Por regla general se suele hablar del término “obra menor” a aquellos títulos que, o bien no están a la altura del resto de trabajos artísticos de un autor en cuestión, o bien estos han quedado relegados a la sombra de otros más populares. Esto último es precisamente lo que le pasa a
¡Pussey!
Pese a ser una brutal y muy divertida sátira sobre la industria del cómic,
Dan Pussey es un ser patético, limitado, con todo un pack completo de taras sociales, pero aún así, es entrañable. Clowes consigue lo que Noah Van Sciver no era capaz en Fante Bukowski, la de crear un personaje negativo, ensañarse con él mediante la sátira, pero que al mismo tiempo nos pareciera humano, y le cogiéramos cariño. Ahí está la diferencia entre hacer un buen tebeo, y hacer una genialidad. Posiblemente, sea el cómic más divertido y con el que más me reído de todos los que ha hecho Clowes, y eso que, como suelo decir, por muy grande que sea la tragedia que quiere contarnos el autor, la comedia siempre está presente.
A lo largo de sus páginas y de sus capítulos, Clowes destroza desde dentro el entramando del cómic mainstream. Y lo hace con un envidiable conocimiento y sentido del humor. La sátira para que sea efectiva y creíble debe de hacerse con pulso firme y sin titubear; es decir, si hay que llevarse a algo o a alguien por delante, se lleva (en sentido figurado, se entiende). En ese aspecto, Clowes no tiene reparos en destruir mitos y figuras, y no solo se queda en lo mainstream, puesto que el cómic Underground, la prensa especializada, el arte y las galerías de arte… también reciben lo suyo.
Dan Pussey es Daniel Clowes, pero no es la única figura del mundo del cómic que es representada en este tebeo. Así pues, el Doctor Infinity es Stan Lee; demoledora sátira sobre «Stan the Man» que puede no hacerles gracia a sus fans más incondicionales pero que sirve como vehículo perfecto para mostrar las vicisitudes del medio y hacer un recorrido histórico del mismo. En este sentido, vemos los problemas que tuvieron Jerry Siegel y Joe Shuster con DC y su Superman en los 30; el comportamiento de William Gaines de EC (editorial que influyó mucho a Clowes; sobre todo, el trabajo de Wally Wood) con sus artistas durante la caza de brujas de McCarthy en los 50; o al propio Stan Lee en acción en los 60. Otras personalidades del noveno arte que salen son: Art Spiegelman como Gummo Bubbleman; Jaime y Beto Hernández como los hermanos Larosa y el señor Airado como Gary Groth, editor de Fantagraphics. Tanto Spielgeman como Groth no salen muy bien parados.
El ascenso y posterior caída (ambas de forma fulgurante) de Pussey dentro de la industria de los cómics, relegado al olvido por culpa de una nueva y más joven figura (pierde su puesto por un chaval de 17 años), culmina 35 años después con la muerte en soledad y en el mayor de los anonimatos de tan sufrido personaje. Clowes no tiene piedad con él y se muestra muy cruel, pero con la introducción de 2006 se saca una espinita, puesto que la cultura de masas ha degenerado tanto que al final ésta se ha convertido en un calco de los cuestionables gustos de Pussey. De este modo, y en un giro de guion que aparece sorpresivamente al principio y que cambia radicalmente el final del cómic, Pussey sale triunfante y victorioso, aunque que esto suceda no es precisamente un buen indicativo.
Siempre que se habla de Clowes no se suele mencionar a
Guion - 9
Dibujo - 9
Interés - 9
9
Sin piedad
Clowes nos destripa las entrañas de la industria del cómic mientras dispara con bala a todo y contra todos. ¡Pussey! es al cómic lo que El juego de Hollywood de Robert Altman al cine.