He de confesar que soy un gran fan de Muerdeuñas, y me enorgullezco de decir que es una de las historias más interesantes que he leído en los últimos años, así como uno de mis cómics favoritos de Image. Sí, sé que no es una de las series predilectas del fandom, y acepto que tiene errores que de alguna manera puedo ver y reconocer, pero que honestamente no me importan, ya que
Valentine Richards es una escritora fracasada que tuvo un gran éxito hace años con una obra en particular que le permitió firmar un buen contrato con una editorial, pero que lleva tiempo en horas bajas, con un bloqueo creativo de tal magnitud que le impide escribir nada decente, lo que la sume en una espiral de autodestrucción de la que no se ve capaz de salir, al menos a nivel artístico. Mientras tanto, se gana el pan como un currante de cualquier otro tipo, haciendo trabajos de ghostwriter, es decir, de escritor fantasma que escribe bajo el nombre de otra persona, haciendo encargos literarios para esa misma, ya sean relatos, artículos, discursos, o en el caso de Valentine, autobiografías.
Un día, Val recibe la llamada de su editor, que está bastante cabreado con ella por su insubordinación, y le dice que tiene un encargo para ella, una autobiografía de un millonario caballero llamado Antonio Luna. A regañadientes, Val accede a visitar al señor Luna, que vive un castillo bastante terrorífico por fuera y con unos sirvientes sacados de una novela de Agatha Christie. Por dentro, sin embargo, la casa entera es una oda a su señor, con cuadros gigantescos que representan las gestas épicas de Luna en conflictos bélicos de todo tipo. Tras esta primera impresión, nos quedamos impactados al ver que el señor Luna está en su lecho de muerte (deahtbed), postrado en una cama, muy enfermo. Luna le pide a Val que cuente su historia, algo que en principio no parece complicado, pero que a poco avispado que uno sea, se sabe rápidamente que aquí nada es lo que parece…
Así pues, Williamson nos propone una historia de horror que en principio parece bastante pulp, con un personaje, Antonio Luna, que es un aventurero del corte Indiana Jones, que tiene un gran ego pero también un gran carisma, y que sin embargo supone hasta el momento lo más atractivo de la trama, máxime por el enigmático comienzo del número. Poco más se puede decir, nada más que desear que la historia sea interesante y divertida, algo que de momento es, por lo que esperemos que no salga escaldado en su primera incursión en Vertigo, y siga dando rienda suelta a su imaginación en la editorial.
En el apartado artístico tenemos a Riley Rossmo en el dibujo y tinta, como comentábamos al principio, y a
En Deathbed, Rossmo opta por un estilo algo más cartoon de lo habitual, con diseños más redondos pero con las cotas de calidad de siempre, es decir, la capacidad para darle una gran expresividad a sus personajes, y los espectaculares momentos de acción, de un dinamismo impresionante, que te hace sentir cada escena casi como si la estuvieras viviendo. Por no hablar de la narración, especialmente original en dos escenas, la primera vez que nos introduce a Val y su patética vida, y otra en la que, a modo de películas y series de terror clásicas, nos muestra como los monstruos se acercan sigilosos a nuestros protagonistas en cada flash que producen los relámpagos. Brillante. Y al principio puede chocar bastante el estilo de este artista con una historia de horror, pero por el tono humorístico y socarrón de la historia, y sobre todo por las geniales habilidades de Rossmo, cuando acabas de leer el número terminas completamente dentro de la historia y enamorado del dibujo.
Guión - 6.8
Dibujo - 8.6
Interés - 6.9
7.4
Molón
Joshua Williamson nos plantea una intrigante historia que de momento es más atractiva por sus personajes, especialmente el aventurero Luna, que por su argumento. No obstante, promete momentos muy molones, aunque solo sea por Riley Rossmo.
Muerdeuñas me gustó mucho, pero creo que no supo cerrarla.