Desandando el camino del héroe.
«Enfrentarse al lado oscuro de uno mismo forma parte de la tarea irrenunciable del héroe en cualquier relato de superación personal.»
Los relatos de viajes iniciáticos están presentes en todas las mitologías y representaciones culturales del mundo y en cualquier medio existente para transmitir una historia. Pueden tener la forma de un épico viaje del héroe con caída y superación antes de enfrentarse con su destino o la de rito de transición hacia la edad adulta, pero sean más o menos aventureros, fantasiosos o realistas, siempre incluyen unos elementos comunes y obstáculos con los que el protagonista se debe enfrentar como su lado oscuro, etc… Así que encontrar historias novedosas y sorprendentes que se muevan en esos parámetros no es una tarea sencilla, ya que hay miles de ellas y la calidad es muy variable. Una de las posibilidades para dar una nueva visión es tratar de deconstruir el género, que es precisamente lo que nos encontramos en Qué, el cómic con el que Max, seudónimo con el que firma desde hace más de cuarenta años sus cómics e ilustraciones Francesc Capdevila (Barcelona, 1956), consiguió alzarse con el primer premio Finestres de cómic en catalán del año pasado. Un premio dotado con una buena cuantía económica que permitió que el trabajo viese la luz con unas condiciones económicas justas para él. Una buena noticia tanto para él como para los lectores de un cómic que ya se podía leer en catalán desde hace unas pocas semanas gracias a Finestres y que acaba de aparecer en castellano hace unos días editado por Salamandra Graphic. Sin embargo, que un autor de la trayectoria y talla de Max tenga que ganar un concurso para publicar un trabajo vuelve a dejar de manifiesto el enorme problema por el que lleva años atravesando el cómic de producción propia en nuestro país.
En Qué Max nos relata la historia de El niño, un peculiar personaje que ante una crisis existencial de la que no queda muy claro el motivo, pero tampoco es necesario saberlo, decide emprender un viaje a Trapisonda inspirado por El Quijote y el cómic protagonizado por una singular familia creado por Ibáñez. No son las únicas referencias culturales de la obra, ya que a lo largo de sus páginas vemos secuencias ligadas al Macbeth de Shakespeare, el Krazy Kat de George Herriman, los Limerick de Edward Lear, además de citas a escritores como Sánchez Ferlosio o Francesc Pujols, una mezcla de influencias culturales aparentemente bastante alejadas que es una de las señas de identidad del autor catalán desde el comienzo de una trayectoria que ya va para los cincuenta años.
En este particular peregrinaje, al protagonista le acompaña Pilila, su alter ego y voz interior, que es bastante más ingenuo que él y a lo largo del mismo se encuentran con un maravilloso catálogo de personajes a cuál más estrafalario junto a los que vivirá alguna de las etapas habituales en el devenir de los viajes iniciáticos, pero en lugar de ofrecerle sabiduría e iluminación convierten el viaje en una sucesión de momentos disparatados y surrealistas y en los que el protagonista no alcanza ningún objetivo elevado y transcendente a diferencia de los héroes épicos. Pero su periplo sí que sirve para introducir algunos temas de actualidad desde un punto de vista crítico. Los encuentros en las diferentes etapas del viaje del protagonista con personajes como el borrón gruñón, el caballo dramaturgo o la influencer le permiten a Max abordar temas como la masculinidad más toxica y machista, el vendehumismo de algunos sectores del arte moderno, la estupidez que gobierna una parte del mundo digital, las contradicciones y peligros de la ola de corrección política imperante que acaba convertida en una forma de censura, entre muchos otros conflictos contemporáneos. Una visión del mundo desde la sátira y la ironía en la que no comete el error de caer en un discurso moralista o dogmático.
En este nuevo trabajo Max sigue recorriendo el camino que emprendió hace bastantes años con Bardín marcado por una sucesión de trabajos de vocación vanguardista en los que investiga y experimenta con las posibilidades narrativas y estéticas del medio, pero sin dejar de lado la parte más lúdica ni la más reflexiva. A diferencia de lo que sucedía en sus dos trabajos anteriores, Rey Carbón (La Cúpula) y Fiuuu & Graac (La Cúpula), que eran obras mudas, en Qué el autor catalán recupera las palabras y una paleta de colores más amplia, pero al igual que sucede en sus últimos trabajos prosigue el viaje hacia un minimalismo gráfico repleto de líneas limpias que no afectan ni a la expresividad de sus personajes ni a su capacidad para conseguir transmitir movimiento, pero en el que los elementos accesorios no tienen sitio salvo que respondan a las necesidades de la historia. Algo que junto a una historia narrada desde un plano fijo que siempre vemos a la misma distancia, unos fondos semejantes a escenarios y una narrativa en la que no hay ninguna elipsis han llevado al autor a calificarla con bastante acierto como teatro gráfico, algo que también se podría aplicar a Rey Carbón que se movía por los mismos referentes teatrales.
Dentro de la esa magnifica puesta en escena que vemos en Qué habría que destacar la enorme brillantez con la que Max refleja el enfrentamiento de el Niño contra sí mismo, en una demostración de narrativa propia del cómic que deja ver toda la magia y la esencia más pura del medio. Una joya que por sí misma justifica todo el cómic al igual que sucede tanto con el mensaje principal de la obra sobre seguir siempre hacia adelante ante la cualquier situación a la que nos enfrentemos como con la preciosa reflexión sobre la muerte que vemos al final de la historia.
Para hacer la reseña hemos tomado la edición de Salamandra Graphic de la que hay que destacar el estupendo diseño y reproducción.
En Qué Max sintetiza todo lo que ha aprendido en sus últimos trabajos, mientras sigue buscando nuevos caminos estéticos y temáticos con el objetivo de reinventarse para no repetirse nunca. Para ello mira hacia el futuro del cómic a través de algunos de los autores contemporáneos más interesantes como Odaf Ladousse, Ana Galvañ o Mireia Pérez – que son algunos de los que dan forma a cada uno de los diferentes avatares de Wladislava-, pero lo hace sin perder de vista tanto el pasado de medio como el resto de los referentes culturales que le han acompañado a lo largo de su carrera. El resultado es una obra llena de humor y surrealismo que deconstruye con acierto el género de los viajes iniciáticos mientras nos propone una inteligente reflexión sobre algunas de las cuestiones que más le preocupan de la sociedad actual.
Lo mejor
• La magnifica síntesis del lenguaje del cómic que vemos en la obra.
• La ironía que desprende todo el cómic.
• El dinamismo de los personajes.
Lo peor
• Que haya sido necesario un premio para que este cómic haya visto la luz.
Guión - 9
Dibujo - 8.5
Interés - 8.5
8.7
Reflexivo.
Max se nos vuelve a mostrar como un certero analista de la realidad, además de uno de los autores más inquietos y experimentales de nuestro cómic.