Llegamos al último tomo y al desenlace definitivo de
Dejamos el tercer tomo en un momento clave para los protagonistas, con el equipo especial U7 recuperando a Rem para la causa e introduciéndose en el interior de Solaris para destruir la amenaza desde dentro. La misión parecía ir por buen camino hasta el momento en el que aparece una nueva Kû, una entidad de autodefensa de la propia Solaris para eliminar a los intrusos y poder continuar con su misión. Rem, El y su gente luchan valientemente, con algunos flashbacks entremedias en los que nos cuentan un poco el modo de vida y la infancia de los personajes y que se entremezclan con una conversación entre Iriya y Muramatsu a propósito de las teorías del doctor Narita sobre la procedencia y función de Solaris y la Kû original, calcada a su propia hija. Con ese recurso argumental de ir mezclando unas escenas con otras con la única conexión visual de la lucha de los U7 y la destrucción terrestre, Shihira nos consigue explicar el origen del mundo y la sociedad distópica de la obra, así como el de la amenaza de Solaris y los Demis.
Gracias a esos pasajes comprendemos que estamos unas décadas después del año 2052, fecha clave en el universo de Q [Kû] ya que es en la que se produce el final de la Tercera Guerra Mundial y el surgimiento de las bases de la nueva sociedad clasista que rige el planeta en este contexto. Debido a la necesidad de conseguir una sociedad útopica libre de conflictos, el nuevo orden mundial utilizó esa premisa como pretexto para instaurar un sistema de clasificación de las personas en base a su pertenencia a una clase alta o baja, obtenida a partir de una segregación económica y social. De esta manera se creó una estratificación entre las gentes que iba siendo heredada y aquellos que nacían pobres o huérfanos podían quedarse en la clase baja o demostrar sus habilidades a través del entrenamiento militar para poder ofrecer sus servicios a las clases altas a cambio de poder pertenecer a las mismas, aunque en un escalón diferente a ojos de los demás. Algunos de los personajes, como Rem, El o los miembros del U7 son algunos de esos huérfanos que gracias a su habilidad militar pudieron hacerse un hueco entre los poderosos, si bien Rem declinó esa posibilidad tras ser utilizado como una mera herramienta. Y en medio del auge de esa sociedad distópica disfrazada de utopía por la ausencia de conflictos apareció Solaris, y agudizó las diferencias entre ricos y pobres. Mientras los de arriba, en la ciudad-cúpula podían sobrevivir a los ataques de los Demis, los pobres morían como ratas. Así que desde cierta parte de esa clase alta, la que aun tenía escrúpulos, se empezó a ver a Solaris como una especie de mesías, un enviado de más allá de la galaxia para castigar a la humanidad por sus errores y purgarlos.
Pero la realidad es mucho más lógica y científica que esto, y en realidad Solaris no es más que una nave-sonda de una raza superior a la humana que fue enviada a la Tierra en la Prehistoria con el objetivo de recabar información sobre nuestra posibilidad de evolución de nuestra civilización y la riqueza de nuestro planeta. De este modo Solaris poseía la capacidad de realizar un escáner sobre las distintas formas de vida del planeta y emitir copias de objetos o seres que pudieran interactuar con nosotros y tomar muestras de nuestros datos de diversa índole. El problema es que al contrario que en una especie viva, la reproducción, biológicamente hablando, se basa en la transmisión genética y la diversificación mediante la selección natural, Solaris utiliza también la retransmisión cultural para replicar las condiciones de vida totales de la Tierra. Es decir, Solaris no recogía solo genes para replicar al individuo objeto del escáner, sino que también copiaba aspectos de su intelecto y su psique. De este modo, cuando las personas miraban a Solaris y sentían miedo ante lo desconocido, ese terror se transmitía a la copia generada por la sonda y daba lugar a esos monstruosos Demis que atacaban a todo el que se cruzaba en su camino. Inconscientemente el hombre era un lobo para el hombre, a través de sus propios miedos y temor a lo desconocido y ajeno.
Una vez comprendido esto, volvemos a la lucha contra Solaris, en la que Rem y El, tras perder al resto de miembros del U7, se ven obligados a decidir entre activar el “proyecto Blue”, una maniobra desesperada que estrellaría un asteroide contra Solaris, destruyéndola pero ocasionando el exterminio de una gran parte de la población humana; o seguir luchando y arriesgarse a ganar o perderlo todo. Rem fuerza la situación e intentan continuar la lucha y, en el momento más decisivo, cuando el dispositivo de autodefensa de Solaris está a punto de acabar con ellos, Kû aparece y salva el día. Kû ha sido capaz de desarrollar un corazón propio gracias a su interacción con Rem y los suyos, y ahora pretende defender aquello en lo que cree que merece seguir viviendo. Ambos seres comienzan a luchar y Kû adquiere las capacidades de lucha de Rem y El y arrincona a Solaris, que no tiene más remedio que usar su última carta en la manga y hace retroceder en el tiempo a los dos soldados del U7.
Rem y El llegan a la Prehistoria y se encuentran con el operario de Solaris original que trajo la esfera a la Tierra y les explica que no es más que una máquina de toma de muestras y análisis, y que la única manera de que haya podido adquirir esa conciencia propia es que tras su muerte hubiese seguido operativa y aprendiendo del entorno. Envía de vuelta a Rem y El a la Tierra en nuestra época y ambos asisten al sacrificio final de Kû, que pretende llevar a Solaris de vuelta a su planeta de origen y promete volver algún día para seguir siendo amigos. Tras esto, la acción se sitúa en un futuro posterior a la batalla, con Rem trabajando en la reconstrucción de una de las ciudades destruidas, en el nacimiento de una nueva sociedad en apariencia más justa y próspera que la anterior, y, sobre todo, con más esperanza. Una esperanza que demuestra Rem cada día al mirar al cielo esperando el regreso de Kû.
Ciertamente, este cuarto tomo de Q [Kû] recupera el espíritu de ese arranque de gran ritmo y que tan bien combinaba la acción, con los toques de humor con la reflexión crítica acerca de la sociedad y de la moral humana. Aquí además Shihira hace un gran trabajo en cuanto al ritmo narrativo en el sentido de que sabe combinar muy bien los momentos de distinto tono para mantener el entretenimiento visual al mismo tiempo que nos va contando elementos capitales para conocer por fin el origen de Solaris, su cometido y el interesante mundo en el que se desarrolla el conflicto. Hay momento realmente geniales en cuanto a la narración y la elección temática, como esa explicación de la razón de ser de Solaris aludiendo a la existencia del “gene” y el “meme” a la hora de perpetuar una especie o los momentos retrospectivos y metafísicos en el que los personajes meditan sobre la pérdida de humanidad de la sociedad y al adquisición de la misma por parte de las réplicas, dando lugar a que todo lo humano o producto de ellos son entidades prácticamente sin corazón, mientras que lo no humano, las armas que son Kû y sus congéneres, sí que son capaces de desarrollar ese corazón que no tienen. Hay referencias en este sentido a
No obstante, pese a que la historia resulte interesante y bastante bien resuelta, y que la narrativa y el ritmo recuperen el “punch” en este cuarto volumen, no deja de sentirse que hay bastantes situaciones y personajes que quedan desaprovechados, y que con otra distribución o duración argumental, el manga podría haber sido superior. Al final todo resulta bastante arquetípico, con los oasis que suponen esa concepción de un nuevo orden mundial polarizado al extremo, pero nos quedamos con las ganas de saber acerca de ello. El epílogo es quizá demasiado edulcorado e idílico, y parece que se eliminan todos los problemas de un plumazo con la desaparición de Solaris, cuando en realidad el propio manga nos explica que los problemas siempre partieron del ser humano, siendo incluso la creación de los Demis culpa nuestra, indirectamente. También hay personajes que desaparecen sin saber muy bien porqué, y otros que pierden peso de un plumazo, algo achacable a la escasa duración, pero que denota cierta improvisación a la hora de llevar la trama en una u otra dirección, algo que se puede confirmar en cierto modo por la gran cantidad de elementos diseñados y planificados que, según el mangaka se quedaron en el tintero por el desarrollo de la trama. Algo que también tiene que ver con la concepción inicial de Q [Kû] como una historia autoconclusiva, un one-shot. Por úlitmo, el epílogo extra que cierra el tomo, tiene ese toque de humor a lo
En cuanto al apartado artístico, sigue siendo lo mejor de la obra, con unos diseños que siguen estando a gran altura, una excelente composición de página y uso del trazo para crear dinamismo, efectos, intensidad… El dibujo se siente en ocasiones algo artificial, y por eso prefiero por mucho las escenas en las que el autor intenta enfatizar en algún elemento, acción o añade algo de explicitud a la escena porque se vuelve mucho más orgánico. Los fondos cumplen, aunque son escasos, provocando la elección en la mayor parte de los momentos de primeros planos, si bien Shihira juega bien con los enfoques y el posicionamiento de los personajes para no perder efectismo ni caer en la simplicidad.
No voy a decir que
Valoración Final
Guión - 6
Dibujo - 7.5
Interés - 7
6.8
Q [Kû] es un seinen que entretiene, con grandes escenas de acción y buenos personajes (aunque desaprovechados), auspiciados por un notable apartado artístico, que sin embargo se queda en un quiero y no puedo, con demasiados clichés y la sensación de que podía haber sido mejor. Aun así, su escasa duración le convierte en un manga bastante apetecible para los aficionados a lecturas sin complicaciones que no sean demasiado inmaduras.