en Whakoom, pero bueno, así intercambiamos nuestras impresiones. Saludos
Si, lo unico que le falta a Whakoom es alguna forma de mensajeria para cambiar impresiones o preguntar sobre algun comic en concreto.
Éso estaría muy bien. Saludos
Genialidad, una maravilla, de mis favoritos sin duda.
«Pinocchio de Winshluss es uno de los mejores tebeos que se han publicado en lo que llevamos de siglo»
Sí joder, sí. Desde que lo leí se lo he recomendado a todos mis conocidos y la verdad, hasta ahora ninguno de los que decidió a leerlo quedó decepcionado.