Reseñas DC: Superman Unchained

Editorial: DC Comics.
Edición original: Superman Unchained #1-9.
Guión: Scott Snyder.
Dibujo: Jim Lee.
Entintado: Scott Williams.
Color: Alex Sinclair.
Formato: Grapa, 32 págs.
Precio:2,99 $.

 

Superman Unchained es, además de un cómic de Superman –obvio–, un cómic de Scott Snyder. Para bien y para mal. El guionista americano es uno de esos escritores que te obliga a entender su juego y entrar en él para disfrutarlo al completo. Tanto o más que Christopher Nolan. Tanto o más que Grant Morrison. Tanto o más que Peter David. Tiene una forma de jugar muy propia, quizás tramposa o sucia –como la queráis llamar–, pero que lleva inevitablemente un sello propio que necesitamos tener en mano y coger con fe para disfrutar de lo que leemos de él. Superman Unchained acarrea pues todo lo bueno y todo lo malo que Scott Snyder puede ofrecernos sobre un cómic –a su Batman me remito–, estableciendo una base muy firme de espectacularidad y trazando líneas firmes y sólidas para narrar una historia sobre el Hombre de Acero que, me atrevería a a afirmar, es más que correcta.

Superman Unchained sería, en lenguaje cinematográfico, una película de las caras. Una de las que no se escatima en gastos, cromas verdes y amplitud de extras para simular explosiones y guerra, magia y caos mundial. Es un cómic que se divide en varias tramas que terminan por confluir unas con otras. Por un lado tenemos la trama de el propio Superman, centrada en la lucha contra un intento de némesis más poderoso que él –Wraith, una especie de Superman que trabaja para el ejército de los Estados Unidos desde hace 75 años– y por otro la de su secundaria de lujo, Lois, convertida más en una heroína de acción tocapelotas –llamémosla Lois-Lane-o-Indiana-Jones– que en una periodista intrépida, que investiga un grupo de hacktivistas que amenazan con destruir toda la tecnología del mundo para hacer que el éste vuelva a sus mundanos orígenes. Como decía al principio, disfrutar de Superman Unchained dependerá de si entramos con gusto en el juego de Scott Snyder o no. Y jugar a su juego, entre otras cosas, implica aceptar la baraja del guionista en el que la mitad de las cartas dibujan la espectacularidad más absoluta –explosiones, monólogos repletos de trascendencia o personajes extremos– mientras que la otra mitad, que es la que finalmente queda boca arriba, se mueve en una indiferencia que asusta, llegando a pensar el lector que todo lo leído anteriormente se ha quedado hundido en el mar como si de la antaño admirada armada invencible se tratase.

Momentos buenos hay, desde luego. Superman usando una armadura estilo Final Fantasy frente a una docena de tanques es un momento que, aunque ridículo, es de esos que ponen la piel de gallina. La trama en general está bien hilada y uno llega a pensar por momentos que Superman está realmente en un aprieto, algo que pocos guionistas han conseguido últimamente –¡Graaant! ¡Te queremos!–. La cuestión es que Scott Snyder hila muy fino y no sabe finalizar las secuencias como se merecen. Si Superman se veía en apuros tremebundos para hacer frente a todos los cohetes del mundo, la solución para detenerlos es cuanto menos… punzante. Tampoco es de buen gusto la forma que tiene de derrotar a Wraith, aunque no por chabacana deja de ser original y divertida. Si es que al final a nosotros, como lectores, nos toca admitir una cosa: jugar a la originalidad con El Hombre de Acero es jugar en vano. Sus principios, férreos como rocas, son inquebrantables y sus poderes y moral interior hacen que sea un personaje complicado de mover de su eje principal, de su círculo de normalidad. Unchained aboga por intentar salirse de ese círculo aunque sea a puñetazos, y lo consigue. Wraith es un villano digno que muere de una forma digna y que se mueve en una dualidad que da gusto, pasando de bueno a villano y otra vez a bueno bajo unos fundamentos creíbles. El general Lane es el malo maloso necesario que pone el contrapunto perfecto a Kal-El y Lois, aunque exagerada, sigue esgrimiendo la bandera de mujer fuerte que es todo un ejemplo de personaje secundario con motivaciones. La idea de que Wraith lleve 75 años trabajando a la sombra –justo los años del aniversario de Superman– es sin duda poco creíble, aunque viene al pego, y el grupo de hackers que pone en jaque al mundo entero es un poquito de risa, aunque es divertido observar su modus operandi, su estética, y sus motivaciones.

Y si el guionista pone sus reglas, el dibujante por supuesto que pone las suyas. Y no sólo porque Jim Lee sea uno de los cabezas pensantes de la editorial. Lee acarrea muchos problemas en su dibujo y en su trabajo, y en este caso en concreto parece que a Superman Unchained le ha tocado sufrirlos, viéndose lastrado por ellos. Da la impresión de que con otro dibujante más solvente y compenetrado con Scott Snyder, el cómic hubiera sido mucho mejor. A pesar de que Jim Lee continue siendo una estrella del medio, está claro que está venido a menos. Su trazo es irregular, notándose demasiado que su trabajo en gran parte de las páginas no ha pasado de los bocetos, recayendo todo el trabajo de composición del tebeo a manos de un entintador que sin duda ha trabajado lo imposible por arreglar el desaguisado. Sin embargo, al César lo que es del César. Hay páginas espectaculares, que no quepa duda. La escena de la armadura de la que hablaba antes pone los pelillos de punta. También hay escenas de luchas, como esa de los robots japoneses contra Superman y Wraith, cuyas viñetas centrales son para quitarse el sombrero. A la pirotecnia con la que Scott Snyder infla sus guiones, Jim Lee intenta responder de la mejor forma posible. Lo que pasa es que las prisas no son buenas. La cosa era elegir: o Jim Lee a medias en todo el cómic, o cambio de dibujante en la mitad de la historia. Al final, la palabra del directivo manda. Jim Lee es y ha sido un monstruo dibujando, pero se nota que todas las virtudes que tiene se diluyen en pos de un elemento fundamental: el tiempo. No destroza Superman Unchained, como muchos achacarán. Pero, eso sí, tampoco lo acrecenta. Simplemente lo deja tal cual, dejándonos lo que sería la película de Hollywood más cara de todos los tiempos. Si bien uno no entiende porque la amenaza final –que no digo por no spoilear al personal– no se llega a ver ni un ápice, la palabra espectacular –que a buen seguro he repetido múltiples veces a lo largo de la reseña– invade todo el cómic desde el principio hasta el final. A pesar de no tener ninguna influencia sobre el Superman del NuDC, no estamos ante la mejor historia de Superman pero, diablos, tampoco estamos, ni mucho menos, ante la peor. Que como decía mi abuela: tampoco está el horno para bollos.