Proceso creativo: Aventuras de un oficinista japonés

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Edición original: Aventuras de un oficinista japonés; Bang Ediciones (diciembre de 2011).
Guión, dibujo, entintado, color y diseño: José Domingo.
Formato: tomo de 120 págs. encuadernado en cartoné.
Precio: 22,00 €.

 

Durante los últimos años, hemos tenido ocasión de seguir la trayectoria de José Domingo (Zaragoza, 1982), desarrollada principalmente a través del ya extinto colectivo PolaqiaBarsowia, Polaqia Sketchbook #4-, pero también en otras publicaciones como Fiz, Retranca, Carne Líquida o Usted está aquí. Fue con Cuimhne, publicada en 2008, cuando se embarcó en su obra más larga, guionizada por Kike Benlloch. Pero aunque en todos y cada uno de los proyectos mencionados el historietista zaragozano dio buena muestra de su talento, había curiosidad por comprobar cómo se desenvolvía en un proyecto extenso en solitario, como autor completo; una incógnita despejada durante el pasado mes de diciembre, con Aventuras de un oficinista japonés (Bang Ediciones), una de las últimas novedades editoriales publicadas durante 2011, que llegó a las librerías especializadas con tiempo suficiente para convertirse -en opinión de quien escribe estas líneas- no solo en uno de los mejores cómics del año, sino también en uno de los más sorprendentes, arriesgados y originales de la historieta española reciente.

Recientemente, Entrecómics publicó una entrevista en la que abordaron la trayectoria de este autor y comentaron diferentes aspectos relacionados con Aventuras de un oficinista japonés. Para evitar redundancias y, de algún modo, servir como complemento a dicha publicación, durante las últimas semanas hemos preparado el contenido que os ofrecemos a continuación: una entrevista centrada en el proceso creativo subyacente a esta obra, aderezada con las explicaciones y el material gráfico que nos ha proporcionado el propio José Domingo. No sin antes recomendaros la lectura de este tebeo y, por supuesto, agradecer al autor el tiempo y la amabilidad que nos ha dedicado, entremos en materia…

Entrevista a José Domingo

David Fernández (D.F.).- Las cinco páginas que vamos a comentar de Aventuras de un oficinista japonés fueron publicadas originalmente en el Fanzine de las Xornadas de Banda Deseñada de Ourense. ¿Tuviste claro desde un primer momento que las alocadas andanzas de este personaje tendrían un mayor recorrido?

José Domingo.- No, en un principio nació como una historia corta, partiendo de una premisa experimental y con la única intención de divertirme y de divertir, pero me lo pasé tan bien haciéndola y le vi tantas posibilidades de continuidad a la mecánica de la propia historieta que decidí intentar sacar adelante algo más extenso, así que coloreé aquellas cinco primeras páginas y monté un dossier, explicando un poquito cómo podría ser un libro entero con esa idea, a pesar de que no tenía (ni tuvo nunca) guión previo.

Primera página de Aventuras de un oficinista japonés: lápiz, aguada, tinta y color.
(haced click sobre las imágenes para ampliarlas)

D.F.-¿Continuaste desarrollando el libro antes de recibir luz verde por parte de alguna editorial, o esperaste a que el dossier convenciera a alguna editorial?

José Domingo.- Mi idea siempre fue presentarlo primero a editoriales y, si salía el libro hacerlo. Preparé el dossier específicamente para el Saló y no con demasiado tiempo, cosa de un par de semanas antes y como enseguida tuve respuesta por parte de Bang, pues seguimos adelante. En caso de que alguna editorial estuviera intersada pero necesitase más material, seguramente habría continuado con unas cuantas páginas más a lápiz, pero no habría terminado el libro si no hubiese interés editorial en él, hubiera pasado a otra cosa.

D.F.- Las imágenes que nos has enviado permiten que nos hagamos una idea acerca de cada una de las fases del proceso creativo, pero con ánimo de concretar un poco más tu mecánica de trabajo, ¿sueles realizar un guión o storyboard previo? ¿Tenías claro cómo finalizaría la historia, o la idea inicial fue mutando conforme avanzaba el proyecto?

José Domingo.- Si, por norma general suelo hacer un story previo. Me preocupo bastante de ajustar la narración y del ritmo y necesito tener algo en qué apoyarme antes de hacer el dibujo definitivo. En Aventuras de un oficinista japonés la idea original era ir dibujando completamente cada viñeta a medida que el personaje avanzaba antes de pasar a la siguiente, sin tener ninguna guía, y así lo hice con las primeras páginas; después, cuando comencé a dibujar el libro, vi que este método me llevaría demasiado tiempo y opté por realizar un storyboard previo pero con la misma premisa, la de dejar llevar la historia y al personaje a medida que dibujaba, dejando que las acciones fuesen encadenándose y construyendo la historia a medida que se sucedían unas a otras siguiendo una lógica absurda.

Sí que es cierto que en algún momento se me ocurría llegar a algún punto concreto, y trataba de guiar un poco el argumento hacia ahí, pero nunca más allá de unas pocas viñetas. El final estuvo en el aire casi hasta el último momento, de hecho, la última viñeta no la vió nadie hasta que estuvo completamente terminado el tebeo.

Del storyboard a la página completa; para ver cómo continúa la secuencia, haced click aquí y aquí.
(haced click sobre las imágenes para ampliarlas)

D.F.- Dejando a un lado el storyboard previo –que como comentas, en un determinado momento decidiste realizar en su totalidad–, ¿cómo te organizaste para abordar las diferentes fases? Es decir, ¿primero completaste el lápiz, después tinta y color del libro completo, o alternaste las fases, trabajando en diferentes páginas de forma simultánea?

José Domingo.- Realicé cada fase en su totalidad antes de pasar a la siguiente, tratando siempre de evitar dejar flecos; prefiero trabajar ordenadamente y poder ir completando etapas, porque si no se te hace mucho más largo y cansino el trabajo, sobre todo cuando se trata de un libro largo. Tener constatemente en la cabeza que te falta tal o cual página o viñeta por terminar es agotador y abordar cada fase habiendo completado la anterior te permite coger dinámica e ir automatizando el proceso en el que te encuentras.

D.F.- Cada página de Aventuras de un oficinista japonés está repleta de información, de personajes secundarios, pequeños detalles e historias en segundo plano que enriquecen la narración del deambular del protagonista. ¿Cómo fue el proceso de conectar todos esos elementos? ¿Anotabas cada idea, cada pequeña anécdota conforme se te ocurría y posteriormente tratabas de hilvanarlas, o fue un proceso más espontáneo, con cabida para la improvisación?

José Domingo.- No, a medida que se construía la historia se construía también un micromundo, como comentaba antes, al ir haciendo el dibujo iban surgiendo los personajes y cuando había oportunidad, trataba de colar algún personaje o referencia que ya hubiera salido o estuviera relacionado con otro momento del tebeo para reforzar esa sensación de que el tebeo tiene un mundo propio y que tuviera más gracia, era ir tejiendo todo sobre la marcha.

Segunda página de la obra, en sus diferentes fases.
(haced click sobre las imágenes para ampliarlas)

D.F.- Por lo que hemos podido ver, en las páginas originales dibujaste –en sentido apaisado– dos viñetas de las cuatro que componen cada página. Pero en la fase inicial de dibujo a lápiz, tras establecer las líneas que determinan la perspectiva isométrica ¿por dónde continuabas? ¿Fondos, detalles, personajes…? ¿Qué tipo de papel utilizaste?

José Domingo.- Siempre empezaba dibujando al oficinista en primer lugar, para situarlo y marcar bien su reacción y su expresividad para después, en base a él, ir haciendo el resto de cosas, continuando por el fondo y los objetos o personajes que interactuaban directamente con el oficinista, luego lo que se veía afectado o en segundo plano y así. Dejaba mucho del dibujo de los detalles y coñas secundarias sin planificar en el story, y surgían al dibujar a lápiz, como el un zombi que entra en una tienda de ropa, un discreto señor en el fondo que se acerca a una mujer que fuma y esas cosas.

Utilizaba papel de tamaño A4 siempre; uno corriente de 80 gr. para dibujar el story y después las míticas láminas de papel Guarro 130 gr. para entintar. Tienen un tacto un tanto esponjoso que permite modular un poco el trazo del grafo y que pille más regustillo y además son baratas. El story lo dibujaba en tamaño A4 y las páginas definitivas en A4 en formato apaisado, 2 viñetas por hoja, con lo cual cada plancha de cómic es en realidad un A3 de cuatro viñetas.

D.F.- En la galería de fotos que completaba la estupenda entrevista publicada en Entrecómics podemos ver una mesa de luz y diferentes páginas en las que aparentemente dibujaste personajes y fondos de forma aislada. ¿Los incorporabas con posterioridad a cada página empleando la mesa de luz, o ese encaje lo realizabas haciendo uso de aplicaciones informáticas?

José Domingo.- Pues dependía un poco de la escena. A veces dibujaba todo junto y simplemente me servía de la mesa de luz para pasar de lápiz a tinta; en otras ocasiones, me servía para mover un poco el fondo y poder continuarlo en la siguiente viñeta o bien cuando no había cambios en el escenario, me valía de un fondo dibujado una sola vez para entintarlo en cada viñeta que se repetía. Otras veces lo hacía una sola vez y lo acoplaba en el ordenador pero, en contra de lo que pueda parecer, este proceso casi da más trabajo del que quita.

Pero vamos, el uso principal de la mesa de luz fue el de hacer todo el proceso de entintado en ella y aumentarme un par de dioptrías en cada ojo.

Continúan las andanzas del oficinista nipón.
(haced click sobre las imágenes para ampliarlas)

D.F.- En estas páginas también podemos ver restos de lápiz azul en parte del abocetado e incluso en la definición de los márgenes de las viñetas, imaginamos que posteriormente eliminados con el Photoshop. ¿Un vestigio de tu pasado en el campo de la animación? ¿Qué marca y modelo de lápiz de grafito y azul sueles emplear?

José Domingo.- La técnica es la siguiente: dibujo el story a lápiz normal (Staedtler de los amarillos y negros de toda la vida) lo escaneo, lo amplío al tamaño de página definitivo y lo paso a color azul en el ordenador; añadía de fondo una plantilla con el tamaño y marco de las viñetas y unas guías con los ejes de la perspectiva y lo imprimía para hacer el lápiz definitivo encima. Luego ya el entintado lo realizaba con mesa de luz directamente.

Imprimir las páginas en azul me permitía básicamente poder hacer un lápiz definitivo sin que me entorpeciera demasiado el boceto y que quedase lo más claro posible porque una vez que le pones una lámina encima en la mesa de luz, al ver peor el dibujo si tienes mucho lío de líneas te pierdes. Con este proceso también se puede entintar directamente sobre la impresión en color azul y ésta desaparece completamente al escanear y ajustar la imagen posteriormente, aunque no es esto lo que hice en el oficinista.

El lápiz azul lo utilizo a veces para dibujar, Miguel Robledo me pasó de estraperlo varias cajas de la marca americana Col-Erase que van muy bien.

D.F.- En cuanto al entintado, en las fotos parece apreciarse un Pentel Pocket Brush Pen. ¿Fue éste el pincel que usaste de forma más habitual? Teniendo en cuenta la cantidad de pequeños detalles apreciables en cada página, ¿echaste mano de rotuladores calibrados para entintarlos, o también te decantaste por el pincel para ello?

José Domingo.- El Pentel, ese instrumento ya mítico entre los dibujantes de todo el mundo, lo utilicé principalmente para rellenar masas de negro. La mayor parte del trabajo de línea, por no decir todo, está hecho con rotuladores calibrados principalmente del 0,2. Marca Staedtler, también. No por nada en particular, son fáciles de encontrar y baratos. (Es la segunda vez que nombro la marca: si alguien de Staedtler lee esto, por un módico precio puedo alabar las virtudes de sus productos de la manera más rastrera en futuras ocasiones).

Página 4: la importancia del color, que comentaremos a continuación.
(haced click sobre las imágenes para ampliarlas)

D.F.- A diferencia del resto de la obra, aplicaste aguadas a esta secuencia introductoria. ¿Por qué terminaste descartando esta opción en el resto de páginas?

José Domingo.- Una vez que le dí color a las cinco primeras páginas para hacer el dossier vi que el cómic ganaba muchísimo y ya no cupo planteárselo de otra manera. La verdad, parece que el cómic lo pedía a gritos, es algo que me comentaron muchos colegas y compañeros dibujantes al ver esta primera historia y tenían razón.

D.F.- En lo que se refiere al coloreado, no solo se intuye especial cuidado desde un punto de vista puramente estético –resulta visualmente muy atractivo y se mantiene la coherencia cromática a lo largo de toda la obra–, sino que por encima de todo destaca su funcionalidad narrativa. Centrándonos en la secuencia que estamos comentando, el color contribuye a enfatizar la transformación del oficinista y a definir el paso del tiempo, cuando se queda dormido en el bosque. ¿Racionalizaste y estudiaste mucho este aspecto del proceso creativo, o lo abordaste de un modo más intuitivo? ¿Tuviste claro desde un primer momento la paleta de colores que mejor encajaba con esta historia?

José Domingo.- Me dejé llevar bastante por el tono de la historia, que pedía colores vivos y un poco pasaos de rosca y después, sí, intentaba utilizar el color como un elemento narrativo más, porque abre muchas posibilidades expresivas y determinadas cosas, de no ser por el color, no se podrían entender o expresar adecuadamente.

En cuanto a la parte técnica, traté de mantener un color plano en todo momento, me rompía bastante la cabeza para encontrar colores que combinasen y a la vez contrastasen mucho; también pensaba en los materiales de los objetos a colorear. Por ejemplo, los materiales artificiales, como los metales de tuberías, vallas y demás suelen tener colores más “irreales” o forzados que otras cosas como las maderas y papeles.

Luego, a medida que iba avanzando en el coloreado, me iba creando una paleta con los tonos que veía que funcionaban para utilizarlos más adelante, y acabé teniendo una paleta a medida que sigo utilizando para otros trabajos.

Tiendo bastante al colorín y a los tonos amarillos y cálidos, por alguna razón que desconozco y seguramente tenga que ver con algún trauma de infancia.

El color, empleado con fines narrativos.

D.F.- Imaginamos que el coloreado es enteramente digital, empleando Photoshop o un software similar. ¿Podrías detallarnos un poco las fases de esta parte concreta del proceso creativo?

José Domingo.- Una vez que pillé método de coloreado, empezaba creando capas diferentes para el fondo, los elementos del fondo, el oficinista, los personajes secundarios y los efectos. (humos, sombras, líneas de acción o añadidos concretos), que es lo básico que aparece en casi todas las viñetaas, y luego ya añadía capas según hicieran falta; en caso de que hubiera muchos personajes secundarios, por ejemplo, hacía primero una capa y los silueteaba de un solo color para tenerlos separados y claramente visibles con respecto al resto del dibujo y así, seleccionando esa capa con los personajes ya delimitados, podía seleccionarla y pintar esos personajes sin salirme.

Si había que meter línea de color, capa al canto también.

Por lo demás, usaba principalmente las herramientas del pincel y el cubo de pintura para colerar áreas de un mismo color con un solo clic. Cuando algún color no me cuadraba, seleccionaba ese color únicamente y con la herramienta “Tono y saturación” movía los valores hasta que encontraba el valor que me parecía que iba bien.

Normalmente empezaba dando un color de base a toda la viñeta para pillar un poco la atmósfera que quería darle y que normalmente acababa siendo el color del suelo. Luego iba coloreando lo demás por orden de tamaño de superficie, porque al final lo que da el tono general de la viñeta o de la secuencia son las grandes manchas de color. Los detalles ya me servían para contrastar y dar más color y vidilla a las escenas y al oficinista lo coloreaba casi siempre en último lugar, ya que tiene el mismo esquema de color a lo largo de todo el tebeo.

La secuencia completa, paso a paso.
(Para visualizar las fotos a mayor resolución, consultad nuestro Flickr)

D.F.- La secuencia introductoria resume a la perfección el espíritu del libro, en el que el lector es invitado a disfrutar del binomio acción-reacción llevado al extremo. Como si de una gigantesca yincana videojueguil se tratara… o un espectáculo de slapstick que llega a buen término no solo por el aluvión de ideas divertidas e interesantes –y un tanto sádicas, también– que se suceden, sino también por la expresividad del protagonista. Personalmente, creo que tiene un gran mérito lograr mantener el ritmo, la comicidad y la capacidad de sorpresa durante 112 páginas. ¿Lograste hacerlo ya en un primer intento, o hubo alguna secuencia concreta que se te atragantara y que fuera necesario rehacer, modificar o eliminar?

José Domingo.- En principio iba todo bastante rodado, aunque sí que es verdad que en ocasiones tenía que exprimirme los sesos para dar con la expresión o postura exactas del oficinista y lograr así el máximo de expresividad y comicidad. Soy muy pejiguero con este tema y en muchas ocasiones lo repetía una y otra vez. En cuanto a las secuencias, en ocasiones se me ocurrían varias formas de continuar a partir de una acción determinada y entonces exploraba dichas posibilidades, abocetando varias páginas y luego volviendo al punto de partida y tirando en la otra dirección. Dada la naturaleza del tebeo, esos golpes de timón podrían haber dado lugar a una historia completamente distinta y nunca sabremos adonde podrían haber llegado…

Barajando alternativas: boceto inicial y versión definitiva de la pág. 65.
(haced click sobre las imágenes para ampliarlas)

D.F.- Estas páginas también son perfectamente representativas de cómo tu estilo tiende hacia la síntesis, por cierta reducción a lo icónico que no oculta la complejidad compositiva de esta obra: no solo por la elección de un plano fijo, sino también por la necesidad de encontrar el equilibrio entre toda la información –puramente visual, al tratarse de un cómic mudo– condensada en cada viñeta, el mantenimiento del ritmo y la coherencia estética a la que aludimos con anterioridad. ¿Te resultó especialmente complicado mantener este equilibrio?

José Domingo.- Volvemos un poco sobre el punto anterior, el buscar un punto en el que encaje la expresividad del personaje y el momento; es un poco lo mismo, dar la información, meter cosas entrelazadas pero sin perder la claridad de la acción principal que está sucediendo, cuando veía que algo me chirriaba, entorpecía la lectura o podía dar pie a malentendidos, lo quitaba de en medio inmediatamente. Sobre todo, al no tener una idea preconcebida del tebeo, me sentía igualmente libre de meter una viñeta con ciento y pico personajes que una completamente vacía, lo que la historia pedía en cada momento.

Misteriosas criaturas del bosque acechan al protagonista.
(haced click sobre las imágenes para ampliarlas)

D.F.- En varias de las páginas que nos has facilitado plasmas situaciones en las una acción que sucede en una viñeta invade la calle de la página para mostrar su consecuencia en la viñeta adyacente. Esto no solo alimenta la sensación de locura e interconexión entre los pequeños sucesos relatados, sino que además contribuye a guiar el ojo del lector y, en su gradación –me refiero a determinados pasajes del libro en los que este recurso se hace más evidente, llegando incluso a romper la férrea composición de 2×2–, determina la intensidad y relevancia de las secuencias. ¿Habías explorado y premeditado con anterioridad esta opción, o nuevamente surgió como fruto de la improvisación, la idiosincrasia de esta obra y los derroteros que estaba tomando la historia?

José Domingo.- En la primera ocasión que aparece ese recurso es cuando el humo de una viñeta pasa a la siguiente y es aspirado por el oficinista. Surgió un poco por necesidad, para que se entendiese qué estaba sucediendo. De otra forma, al haber avanzado un poco el escenario, podría parecer que el humo salía de ninguna parte. Lo incorporé inmediatamente al abanico de recursos que podía utilizar y cuando la situación lo requería, pues lo utilizaba. Así también relajaba un poco el esquema cerrado de narración y metía pequeños “sobresaltos” para darle más ritmo al tebeo. En páginas como la del río subterráneo, además, me pareció la solución más óptima para reflejar a la vez el paso por diferentes zonas y el vértigo del descenso acuático.

Acción y reacción: al igual que en este caso, los efectos de una viñeta se proyectan sobre
la adyacente, invadiendo la calle de la página
(haced click sobre las imágenes para ampliarlas)

D.F.- Aventuras de un oficinista japonés no solo destaca por su contenido, sino también por el continente: por su presencia y valor como objeto. El formato empleado –encuadernado en cartoné–, el tamaño –24×33– y lo cuidado de la edición. Atendiendo a los créditos del libro, también te encargaste de su diseño. ¿Tuviste total libertad a la hora de elegir tamaño, materiales y características de la rotulación y maquetación? ¿Estás satisfecho con el resultado final?

José Domingo.- Contentísimo con el resultado, ha quedado un libro chulísimo y sí, en todo momento Bang me permitió ocuparme del tema de la maqueta libremente, pero también cuando surgía alguna cosa que no les convencía, lo hablábamos y llegábamos a algún acuerdo. Pero esto únicamente ocurrió con la portada, ya que yo estaba convencido de usar una composición diferente a la que ha quedado, con una franja blanca para meter el título y usar una tipografía más recta, como estaba en la portada provisional que había realizado tiempo atrás [ver aquí]. Finalmente, tras sopesar varias opciones e intercambiar muchos mails con Ed, que es quien lleva más el tema de diseño en Bang decidimos que el círculo blanco era la mejor opción y tapaba menos parte de dibujo y que le sentaría mejor una tipografía redondeada, también a sugerencia de Ed.

En un principio yo no estaba demasiado convencido, tal vez porque llevaba mucho tiempo viendo la portada provisional (que se utilizó para ir moviendo el libro antes de su salida), pero finalmente está claro que es como mejor queda. El texto de contra también fue cosa de la editorial, mi idea original era describir en texto y del tirón lo que pasaba en las primeras páginas del cómic, pero la verdad es que resultaba un peñazo, ¡ja ja ja!

Sí, literalmente, un gran libro. Fotografía publicada originalmente en el blog del autor.

D.F.- Llegados a éste punto, solo nos queda agradecerte el tiempo y las explicaciones que nos has dedicado. Muchas gracias por todo, y que el libro funcione como creemos que se merece (muy bien, por si quedan dudas al respecto).

José Domingo.- ¡Muchas gracias a vosotros!

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Roque
Roque
13 enero, 2012 12:16

currazo, interesantísimo a más no poder, hoygan… (Staedtler, ya están tardando en darle algo a este chaval, material de por vida or whatever…)

cooler
cooler
13 enero, 2012 12:30

Muy interesante la entrevista. Y didáctica.

Elokoyo
Elokoyo
Lector
13 enero, 2012 15:57

Sinceramente, no conocía esta obra. La entrevista me ha gustado mucho pero los dibujos y el «storytelling» me han impresionado mucho.
Me lo voy a comprar seguro. Me parece una muy buena alternativa a los comics que suelo leer habitualmente.

Pedro Monje
13 enero, 2012 15:58

Si el objetivo de esta pedazo de entrevista es animarme (que digo: obligarme!!!) a comprarme «Aventuras de un oficinista japonés», misión cumplida. Y con matricula.
 
Y lo bueno es que en cuanto haya degustado el tebeo volveré a repasar la entrevista en busqueda de los detalles perdidos.
 
Buen trabajo, David. Y a Jose Domingo también.

JAVIE
JAVIE
Lector
13 enero, 2012 18:22

Vaya pedazo de entrevista,si señor,mi mas sincera enhorabuena a David por currarse las preguntas (Como se agradece cuando el entrevistador sabe de que va el tema…) y a José por prestarse a explicar todas esas cuestiones tecnicas que tanto nos gustan leer.