Llegamos al final del camino con este especial con el que se cierra el círculo que se abrió con el primer número dedicado a la JLA / Doom Patrol y en cuyo recorrido nos hemos encontrado con Cave Carson, Mother Panic y Shade, acompañados de Batman, la Cosa del Pantano y Wonder Woman. Un relato que responde al evento Milk Wars con el que se pretendía relanzar las series del sello Animal Young. Un evento, saga, crossover, aplíquese el nombre que más convenza, donde todo empezó con un relato metanarrativo de excelente factura entre la JLA y la Doom Patrol y cuyo final nos ocupa ahora mismo.
¿Podemos esperar un cierre a la altura del evento? Desgraciadamente no.
Me encargué de la primera reseña de las Milk Wars y mis compañeros han ido desgranando el resto de los números hasta llegar a este en el que, ya que yo abrí el huevo, me toca asumir la responsabilidad de cerrarlo. Hasta el mismo instante de poder leer el número en cuestión la ilusión por encarar el final de esta obra era muy grande. Aún habiendo notado un claro descenso de calidad, la esperanza de que el final estuviera a la altura de las circunstancias era mayor al recurrente picor detrás de la nuca que parecía indicar que algo no iba bien.
Si en el primer número dela JLA / Doom Patrol la inteligencia narrativa y metalingüística era de alto nivel, en este segundo especial nos encontramos con un mediocre intento de emular lo acontecido sin llegar siquiera a plantear algo medianamente interesante. Todo cómic que busque adentrarse en el jardín del metalenguaje ha de tener muy claro lo que desea contarnos, con una premisa inteligente, bien escrita y con una excelente puesta en escena a nivel visual con la que poder atrapar al lector. Este especial carece de objetivo y solo muestra una emulación barata, carente de valor por su planteamiento confuso. Un cómic autocomplaciente, donde Orlando y Way se limitan a plantear un enfrentamiento final con el que finiquitar algo en lo que parecen haber perdido todo interés.
Doom Patrol/JLA Special #01 carece también de vínculos emocionales con los que poder entrar en la historia, siendo un todo monolítico de inaccesible obsidiana en la que no hay más que una microscópica grieta a la que poder aferrarse. Una grieta que no es otra que el momento en que el Rayo indica a Robotman que hasta un personaje ficticio como Milkman, le importa a alguien. Punto y final. Ese es todo el espacio que da la historia para que el lector pueda sentirse cómodamente instalado en ella.
Y todo esto salpicado por doquier con referencias al multiverso, a los comics, a la ficción que parece rodear a la historia y que, lejos de aportar, distrae por completo de lo que estamos leyendo. No hay buen gusto a la hora de narrar y eso se nota, sobre todo, en las escenas de Rita Farr en las que se busca la provocación por el simple hecho de provocar, sin un fin claro que aporte valor a la escena y por tanto a la historia en si misma.
Orlando y Way se centran en Rita Farr que está siendo borrada de la realidad por salirse del guion que implica la uniformidad de todo. Esa crítica velada con la que los escritores empezaron las Milk Wars aquí se les envenena de mala forma cuando Milkman tortura salvajemente a Cave Carson y la llegada de la Liga desencadena el choque final entre Milkman y los soldados bovinos de Retcoon.
El cómic se va espesando página a página, como si cada hoja que dejamos atrás desprendiera melaza, brea, miel, todo junto, denso, muy denso, pero no por lo que se nos cuenta sino por la incapacidad que tiene la historia para avanzar de forma fluida.
En la parte gráfica tenemos a Dale Eaglesham, un viejo conocido de los aficionados DC ya que se encargó de muchos de los números de la JSA de Geoff Johns. Su estilo, muy característico, con formas y volúmenes muy redondeados, trazo limpio y una narrativa muy clásica no acaba de sentarle bien a este tipo de cómic. Eaglesham llena la página y reproduce unos elegantes encuadres, pero no transmite lo que Orlando y Way quieren contarnos… pero claro es que Orlando y Way no saben lo que quieren contarnos. Ante semejante panorama el conjunto global se resiente hasta desmoronarse por completo, no pudiendo siquiera destacar la labor del dibujante como un valor para tener en cuenta.
El metalenguaje ha de tener un fin en toda historia, porque si no estás matando a la historia, rompiendo la suspensión de la realidad que este tipo de comics precisan para que su lectura pueda llegar a ser placentera. Un cómic que está a miles de kilómetros de resultar una lectura coherente y disfrutable que cierra un evento que no se merecía acabar de esta forma. Una decepción en toda regla.
Decepción absoluta.
Guion - 5
Dibujo - 7
Interés - 4
5.3
Un punto y final sin valor real que rompe por completo el valor de este evento que buscaba salirse de lo convencional.
Pese a esa triste nota final tengo muchas ganas de leer este alocado evento, lo poco que he leído de Way y su patrulla condenada me gusto mucho así que quiero más