Fueron solo 16 episodios, pero bastaron para crear a una legión de fans.
Fue hace ya tiempo, corría el año 1968 y su andadura terminaría cuatro meses después ya en 1969. Una troupe de vehículos a cuál más disparatado, con pilotos acorde a sus autos, lanzados a realizar carreras en las que todo valía con tal de ganar y en las que el malo fracasaba, una y otra vez, por muchos trucos sucios que usara, a la hora de hacerse con la victoria. ¿Quién no recuerda a los Autos Locos? ¿Quién no recuerda a Penélope Glamour, Pedro Bello o el perro Pulgoso? Una serie divertida, inocente, donde nadie sufría daños y al final poco importaba quien ganara. Una leyenda de la animación que ahora es rescatada por DC en formato cómic, adecuadamente remasterizada para la ocasión.
Y es que quien se acerque al cómic de Wacky Raceland debe tener muy claro que no va a encontrar a los personajes de la serie, sino a sus versiones más evolucionadas, violentas y sucias. Este acercamiento más “adulto” que hace Pontac nos muestra un mundo apocalíptico, plagado de mutantes, donde existe un lugar que ya roza la leyenda, denominado Utopía. El contrapunto entre los términos del lugar perseguido y la realidad resulta chocante, aunque no sea precisamente original por su planteamiento. Pontac lanza a los personajes, todos ellos con diseños extremos y muy agresivos, a una carrera entre las autopistas perdidas de Überpass donde el peligro no solo puede llegar de otro contrincante, sino de alguna de las numerosas bestias de esta Tierra extraña y moribunda que Pontac nos muestra, con el objetivo de encontrar esa Utopía, último bastión de la humanidad.
El guionista busca realizar un cómic muy alejado de la serie de televisión, tanto que se obliga a cargarlo de violencia que en muchos casos se ve forzada y carente de sentido, por lo que acaba por sacar al lector de la historia. Pero lo que de verdad llega a molestar es el abuso sistemático del flashback, excesivamente largos, con los que el escritor nos mueve hacia delante y hacia atrás, con el fin de mostrarnos el pasado de los personajes. Tanto baile temporal acaba por confundir y marear al lector, perdiéndose la intensidad con la que arranca el número.
Pontac se equivoca al intentar tomarse tan en serio la serie. Si a este número le hubiera aplicado un buen tratamiento humorístico, sin dejar de lado la parte más visceral, oscura y cruda, el resultada hubiera sido mucho más ameno, pero también mucho más complicado de escribir y tal vez por ello optó por el camino fácil y poco original de embrutecer a los personajes, darles un aspecto salvaje y lanzarlos a la búsqueda de un unicornio que tal vez nunca se llegue a describir en la serie.
Pero ante la inconsistencia del guion, aparece el trabajo de Leonardo Manco, que no hace honor a su apellido y la colorista Mariana Salzone, cuyo arte, el de ambos, aporta lo que el escritor no ha sido capaz. Estamos, por tanto, ante un trabajo sólido, donde Manco se deja llevar y su estilo arenoso y rudo, se adapta a la perfección al mundo que rodea a estos personajes. Un trabajo notable que se ve realzado por el color que aporta Salzone y que permite transmitir toda esa suciedad y depravación de este mundo devastado. Dos trabajos notables que no logran compensar el cómic, haciendo que el conjunto pierda solidez y no acabe de generar ganas de querer seguir leyendo.
Pontac se pierde a la hora de caracterizar a los personajes, costándole alcanzar un equilibrio entre cada uno de ellos. Parece interesado en Penélope, algo que puede permitirle ir pivotando sobre ella y dar a conocer a los demás, pero no es capaz de hacerlo al estar más preocupado en dar una línea de texto a cada uno de los personajes que se pueden ver en cada viñeta, que en caracterizarlos gracias a su actitud dentro del cómic. Pontac explica mucho y nos cuenta poco.
Una obra muy alejada, conscientemente, del clásico de animación, algo que por sí mismo no tiene por qué ser algo negativo, pero que acaba por serlo al no lograr tener personalidad propia por plasmar un pastiche de diferentes mundos apocalípticos, siendo el de Mad Max el más similar tanto por estética como por concepto. Una oportunidad perdida.
Edición original: Wacky Raceland #1 Guión: Ken Pontac. Dibujo: Leonarod Manco. Entintado: Leonardo Manco. Color: Mariana Salzone. Formato: Grapa, 32 páginas. Precio:3,99 $. Fueron solo 16 episodios, pero bastaron para crear a una legión de fans. Fue hace ya tiempo, corría el año 1968 y su andadura terminaría…
Reseñas DC: Wacky Raceland #1
Reseñas DC: Wacky Raceland #1
2016-06-30
Gustavo Higuero
Guion - 5.5
Dibujo - 8
Interés - 5.5
63
6.3
Oportunidad perdida.
Una lástima por ser una serie con un enorme potencial que se queda en algo sin personalidad propia. Irregular y algo pretenciosa en su planteamiento, tan solo relevante a nivel de dibujo y coloreado.
Pues que lastima que no hayan sabido cuajar la historia, solo por la macarrada absoluta que ofrecen los dibujos dan ganas de leerlo por echarse unas risas.
Pues que lastima que no hayan sabido cuajar la historia, solo por la macarrada absoluta que ofrecen los dibujos dan ganas de leerlo por echarse unas risas.
Madre de Ilúvatar bendito… ¡¿qué es esto?!