Reflexiones sobre la Liga de la Justicia: lo que fue, lo que pudo ser y lo que es. PARTE 2.

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Firma invitada: Juan Iglesia Gutierrez

Una nueva Liga con un planteamiento totalmente diferente al anterior hizo acto de presencia. Esta era una Liga abierta y descaradamente anti-épica, anti-heroica. No eran los anti-héroes de la Liga de Detroit, tampoco eran Los Vengadores, ni los cada vez más maduros Nuevos Titanes. No había nada que se le pareciera. Eran la Liga del Bwa-ha-ha-ha!!

Una sitcom. Eso fue esta Liga post-Crisis, perpetrada por Keith Giffen y Jean Marc DeMatteis en los guiones y con Kevin Maguire, Bart Sears o Adam Hughes a los lápices. Con ellos la dimensión planetaria del grupo se hizo mundana. La Liga ha recuperado el prestigio y es un poder a tener en cuenta. Defiende el planeta, pero ya no desde el cielo, sino con los pies en la tierra, con una red de embajadas repartidas por todo el mundo. Es una Liga internacional.

Una alineación que pasaría a la historia.
Una alineación que pasaría a la historia.

Si en el corazón de la Liga clásica estaban los grandes héroes DC y en la Liga de Detroit un puñado de inadaptados, en la Liga internacional el núcleo va a ser un grupo de colegas que parece que se conozcan de toda la vida, o que se acaban de conocer en los pasillos del instituto. Blue Beetle, Booster Gold, y Guy Gardner van a ejercer del listo-gracioso, el guaperas-inútil y el tonto-bruto del grupo. Con la llegada de la exuberante y extrovertida Fuego y la tierna y retraída Hielo, la comedia romántica estaba asegurada. Batman y J’onn J’onzz oficiaban de estrellas invitadas de súper-lujo para el show de los cinco amiguetes. J’onn está perfecto como líder de apariencia malhumorada pero de gran corazón (“¡no le entiendo, unas veces va de E.T., otras de Alien!”, diría Beetle en JL-A #31, 1989).

Batman incluso aportó sarcasmo. Y la cosa no quedó ahí: el Capitán Atom se convirtió en un cascarrabias de altura, Mister Miracle y Big Barda un matrimonio convencional y aburrido entre un calzonazos y una marimandona, y por supuesto siempre tuvimos a Oberon o Gnort para ser el blanco de las burlas. Todos reunidos mediante manipulaciones y engaños varios por un personaje nuevo, el empresario multimillonario Maxwell Lord III, que daría muchísimo juego dentro del Universo DC con sus recurrentes cambios de bando. Sin embargo, en ese momento Max no pasa de ser una especie de promotor y financiador de la Liga que a veces se comporta como un productor de blockbuster o manager de una gran banda de rock. Su carácter megalómano y egocéntrico vendría al pelo a la colección de personalidades explosivas que componía esta Liga.

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Hasta ahora, la Liga había sido icónica, ahora era iconoclasta. Era una Liga anti-heroica pero no compuesta por anti-héroes. Aquí no hay personajes vulnerables cuestionándose constantemente, al revés. Todos están encantados de ser superhéroes e incluso se diría que de haberse conocido. El anti-heroísmo radica en que frente a la aventura espacial, la amenaza global o el sacrificio final como recursos de la serie se plantean situaciones cotidianas , parodias constantes o el choque de caracteres en clave cómica . El éxito vuelve a sonreír a la colección y esta empieza a ser una franquicia con la inclusión de nuevas series como Justice League Europe o Justice League Quarterly.

Sin embargo, todo lo bueno se acaba, y cuando el agotamiento de las cabezas pensantes de esta encarnación empieza a hacerse notar, prefieren dejar la serie todavía en un buen momento para no presenciar su decadencia. En el último número del tándem Giffen&DeMatteis (JL-A #60, 1992), conclusión de un prolongado arco inequívocamente llamado “Rupturas”, Beetle asume la realidad de la situación, “¡Y pretendemos llamarnos la Liga de la Justicia!”

Con buen criterio, en DC piensan que la época de los chistes fáciles se ha acabado, así que bien podría intentarse cierta vuelta a las raíces. En el primer número tras “Rupturas”, aparece el antetítulo “¡Los Mejores Héroes del Mundo regresan!”. El villano no puede ser más clásico, Weapon Master . La portada homenajea la de JLofA #1. Al frente de la nueva alineación, el mayor héroe de todos: Superman. Así, la serie da un bandazo intentando otra fórmula: una gran estrella rodeada de secundarios en aventuras con tintes nostálgicos. Para ello se recurrió a Dan Jurgens.

El final de una etapa.
El final de una etapa.

Tal vez podría decirse que Dan Jurgens intentó una versión deceíta de Los Vengadores de Roger Stern (Avengers #227-279, 1983-1987), con quien coincidía en el Super-Squad . Stern había construido una de las mejores etapas de Los Vengadores a mediados de los ochenta, tal vez la mejor después de su época clásica, interpretando de manera muy particular el delicado equilibrio entre estrellas veteranas y nuevos secundarios por desarrollar que se había establecido como canon de la serie desde los tiempos de Thomas y Englehart. El grupo en su conjunto quedaba un poco raro, pero una vez más las posibilidades de interacción y desarrollo de personajes eran bien aprovechadas.

Así las cosas, en la Liga tuvimos una historia de amor imposible entre Hielo y Superman, los subsiguientes celos de Gardner, un Bettle demasiado responsable para ser divertido y un personaje misterioso (Bloodwynd) que resultó ser un viejo conocido. Sin embargo, la etapa estuvo marcada por los crossovers destructivos que pulularon por los noventa como la Muerte de Superman, Hora Cero o Noche Final. Esta vuelta a las raíces no acababa de cuajar. Hacía falta otra vuelta de tuerca, pero en la dirección correcta.

Y eso es exactamente lo que no ocurrió.

La Liga como… ¿¡Youngblood!?

El final de esta encarnación de la Liga fue trágico. Más incluso que el pobre intento de emular a los grupos marginales al final de la serie original. Esta vez la moda era la violencia y los esteroides. Al albur de los personajes y grupos de factoría Image que inundan los años noventa, lo que empezó siendo un grupo entrañable de supercolegas acaba siendo una cuadrilla de energúmenos acorazados. Nuevas colecciones se estrenaron para tantear esta versión de la Liga. Justice League Task Force y, sobre todo, Extreme Justice, tienen el honor de ser las peores colecciones de toda la historia editorial de la Liga de la Justicia.

El grupo bandera de DC estaba en caída libre. Tras la época del colegueo, la inclusión de viejas glorias en horas bajas (Superman, Wonder Woman o Hal Jordan liderado el grupo o alguna de sus ramas internacionales) no había cambiado la tendencia hacia el abismo. Los ejercicios de nostalgia como la saga de la Mano del Destino (JL-A #72-75, 1993) tampoco.

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En otros medios la cosa tampoco andaba mejor. Desde la cancelación de Super-friends en 1986 no había presencia de la Liga en TV. Así que en 1997, siguiendo la estela de la serie de acción real Lois & Clark: The New Adventures of Superman, se rodó un episodio piloto de The Justice League of America. Pretendía inspirarse en la Liga de Giffen&DeMatteis, y contaba en sus filas con Atom, Flash (Barry Allen), Green Lantern (Guy Gardner), Hielo, Fuego y J’onn J’onzz. Sin embargo su enfoque ridículamente dramático no tenía nada que ver con las chifladuras domésticas de la Liga internacional. Para mejorar las cosas, la selección de miembros hacía aguas por todas partes: sin la pareja Beetle-Booster el resto del reparto de la Liga internacional no funcionaba, Barry Allen no pintaba absolutamente nada en este grupo, y el encaje de Atom estaba cogido con pinzas. Esto era suficiente para asegurar el fracaso, así que no ahondaremos en efectos especiales, diseño de producción o vestuarios espantosamente ridículos. El esperpento, por fortuna, pasó al limbo de los pilotos desechados.

Un esfuerzo televisivo insultante.
Un esfuerzo televisivo insultante.

Hacía falta un golpe de efecto. Era necesario mirar al pasado pero no para traerlo de vuelta sino para inspirarse. Había que regresar al concepto original, prístino, de una Liga de los Más Grandes, pese a que tras la Crisis no había memoria de que semejante formación hubiera existido en algún lugar del extinto Multiverso. Y ni siquiera existía ya en la memoria de los aficionados, acostumbrados desde hacía más de diez años a que la Liga fuera una versión de los Outsiders, una autoparodia o una copia de las peores modas de los noventa, nunca algo parecido a sí misma, a lo que quiso ser desde un principio: la unión de los Mejores Superhéroes del Mundo.

Precisamente en el peor momento comercial y creativo de la Liga, se publica Kingdome Come (1996), con guión de Mark Waid e impresionantes dibujos de Alex Ross. Una serie limitada que si bien está centrada en Superman, supone un ataque contra las tendencias imperantes en los noventa de oscurecer a los personajes, tramposamente inspiradas en Watchmen y The Dark Knight Returns. Así, en un hipotético futuro la Liga se ha disuelto y los viejos héroes han sido sustituidos por moles armadas hasta los dientes. Al final, tras una cruenta batalla entre dos bandos de héroes la Trinidad asume la necesidad de reorganizar una Liga que vuelva a ganarse la confianza de la humanidad a través del ejemplo y no del poder crudo.

Tímidamente empezó a abrirse paso un sentimiento generalizado de recuperar el tono tradicional del género pero desde una perspectiva más sofisticada. Entonces, ¿por qué no había funcionado el intento de vuelta a los orígenes ejecutado tras la marcha de Giffen&DeMatteis? Tal vez porque no se contó con el autor adecuado.

Y en esto que llegó Grant Morrison.

La Liga frente a sí misma.

DC tenía un problema con la Liga. Se supone que era una de sus colecciones estrella, se supone que era su grupo bandera, se supone que reunía a lo mejor de lo mejor. Pero las ventas eran peores que nunca, el grupo no le importaba a nadie y no quedaba ni un atisbo de grandeza en sus personajes, entre otras cosas porque no había forma de juntar a más de dos grandes en un mismo número. ¿Cuál era la solución? Pues precisamente… ¡volver a la fórmula original!

La Liga no tenía que parecerse a ningún otro grupo basado en otros conceptos, no debía dejarse llevar por modas pasajeras, no tenía que fijarse en ningún equipo de la competencia. Debía fijarse en sí misma. Tratar de hacer de la Liga otra cosa que no fuera la unión de los mejores era, lógicamente, hacerla peor. Entonces no era la Liga. Podía llamarse la Liga pero no lo era, era otra cosa. Con la Liga Internacional funcionó porque era una encarnación deliberada y conscientemente autoparódica.

Ahora se trata de volver a los orígenes, pero esta vez con plena consciencia del principio fundamental, del ethos del grupo.

Hubo que superar dificultades, pues el grupo original ya no existía como tal. El portador del anillo de Green Lantern ya no era Hal Jordan sino un sustituto accidental llamado Kyle Ryner. Wally West había adoptado la identidad de Flash desde la Crisis. Aquaman atravesaba una época grim and gritty con cambio de aspecto (melenas, barbas, armadura de gladiador, incluso un garfio) y de actitud (del sonriente y dulce Apolo submarino de antaño se había pasado a un monarca áspero y orgulloso). Superman acababa de regresar de la muerte con pelo largo y acto seguido pasó una época con otro traje y poderes eléctricos.

El caso más difícil fue el de Batman. No a causa de sus peripecias personales, sino por política editorial. La Bat-office de DC, dirigida por el legendario Denny O’Neil, tenía un férreo control sobre la presencia del personaje fuera de sus colecciones. El objetivo era no echar al traste los esfuerzos por presentar a un héroe urbano y verosímil incluyéndole en historias de tinte excesivamente fantástico. Lógicamente, meterlo en una odisea espacial todos los meses no les parecía una buena idea. Sin embargo, si no estaba Batman, no se podía hablar de una Liga con los mejores, porque no era cierto. El segundo personaje más importante de la editorial no podía quedarse fuera. Con el compromiso expreso de no interferir en el desarrollo de los personajes, que era jurisdicción exclusiva de sus series (y de sus editores, de nuevo los editores), la alineación original de la Liga podía volver a reunirse más de diez años desde la última vez.

El número 1 de la nueva serie, llamada sencillamente “JLA”, se publica en enero de 1997 y supone un verdadero retorno a la grandeza. Se podría decir que el fundamento de la serie es una revisión libre de la Liga original, sin embargo también es algo más. Con esta encarnación estamos definitivamente ante el Panteón de Dioses del Olimpo, ante la Orden de Caballeros de la Mesa Redonda. Son los mejores en aventuras más grandes que la vida. Es la Liga en su concepto más puro, pero esta vez brillantemente ejecutado.

El retorno de los pesos pesados.
El retorno de los pesos pesados.

La Liga de Morrison fue todo lo que la Liga original pudo ser y sólo fue a medias: un cómic de aventuras épicas con personajes icónicos unidos por un intenso sentido de elite. Ésto último se enfatiza tanto que por momentos cae en lo arrogante, a pesar del gusto del escocés por que todo sea cool. En todo caso venía muy bien como contraposición a la imagen de carrozas que se habían ganado en el pasado. Mejor un icono enrollado que un icono severo.

Puede que la interacción entre personajes siguiera sin estar muy lograda, pero su definición no podía ser más certera. Morrison consigue caracterizar a los personajes y definir sus roles de manera eficaz, directa y verosímil. No en vano, no hay tiempo que perder, el ritmo de la serie es frenético. De esta forma, Superman asume su papel de líder moral e inspirador. Es el que se muestra más plenamente consciente de la nobleza y trascendencia de la Liga y sus fines, porque son los mismos que los suyos. Batman, en teoría el miembro más vulnerable de esta colección de súper-poderosos, es sin embargo “el ser humano más peligroso del planeta”, el badass del grupo. Él es el estratega, el cerebro, el investigador, el miembro desconfiado en permanente alerta que siempre estará un paso por delante de los demás. J’onn es el “comandante táctico” ya que su nivel de poder le sitúa por delante de Batman en el campo de batalla y su telepatía le sitúa por delante de Superman a la hora de dirigir al equipo en combate. A su vez aporta una visión familiar del grupo, pues es el miembro que ha estado presente en más encarnaciones del mismo, por lo que para él es más su familia que otra cosa. Green Lantern (Kyle Ryner) aporta juventud e inseguridad, pero también a través de él conseguimos identificar lo que para un debutante significa estar en la Liga. Al final de la estancia de Morrison, le veremos plenamente integrado y consciente del peso del grupo. “Somos JLA. Nosotros somos los profesionales”, le diría a un Guy Gardner que pretende burlarse de su inexperiencia. Es el personaje que más evoluciona, llegando incluso a plantarle cara a Batman. Flash (Wally West) también es joven pero en su caso aporta cierta frivolidad y un matiz muy interesante. Es un ex-Titán, un ex–sidekick, un junior ascendido a senior. Él ha recogido el testigo de su tío Barry como Flash, aportando un ejemplo de legado, tan importante en el Universo DC. Pero también ha ocupado el sitio de Flash entre las leyendas que forman la Liga y que además eran los mejores amigos de su difunto tío. Ahora esas leyendas le reconocen como uno de los suyos. Por su parte, Wonder Woman y Aquaman aportan ardor guerrero y cierto aristocratismo que encaja muy bien en esta elitista encarnación del grupo. Una vez más hay que decir que Wonder Woman sigue siendo la peor utilizada.

En esta ocasión, el reparto de roles, la dimensión de los personajes no aparece forzada o esquemática, como había pasado en el periodo clásico. El talento de Morrison se nota en su capacidad para definir en una sola frase el carácter de cualquier personaje. Las interacciones siguen siendo escasas, pero la caracterización de los personajes es excelente.

La base de operaciones, de nuevo la mejor referencia de por dónde van los tiros, vuelve a situarse en lo más alto, esta vez en la Luna y con un nombre indisimulado: Watchtower, la Atalaya.

Las aventuras son un homenaje a la etapa clásica, a la más primitiva de Fox, pero bien llevada. Las explicaciones pseudocientíficas volvieron a proliferar y nunca fueron tan disparatadas y a la vez tan ingeniosas. La división en grupos no se toma como una ley de hierro y si se hace responde a tramas paralelas sin aparente conexión. Toda la estancia de Morrison en la serie es articulada por una subtrama que anuncia el advenimiento de un apocalipsis. El ritmo va in crescendo. Mientras tanto, viajes en el tiempo, interdimensionales, pseudo-ciencia, magia, dioses, gigantes, alienígenas. Todos los elementos de la primera época se reinventan bajo títulos tan evocadores como “Ultimátum a la Tierra”, “La Guerra de los Mundos”, “El Ocaso de los Dioses”, “Camelot”, “It”, “Tierra 2” o “Crisis por cinco”. Morrison sabe perfectamente lo que está haciendo y cuáles deben ser sus fuentes de inspiración.

El homenaje prosigue en las incorporaciones: el nuevo Green Arrow Connor Hawke (hijo de Oliver), el ángel Zauriel como reemplazo de Hawkman o Plastic Man en lugar del Hombre Elástico, desahogo cómico del grupo en ambas encarnaciones. Sólo faltaba Atom para versionar todas las incorporaciones que tuvo la Liga en su etapa fundacional, pero éste sólo aparecerá como estrella invitada en un par de números.

Tras el grand finale de la etapa de Morrison llega Mark Waid, que ya había aportado fill-ins y pequeñas sagas amén de una suerte de prólogo a la etapa de Morrison. La etapa de Waid va a estar marcada por una de las sagas más trascendentales de toda la historia de la Liga y por ende del Universo DC: la Torre de Babel.

El núcleo dramático de la saga es el choque entre la naturaleza desconfiada de Batman y su obsesión por el control y el resto del grupo, que entienden que la confianza y la lealtad deben presidir las relaciones en el seno de la Liga. Un planteamiento basado en los personajes, en sus caracteres y que supuso un cambio profundo en sus relaciones. Estamos en los números 42-46 de la serie que escala hasta alcanzar el Top Cinco de las más vendidas. Los especiales, one-shot o las miniseries se suceden. Nunca, ni en su etapa fundacional, la Liga había gozado de tanto éxito.

Si no has leído esta saga, !!ya tardas!!
Si no has leído esta saga, !!ya tardas!!

Este éxito tiene un efecto inesperado: el resurgir de la JSA. Los veteranos miembros de la Sociedad de la Justicia habían sido marginados tras la Crisis para que no estorbaran el asentamiento de la nueva Liga post-Crisis. Habían tenido tentativas de regreso, pero sólo ahora, con una JLA en auge, consiguen lo que jamás habían tenido, ni en la Golden Age: un titulo propio. La serie “JSA” (1999-2006) fue todo un canto al clasicismo superheroico, que supo transformar en un filón lo que empezó como una situación adversa pues el pasado del grupo también estaba había sido alterado, ahora que Tierra Dos no existía y tanto la JSA como la JLA pertenecían a la misma Tierra. Lo que con las tierras paralelas era un relevo simbólico, aquí se convirtió en algo concreto: la JSA luchó en la Segunda Guerra Mundial, inspiró la fundación de la Liga, sus miembros pasaron el manto a sus sucesores y se hizo realidad como nunca el concepto de legado en el Universo DC, adquiriendo una dimensión interpersonal y emotiva.

En medio de esta vorágine creativa aparecen las series animadas Justice League (2001-2004) y Justice League Unlimited (2004-2006), insertas en el Universo Animado DC, que vinieron a ocupar el lugar de los entrañables Super-friends. Estas nuevas series crearon su propia continuidad recogiendo lo mejor de todas las etapas de la Liga. La intro ya es toda una reafirmación de la iconicidad inherente al grupo. Siete siluetas avanzan firmes recortadas por el Sol del amanecer. Las capas ondean mientras los tambores resuenan. Las siluetas se acercan y forman las siete letras de la palabra justice. La grandeza, la solemnidad, están presentes en todo el metraje. Los homenajes se suceden al tiempo que se crean nuevas referencias narrativas. Todo es contado de una manera distinta. Un extraordinario ejemplo de lo que puede dar de sí la Liga. Aquí se adelantarían a Los Vengadores, cuya serie se hizo esperar (Earth´s Mightiest Heroes-Avengers, 2010-2013). En esta ocasión, el listón dejado por la Liga es casi imposible de igualar.

IMPRESIONANTE.
IMPRESIONANTE.

La Liga estaba consiguiendo marcar la pauta. Había logrado ejecutar un “back to basics” magistral. En Marvel tomaron nota, se fijaron en sus Vengadores, que venían arrastrándose en una época oscura de cazadoras y universos de bolsillo, y no tardaron en aplicar la misma fórmula. Sin embargo, el encargado de ejecutar el retorno, Kurt Busiek, un absoluto fan de ambos supergrupos y defensor del clasicismo superheroico, tal vez consciente de que tenía un bagaje más sólido del que echar mano no hizo tanto un homenaje al espíritu fundacional del grupo sino que cogió tramas, personajes y situaciones de la época dorada vengadora y los traspuso convenientemente tuneados.

La continuidad es muy fuerte en Los Vengadores: cualquier autor puede recurrir al pasado de la serie sin problemas, pues es razonablemente coherente y no ha envejecido excesivamente mal. Por eso el back to the basics en Los Vengadores pareció menos innovador, más repetitivo, al estar mucho más anclado al pasado del grupo. En la Liga, irónicamente, supieron aprovechar el hecho del confuso pasado del grupo tras la Crisis para desarrollar una versión totalmente libre de la Liga original, una Liga que no había existido. Sin embargo, cabía otra opción: en vez de versionar el pasado, reinventárselo.

Como efecto indirecto de este mutuo renacer de ambos supergrupos, por fin tuvimos ocasión de presenciar tras una espera de veinte años el ansiado crossover entre la Liga y Los Vengadores (2003). Un verdadero festín para los fans de ambos grupos. A lo largo de una trama sólidamente inspirada en la mejor tradición de las “crisis” de DC, vimos a la Liga original tal y como fue pero también tal y como nos habría gustado que fuese en un ejercicio de autohomenaje y nostalgia verdaderamente entrañable. Los mejores de dos mundos se unían, se reprochaban sus muchas diferencias, especulaban con una hipotética continuidad conjunta y finalmente seguían cada uno por su camino conscientes de sus muchas semejanzas. El guionista, Kurt Busiek. El dibujante, no podía ser otro, George Pérez.

Mientras en el Palacio de Justicia… es decir, en la serie: a Waid le sustituye Joe Kelly, con un enfoque distinto al de sus dos predecesores. Kelly intentó un híbrido entre las tramas de actualidad política tan de su gusto, la épica y el uso de personajes secundarios. Destaca un tratamiento de Wonder Woman alejado de los esquemas habituales. Incluso se arriesgó a plantear un interés romántico compartido entre ella y Batman frente al más tradicional entre ella y Superman (curiosamente, en la serie animada también se pudieron ver señales en ese mismo sentido). El resultado, no obstante, fue desigual.

Poco a poco, la serie va deshinchándose sin caer en ningún momento en el decadente pozo del que había logrado salir. Se vuelve a caer en la formula, en la aplicación esquemática de los puntos fuertes de la etapa de Morrison.

Sin embargo hay otro problema de fondo. Había algo que no acababa de encajar.

La Liga desde la nostalgia.

El lastre que aun afectaba a la serie era la dificultad de la autorreferencia debido a motivos editoriales (respetar la nueva continuidad y no hurgar en el confuso pasado) y creativos (el pasado post-Crisis ofrecía menos posibilidades dadas sus limitaciones). El recurso de la retrocontinuidad, crecientemente en boga, era una bomba de relojería si se aplicaba a la Liga.

Desde la Crisis se habían sorteado los enormes destrozos que los cambios de continuidad habían supuesto en el pasado de la Liga. El hecho de que la encarnación post-Crisis de la Liga fuera tan deliberadamente opuesta a la Liga original consiguió aparcar el asunto. Pero ahora, con el revival de Morrison y Waid a toda máquina, con toda la industria comiquera sumida en un back to basics general, ese pasado inventado volvía como una maldición. La tentación de construirse un pasado a la medida era muy fuerte. Un pasado que nunca existió.

Si se respetaba la continuidad post-Crisis, se perdía demasiada fuerza icónica, pues había que quitar a Wonder Woman de la foto y des-enfatizar el peso de Superman y Batman hasta convertirlos en reservistas. Y entonces algo fallaba. Era raro ver a la Liga enfrentarse a La Llave o a Darkseid sin hacer referencias a sus pasados combates. Era desconcertante ver la reintroducción del Sindicato del Crimen como provenientes de una “Tierra 2”. Era extraño ver a esos siete personajes interactuar como si nunca antes hubiera formado un equipo. La idea de una Liga de los mejores era tan buena que no podía explicarse que el Universo DC post-Crisis hubiera pasado sin ella. Había que introducirla de alguna manera desde el principio en la nueva continuidad.

Enrevesados en la continuidad deceíta, la nueva y solemne encarnación icónica de la Liga no podía referenciarse en la vieja y entrañable Liga original pues su pasado era una incógnita. Para empezar, la Trinidad no era fundadora de la Liga. Wonder Woman nunca había sido miembro durante su etapa clásica. Al no haber tierras paralelas, sus cruces con la JSA, en principio tampoco existieron. Nadie sabía que pasaba con Hawkman. Con una Liga mítica en la actualidad, los autores buscaban anclas con un pasado progresivamente mitificado. A su vez, trataban de dar retroactivamente ese tono Vengadores que en aquellos años tanto se perseguía. Dentro de la continuidad post-Crisis, se trataron de atar cabos en series como JLA: Secret files and origins (1997-2004), JLA: Year One (1998), Silver Age: JLA (2000) o JLA: incarnations (2001). El esfuerzo consistía en desarrollar el pasado inventado de la Liga introduciendo el drama y la continuidad que nunca hubo y aportando un sentido épico más sofisticado. Sin embargo, las limitaciones impuestas por el modelo de continuidad consagrado en Crisis en Tierras Infinitas seguían haciendo que los injertos quedaran un poco descafeinados, cuando no saltaran por los aires.

Una editorial tan dada a repetir fórmulas como DC era capaz de encontrar una solución a semejante entuerto: otra crisis, otro reboot masivo y la cosa quedaba solucionada. Camino expedito para reinventar el pasado de la Liga a gusto del autor de turno. Pero para convencerse de ello antes había que seguir explotando las posibilidades de la nostalgia.

Cuando Brad Meltzer o Alex Ross eran niños y veían Super-friends o leían la vieja serie de la JLofA seguramente en sus cabezas imaginaban a Superman elevado por encima de sus compañeros mortales preguntándose si estaban haciendo lo suficiente para defender la verdad y la justicia. A Batman escondido en una esquina sombría preguntándose si un justiciero urbano como él encajaba en ese grupo de superseres. A Wonder Woman preocupada por tácticas de combate en grupo e ignorante del efecto turbador que producía en sus compañeros. A Hal Jordan deseando demostrar su valía y vacilando a un Barry Allen preocupado por el bienestar de todos o discutiendo amistosamente con un apasionado Ollie. Imaginaban una Liga en la que la Trinidad ejercía un liderazgo constante y directo, en la que se dividían en grupos no para hacer frente a la amenaza de turno, sino para quedar después de cada reunión u organizar cenas de parejas. E imaginaban a todos, absolutamente todos, orgullosos y agradecidos de formar parte de algo tan grande como la Liga de la Justicia. En definitiva: soñaban con una Liga que nunca existió. Una Liga consciente de su grandeza y, a la vez, más humana y más grupal que nunca. Más “vengadora” pero a la vez más “Liga” que nunca.

De esos sueños surgieron tres historias realizadas con un enorme cariño pero contradictorias en sus planteamientos.

Por un lado tenemos Justicia (2005), una serie limitada concebida como un Else Words y auspiciada por Alex Ross. En ella, Ross da rienda suelta a sus dibujos fotorrealistas para realizar un sentido homenaje a Super-friends. La nostalgia seguía empujando fuerte.

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Por su parte, en la serie limitada Crisis de Identidad (2004), Brad Meltzer nos lleva a los tiempos del satélite con una Liga metida en una trama de violencia y secretos turbios. Estos acontecimientos repercuten en el presente del grupo provocando un cisma que acabará con este. Se nos presenta una Liga dividida desde tiempos remotos, donde Superman y Batman sólo aparecen en las grandes batallas y el resto debe resolver el ingrato papel de limpiar los trapos sucios. “Éramos una Liga dentro de la Liga”, confiesa un apesadumbrado Arrow que nunca había estado mejor representado como corazón y motor anímico del equipo. El planteamiento respetaba la continuidad post-Crisis y ofrecía una explicación sólida al perfil bajo que Batman y Superman tenían en la versión post-Crisis de la Liga original: sus propias obligaciones no les permitían liderar el grupo más allá de las grandes batallas. Fuera de esos momentos clave nunca estaban. Y su ausencia se notaba. De esta manera se ofrecía un novedoso enfoque a las relaciones dentro del grupo.

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Tras un epílogo de Crisis de Identidad (“Crisis de Conciencia”, JLA #115-120, 2006) y una coda-homenaje (“Mundo sin Liga de la Justicia”, JLA #121-125, 2006) la serie se cancela. Por primera vez, el grupo se ha disuelto y la serie se ha cancelado por motivos creativos, atendiendo a una trama concreta. Y la trama no es otra que propiciar el reboot que se hecho inevitable ante la proliferación de parches en la continuidad post-Crisis que están saltando por los aires. El éxito de la JLA había traído de vuelta un montón de conceptos de la Silver Age que la Crisis había borrado de la existencia. En una etapa donde DC demuestra pujanza creativa y comercial, de nuevo el homenaje, la autorreferencia, sirven de motor del proceso. Es como si una especie de eterno retorno se apoderara del cosmos deceíta al cumplirse cierto ciclo narrativo. Y en el centro de esas tormentosas reconfiguraciones del tiempo y el espacio siempre está la Liga.

Tras el reinicio que supuso Crisis Infinita (2006), muchos aspectos pre-Crisis vuelven a considerarse parte de la continuidad oficial. Así, sale a la luz la serie Justice League of America vol.2 (2006). Su planteamiento es claro desde el sensacional #0: reinventar el pasado de la Liga, unir desde el principio iconos, épica y personajes interconectados. De esta manera se pretendía explotar a posteriori el potencial de ese pasado, al mismo tiempo que se aporta una base para el presente.

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Parecía que la Liga se reconciliaba con su pasado. En el número 6 de la nueva serie, cuando el nuevo grupo se hace la foto de presentación aparecen fotografías con imágenes de las distintas encarnaciones de la Liga: la Liga icónica de Morrison, la Liga internacional, la de Detroit y la del satélite. En la imagen que se corresponde al grupo original, vuelven a salir los Siete Grandes. Y la prueba del algodón: no contentos con recuperar el satélite como base de operaciones, la Liga abre una sede en tierra que reproduce exactamente el Palacio de Justicia que aparecía en Super-friends. La nostalgia sigue marcando el camino.

Aquí Meltzer da la vuelta a su planteamiento en Crisis de Identidad y establece a la Trinidad como parte de la Liga desde su fundación y se inventa una historia del grupo donde ésta actúa con plena consciencia de su poder e influencia sobre el resto. En paralelo, se dejan intuir otros grupos de afinidad muy bien traídos en algunos casos ya que no hacen más que “retconear” desarrollos posteriores (Aquaman y J’onn o Flash y Lantern).

Se trata de recoger la épica de Morrison, los conflictos de Waid y Meltzer y extenderlos a través de retcons al pasado de la Liga. El esfuerzo es loable y al principio goza de enorme éxito: varios meses JLofA vol.2 se encarama al nº1 de ventas. Por desgracia, el resultado no se sostiene por culpa de la marabunta de la continuidad deceíta. Se suponía que había vuelto el Multiverso anterior, con Tierra Dos, Tierra Tres y demás. Sin embargo el problema ahora era: si durante todos los años que pasaron desde Crisis en Tierras Infinitas se han hecho historias basadas en un universo compartido entre JSA y JLA, ¿qué pasa ahora con esas historias? Al repetirse la fórmula, se han cometido los mismos errores.

Hay otra razón más sencilla por la que el experimento falla, y es que de donde no hay no se puede sacar. El construir un pasado a medida para poder jugar con él a posteriori no le daba la verosimilitud ni la frescura ni la tridimensionalidad que se buscaba a esos conflictos entre personajes que se querían explotar. Seguían pareciendo un emplasto. Marvel puede plantear en Civil War (2006) un conflicto en el seno de la comunidad superheroica donde el Capi e Iron Man pelean a muerte porque sin ni siquiera haberlo dispuesto así desde el principio son dos personajes que han tenido sus roces, que han demostrado sus diferencias y con los que se puede plantear una confrontación latente de manera coherente y verosímil, sin forzar las cosas. De igual manera, pueden jugar con Hank Pym, sus crisis nerviosas, su inseguridad, sus múltiples identidades. O con la Bruja Escarlata, siempre sometida a un varón controlador, como se vio en House of M (2005). El uso de la retrocontinuidad da mucho juego cuando tienes una continuidad unitaria y coherente como es la de Marvel. Décadas de historias, cientos de números publicados siguiendo unas mismas líneas maestras de continuidad y caracterización permiten estos giros y estas tramas. DC no tiene eso por muchas “crisis” a las que someta a su universo de ficción. El uso de la retrocontinuidad pierde fuerza cuando te dedicas a negar y reinventar por completo tu pasado cada quince o veinte años.

Puedes hacer que Batman desconfíe de la Liga porque una vez le lavaron el cerebro (en un momento pre-Crisis desvelado en tiempo post-Crisis) o que le eche en cara a Superman que fue él quien le dio kryptonita para que la usara en caso de que fuera necesario (hecho de la continuidad post-Crisis). Encaja a nivel de personajes y “se puede colar” en la continuidad post-Crisis con un par de ajustes (borrar a Wonder Woman, eludir ciertas referencias). Sin embargo es muy difícil explicar los team-up JLA-JSA o el regreso de los Siete Soldados o los Luchadores de la Libertad sin hacer uso de las tierras paralelas o la continuidad pre-Crisis. Pero reintroducirlas tras veinte años de un único universo genera nuevos problemas.

En todo caso, lo mejor sin duda de todo este embrollo es que de una vez se ha asumido la verdadera naturaleza del grupo. Son la Liga sin más. Puede que no se llamen a menudo “leaguers” entre ellos y siguen sin tener un grito de batalla, pero la plena conciencia de formar parte de un plantel de leyendas se ha insertado por fin en el discurso de la serie.

Como no hay dos sin tres, en 2011 otro reboot masivo, el de los Nuevos 52 (propiciado por un resucitado Barry Allen), marca un nuevo reinicio de la Liga, esta vez con Geoff Johns y la formula ahora parece más clara: todo empieza desde el principio, nada de lo anterior es válido. Todas las series empiezan desde el número 1. Parece que en esta ocasión también se comprende la esencia del grupo, la fórmula que acuñaron Morrison y Waid: épica+personajes. De nuevo los Más Grandes (con Hal Jordan y Barry Allen) se reúnen “por primera vez”, aunque sustituyendo a J’onn J’onzz por Cyborg. Una pérdida excesiva e inexplicable.

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Tras un inicio nada esperanzador, la serie va cogiendo tono pero no sin puntos cuestionables. La proliferación de “ligas” (oscura, unida, etc.) en el Universo de los Nuevos 52 parece que le resta singularidad a La Liga. Johns juega con el grupo, retomando el tema del interés romántico entre Wonder Woman y Superman, destacando a la Trinidad en unos números para luego centrarse en otros miembros. Y por si alguien lo dudaba: nuevo satélite como cuartel general con el conocido nombre de Atalaya. Porque hay cosas que nunca cambian. Mientras se suceden las sagas, los crossover y los eventos que introducen a la Liga en aventuras cósmicas e interdimensionales en las que tan bien se desenvuelve.

En nuestro Universo, sin embargo, la Liga ha presenciado como Los Vengadores han conquistado el mundo con un par superproducciones que han roto todos los registros de recaudación y han cosechado criticas muy dignas como excepcional espectáculo de fin de semana. Warner, tras varias tentativas y proyectos fallidos, asume el reto definitivo: llevar a la Liga de la Justicia a la gran pantalla. Un buen resultado volverá a auparla al nivel de sus rivales marvelitas ahora bajo el paraguas de Disney. Sin embargo, un fracaso la condenaría, instalándola en el imaginario colectivo como lo que nunca debió ser: el grupo de DC que copia a Los Vengadores.

Porque la ventaja comparativa de la Liga ha estado siempre ahí: no un grupo de operaciones especiales con licencia en todo el mundo, sino la primera línea de defensa del planeta. Es difícil que la Liga pueda ser el crisol de interacciones e historias de vida compartida que son Los Vengadores pero estos nunca tendrán la capacidad de la Liga para aproximarse a la noción de mito. Los Caballeros de la Mesa Redonda podían asaltar castillos, matar dragones y rescatar doncellas, pero su verdadera Misión es la Búsqueda del Grial: un reto místico, trascendente, donde ponen a prueba su propia grandeza. Es el tipo de aventuras “más grandes que la vida” con la existencia misma en juego y en pos de un ideal supremo donde la Liga sublima su concepto. Sin renunciar al drama, al tratamiento de personajes y sus interacciones, la Liga es sobre todo y ante todo, poder y grandeza, mito y leyenda.

Conclusión: la Liga como el núcleo del Universo DC.

La interrelación entre la Liga y el universo de ficción al que pertenece es asombrosamente intensa. Ya sea como escaparate de sus principales personajes o como reflejo de las grandes tendencias de fondo que lo definen.

Como escaparate, baste con repetir su naturaleza de unión de los Mejores Personajes del Universo DC. Al otro lado, vemos que Los Vengadores no han contado durante décadas con el principal personaje de la Marvel, Spider-Man. Incluso en el momento de incorporar al trepamuros se incluyó en el pack a Lobezno, personaje mutante por antonomasia, para completar una singular unión de los Personajes Más Populares del Universo Marvel. Sin embargo, en la Liga han estado todos los principales héroes DC desde el principio. En cuanto al breve y brillante paréntesis de sitcom encaja como una autoparodia de Súper-amigos. La Liga de Giffen & DeMatteis no fueron la Liga, sino unos Súper-colegas jugando a ser la Liga.

Personajes marcadamente urbanos como Batman o Green Arrow pueden parecer inapropiados para un grupo de semejante naturaleza semi-divina y planteamiento cósmico. Sin embargo su presencia es necesaria para propiciar el choque de caracteres, el conflicto entre dioses y humanos excepcionales conviviendo. Aportan el “sentido de realidad” opuesto al “sentido de maravilla” que en su contraste realzan el carácter mítico del grupo.

En cuanto a la Liga, el grupo y la colección, actuando como reflejo de las tendencias de fondo del Universo DC es también suficiente con recordar su papel de portal de acceso al mismo. A través de la Liga podemos conocer el grueso del Universo DC. Su colección ha sido una verdadera pista de aterrizaje de tierras y personajes, reforzando el carácter único y especial de la serie y el grupo.

Otra vez desde el otro lado, podemos ver como en un principio los 4F fueron el núcleo generador del Universo Marvel como serie y como equipo. Sin embargo, con la marcha del tándem Lee&Kirby la colección perdió centralidad. Por su parte, la Patrulla-X tejió a su alrededor un entorno propio. Y Los Vengadores han alternado etapas donde han oficiado con aglutinador del Universo Marvel con otras de relevancia menor. Sin embargo, ningún grupo ha sido capaz de aglutinar el Universo DC ni de construir un entorno propio sostenido en el tiempo lo suficiente como para hacer sombra a la Liga. Los Outsiders, la Patrulla Condenada o el Escuadrón Suicida han asumido siempre papeles marcadamente marginales o clandestinos dentro del Universo DC sin llegar a eclosionar como los mutantes marvelitas. Sólo la Legión de Súper-héroes y los Titanes tuvieron en su momento la posibilidad de articular un mundo alrededor que rivalizara con la omnipresencia de la Liga. Sin embargo, no llegaron a mantener su pujanza en el tiempo y en el caso de la Legión, los mismos cambios de continuidad que erosionaron la grandeza de la Liga se la llevaron por delante.

Las tierras paralelas, los universos alternativos y las aventuras interdimensionales a través del tiempo y del espacio forman parte, junto con los conceptos de legado y relevo, de la esencia misma del Universo DC. Esto no está reñido con la continuidad, como recurrentemente se plantea con el fin de justificar los sucesivos reboots, pero si supone un concepto diferente, propio, de lo que es la continuidad en la ficción deceíta. La singularidad del Universo compartido deceíta radica en que su continuidad nació ligada al concepto de las tierras múltiples, a la multidimensionalidad. La Liga está situada en el epicentro de ese Universo porque es la que guarda los cruces entre dimensiones y generaciones. Son sus guardianes. Ese es su legado.

Y así, después de más de cincuenta años, cinco colecciones con casi seiscientos números publicados, tres reboots, tres series animadas y, por fin, una gran superproducción en ciernes, parece que la Liga de la Justicia ha asumido su lugar en el Universo.

Firma invitada: Juan Iglesia Gutierrez

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Lector
1 diciembre, 2015 12:14

segunda andanada de juan iglesia, con enfasís en la etapa BWAHAHA¡ de la liga.

voy a disfrutarlo.

Macdonald
Macdonald
Lector
1 diciembre, 2015 13:30

EPIC!!!! Grandioso artículo que invita a recuperar la lectura de algunos de esos magníficos momentos que nos ha dado la Liga. Mi etapa favorita es la de la Lji. Divertida, épica cuando se le antojaba, incluso trágica si la historia lo pedía (como en las sagas con Despero), es para mí una etapa casi perfecta y una obra maestra del cómic. Sólo una pequeña apreciación. Creo que el comienzo del inicio de la Liga de Morrison habría que buscarlo, más que en Kingdom Come, en la miniserie «Pesadilla de Verano» de Waid y Nicieza. Ahí ya aparecían los siete grandes reunidos y algunos de los temas que serían ampliados en la serie central del escocés.

Save
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Lector
En respuesta a  Macdonald
1 diciembre, 2015 14:29

Es que a Kingdom Come lo citaba el propio Morrison como referente.

Luisru
Lector
1 diciembre, 2015 13:59

Estupendo artículo. Lo he leído con interés, aunque no soy un experto en la historia de la Liga (de todas las etapas que se mencionan, solamente he leído completa la esplendorosa de Giffen /DeMatteis). Lo que sí me parece interesante, como Marvelita, es la apreciación, que he escuchado otras veces, sobre Los Vengadores de Busiek como una respuesta a la JLA de Morrison, o de la originalidad del enfoque ‘Back to the basics’, que aplicó Morrison.

Por un lado, aunque me gusta Morrison, hay que señalar que siempre ha ido pegado a lo que hacía Alan Moore. Y, cuando Moore volvió a los superhéroes, haciendo historias de corte clásico en Wildcats y Supreme, Morrison dijo ¡pues a la JLA! Y es verdad que le salió redondo porque era un cómic que había dado muchos bandazos y que los personajes con los que trabajaba eran los más icónicos del cómic de superhéroes.

Y el vilipendiado Busiek ya sabemos que no es muy original pero solamente estaba esperando su momento: Heroes Return (que estaba llena de conceptos clásicos) le brindó en bandeja la oportunidad de hacer un cómic que rebuscase en la continuidad, la actualizase y la engrandeciese. A mí no me parece una etapa aburrida o cansina, quizás más densa que la de Morrison, que es un guionista que piensa más en el lector digamos «ocasional» o incluso «hipster», por eso no marea con personajes ignotos ni cabos sueltos de hace 20 años. Busiek se dirige al fan de toda la vida y eso puede jugar en su contra pero, aunque no se conozca con detalle a los personajes y situaciones, creo que es una etapa muy disfrutable, llena de épica y de intensidad dramática (la gente cita lo de Ultrón pero los números del Segador o de Nefaria son brutales).

Perdón por la intromisión, solamente decir que, después de esto, le daré una oportunidad a la Liga de Morrison en su totalidad, ya que he leído sólo algunos arcos argumentales. ¡Larga vida a la Liga!

Dultyx
Dultyx
Lector
En respuesta a  Luisru
1 diciembre, 2015 15:53

Impresionante artículo! Sólo leí la etapa de JLI también pero ahora me han entrado ganas de tastar la de Morrison también! La JLA nunca me ha llamado la atención porqué con DC no empatizo tanto, pero me gustaría probarlo. Siempre he querido meterme

Siento hacer un off-topic relacionado con Busiek. Yo sí creo que fue original, creo que no recicló tramas anteriores sino que créo nuevas respetando la continuidad e incluso arreglando desaguisados de tiempo atrás. Es cierto que pecaba de cierto naíve clásico en ocasiones, pero incluso los aspectos que no me atrajeron, como Triatlón, objetivamente me pareció muy bien desarrollado. Y a las aventuras mencionadas por Luisru también le añado La Guerra de Kang, que pese a que se alargó demasiado para mi gusto, también ha resultado ser una de mis historias favoritas. Una apuesta arriesgadísima y muy ambiciosa porqué narrar una guerra en cómic es muy complicado debido a su formato, y además llevó a Kang hasta el límite con todas sus consecuencias, y los Vengadores salvaron el pastel no con retconeos temporales, que eso es lo fácil, sino desde las cenizas levantándose y recuperando su mundo. Ese final, sobretodo comparado con las cosas que se hicieron a posteriori, me pareció de quitarse el sombrero. Porqué en general, Busiek trató con honor a los villanos tanto como a los héroes.

Save
Save
Lector
En respuesta a  Dultyx
1 diciembre, 2015 16:25

Marvels, Thunderbolts, Astro City, Identidad Secreta,… yo diría que Busiek precisamente es mejor cuando le mete una vuelta de tuerca original a conceptos clåsicos. Vamos, cuando sí es original.

Juan Iglesia Gutiérrez
En respuesta a  Dultyx
2 diciembre, 2015 19:54

Me he referido a Pesadilla de Verano de pasada, sin nombrarlo, refiriéndome a ella como prólogo a la etapa de Morrison. Puede que sea una injusticia, pues es la primera obra post Crisis que reúne a los 7 Grandes, pero Kingdome Come me parecía más decisiva, que realmente trató de precipitar un viraje en el género, y como también es de Waid….

Pedro Pascual Paredes
1 diciembre, 2015 15:02

Estupenda 2 parte, de un artículo muy completo.
Pienso que La JLA estarán a la misma altura de Los Vengadores cuando se presente la próxima película de La Liga. Dc es consciente que Marvel ha ascendido en su popularidad gracias a su universo cinematográfico (y ello tiene consecuencia más ventas de merchandising asi como de comics) De ahí que Dc se juegue mucho con la próxima Batman vs Superman. Y si esta es un éxito rotundo como muchos esperamos (por lo visto en teaser y tráilers), se lo deja en bandeja a la JLA para ser lo más de lo mas, logrando nuevamente ser popular entre los jóvenes (como lo es a día de hoy Los Vengadores). Y a manera de retroalimentación, los cómics de la JLA volverán a auparse entre los más vendidos y las camisetas de La Liga se verán por doquier.
Tras lo dicho, muchas gracias Juan Iglesias por el exhaustivo trabajo realizado, y esperando que no sea la ultima vez que te podamos leer en zona negativa.

Ares1138
Ares1138
Lector
1 diciembre, 2015 15:51

Las grandes historias de la Liga se han convertido en las mejores del género.

flashpoint
flashpoint
Lector
1 diciembre, 2015 16:49

Buen artículo solo que no concuerdo contigo en Jurgens en Morrison en Waid y Kelly.
Primero por el contexto de los noventas. Mal liga con Jurgens vendía muy bien. No estaba en el Top Ten pero tenía su público.
Morrison entro a la JLA gracias a que Moore estaba en Wilcats a quienes ridiculizo en el cruce que escribió entre ambos grupos. Además fue un trasgresor mostró como se debían escribir historias de grupos sin caer en lo repetitivo.
Luego Waid hizo lo que tenía que hacer pero sin conseguir algo muy llamativo. Solo Torre de Babel se llevó aplausos y eso solo porque el villano al final era Batman.
Por algo Kelly estuvo tanto tiempo. Supo mantener el sentido de grupo. Puso a Wonder Woman en primer plano. Trajo a Aquaman de regreso. Hizo un Civil War antes que Marvel. Y la historia con el Detective Marciano fue excelente.
Lo de comparar a la Liga con Los Vengadores por conceptos de historias yo creo que fue mucho porque iban por caminos distintos. La primera era moderna y transgresora mientras que la de Marvel era de tono clásico.
En el nuevo siglo bueno es otro cuento.
De todas maneras la Liga es como dicen el santo grial incluso Ennis los trata de esta manera en The Boys y eso por algo será.

Juan Iglesia Gutiérrez
En respuesta a  flashpoint
2 diciembre, 2015 20:11

Ya, con Jurgens todavía se aguantó el tirón, lo peor vino después. A mi es que me agota enseguida, es mi opinión particular. Apenas lo aguantaba en Superman, pero es que en la Liga… En los guiones hacía lo que podía pero en los lápices me aburría en seguida. Parecía una mezcla de Byrne de saldo con una creciente influencia noventera.

También es verdad que Waid, excepto Torre de Babel, innovó poco y la serie perdió intensidad épica, pero creo que ganó cierto drama (como siempre me quedé con la sensación de que las tramas que parten de Torre de Babel daban para muchísimo más). Las aventuras con la Reina de las Fábulas o con los Cathexis me resultaron muy entretenidas y en la línea del grupo. Pero sobre todo el dibujo de Hitch, aunque fallara cada dos números, hizo que para mi esta etapa estuviera a la altura. Con Porter a veces, había que hacer la vista gorda.

Kelly sí se la jugó y tuvo su mérito. Golden perfect (totalmente dentro de la estela de Morrison y Waid) me encantó, la Edad Obsidiana se me hizo pesada y el resto desde mi punto de vista tuvo sus más y sus menos. Creo que me resultaba más digerible que la Liga se metiera en política en el planeta Kylaq que en la Tierra. Lo mejor: el buen uso de los personajes con menos minutos de pantalla.

Marcos Martín
1 diciembre, 2015 21:52

Continuación que mantiene la calidad del anterior. Leído y disfrutado. Me ha encantado la comparativa en general con otros grupos como la JSA o Los Vengadores para que podamos apreciar las diferencias, puntos buenos y malos de cada uno y sobre todo las influencias.

flashpoint
flashpoint
Lector
En respuesta a  Marcos Martín
2 diciembre, 2015 1:24

Sigo pensando que ninguna serie es comparable.
La Jsa nació para ser distinta a la JLA y Los Vengadores siempre se diferenciaron al grupo de DC porque nunca intentaron serlo. Bueno menos cuando llego Bendis.
La cuestión es que si compro la JLA es porque se lo que voy a leer. No es una escuela. No es grupo de amigos. No son grandes héroes reunidos porque si. Están ahí para enfrentar lo imposible y salir victoriosos. La única banda mas o menos similar y que puedo comparar es The Authority de Ellis.
En serio ambas tienen los mismos matices pero donde el escritor exploro de una manera mucho mas radical.

Martin
Martin
Lector
2 diciembre, 2015 6:10

La JLA: lo único bueno que hizo el pelado lisérgico siniestro megalómano de Morrison con los superheroes Dc. Y, sin dudas, una de las mejores etapas de la liga de la justicia.

Macdonald
Macdonald
Lector
En respuesta a  Martin
2 diciembre, 2015 8:49

Coincido que puede ser lo mejor que hizo Morrison con los superhéroes de Dc, pero lo único bueno… a eso digo no. Sin entrar en Animal Man o en la Patrulla Condenada, ya que alguien podría decir que no son supers al uso, creo que 52, Los Siete Soldados, All Star Superman, Flash o la reciente Multiverso (y alguna que me dejaré en el tintero) son excelentes historias de superhéroes, muy por encima de la media habitual.

Save
Save
Lector
En respuesta a  Macdonald
2 diciembre, 2015 11:02

Yo aún estoy esperando a entender la supuesta genialidad de All Star. Genera ideas interesantísimas, sí, pero no las desarrolla prácticamente sino que se dedica a soltarlas una detrás de otra. Algo que por otra parte hace mucho Morrison.

Para mí su mejor trabajo es Doom Patrol, donde su estilo encaja como un guante. Y no son superhéroes al uso, pero viendo lo que hizo en New X-Men dudo que sepa o le interese escribirlos.

flashpoint
flashpoint
Lector
En respuesta a  Save
2 diciembre, 2015 17:02

Es solo comparar sus trabajos en DC para ver que Morrison fue a cobrar un suculento cheque.
Y su All Star esta muy bien. Ese es el Superman que DC debiera explotar y el que Moore desarrolló en Supreme antes que el escocés.
Yo no soy fan de Morrison pero las cosas cuando quiere les salen muy bien.

Juan Iglesia Gutiérrez
En respuesta a  flashpoint
2 diciembre, 2015 20:26

Pues coincido un poco con Save en que a Morrison tiende a agrupar ideas ingeniosas pero le cuesta construir una trama coherente, por eso a veces la lectura de sus historias resulta confusa y puedes llegar a sentir que te has perdido parte de la trama (cuando no es así: es que no hay más). En eso creo que recuerda un poco al Kirby desatado del Cuarto Mundo, que va soltando conceptos poderosos pero descuidando el armazón de la historia, En eso Moore no es que sea mejor, es que es el culmen.

Y en cuanto a All Star, más de lo mismo. Su desarrollo es un poco a salto de mata, pero las ideas que plasma, el cariño que destila, el carácter indisimulado de super-homenaje al Superman de la Silver Age, y cómo consigue captar al personaje en cada frase y escena… muy top, que se dice ahora. Eso sí, una vez más, para mí está por detrás de ¿Qué le ocurrió al Hombre del Mañana? (que en parte le inspira) y, sobre todo, Para el hombre que lo tenía todo, desde mi punto de vista, la mejor historia de Superman jamás contada.

Save
Save
Lector
En respuesta a  Juan Iglesia Gutiérrez
3 diciembre, 2015 0:08

Ojo, que a mí All Star la vía que abre me interesa, pero quiero verla bien desarrollada y lo de Morrison me parece en muchos momentos atropellado como poco. Más que una gran historia me parece una excelente plantilla de lo que debe ser el personaje.

Pinaca
Pinaca
Lector
6 diciembre, 2015 20:52

El artículo, tanto este como el de la primera parte, es EXCELENTE. Felicito al autor aunque no coincida en todo es completísimo y muy bien escrito.
A mí, sin que nadie me pregunte y sin intenciones de que nadie se desmaye, la JLI de Giffen/DeMatteis me parece una tontería de principio a fino. Supongo que la agarré en una edad que no me interesaba tanto chiste o, sencillamente, no es para mi. Tampoco me parece que esté bien narrada como, por ejemplo, si lo estaban los Titanes de Wolvman (siempre ubicandonos en aquel contexto de cómics). Eso si jamás me atreveria a decir que son malos autores o malas historias simplemente que a mi me aburrieron por no leerlas en mi niñez ni nada parecido. Me quedo toda la vida en el lado Morrison de la vida, en Mark Waid o con lo que está haciendo Geoff Johns ahora.

AlexPB
AlexPB
Lector
12 diciembre, 2015 22:12

Las dos partes del artículo muy buenas por separado y magníficas en su conjunto. Muy bien escrito, con una clase de historia de la Liga y sus puntos fuertes y débiles sobre todo comparada con su eterno rival los Vengadores. Donde los segundos son «reales» (borrachos, maltratadores, se atacan entre sí, etc…) la Liga es el mito fundacional de un universo, lo mítico y lo heroico. Sin embargo, desde mi punto de vista, ese es precisamente su problema. Son demasiado míticos y heroicos.

La etapa BHA-HA-HA-HA!!! (o etapa Kevin MacGuire J.M DeMatteis) tuvo su éxito porque no eran heroicos. Eran unos payasetes jugando a ser héroes como se señala en el artículo. Yo me la tragué entera y de vez en cuando la desempolvo para echarme unas risas. Me encanta esa Liga. Las otras no tanto porque la Liga, sin importar sus encarnaciones, siempre será mítica, un Olimpo en la tierra y por ello hay que saber llevarlo y más leerlo. Lo cual no es fácil y este artículo nos muestra la errática andadura que ha tenido el título debido a ello.

De nuevo un magnífico artículo que te muestra paso a paso las (des)venturas que ha tenido la cabecera y principal motor del Universo DC. Mis felicidades al autor. Chapó.