Prison School: el resurgir de un autor

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prisonschool

Edición original: Kodansha.
Edición nacional: Editorial Ivrea.
Autor: Akira Hiramoto.
Formato: Rústica con sobrecubierta. B/N.
Precio: 8€.

 

Desde hacía unos años venía sonando muy fuerte un manga del que había opiniones de lo más dispersas. Unos decían que era transgresor, distinto; bastante radical al adaptarse a las convenciones de un género más que visto; otros, por su parte, decían claramente que era un manga repleto de fanservice sin demasiado interés, un manga que va a lo que va. Lo cierto es que acercarse a Prison School ha sido una experiencia bastante interesante, y puedo entender cómo despierta tantas opiniones contrarias y por qué es una obra que pocos se esperaban que existiera. Voy a intentar analizar todo esto e intentar dar una respuesta a la pregunta que uno se hace inevitablemente al leer este cómic: ¿a qué me estoy enfrentando? ¿Es esto un producto repleto de fanservice o pretende ir algo más lejos que el resto de mangas de su estirpe?

Akira Hiramoto es un autor joven y con pocas obras. Durante diez años estuvo publicando Ago Nashi Gen to Ore Monogatari, una historia de humor de treinta y dos tomos sobre Gen, un hombre mediocre y sus infinitos intentos de salir adelante y hacer algo de provecho con su vida. Su serie más famosa en occidente antes de Prison School fue Me and the Devil Blues, un drama sureño en el que Hiramoto contaba la vida de Robert Johnson, el famoso guitarrista negro, uno de los primeros malogrados integrantes del Grupo de los 27. En esta obra vemos a un Hiramoto muy comprometido con la historia que cuenta, un autor que muestra una gran ambición y un gran talento para crear personajes y atmósferas y que juega con el simbolismo y la narrativa del cómic a un nivel muy alto. La serie se acabó cancelando con tan solo cuatro tomos por falta de ventas (de hecho, se empezó a publicar en 2008 Estado Unidos y se canceló con tan solo dos tomos), pero gracias al éxito de Prison School, Hiramoto parece que ha podido retomarla y el tomo cinco ha salido hace poco a la venta en Japón. Lo cierto es que si Hiramoto muestra interés en terminar una obra que llevaba parada casi diez años, a pesar de haber encontrado la fórmula del éxito, nos hace plantearnos diversas cuestiones sobre la industria del cómic japonés y el interés frustrado de este autor en concreto.

Página de Ago Nashi Gen to Ore Monogatari
Página de Ago Nashi Gen to Ore Monogatari

Después del batacazo de su anterior serie, Hiramoto lanza al mercado Yarisugi Companion to Atashi Monotogari, un tomo único en el que cuenta las desventuras de Yarisu y Shizuka, dos muchachas que trabajan como acompañantes en un restaurante, donde tendrán que dar conversación y entretener a los invitados masculinos. Aquí vemos cómo el tono cambia totalmente. El dibujo de Hiramoto se endulza, su trazo se vuelve más fino, claro y delicado, y tanto la ambición que muestra en Me and the Devil Blues y su interés por adentrarse en la psicología de sus personajes se esfuma para mostrarnos un guión superficial en el que a la menor oportunidad las dos protagonistas muestran cacho ante señores viejos. Solo queda el humor, lo demás ha sido reemplazado. Dicen los rumores que Hiramoto, tras el fracaso con su biografía de Robert Johnson, abandonó todas sus ambiciones artísticas y, a modo de pataleta, decidió crear un manga con todos los ingredientes necesarios para triunfar (ciertamente, no hace falta ningún rumor para contemplar lo obvio). Estos ingrediente vendría a reducirse en un manga que pueda leerse y entenderse sin ninguna dificultad, que muestre a mujeres atractivas desnudas o casi desnudas y que contenga humor. Así nace Prison School.

Hiramoto, al parecer, es amigo de los mangakas Kengo Hanazawa e Inio Asano. En las primeras obras de estos tres autores podemos ver temas similares: desde el típico treintañero sin talento e inadaptado a un mundo prejuicioso y cruel con aquellos que no se rigen por las normas establecidas. Mientras que Asano consigue triunfar y se mantiene publicando obras del estilo, tanto Hiramoto como Hanazawa fracasan y sus mangas no dejan de ser obras del montón en cuanto a ventas.

Página de Yarisugi Companion to Atashi Monotogari
Página de Yarisugi Companion to Atashi Monotogari

Que sean amigos o no es algo que poco importa, porque la conexión de su obra, tanto en temas como en el estilo realista que los tres manejan, es más que patente. Hanazawa, tal y como ha comentado más de una vez, tras la frustración de la escasa repercusión de Boys on the run, decidió ponerse con I am a Hero, una obra con un tirón comercial evidentemente mayor al tratarse de un manga de zombies. Hanazawa consiguió el éxito que tanto buscaba vendiéndose a un género popular y más que explotado, pero lo hizo manteniendo su línea autoral: su estilo realista ya casaba con la historia que quería contar y con su intención comercial, pero aún así consigue mostrar personajes complejos plagados de miedos, defectos y virtudes y seguir mostrando su interés en aquellos individuos con poco carisma y alma de perdedores. Mientras que Hanazawa sigue aportando esa delicadeza y visión tan personal del mundo en su manga, Hiramoto gira completamente hacia un terreno nuevo: los subgéneros harem y ecchi.

Los harem son obras en las que un hombre se encuentra rodeado de un gran número de mujeres. El protagonista de este tipo de obras suele ser un chaval sin mucha personalidad que se ve abrumado ante la presencia de tantas mujeres que muestran interés por él. El ecchi, por su parte, es otro subgénero en el que nos encontramos una obra con altas connotaciones sexuales pero que nunca llega a mostrar nada explícito. En este cruce se encuentra Prison School: cinco adolescentes totalmente pardillos empiezan el nuevo curso en un instituto algo especial: lo que antes era un colegio concertado que permitía el acceso únicamente a chicas se ha convertido en uno mixto. El primero año, al parecer, solo esto cinco chicos son aceptados, con lo que hay un abismal desproporción numérica entre el género masculino y el femenino. De esta forma, Hiramoto nos muestra las aventuras de estos chicos entre tantas alumnas (obviamente, todas guapas y perfectas) y cómo sus almas pervertidas les juegan una mala pasada cuando intentan espiar el baño de las chicas. La tensión de la obra gira en torno a esta simple premisa: los chicos están hipnotizados por la belleza de las chicas, entre las cuales existe un pequeño grupo que hará todo lo posible por expulsarlos del colegio y mantener la supremacía femenina.

Detalle de Prison School
Detalle de Prison School

Lo primero que podemos llegar a pensar es que Hiramoto abandona toda ambición artística al intentar encontrar un público masivo que compre sus cómics. Prison School es una obra que cosifica el cuerpo femenino hasta niveles disparatados, y las situaciones en las que se ven los protagonistas hace obvio el interés del autor por aprovechar cada instante, cada viñeta, en mostrar a sus personajes femeninos enseñando parte de sus agigantados atributos (especialmente el personaje de la vicepresidenta; el resto, aunque igual de cosificados, es menos exagerado).

Pero, ¿y si la obra va un poquito más lejos en su aproximación a estos subgéneros de lo que muestran las apariencias? Está claro que a Hiramoto no le cuesta caer en el cliché de crear personajes femeninos indudablemente más bellos que sus personajes masculinos y mostrarlos inclinados de manera totalmente ilógica hacia los masculinos. Pero lo cierto es que después de leer un par de tomos, lo que acabas viendo es que el ejercicio que hace Hiramoto intentando introducirse en estos subgéneros es totalmente disparatado y excesivo. Hiramoto convierte su obra en una parodia de los mangas harem y ecchi a base de una increíble exageración que lleva a sus personajes a situaciones ajenas a toda lógica. De esta manera, el autor consigue contar una historia estúpida y absurda y mostrar a sus personajes femeninos en las posiciones más inconcebibles y además cargar al conjunto de un valor añadido que es el de una parodia a unas convenciones y clichés más que mascados y pasados de moda.

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Puedo imaginar a Hiramoto encontrándose, de esta manera, mucho más cómodo en este género. Si abandonar proyectos ambiciosos con tal de triunfar le ha llevado a crear este tipo de obras, dándole un sentido paródico al conjunto puede, en cierto modo, sentir como no que ha acabado por traicionarse del todo. Pero ahí se acaba la historia. Prison School, como obra, se ríe de sí misma y del lector con un relato que podría resumirse en algo así como piruetas alocadas sin mucho más valor. Es una serie graciosa y entretenida y narrada con muchísima maestría (¿de qué otra manera —además del componente sexual— podría mantener a miles de lectores enganchados después de veinte tomos?), pero ahí se queda: la parodia, al final, se acaba convirtiendo en una exageración vacía que, después de varios cientos de páginas, acaba pareciendo más un homenaje que una burla a las convenciones de un subgénero. Intentar recubrir Prison School con un valor paródico verdadero parece más una excusa para tapar el hecho de estar disfrutando de un manga casi pornográfico y narrado con mucha buena mano. No os equivoquéis a entender lo que acabo de decir. Hiramoto me parece un gran dibujante y un grandísimo narrador, pero no podemos olvidar que esta obra es lo que es. Que la parodia se diluye si no se intensifica, y que al final, después de varios tomos (he leído ocho tomos), lo único que tenemos es lo mismo de siempre.

Hiramoto ha conseguido el éxito comercial al que aspiraba. Esto me lleva a plantearme dos cosas. La primera, es aquella que lleva a dos autores que estaban haciendo obras tan interesantes como Boys on the run (Hanazawa) y Me and the Devil Blues (Hiramoto) a girar hacia géneros más que trillados. Hanazawa, no podemos negarlo, consigue una obra de muchísimo talento y también mezclar el éxito comercial con poder narrar una historia que quiere narrar. Hiramoto, en cambio, se queda a medio camino. Consigue el éxito pero a cambio de contar una historia sin interés alguno, sin personajes complejos, sin más chicha que la que podemos ver en los personajes femeninos. La historia, sin embargo, acaba con un final feliz, y me refiero lo que comentaba antes con respecto a que Hiramoto ha retomado la serie en la que era obvio que lo estaba dando todo (leed, aunque ilegalmente, el primer capítulo de Me and the Devil Blues). La ambición y el interés artístico de Hiramoto sigue ahí y, tal vez, con Prison School lo único que buscaba era estabilidad económica y agradar a unos editores y una industria movida por un capitalismo salvaje. Tal vez podemos decir que Hiramoto, como autor, nunca dejó de tener una espina clavada, y que Prison School le ha ayudado a poder contar las historias que quiere contar en un mundo editorial devastadoramente exigente.

Página doble de Me and the Devil Blues
Página doble de Me and the Devil Blues
  Edición original: Kodansha. Edición nacional: Editorial Ivrea. Autor: Akira Hiramoto. Formato: Rústica con sobrecubierta. B/N. Precio: 8€.   Desde hacía unos años venía sonando muy fuerte un manga del que había opiniones de lo más dispersas. Unos decían que era transgresor, distinto; bastante radical al adaptarse a las convenciones…
Guión - 5.5
Narrativa - 8.5
Interés - 5

6.3

Prison School brilla por una narrativa excelente pero peca de excesivo en una parodia a las convenciones del ecchi y harem manga.

Vosotros puntuáis: 8.04 ( 7 votos)
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Damián González
Damián González
Lector
23 septiembre, 2016 10:11

Alguien que le guste el sumo no puede ser una mala persona.

La obra en sí es más una parodia que otra cosa se ríe de sí misma y no tiene grandes pretensiones, al menos los protagonistas son carismáticos y te hace reír a la nada por las absurdas situaciones.

AIRE
AIRE
Lector
23 septiembre, 2016 14:35

No he leído el manga y, sinceramente, no me interesa leerlo, unicamente me bastó ver un capitulo de la serie animada y ya; esas obras tipo sado-maso-fetichistas no me van.

Jose Maria Vicente
Autor
23 septiembre, 2016 15:54

Mientras escribo estas líneas acabo de recibir el tercer tomo de esta serie 🙂

Pese a ser una parodia y poco más, me encanta la habilidad con la que Hiramoto crea escenas tan absurdas y desternillantes.

Cristian Miguel Sepulveda
23 septiembre, 2016 17:45

Interesante reseña Jesús, precisamente el otro día hablaba con José María sobre las bondades y defectos de esta serie. Desconocía la carrera de este autor, lo que está claro es que Prison School es tan exagerado en su propuesta que evidentemente tiene que estar hecho adrede. Esto quiere decir que Prison School es una parodia del ecchi, del fan service y de sí misma.

Es un manga que sencillamente te hace gracia o no, como cualquier producto humorístico, y ahí reside su interés. Personalmente recomiendo por lo menos acercarse al anime y ver 2-3 episodios, y si no te saca ni una sonrisa, dejarlo cuanto antes, porque no es para ti. Yo sin embargo, aún con todo lo que tengo ideológicamente en contra de este género, jamás me he reído tanto con un anime, y por ello ahora me he puesto con el manga, que artísticamente es mucho mejor. Aunque es cierto también que a nivel de guión el anime tiene un factor audiovisual muy potente para representar las situaciones dramáticamente absurdas que le brinda una comicidad mucho más efectiva.