Modernización y adaptación del fin de Krytpon a los nuevos tiempos
«What if this is some kind of bellwether event?»
Estamos a punto de cerrar el segundo año de pandemia. El primero completo (para nosotros) y restrictivamente más suave. Cada uno vivió el inicio de la expansión del virus a su manera pero sí podemos decir que la incertidumbre inicial tenía dosis de estupor y terror bastante generalizada. De golpe todo estaba cerrado, estábamos confinados, los contagios subían y los muertos llegaron al millar diario (en España).
Pero como consecuencia de la posmodernidad y el hedonismo que nos caracteriza, nada más empezar el confinamiento nos llenamos de conclusiones, de proyecciones sobre como saldríamos y de listas de películas, series, novelas y cómics sobre el apocalipsis. La verdad es que daba grimita bucear en especulaciones sobre el fin del mundo pero una cosa está clara, para nosotros, la generación que ha pasado (está pasando, más bien) la pandemia del Covid, los apocalipsis nunca volverán a ser los mismos.
Estamos además, tras lo visto en la cumbre de Glasgow, en un momento crítico para el planeta desde un punto de vista climático. La pandemia nos ha hecho sentir un golpe global repentino pero hay un movimiento sotarrado, invisible y lento que nos lleva a cambios que afectarán a nuestra vida y a la de las generaciones que nos sucedan.
En DC Comics se han planteado no solo diferentes futuros distópicos apocalípticos, si no también, ha habido suficientes desafíos que abocaban al planeta (al que fuese en cada ocasión, será por tierras y planetas) a su destrucción.
DC también es la casa donde se iniciaron los superheroes y de la misma manera muchos de sus personajes y situaciones son canónicas. El fin del mundo por excelencia en DC es la destrucción de Krypton. Lo hemos visto mil veces referenciado, versionado, modificado, parodiado, recordado, maldecido… y lo hemos visto al detalle, al menos dos veces. En primer lugar en la miniserie de Paul Kupperberg y Howard Chaykin de 1979 y en segundo lugar, tras la Crisis de 1987 de la mano de John Byrne y Mike Mignola y que supuso el origen canónico de Superman durante décadas.
Ahora, esas lecturas del fin del mundo, las vemos desde otro prisma. Nuestro punto de vista es más cercano, menos dramático y la relectura se antoja más crítica. Por este motivo la nueva miniserie de DC sobre Krypton tiene otros niveles de lectura, mucho más suspicaces y con proyecciones hacia la realidad más ajustadas.
La miniserie de seis números que recientemente acaba de publicar DC Comics, la firman Robert Venditti (Superman ’78) y Michael Avon Oeming (Powers). La trama nos situa en Krypton donde un hecho ecológico trascendente avisa de que pueden estar ocurriendo anomalías en el planeta que afecten al campo gravitacional. No se nos dice más. Jor y Lara están en una especie de bautizo kritoniano de Kara cuando sufren un atentado por lo que parece un grupo reaccionario militar.
Trama rápida, frenética, que sitúa los puntos clave en una historia que parece que tocará elementos ecologistas y políticos. Seguramente con muy poca profunidad, ya que pasan muy pocas cosas en el primer número. Todo sucede muy rápido, todo es muy introductorio y la miniserie solo dispone de cinco números más.
Venditti va «por faena». Es conocedor de los personajes y de que hay que estar muy fuera de honda para no tener nociones mínimas sobre Krypton y la casa de El. El guion es rápido, pesa a tener momentos de dialogo denso que detienen la lectura. La parte final del número se precipita con mucha velocidad.
Por su parte Oeming nos muestra su muy característicos estilo cartoon. Muy estilizado, con inevitables motivos kyrbianos y una diseño atractivo y moderno de personajes, ropajes, animales alienígenas y tecnología. También es verdad, que es un tipo de dibujo muy personal y que no siempre es agrado de todo el mundo por parecer demasiado simple. Su principal virtud es el dinamismo y las situaciones de acción con una celeridad exagerada que dotan de un gran ritmo a la parte final del número. La estructura de página y los recuadros de las viñetas buscan multiplicar la sensación de «ciencia ficción».
El uso del color de Nick Filardi tiene una apariencia digital muy exagerada para dar apariencia de modernidad y futurismo. Sin embargo, da una sensación tan plastificada y brillante que puede llegar a molestar y a perjudicar el dibujo de Oeming.
Se trata de un número inicial, entretenido que promete cositas y como la buena ciencia ficción, nos increpa en los peligros del presente.
Lo mejor
• Elementos de ciencia ficción a la vieja usanza.
• El estilo kyrbiano de Oeming.
• Te deja con ganas de más.
Lo peor
• El color de Nick Filardi.
• Parece una serie demasiado breve por todo lo que queda por contar.
Guion - 7.5
Dibujo - 8
Interés - 7.5
7.7
Esperanzador
Primer número entretenido e introductorio que nos deja ganas de profundizar en esta trama de ciencia ficción con elementos ecológicos y apocalípitcos.
Yo estoy esperando una cosa muy especifica de esta serie, pero al menos como va por el momento parece cumplir. Y que puedo decir, me gusta el trabajo de Oeming, lo aprendí a apreciar viéndolo en Powers, de cuando Bendis todavía sabia contar una historia.
He de decir que me gustaba más ese Oeming de Powers. Quizás no es culpa suya, quizás es culpa del color de Filardi que «plastifica» demasiado el producto. Pero me gustan mucho esos guiños a Kirby y ese ritmo trepidante cuando hay acción.
Gracias por comentar.
De nada. Yo confieso que me gusta ese color de Filardi, que le da al comic una identidad extraña, «neonica» por inventar una palabra. Adecuado al tipo de historia que se narra.
Son gustos.