Pastillas. Una orden de desahucio. Una carta al Juez en la mesilla. Y el suicidio de dos ancianos.
Éstas son las primeras imágenes al abrir el último libro de Miguelanxo Prado, Presas Fáciles (2016) que edita Norma Editorial. El autor gallego, que lograra el premio nacional de 2013 por la magnífica reflexión simbólica sobre la emigración, la memoria y la identidad que es Ardalén, nos propone una inserción en la realidad social de muchos mayores en el contexto de crisis neoliberal. El relato sirve de clara denuncia del escenario de corrupción y estafa de España en los últimos años, aunque se articula como un relato detectivesco en el que la inspectora Tabares va descubriendo junto al lector una serie de asesinatos sin aparente relación entre sí. Unos días después de un extraño atropello, la inspectora se encuentra ante un nuevo cadáver, aparentemente envenenado. Al día siguiente aparece muerta en un bar la directora de una sucursal cercana. Le suceden varios cadáveres más en extrañas circunstancias. ¿Están realmente conectadas estas muertes? ¿son accidentes o asesinatos? Y si es así, ¿quién y porqué los ha cometido?
Las obras de Miguelanxo se te caen de las manos por el peso de su genialidad. Resulta para mí complicado reseñar una novela gráfica suya, pues ha sido un referente constante desde niño. Prado juega en la liga de Manara, Pratt o Giraud. Su multipremiada trayectoria está jalonada por numerosos títulos y premios en el Salón de Angoulême y Barcelona o sus nominaciones y premios Eisner por su colaboración con Neil Gaiman en Sandman: Noches eternas. Poco puedo decir de uno de los autores de referencia del panorama europeo y de su estilo personal. A mi parecer quizás lo más interesante de Presas Fáciles es el giro hacia lo real. Frente a la ambigüedad calculada de la metaficción de Trazo de Tiza o la entrega a un imaginario simbólico de Ardalén, Presas Fáciles nos acerca a un dilema moral que trasciende a los protagonistas para alojarse en el propio lector.
Este giro hacia lo real y su atención a la precarización de las condiciones de vida es central en el relato de Prado. La estructura se asienta sobre la investigación de la inspectora Tabares con la que vamos conectando los crímenes. Todos los asesinatos parecen corresponder al organigrama de una entidad bancaria, desde el Presidente o el consejero delegado hasta una directora de sucursal o un comercial. Con el discurrir de las páginas, vamos percibiendo un complejo entramado de culpabilidades compartidas y legitimidades en conflicto. A partir del hallazgo de los distintos cadáveres la acción deriva en secuencias ágiles e intensas de entrevistas e interrogatorios que los acaban dirigiendo a un grupo de ancianos afectados por la estafa de las preferentes. Esta estafa reverbera constantemente en la narración y hace referencia a un fraude bancario en la venta de acciones de bancos y cajas hasta el año 2011, mediante la que se colocaron estos activos tóxicos a unos 700.000 clientes. Tanto el gobierno como las autoridades pertinentes hicieron dejación de sus funciones y muchos jubilados perdieron todos sus ahorros y en algunos casos fueron desahuciados.
Más allá de la estructura narrativa, el desarrollo de los personajes es uno de los grandes aciertos en la novela gráfica de Prado. La historia se desarrolla en torno al personaje de Olga Tabares, una inspectora del cuerpo de policía, y su subalterno, Carlos Sotillo. La presencia y las dudas de la inspectora nos acompañan hasta el final del relato y lo enriquece con un protagonismo femenino no siempre habitual. Al mismo tiempo, los secundarios, particularmente el grupo de ancianos del club “Agarimo”, van creciéndose conforme el decurso de los acontecimientos y se acaba por articular una suerte de personaje colectivo empoderado.
La edición cuidada de Norma Editorial (y El Patito Editorial en gallego) es un artefacto artístico de primera. Las tonalidades grisáceas de la paleta de Prado resaltan la oscuridad del tiempo histórico y la carencia de antagonismos maniqueos, de buenos y malos. Y el trabajo sobre las miradas de líneas expresivas y los espacios cerrados que extrañamente predominan en el diseño de las viñetas agudizan una composición armónica caracterizada por la pesadez.
Pero hay algo más personal que me trastoca. Hace unos años, recuerdo al salir de Banda Deseñada cruzarme por la calle con mujeres y hombres de edad con camisetas amarillas protestando cacerola en ristre contra la ignominia de la sucursal de turno. La estafa de las preferentes afectó en Galicia a muchos jubilados. Yo estaba sorprendido por la fuerza de la reivindicación de aquellas personas a medio camino entre la exposición de su vulnerabilidad y su resistencia. Es este intersticio, esa fuerza vulnerable, la que captura el autor gallego. Los cánticos y los insultos se alternaban siempre como protesta pacífica. E intimidaba más la presencia policial que la de los mayores que gritaban. Prado con su nuevo cómic plantea un doble movimiento, politiza, al insertar la trama en un contexto y unos personajes legitimados para el ejercicio de la violencia, y despolitiza, al llevar el argumento hasta niveles inverosímiles que limitan su potencia.
Sin embargo Presas Fáciles trasciende su genialidad porque es un reclamo. Un reclamo que combina la fluidez y la complejidad. Una invitación a afectarnos por una realidad anclada en la violencia del tiempo que nos ha tocado vivir. Miguelanxo abandona el faro y la isla de Trazo de Tiza y el conflicto de identidades de Ardalén y baja al conflicto de la calle. Ante la forma de gobierno que llaman crisis, ante la barbarie es una llamada a la movilización.
Guión - 8.5
Dibujo - 10
Interés - 9
9.2
Conmovedor
Cuando el estado los abandona, ellos tomarán la justicia por su mano.
Miguelanxo Prado es uno de los grandes. Este cómic entronca, en clave policial, con su segunda obra, dentro del género de ciencia ficción, ‘Stratos’. Como si aquel cómic fantástico primerizo, casi un esperpento futurista al estilo de su Qotidianía delirante, fuera una premonición que se ha cumpllido y ya hay que afrontar desde el realismo y un tono menos esperpéntico.
Es curioso que el gallego éste consiga que resulten visualmente interesantes incluso los diálogos de personas sentadas entorno una mesa en tonos grises, casi tanto como las ballenas voladoras a todo color de otros libros suyos, y eso creo que es gracias a la expresividad y naturalidad de los rostros de los personajes.
La relación entre Olga y Sotillo a mí me resultó un poco más artificial, menos natural que el contexto y el entorno del cómic. Sin embargo, es algo lógico dado que funcionan como conductores del relato, elementos ‘de género’ más funcionales. Creo que estos personajes darían para unos cuantos casos más donde se desarrollase su relación. No sé si Prado tiiene intención de dibujar nuevas peripecias para ellos, pero sí que creo que podrían funcionar muy bien y ser protagonistas de una serie de éxito.
Gracias por el comentario Krokop. Es mi primera experiencia por aquí. Me anoto esa posible relación con Stratos. Sobre Miguelanxo tienes toda la razón, a mí se me cae la baba con sus dibujos… Y sobre la relación de Olga y Sotillo me gustó, muy sutil, al tiempo que servían de contrapunto humorístico los comentarios de Sotillo. Como una URST sencillita pero que no se inmiscuya demasiado con lo que quiere contar. Me parece.
Xavier, enhorabuena por el bautismo y me anoto la obra, me ha picado la curiosidad con tu artículo. Que vengan más así.
Gracias Marcos. Así lo intentaré!
Muy buen debut, compañero.
Muchas gracias Diego!!