Superhéroe made in Spain.
– La verdad nunca tendrá el mismo poder que la mentira.
– “La verdad” y lo que la gente necesita, rara vez coinciden.
Muchos de los aficionados al cómic en España hemos cultivado nuestra afición gracias a maravillosos cómics de superhéroes de Marvel y DC que han publicado en castellano editoriales como Vertice, Surco, Forum, Zinco… En esos años de juventud muchos de nosotros fantaseábamos con la idea de cómo podrían ser unos superhéroes creados en nuestro país sin el carácter paródico que encontrábamos en los primeros números del SuperLópez de Jan y propuestas posteriores similares. Unas fantasías que compartíamos con otros aficionados que con el tiempo llegarían a convertirse en reputados dibujantes y guionistas, lo que ha posibilitado con el tiempo que algunos hayan cumplido ese sueño creado series como Iberia Inc., Tríada Vértice, el universo de 1936 y un largo etc… Sin embargo, ninguna lograba brillar a la altura de los grandes cómics del género porque sus autores se perdían entre homenajes a sus lecturas de juventud y la creación de personajes que no pasaban de ser meros sosias descafeinados de los grandes personajes del género. Algo que provocaba que el resultado fueran unas historias que adolecía de originalidad y donde no encontrábamos ni un gramo de personalidad propia. Una constante en casi todos estos cómics, de la que en los últimos años escapan dos obras que suponen dos notables y esperanzadoras excepciones: El vecino (Astiberri) y García (Astiberri). Dos series que tienen como denominador común a Santiago García, posiblemente el mejor guionista español de los últimos años, que, acompañado por los dibujos de Pepo Pérez en la primera y Luis Bustos en la segunda, consigue crear dos series de superhéroes tan autóctonas como personales. Muchos de los elementos argumentales de la segunda nos los encontramos en la premisa de Pro, el cómic objeto de esta reseña. Se trata de una obra publicada por Panini escrita por el director cinematográfico y guionista David Galán Galindo (Ávila, 1982), dibujada por Manuel M. Vidal (Almería, 1972), tristemente fallecido un día después de entregar las últimas páginas de esta obra, y coloreado por el mismo junto con Déborah l. Villahoz.
La obra nos traslada a una España ucrónica en que el régimen franquista conto con un superhéroe, El español de Pro, que representaba todos sus valores y que fue asesinado a principios de los años setenta. Como en nuestra realidad el régimen acabo cayendo y hubo una transición hacia la democracia muy similar a la nuestra. El cómic comienza en la actualidad donde Galilea Gil, una veinteañera de pelo rosa recién licenciada en periodismo, recibe una beca para investigar la figuro de Pro que despierta unas encendidas polémicas con gentes que sienten nostalgia por lo que representa y quienes tratan de eliminar los símbolos de un régimen dictatorial que cometió innumerables crimines que no han sido nunca reparados.
Los elementos que Pro comparte con la obra de Santiago García y Bustos son un superhéroe creado por el régimen franquista como elemento propagandístico inspirado en el Capitán América con un pasado lleno de secretos que dista del relato oficial, una trama de conspiraciones y secretos en una España actual en la que está implicado su antiguo ayudante y una protagonista femenina que se ve envuelta en una investigación sobre ese héroe hoy en día desaparecido. Una parte de investigación que además conecta a la obra de Galán Galindo y Vidal con el Watchmen de Moore y Gibbons, con la que también tiene semejanzas narrativas tanto en la estructura casi fija de tres tiras de viñeta por página como en los insertos de diferentes textos de diversa procedencia al final de los capítulos que cumplen con el objetivo de expandir el mundo que nos presentan. Hacia el final también hace aparición la influencia de la otra gran obra de superhéroes del guionista inglés: Miracleman. Pero, si en las obras de Moore nos encontrábamos ante unas brillantes deconstrucciones del género, aquí tenemos un objetivo más modesto, pero igual de loable, como es realizar una buena historia que sea una sentida declaración de amor al género.
¿Cumple con el objetivo que busca? Se puede decir que sí y que no. Entre las cosas que cumplen está la capacidad para crear un universo propio lleno de personajes repletos de referencias al acervo cultural patrio, con unos diseños bastante acertados con la excepción de las superheroínas que aparecen que están bastantes cosificados. Algo que, por suerte, en pleno s. XIX ya no es nada habitual y que choca enormemente a la vista para mal. Esos personajes también se van integrando en la historia reciente de España con bastante gracia en la mayoría de las ocasiones y con ideas brillantes como las referentes a Santa Teresa de Jesús o algunas figuras de la cultura. Además, están muy logrados los elementos de metacómic con Pro protagonizando algunas portadas y páginas de diferentes cabeceras en las que Vidal da una buena nuestra de su capacidad para adecuar su estilo a las distintas épocas y estilos. Otro de los aciertos es la agilidad del guion y la mayor parte de los diálogos que funcionan muy bien en las escenas más costumbristas y bastante peor en las del último capítulo que resultan algo acartonadas y llenas de tópicos de los cómics de superhéroes que peor han envejecido. Mucho mejor resuelta está la relación de amistad que se da entre Pro y su equivalente estadounidense.
Con esos aspectos que hemos destacado el cómic ya consigue ser una obra entretenida y que se lee con gusto, pero si tenemos en cuenta el potencial de la premisa inicial vemos como la historia se va diluyendo con el paso de las páginas dejando de lado un premisa muy ambiciosa y llena de posibilidades para acabar por tocar todos los tropos más manidos de las historias de superhéroes provocando que cualquiera que haya leído los suficientes vea venir casi todos los giros de guion a la legua. El principal error de Pro es que, tras leer la premisa, uno no puede evitar preguntarse porque los autores no optaron por cambiar la aproximación a la obra porque de salida cualquiera que se haya leído García va a establecer comparaciones en las que la obra de Galán Galindo y Vidal no sale bien parada. Como sucede con las escenas de acción en las que Vidal hace un buen trabajo, pero muy alejado del brutal sentido del espectáculo y la composición que vemos en las páginas de Bustos o en la caracterización de la situación política que aquí resulta más burda y algo timorata. El mismo problema que vemos en la inevitable comparación con Watchmen, el toro gran referente y su extraordinario retrato psicológico de los protagonistas que en esta obra no llega a ese nivel sobre todo con el villano de turno que no puede ser más plano y arquetípico. Otros problemas de la obra, aunque de menor calad, son la desmesurada cantidad de homenajes que vemos en la obra en la que el nombre de casi cada personaje es un homenaje a alguna figura destacada del medio que puede hacer que el lector se distraiga de la lectura.
La parte más emotiva del volumen es el texto en el que Galán Galindo nos habla sobre su compañero de fatigas a los lápices y tintas, que, como ya hemos mencionado, hace un muy buen trabajo en el diseño de los personajes y en escenas en las que tiene que modificar su estilo para asemejarse al de otros autores o estilos. Por encima de esos aspectos, esta su trabajo narrativo y su capacidad para hacer personajes muy expresivos, a los que sabe dotar de un estilo personal que no se asemeja del todo a los cánones habituales de los cómics de superhéroes, pero que funciona bien y le da al cómic un aspecto muy particular. La única nota negativa que se puede poner a su trabajo es que los fondos que hace que algunas ocasiones tengamos a personajes que nos den la impresión de estar flotando sobre ellos en lugar de estar aquí. El color es sobre todo funcional y derivado del que se emplea en el género, aunque también tiene un uso narrativo y sirve para transmitir emociones.
Panini hace una edición de calidad de una obra que supone su vuelta a las obras de creación propia tras mucho tiempo. Ojalá sea la primera de muchas, aunque los antecedentes no nos hacen ser demasiado optimistas.
En Pro, David Galán Galindo, Manuel M. Vidal y Déborah l. Villahoz no ofrecen un correcto cómic de superhéroes que sabe crear un universo propio basado en nuestro país. Sin embargo, la ambición de la premisa inicial se va evaporando con el paso de las páginas para acabar cayendo en todos los tropos del género lo que deja una sensación de oportunidad perdida por atreverse a salir del fan-service y del mero homenaje a los cómics de superhéroes más clásicos.
Lo mejor
• La gracia con la que introduce a Pro como una figura fundamental en momentos claves de la historia de España.
• Vidal hace un gran trabajo con los personajes.
Lo peor
• La obra va claramente de más a menos sin aprovechar del todo las múltiples posibilidades que plantea al inicio.
• Que el nombre de cada personaje secundario sea un homenaje a un autor resulta muy redundante y termina por sacarte de la historia.