Larga vida a la (mini)Legión
Aquí estamos un mes más con vuestra sección favorita, de lejos. Debe ser porque la mayoría peináis canas o es cierto eso de que cualquier cómic pasado fue mejor. O quizá simplemente el tiempo va añadiendo tantas capas de nostalgia a los recuerdos que incluso haría parecer buenos hasta los dibujos de ROB.
Fuera como fuere, hoy os traemos =$%& de la buena; Legionarios, dos tomitos que editó Zinco en 1996, los cuales corresponden a los 8 primeros números de Legionnaires (1993), y que como ya es tradición en esta sección, no se han vuelto a editar por estos lares.
Ya os contamos hace mucho de dónde sale esto, pero no os preocupéis que os haré un resumen. Después de la larga, celebradísima y definitoria etapa de Paul Levitz en la Legión de Superhéroes, se le dio luz verde a su partenaire Keith Giffen para tratar de navegar el barco hacia los tiempos modernos. La Legión acababa de salir de las “guerras mágicas”, que prácticamente habían dejado a su parcela del Universo DC para el arrastre, pero auguraban un buen punto de partida para la recuperación.
Giffen se alía a los guiones con una pareja de fans acérrimos, Tom y Mary Bierbaum, y todo un enamorado de la Legión, Mark Waid, como editor. De ese conjunto salió la larga, controvertidísima y desestructural etapa de Giffen. El polivalente y experimental artista se fue dejando a la Legión sin tierra (ahora una estructura espacial en las que apenas resistían unas interconectadas megaciudades) y, lo más importante, dos equipos distintos.
Durante su run durante la Edad Oscura con la ya adulta y cínica Legión, el equipo de guionistas decidió meter un grupo de contrapartidas más jóvenes e inocentes del grupo sacadas directamente de su época de la Edad de Plata. Se queda en el aire si son clones de los originales, si éstos eran los originales congelados (y los actuales son los clones), o incluso otra cosa… En todo caso funcionó maravillosamente y servía como una especie de metaficción sobre la visión de los fans más acérrimos contrarios al cambio frente a la rompedora de Giffen.
Por suerte para los primeros, el genio rebelde se acabó marchando y se quedaron los Bierbaum (a partir del 39, en enero del 1993), que parecían ser la parte más clasicista del grupo. Justo después, en abril del mismo año, llega el 35 aniversario de la Legión y se decide celebrarlo con una nueva serie. Un spin-off, protagonizado precisamente por estos adolescentes de una época más simple en un mundo mucho más oscuro.
Estos son los Legionarios de los que por fin os hablaremos, serie dirigida también por los Bierbaum y dibujada por un, por entonces, recién llegado Chris Sprouse. El trío se marcan una serie la mar de maja, luminosa y una gozada de leer.
Parece que los Bierbaum se desenvuelven estupendamente sin Giffen. Ya no son sólo fans del grupo (aunque su conocimiento y cariño por el mismo es palpable), sino que son capaces de desarrollar una serie (multi)coral sin agobiar, aburrir ni manipular. Con lo primero me refiero a la dificultad de ir presentando personajes sin parar y no poner al lector en posición defensiva, con lo segundo a la cantidad de conversaciones que hay que saber hilvanar de manera amena entre tanto personaje y lo último por no usar subterfugios como “mientras tanto” pese a la cantidad de necesarias tramas.
Y qué decir de Sprouse. Aunque aún no había perfilado su talento al nivel de Tom Strong, aunque por aquella época las caras eran muy aniñadas (algo bueno para la serie) y similares entre sí (algo malo para la serie), ya tiene esa claridad que resulta energizante y una narrativa envidiable. De nuevo, cabe destacar las dificultades de una serie con tanto protagonista también para el dibujante, embate del que sale más que victorioso.
En todo caso, pese a lo pesado que me he puesto por el reparto excesivo, la edición trata también de ayudar con una serie de fichas que acompañaban los primeros números (tanto en las grapas americanas como en estos dos tomos) y con una splash page al comienzo de cada número en la que se enumeran a los protagonistas de cada historia. Además, la edición española contó con sendas introducciones para entender el contexto y hablar de la Legión (también llegaron a entregar todas las portadas, algo raro por entonces para Zinco, todo sea dicho).
Porque, de hecho, la serie comienza directamente en mitad de una acción (en lugar de una batalla, un rescate) y no se para a presentar a ninguno de los Legionarios. Ni falta que hace, en seguida estamos al tanto de qué está pasando y cómo podrían arreglarlo. A estos chicos desde luego no les falta ímpetu ni recursos.
Esa primera misión les llevará, poco a poco, a algo más grande. Una primera trama de cajón que acarreará 6 números para presentarnos la vuelta de uno de los grupos enemigos por antonomasia de la Legión, los 5 Fatales. Pero lo que no es tan arquetípico es la manera en la que vamos acomodándonos a las personalidades de cada miembro, el desarrollo de tramas secundarias o los cliffhangers de cada número. No digo que sean el colmo de la originalidad, sino que nos tienen enfrascados casi sin darnos cuenta, haciendo que lo difícil parezca fácil.
También vale la pena mencionar como los Legionarios no siempre son retratados como un dechado de virtudes, sino que sus hormonas adolescentes afloran en más de una ocasión para dejarlos en ridículo o incluso para que nos resulten directamente maleducados. Por supuesto que se acompaña de lecciones morales, pero también de consecuencias desfavorables para el grupo.
Aún podríamos disfrutar de un par de números auto-conclusivos en el segundo tomo que cancelaba la colección en español. El primero mucho más ligero en comparación con la saga inicial, dibujado por el despampanante Adam Hughes, y el segundo, embellecido por Colleen Doran, con una típica trama legionaria de deberes y amoríos. Aunque efectivamente eran números de relleno y Sprouse volvería para la siguiente saga, Hughes se quedaría aportando algunos extras.
Como decía, la cosa se quedó así para nosotros, con la miel en los labios, porque en los USA seguiría durante varios años. Aunque los Bierbaum durarían sólo hasta el número 15 (junio de 1994), de hecho ya habían abandonado la serie madre en el 50 (en noviembre 1993) para dejársela a Tom McCraw. En la que nos ocupa los substituiría nada menos que Mark Waid, justo para encargarse del marrón de Hora Zero (donde se sabría finalmente que estos Legionarios eran copias creadas por el Señor del Tiempo (bostezo)), pero este dejaría pronto la serie en manos de Tom Peyer.
Antes de que comenzara la fiebre de los reinicios, este spin-off de la Legión de Superhéroes fue una prueba preciosa de que no es necesario un saber enciclopédico para seguirla, no hay que arrasar para recrearla ni hay que epatar para disfrutarla. Un verdadero oasis de pureza en una época muy oscura para los superhéroes.
Lo mejor
• La aparente sencillez de todo, historia, guión, dibujos…
• El plantel de dibujantes.
Lo peor
• Lo que vendría a partir de entonces para la machacada Legión.
Lo de peinar canas diganlo por uds viejo…porque a mi no me van a quedar para peinar jeje. Otro gran artículo Enrique como decían en otro articulo nos vendes hasta esas caras polémicas de Sprouse. Los primeros números los lei hace un tiempo de una página. Y si, tufillo a la vieja Legion o a unos Xmen primochenteros me pareció. Lo mejor: el relleno acuático de Hughes. Saludos!!
Jajaja, gracias Dr!
Recuerdo este especial Fue en realidad especial, aunque tras un tiempo sin haber leido la Legion uy con los cambios que cayeron encima por los eventos de 5YL me confundio un poco. Pero igual los disfrute.