VENI, TRANSGREDI, VICI
En suelo francés de 1988 salía publicado Las increíbles aventuras de Istérix, un conjunto de diecisiete historietas breves que situaban a los galos más famosos de la historia en momentos de la historia bien diferentes. Así, los Bontemps, Coyote, Chanteloup, Merezette o Mysius dejaron volar su imaginación para trasladar a Astérix, Obélix y compañía a la Edad Media, la Ley Seca, la Segunda Guerra Mundial o la Guerra Fría en clave de parodia. Un año antes, en 1987, Albert Uderzo había sacado en solitario Astérix en la India. La muerte, una década antes, de su eterno compañero de viaje, René Goscinny, había privado a la cabecera de esa chispa en los guiones, cual poción mágica, que situó a Astérix en el olimpo del cómic europeo. ¡El cielo se nos cae encima! fue la triste despedida del dibujante de Luc Junior en 2005. Tras un parón de algunos años, Uderzo cedió el testigo a Conrad y Ferri para que hicieran suyos a los personajes. Mimetizando el estilo de antaño, este particular tándem realizó cinco álbumes en esta nueva etapa sin arriesgar lo más mínimo. Fabrice Caro, conocido en el mundillo comiquero como Fabcaro, debutará en la serie sustituyendo al guionista de La Vuelta al campo. El resultado lo podremos comprobar este mismo otoño en un álbum que llevará por título El lirio blanco.
No cabe duda de que las ventas respaldan esta decisión editorial, pero lo cierto es que durante años hemos echado en falta algo más de valentía a la hora de hacer evolucionar la serie de Astérix. Ha tenido que ser Lewis Trondheim quien, en un precioso homenaje, tirase la puerta abajo con un cómic absolutamente rompedor. Para ser sinceros, la propia portada de ¡Por Tutatis! que Astiberri ha publicado en nuestro país ya nos advierte de que este no es un tebeo de Astérix. Sin embargo, a pesar de no ser una historia canónica, ¡Por Tutatis! rezuma Astérix por los cuatro costados. El autor de Desocupado arranca este particular festival manifestando la admiración profesada hacia los autores originales y agradeciendo a la editorial el esfuerzo realizado porque la obra perdure en el tiempo. Sin embargo, como buen maestro de ceremonias, Trondheim se desata desde el primer momento saliéndose de los márgenes establecidos.
En este peculiar juego de las máscaras que propone uno de los padres de L’Association, Lapinot se convierte en Astérix aunque tan solo nosotros, como lectores, vemos al conejo en el icónico outfit del protagonista. Lapinot, viejo conocido en la bibliografía de Trondheim (Lapinot y las zanahorias de la Patagonia), es plenamente consciente de que está en el mundo de Astérix. Esto es, como si fuera una muñeca rusa (o, en este caso, gala), Trondheim hace que su protagonista caiga por la madriguera para pasar de una ficción a otra. No solo eso, sino que expresiones que llegan desde nuestra realidad (como ese maravilloso «punto pelota») para quedarse en la famosa aldea genera un contraste que funciona sorprendente bien. Incluso el Covid, tan casinamente de actualidad, amenaza con hacer mella en la aldea. ¡Qué tiempos aquellos en los que Coronavirus era jaleado en Astérix en Italia!
Así pues, surrealismo y metaficción se dan de la mano en una historia tronchante. Astérix y los Godos, Astérix en Helvecia, Astérix en Bretaña o Astérix en Hispania son algunas de las aventuras que Trondheim cita explícitamente en un ejercicio de continuidad como nunca antes habíamos visto antes en esta serie. Trondheim juguetea con conocimiento de causa y demuestra que se puede hacer una historieta totalmente rompedora desde el mayor de los respetos.
Lapinot siempre está acompañado de Obelix (y por supuesto de Idefix), pero la lista de ilustres que pueblan ¡Por Tutatis! la forman Abraracurcix, Panoramix, Ordenalfabetix, Esautomatix, Asuranceturix… viejos conocidos a los que Trondheim da su espacio para los recurrentes gags. El estado del pescado, los escuderos del jefe, el banquete final… tan solo echamos en falta a Karabella y al resto de mujeres de la aldea de quienes, sorprendentemente, el autor se olvida por completo.
Utilizando la duda cartesiana, Lapinot llega a la certeza de que, realmente, se encuentra en la aldea gala y no en el parque de atracciones Astérix de nuestro país vecino. Un mal viaje. El sustituto de Astérix descubre que, más allá del desgaste físico generado por consumir la poción mágica, no es oro todo lo que reluce. Como no podía ser de otra forma, un uso desmedido de la superfuerza tendrá trágicas (y divertidísimas) consecuencias. Lapinot es consciente de que a través de los tebeos se ha blanqueado la violencia. Si bien los cascos romanos siempre han estado presentes en las historietas de Astérix, lo cierto es que la casquería nunca había hecho acto de presencia…
Con permiso de Belenos, Tutatis es el dios más mencionado por los irreductibles galos y auténtico guest star de esta historieta. “¿No será un impostor como El Adivino de la última vez?” espeta Lapinot en la cabaña del jefe. Las referencias a álbumes pretéritos son una maravillosa constante en este cómic creado con tanto cariño por Trondheim. Los piratas, los jabalíes, el ecologismo de Idefix… Trondheim no da puntada sin hilo. Política y religión (el nacionalismo bretón…) son tratadas con la acidez de un xenomorfo para disfrute de lectores sin complejos.
Aunque Goscinny puso el listón muy alto con sus habituales juegos de palabras, el coautor de La mazmorra sigue la estela dejada por RG con pinceladas como “Gerard Depordios”. Hablando de instrumentos de dibujo, Trondheim utiliza su ya clásico estilo claro de corte infantil que nos retrotrae a Hora de aventuras, combinando seres humanos con animales antropomorficos. Acompañado de Brigitte Findakly en el color, reconocemos cada rincón y personajes mostrados, a pesar de que la ilustración no tenga nada que ver con la llevada a cabo por Uderzo y Conrad.
Tutatis llega para advertir de un ataque masivo de los romanos, por lo que propone potenciar la poción con sus poderes. Será en uno de los campamentos que rodea la aldea, donde seremos testigos, una vez más, del constante homenaje a la obra creada por Uderzo y Goscinny. Romanos con el pelo larguísimo, resultado de Astérix el Galo, o romanos inflados como globos, consecuencia de La Gran Zanja, proporcionan continuidad a modo de homenaje.
En definitiva, con algún que otro giro de guion, ¡Por Tutatis! es el mejor cómic de Astérix (canónico o no canónico) realizado en mucho tiempo. Con experiencia en esto de versionar iconos de la BD como ya demostró en Pánico en el Atlántico (Spirou), Trondheim trastea con la mitología de los galos más icónicos del mundo del cómic, cargando de humor cada viñeta.
Lo mejor
• El ENORME homenaje que Lewis Trondheim realiza a la serie de Astérix en tan solo 48 páginas…
• Sin que ello entorpezca el desarrollo de una historia descaradamente divertida.
• La pátina de realidad con la que Trondheim barniza una aventura tan surrealista.
Lo peor
• El nulo protagonismo de Karabella y el resto de las mujeres de la aldea.
• Que los más puristas se lo puedan tomar como una ofensa.
Guión - 9.5
Dibujo - 7
Interés - 9
8.5
Punto pelota
Como si de Panoramix se tratase, Lewis Trondheim consigue la receta perfecta para llevar a cabo un cómic que, cual poción mágica, llenará de energía a todos los seguidores de los irreductibles galos.
Y ahora me acabo de dar cuenta de que las siglas de René Goscinny, RG, se ponuncian exactamente igual que Hergé. Ai madre, me ha volado la cabeza.
A puntito estuve de pillarlo hace poco. Caerá seguro, tiene muy buena pinta…