Prince: Alter Ego

 

Edición original: Prince: Alter Ego (DC, 1991).
Guión: Dwayne McDuffie.
Dibujo: Denys Cowan.
Entintado: Kent Williams.
Color: Nöelle Giddings.
Formato: Comic-Book 36 págs.
Precio: $2.00.

 

El 21 de Abril de 2016 se convirtió por sorpresa en aciaga onomástica para el mundo de la música popular. Prince Rogers Nelson, conocido simplemente como Prince, talento inabarcable para el funk, el soul, el R&B, etc. apareció muerto en su mansión de Minneapolis. Tenía 57 años. Su legado, una ristra de canciones difícilmente superable (Kiss, Purple Rain, Pop Life, When Doves Cry, Alphabet St., 1999, Little Red Corvette, Nothing Compares to You, etc.), explica vehemente su magisterio entre sus colegas de profesión. Un día le preguntaron a Eric Clapton qué se sentía al ser el mejor guitarrista del mundo. El virtuoso contestó: “No lo sé. Pregúntele a Prince.” El gran Stevie Wonder, visiblemente afectado por la noticia del deceso, proclamó: “Si Michael era el Rey del Pop, Prince era el Emperador”. Podríamos seguir así todo el día con elogios de artistas variopintos como David Bowie, Percy Sledge o Miles Davis. El caso es que en una página como esta, dedicada al mundo del cómic y parcelas cercanas, esta genuina desgracia ha pasado casi desapercibida, como es lógico. Me da a mí que si preguntamos por el músico en el ámbito de la historieta asomará solo un vago recuerdo entre los marvelitas recalcitrantes para Ace, aquel trasunto del músico ideado por Peter David para un par de Annuals de Spider-Man. Sin embargo, Prince contó en 1991 con su propio tebeo publicado en el sello Piranha de DC Comics. Y sí, se trató de un tebeo para fans, con interés casi exclusivo para fans, solo que los fans eran Dwayne McDuffie a la máquina de escribir, Denys Cowan a los lápices, Kent Williams a las tintas y Brian Bolland entregando una de sus icónicas portadas.

La trama podría resumirse así: «Prince regresa a su casa en Minneapolis solo para descubrir que un gemelo malvado, Gemini, ha seducido a su banda, a su chica y a sus fans con un sonido que pervierte la esencia de su música y la convierte en un grito de ira y odio que obnubila las conciencias. El artista deberá luchar con su guitarra por recuperar la pureza de su arte y el favor del público.»

Tan demencial argumento sigue unos patrones al tiempo místicos (la novia del músico se llama «Musa» y eso es lo único que sabemos de ella, prácticamente) y mundanos (Prince es un referente para la comunidad que media en disputas de bandas), aderezado con los preceptivos homenajes a la obra más célebre de la estrella: el disco Purple Rain y la película homónima, dirigida por Albert Magnoli en 1984. Por demás, distintos elementos remiten a la biografía musical del genio, como su club Glam Slam (también un corte de su álbum Lovesexy) o su banda New Power Generation, con la que publicaría el disco de ese año -anunciado en la contraportada del tebeo- Diamond & Pearls, con temas sobresalientes como Cream (cuyo videoclip dirigiría el polifacético David Lynch) o la balada del mismo título.

Prince: Alter Ego es un producto oficial aprobado por Paisley Park (la compañía del artista, integrada -entonces- en Warner Music), es decir, un tebeo concebido para halagar la vanidad del artista, por lo que difícilmente podríamos encontrarnos una obra estéticamente arriesgada como Voodoo Child (la biografía de Jimi Hendrix ilustrada por Bill Sienkiewicz) o los experimentos de Guido Crepax con el jazz (Harlem Blues, por ejemplo). Ninguno de los implicados hace aquí su mejor trabajo. El guion de McDuffie (creador de Static Shock y guionista de Ben 10), con alusiones constantes al poder beatífico de la música y un Prince travestido en héroe de acción con tacones, resulta infantil y previsible, más aún si copia el esquema argumental de Purple Rain, que tampoco es que fuera un prodigio de caracterización. Las ilustraciones de Cowan, acertadamente acabadas por Williams con un toque al citado Sienkiewicz (quien -recordemos- entintaba las portadas de Cowan para la serie The Question), caen en el vicio previsible de supeditar la narración visual a la búsqueda del parecido físico de los protagonistas. En cierto sentido, es el reverso exacto de las decisiones que Prince tomaba como músico. Mientras su carrera se caracterizaba por la imprevisibilidad, el tebeo que patrocina viene a ser como palomitas para fans entregados, más adecuado como souvenir de un concierto que como material para la tienda de cómics. Una curiosidad para los seguidores más acérrimos (entre quienes me cuento, por si quedaba duda).

La portada de Bolland, eso sí, maravillosa.