Es un placer conocerlo, Sr Black. Podrá encontrarme en el 598 de a Calle Angell, en la provincia de su majestad de las plantaciones de Providence. Howard Philllips Lovecraft será su humilde siervo
Si hay actualmente una serie que confirme la sana intención por parte del sello independiente Avatar Press de madurar y entregar productos de calidad que vayan más allá de empaquetar violencia y sexo explícitos al servicio de autores como Warren Ellis, Garth Ennis o David Lapham que puedan dar rienda suelta en ella a los excesos que otras editoriales no les permiten esa es Providence, la colección escrita por el guionista británico Alan Moore e ilustrada por el dibujante estadounidense Jacen Burrows y con la que ambos colaboradores vuelven a coquetear con el mundo literario de Howard Phillips Lovecraft como ya hicieron años atrás con The Courtyard y Neonomicon, díptico del que esta Providence que nos ocupa es precuela directa. Después del primer tomo Providence 1: El Miedo que Acecha Panini Cómics editó este Providence 2: El Abismo del Tiempo que abarca desde el número 5 a 8 de la serie y si, como afirmamos en la reseña que le dedicamos el año pasado, los cuatro primeros números del proyecto sólo eran la toma de contacto por parte de Moore y Burrows con la historia que ambos estaban diseñado los recopilados en esta segunda entrega comienzan a desplegar todas las posibilidades narrativas y estilísticas que un producto como el ideado por los creadores de Promethea y Crossed atesora en su interior, no pocas ni baladíes en manera alguna.
Providence 2: El Abismo del Tiempo vuelve a seguir los pasos de Robert Black, el periodista que durante el año 1919 decide recorrer Nueva Inglaterra para encontrar la inspiración que le permita escribir su «gran novela americana» impulsado por la existencia de un libro de alquimia llamado “Kitab al Hikmah al Najmiyya” o “El Libro de la Sabiduría de las Estrellas”, escrito por Khalid Yazid en el siglo VIII d.C, que según cuenta la leyenda vuelve loco a todo aquel que osa leerlo y no dejando de ser una referencia al ficticio Necronomicon de Abdul Alhazred que poblaba no pocos relatos del autor de En la Montañas de la Locura o La Sombra Sobre Innsmouth. En el presente tomo nuestro protagonista continuará su periplo por el lado oscuro de Estados Unidos haciendo paradas en Manchester o Boston, para ir implicándose cada vez más en un submundo en el que la realidad y el plano onírico de la propia mente de Black parecen amalgamarse en un mismo y ambiguo plano dimensional en el que nada es imposible y pueden llevarse a cabo las mayores atrocidades, siempre con el convencimiento por parte del protagonista de que todo es parte de una sugestión producida por la hipnosis o el agotamiento, tratando así de eludir, ya sea de manera voluntaria o no, su implicación en hechos terribles.
Alan Moore imprime con su habitual solidez un desarrollo gradual de acontecimientos mutando en cada nueva entrega y lo que en el primer tomo era subrepticio y sugerido aquí va explicitándose cada vez más por medio de una inmersión sensorial que experimenta el personaje principal transmitiéndose a su vez al lector gracias al ferreo control de la narración por parte del autor de Watchmen y el apoyo incondicional de un cada vez más compacto Jacen Burrows en el repararemos un poco más tarde. Poco a poco el guionista británico va añadiendo más piezas a un puzzle que comienza a tomar forma mostrando un in crescendo de tensión y atmósfera tan opresiva como herética, en ocasiones casi atravesando las viñetas, algo que puede percibirse en el pasaje en el que Robert Black por fin puede leer pasajes del Kitab al Hikmah al Najmiyya viéndose devorado por la malsana naturaleza sobrenatural del misterioso libro. Como sólo los grandes maestros saben hacer Moore dosifica el tempo de su escritura y alterna pasajes cadenciosos y calmados con arrebatos de violencia explícita e implícita desembocantes en algunos pasajes que quedan grabados en la retina del lector, como la violación más perversamente planificada y ejecutada que se haya podido ver nunca en un cómic aconteciendo en el número seis contenido en este tomo.
Pero los conocedores de la obra de Alan Moore saben que el simple hecho de ir dando forma a un relato como el de Providence en el que se interconectan pesadilla y realidad, en el que las referencias a la obra de H.P. Lovecraft cada vez más veladas y sutiles (en este tomo las tenemos a Herbert West: Reanimador, El Que Acecha en el Umbral o El Horror de Dunwich) se amalagaman con las que homenajean a la obra previa del británico (imposible no pensar en varios pasajes tanto en From Hell como en League of the Extraordinary Gentlemen) no es suficiente para él, de modo que en el octavo número de la serie, el último de este tomo, decide comenzar una dialéctica intertextual y metaficcional con el lector en la que decide romper la narración tradicional en fondo y forma convirtiendo a los personajes en conductores de lo que parece ser una fusión entre literatura escrita y arte secuencial que aquí sólo da sus primeros pasos y no sabemos hacia dónde se encaminará en la recta final de la serie. Rizando el rizo de la autoconsciencia ficcional de Providence, como pieza adscrita al mundo de la narrativa Moore, decide comenzar este juego de espejos justo en el episodio en el que hace acto de presencia el mismo H.P. Lovecraft, el autor cuya obra asienta las bases de la colección de Avatar Press que nos ocupa en esta entrada.
Con respecto a Jacen Burrows debemos hablar de una notable evolución en su trazo mejorando número a número, viéndose reforzado por un coloreado que también gana enteros gradualmente. Lo cierto es que la labor del autor de Las Crónicas de Wormwood o 303 en Providence debe ser abordada detenidamente ya que después de años estancado en una impronta que vasculaba entre lo correcto y lo mediocre el estadounidense ha tenido que cruzar su camino con el de Alan Moore para que este último saque de él su mejor versión. Algo de eso ya se dejaba ver, aunque con cuentagotas, en The Courtyard y Neonomicon, pero en esta ocasión las aspiraciones más ambiciosas y a largo plazo de Providence se están convirtiendo en el perfecto campo de entrenamiento para que Burrows salga del pozo de autoindulgencia artística en el que llevaba años sumergido. Como es lógico nunca vamos a afirmar que el co creador de Crossed sea un virtuoso a los lápices, porque estaríamos faltando a la verdad, pero sería una necedad no admitir que los cuatro números de este segundo volumen dan claras muestras de un detallismo cada vez más cuidado tanto en los personajes como en los fondos, un afán por abandonar su conocido estatismo que todavía le impide abordar pasajes más cinéticos y una perfecta conjunción con la letra escrita de Moore, un guionista que, a diferencia de otros, en lugar de amoldarse al estilo de los ilustradores que colaboran con él los desafía para que desplieguen todo su talento.
Con Providence 2: El Abismo del Tiempo Alan Moore y Jacen Burrows ya han mostrado sus cartas y comienzan a hacer jugadas, consiguiendo con algunas de ellas ofrecer pasajes que desde ya están entre lo mejor del cómic reciente a nivel mundial. El tercer tomo marcará la recta final de la colección y el que esto firma, leyéndolo actualmente a ritmo español, todavía no sabe hacia dónde se encaminará la misma después de que el guionista haya abierto la Caja de Pandora de la metaficcionalidad en el número ocho que cierra este soberbio tomo que, al igual que sucedía con el anterior, encuentra en el diario de Robert Black incluido por episodios al final de cada número una fuente inagotable de información ayudándonos a replantearnos todo lo que hemos visto en viñetas desde nuestro punto de vista, diametralmente opuesto al del protagonista epicentro de estas páginas. Panini Cómics ha publicado este mes de Octubre Providence 3: Lo Innombrable y en breve un servidor lo tendrá en su poder y dedicará su reseña correspondiente para poder así ver completo el enorme fresco que Moore y Burrows están dibujando con el fin de homenajear y reinterpretar la prosa de H.P. Lovecraft para ofrecer la opus magna de la historia editorial de Avatar Press. Todos los caminos llevan a Providence y dentro de poco sabremos que oscuro destino depara allí a Robert Black.
Hace mucho tiempo que no os escribo, pero me parecia muy duro que esta obra maesta de Alan Moore no recibiera ningun comentario,en fin…..Muy buena reseña,merecida,incluso le hubiera puesto una nota superior.Un estudio supremo de la obra de Lovecraft.Cuando leais el ultimo tomo y podais ver el conjunto alucinareis.Un saludo
¡Muchas gracias por pasarte y comentar, Antonio!
En breve tendré en mis manos el Volumen 3 y estoy deseando hincarle el diente para saber qué me tienen preparado Moore y Burrows, espero que el final esté a la altura de la obra que es sencillamente brillante. La reseña no tardará en caer una vez lo haya leído.
¡Un saludo!
La verdad es que ha sido un placer leer la reseña y que ésta tenga su espacio en ZN. Me falta sólo de leer el volumen 3 (estos cómics me los presta un amigo y actualmente se lo está leyendo él), si bien releeré los anteriores porque esta obra necesita ser leída como un conjunto para sacarle todo el jugo posible.
Gran reseña, sobre un gran cómic. De lo mejorcito que ha hecho Alan Moore, y por qué no decirle aún a riesgo de sonar hereje, de lo mejorcito que hay escrito sobre el universo lovecraftiano.
Gracias por tu aportación Juan Luis! Tengo ganas de leer la tercera! Eso sí, la pospondré a haber leído el volumen 3 🙂
No suenas como un hereje,Raul.Me he leido todas,sí, todas las obras de Lovecraft y muchísimos ensayos sobre su vida y sus escritos (tengo ya mi edad)y Providence es quizás el mejor homenaje que se le ha podido hacer,totalmente imbuido de su espíritu.A la altura de Promethea y From hell por lo profundo de su estudio.Jacen Burrows hace uno de sus mejores trabajos,como hicieron J.H . Williams III y Campbell.Un saludo a los dos.
Cuando leí el primer volumen, temí que Providence se limitara a un juego de elegantes referencias para goce y disfrute del aficionado a H.P.L. Algo así como una especie de carrusel, ornado con sus monstruitos y plagado de detalles hagiográficos que sin embargo, dejaría al lector con la confusa sensación de haber presenciado poco más que la deslumbrante auto-suficiencia de su autor.
Sin embargo, en este segundo volumen, tales temores se han evaporado.
En mi opinión, la historia que entreteje Moore a través de estos sosias lovecraftianos es tan interesante o más que las mismas historias que salieron del puño y letra de H.P.L, construyendo un coherente mosaico, realmente admirable, que mantiene la atención del lector y el suspense (me lo leí de tirón, incluyendo las partes en prosa). Además, el ahondamiento en la psique humana a través de los temas del sueño, la sexualidad y el tiempo, da al conjunto de la obra una dimensión mucho más profunda, casi junguiana, que invita a la re-lectura y a una lenta asimilación.
Como guinda, el terror está presente en toda la obra de una forma elegante y efectiva, así que olvídense de tentáculos de goma y rituales cochambrosos y prepárense para impactantes golpes de efecto, escenas «mal-rolleras» y momentos muy desconcertantes. Todo ello contrastado con la siniestra sobriedad del dibujo, dan a la obra una fuerza descomunal.
En definitiva, una obra compleja, inquietante y profunda. Digna adaptación y homenaje de las obras de H.P.L. que a su vez es historia, meta-historia y biografía. Para mí, Alan Moore ha demostrado una vez más por qué es el más grande.