Desventuras domésticas de un pobre hombre muy afortunado
«¡Cállate, querida! ¡No puedes comprenderlo!»
Una vez leído el primer tomo de la serie
Esta serie, publicada en la revista semanal Journal de Spirou desde abril de 1973, nos muestra de una manera cáustica y socarrona las aventuras cotidianas de un dibujante de cómic franco-belga, con sus angustias laborales y sus zozobras domésticas. Es evidente que los personajes protagonistas, el artista y el guionista, están basados en los mismos autores de la obra, pero también es evidente que gran parte de las anécdotas narradas están apoyadas en experiencias ocurridas a otros compañeros de profesión o simplemente están inventadas. En concreto, la primera historia, que narra una desastrosa entrevista en la radio, se le ocurrió a Cauvin al escuchar a un colega sufrir una situación parecida.
Al principio Pauvre Lampil – sin este título – encontró su acomodo en una sección fija de la revista Spirou destinada a contener propuestas menos convencionales. Este espacio, titulado Carte Blanche, incluía propuestas de creadores noveles o relatos cortos sin continuidad de autores más consagrados. Pero las desventuras del angustiado dibujante, su familia y el colérico guionista encontraron a su público rápidamente y ya en 1974 la serie tuvo un espacio propio, se le encontró el título y empezó a anunciarse incluso en portada.
A partir de entonces Pobre Lampil se convirtió en un referente del semanario juvenil de la editorial Dupuis. Su mezcla de humor suave, con cierta querencia al estilo de las tranches de vie, propicia que conozcamos las interioridades más inocentes del mundo editorial de aquella época y que asistamos a un auténtico reportaje sociológico de la sociedad francófona mejor situada de mediados de la década de los setenta.
Las situaciones cómicas son bastante amables y se centran en los comportamientos neuróticos de un dibujante consolidado pero angustiado y las repercusiones que esta actitud provocan en su entorno familiar y laboral. Las historias tienen una extensión que va de las dos a las cuatro páginas y están ubicadas en Bruselas durante la década de los setenta del siglo pasado. La serie se estrenó el 12 de abril de 1973 y concluye en 1995. A partir de 1977, todas las historias se recopilan en álbumes de los que se llegaron a publicar siete volúmenes.
El protagonismo absoluto de la serie recae en el dibujante Lampil que con sus neuras, sus ataques de pánico y sus arrebatos de ira trastorna la vida de sus seres más próximos. Estos aguantan de una manera casi siempre resignada las idas y venidas del artista que se enfrenta diariamente a un entorno acomodado, ordenado y seguro pero que él percibe de una manera completamente opuesta. Normalmente sus salidas de tono son aceptadas con condescendencia y benevolencia, lo que justifica la primera afirmación de esta reseña. Lampil no sabe ni aprecia la suerte que tiene.
El guionista Raoul Cauvin (1938) consigue no caer en la repetición de argumentos y con cierta maestría va introduciendo nuevos personajes que amplían el espectro temático de su obra y enriquecen las situaciones. A parte de la las respectivas familias de los autores, conoceremos al carnicero de la zona, al farmacéutico, al dentista del dibujante y de forma muy destacada a su editor, al señor Dupuis, que con su rostro siempre serio y sus ademanes de jerarca roba el protagonismo a todos los presentes en todas las escenas en que aparece.
En el apartado gráfico-narrativo, Willy Lambil (1936) realiza un auténtico tour de force artístico. La sabia combinación de recursos narrativos clásicos con otros más novedosos, como por ejemplo la repetición de encuadres, consigue que Pobre Lampil sea una serie atractiva visualmente y de lectura cómoda y amena. El dibujante divide cada página en un esquema férreo de cuatro tiras de tres viñetas cada una. En contadas ocasiones agranda una viñeta para construir una tira con solo dos cuadros. Sus personajes se mueven con soltura en este esquema y el artista prioriza los planos medios que alterna con planos figura. El estilo de Lambil tiene muchos puntos de conexión con el de Albert Uderzo; su definición de los personajes combina con acierto ciertas dosis de realismo con la caricatura. Los rostros son rotundos, las manos ágiles y vigorosas, el lenguaje corporal desbordante y las expresiones faciales teatrales.
Su narrativa está muy supeditada a la extensión mínima de cada anécdota y a la reiteración de ciertas situaciones. Las diferentes escenas del dibujante anclado en su mesa de trabajo están resueltas de manera similar, con la repetición del encuadre para enfatizar la monotonía y el hastío del trabajo cotidiano. Este recurso también lo utiliza otras situaciones como son las entrevistas con su editor o las peleas con el carnicero y el farmacéutico. El color es funcional y no presenta ningún valor añadido.
La edición de esta serie a cargo de Dolmen Editorial es buena. El álbum cuenta con tapa dura, un papel excelente y una reproducción muy satisfactoria. En el libro encontramos, además, dos excelentes artículos a cargo de Thierry Martens y Christian Marmonnier que nos sitúan la serie en su contexto histórico y nos ofrecen información muy valiosa sobre su génesis y su desarrollo. Estos textos están ilustrados con numerosos ejemplos gráficos de portadas, anuncios, ilustraciones, bocetos y fotografías de la época, una documentación que resulta apasionante. Así mismo, este primer tomo incluye un listado completo con el título y la fecha de publicación de cada historia. El único punto discutible de esta edición es el hecho de publicar el integral en dos volúmenes, una decisión empresarial que seguro que tiene sus razones pero que puede irritar a algunos compradores. El precio del primer tomo es muy razonable.
Con Pobre Lampil la editorial Dolmen enriquece aún más su excelente colección Fuera Borda dedicada al cómic franco-belga y nos ofrece unas historias diferentes, con unos personajes nada habituales en este contexto editorial y dotada de un humor amable pero no exento de mala baba.
Con Pobre Lampil tanto Raoul Cauvin como Willy Lambil nos demuestran que son dos autores muy completos, dotados de un fino sentido del humor y un espíritu autocrítico nada desdeñable.
Con Pobre Lampil los lectores actuales asistimos a unas situaciones cotidianas que reflejan un tiempo pasado que no fue mejor pero que nos parece mucho más inocente. Asistimos a una sucesión de tranches de vie, llenas de situaciones ridículas que nos entretienen y nos retratan el modo de vida de la sociedad europea acomodada de hace casi cincuenta años.
Son unos argumentos suficientes para esperar el segundo tomo con una cierta impaciencia.
Salut!
Lo mejor
• El retrato social de una época pretérita, quizás más sencilla aunque no mejor.
• El arte narrativo de Willy Lambil.
• La variedad de situaciones que propone Raoul Cauvin.
Lo peor
• Un coloreado rutinario.
Guion - 7.5
Dibujo - 8
Interés - 8
7.8
Instructiva
Una serie divertida, diferente, atractiva; con algunos toques de mala leche y que consagra a sus creadores como personajes y como autores
Hace rato que estaba esperando este recopilatorio cuya edición se vio retrasada por las modificaciones del plan editorial de Dolmen con motivo de la pandemia. Ya está encargado y espero disfrutarlo tanto como cuando lo leía en Spirou Ardilla