Hay un momento en la serie
RG supuso una anomalía en la carrera de
Píldoras azules (2001) fue la confirmación de que este artista llegaría lejos. La obra representaba el paradigma de la “novela gráfica” que tanto se promocionaba en aquella época; era autobiográfica, trataba un tema social candente de manera clara y sensible y además usaba todos los registros que el lenguaje del cómic permite para expresar ideas y sentimientos complejos. Fue un éxito instantáneo. Pero lejos de conformarse a continuación publicó en 4 tomos Lupus (2003-2006) una especie de road-movie interespacial centrada en un triángulo amoroso/sentimental que consigue conmocionarnos por su lirismo y profundidad. Era una obra maestra sin paliativos que convertían sus próximos pasos en un reto que muchos vigilaban con interés y algo de escepticismo.
Visto este panorama, el quiebro que Frederik Peeters realizó con RG fue espectacular.
En primer lugar, cooperó con un policía en activo y experimentado para hacer el guion. Pierre Dragon es tanto el pseudónimo del guionista como el nombre del protagonista principal. Además, incorporó el color a sus dibujos – con el que ya había hecho una toma de contacto más convencional en la serie infantil Koma – y finalmente se circunscribió al género policíaco sin tomarse las licencias poético-artísticas de sus trabajos anteriores.
El resultado es extraordinario. RG se lee del tirón, aporta infinitos datos desconocidos de la rutina de los policías de paisano franceses y nos permite conocer unos personajes carismáticos, llenos de matices y totalmente creíbles.
La serie está dividida en dos álbumes RG: Ryad-sur Seine (2007) y RG: Bangok-Bellville (2008) y fue publicada en España por la editorial Astiberri casi simultáneamente.
Es el relato bien documentado de dos misiones de la dirección de Renseignements Généraux, departamento de información dependiente de la policía francesa, que atañen a la financiación ilegal de grupos terroristas islamistas y a las actividades delictivas de las redes de inmigración clandestina.
En el transcurso de estas dos investigaciones los autores nos muestran el día a día del trabajo policial, sus rutinas, las trampas que hacen para sortear tanto las normas internas como algunas leyes y finalmente a donde van a parar tanto esfuerzo y tantos recursos económicos. El jefe de Pierre Dragon le explica en un momento del primer álbum que en realidad todos ellos trabajan para el político y no para el ciudadano. Dragon le recuerda la primera conversación que tuvieron “… me dijiste que en los RG un buen poli debe saber hacerse el tonto”. Entre cínico y avergonzado el jefe le responde: “¡Para qué veas! Años después aún estoy aquí”. Toda una lección de posibilismo.
A lo largo de más de doscientas páginas también conoceremos a innumerables personajes que pasan desapercibidos en nuestra rutina diaria de ciudadanos convencionales, son por ejemplo los compañeros de Dragon, policías tan reales como Cyril, Christophe o Bernard o a criminales con distintos matices o a políticos sin escrúpulos o funcionarios quemados con diferentes grados de ampollas. Finalmente conoceremos también a los perdedores; hay una mirada algo diferente para ellos. Son los soplones o los inmigrantes ilegales personajes que son tratados con algo más de compasión. Los autores se detienen un instante para describir sus durísimas condiciones de vida. El relato es escalofriante por real. Peeters y Dragon no se recrean en el morbo, pero no nos escatiman nada. Convierten la descripción directa y aséptica en la mejor herramienta de denuncia.
Otro aspecto fundamental de esta obra es la sutil descripción de las relaciones personales que tienen los protagonistas, tanto entre ellos, como con los colectivos más cercanos a su trabajo y por supuesto en su vida privada. No hay maniqueísmo, se respira verdad y cada situación es vista desde diferentes puntos de vista. El trabajo policial no favorece una vida conyugal ni familiar muy sana pero tampoco sirve para justificar los errores, las renuncias e incluso los miedos de cada uno de los personajes. Es imposible describir al profesional sin analizar a la persona y este ejercicio está magníficamente realizado por los autores que nos regalan secuencias donde combinan magistralmente acción y humanidad.
El trabajo gráfico de Frederik Peeters es asombroso. Un prodigio de narración y exactitud. Cada secuencia respira realidad. Los decorados son auténticos, el lector sigue la trama sin ningún titubeo y, algo excepcional en el arte actual, sin fijarse en quién está detrás construyendo la historia. Es el perfecto narrador invisible.
El trazo descuidado, preciso y enérgico del dibujante de Ginebra es más atractivo que nunca y sus encuadres son insuperables. Los colores son llamativos, pero no chillones y aportan un sentido narrativo a la página. Especialmente inspiradas son las escenas nocturnas tanto en interiores como en exteriores donde uno cree entrever reminiscencias de las pinturas más excelsas del pintor holandés Vincent Van Gogh.
Cuando estaba releyendo esta obra también me venían ecos de una película francesa de Bertrand Tavernier titulada L.627 donde se hace un trabajo de ficción documental muy similar.
En el prólogo de Joan Sfar – creador de la serie El gato del rabino – explica que el policía/guionista Pierre Dragon le comentó un día que desde el Cuerpo de Policía se les permite explicar sus rutinas y sus métodos de trabajo siempre que no intervengan nombres reales ni detalles concretos y se haga desde un cierto distanciamiento. Expresivamente lo explica así: “Si es poesía, tenemos permiso”. Y efectivamente RG tiene algo de poesía cuando asistimos a persecuciones nada épicas por los techos de París, cuando los seguimientos son entorpecidos por citas telefónicas de dudosa ética profesional o cuando simplemente dos amigos se enfrentan juntos a la muerte de un familiar cercano sin importarles las efímeras medallas ni los hipotéticos ascensos.
RG pasó algo desapercibida en su momento, ahora en plena ofensiva de cierto terrorismo islámico y en medio de escándalos relativos a cuerpos policía política paralela tomarse una dosis de realidad como ésta no es en absoluto contraproducente.
Guión - 8
Dibujo - 9.5
Interés - 9
8.8
Reveladora
Asistimos a una fascinante “tranche de vie” de unos policías como si fuéramos unos afortunados mirones con licencia para observarlo todo.
Es curioso: al leer este álbum me venía constantemente a la cabeza la obra de otro autor. Enki Bilal. ¿Alguien se lo explica? Porque yo no…