De la apatía y la repugnancia, a la congoja y la asfixia
«Existe cierto deleite en acusarse a sí mismo. En cuanto nos culpamos de algo, es como si nadie más tuviera derecho a hacerlo»
Volvemos a traer la serie de RIP de nuevo, con una segunda parte que se desliga en tono e intención de la primera. Los autores, de forma muy inteligente, han creado un microcosmos alrededor de los personajes de esta serie del que se pueden sacar muchas reflexiones. Pero antes de meternos en ello, recordemos la trayectoria de los artífices.
Gaët’s, seudónimo de Gaëtan Petit nació en 1986 en Rouen, una ciudad al noroeste de Francia. Con una marcada preferencia por el rock en cómics, adaptaciones de cuentos y thrillers y también es cuidador de animales en un zoológico con todas las especies animales pero más particularmente rinocerontes y elefantes. Su primera obra fue Les Chansons de Charlélie Couture, una colección de adaptaciones de canciones y poemas en tiras cómicas, publicada en 2007. A partir de ahí publicaría más de 20 álbumes, teniendo un parón entre los años 2012 y 2018, cuando comenzaría su serie RIP, que hasta ahora tiene 4 entregas, y de las cuales Ponent Mon ha publicado dos hasta el momento. Es el ganador de varios premios entre los que destacan el Premio Polar SNCF 2013, categoría cómic, por Un ligero ruido en el motor, adaptación al cómic de la novela homónima de Jean-Luc Luciani, así como el Premio Cómic Quais du Polar 2020 por el álbum Maurice – Las moscas siempre van a la carroña, que hoy traemos a nuestra casa.
Julien Monier nació en París en 1980. Estudió sociología y luego se dedicó a la música. No fue hasta 2010 que volvió a su primera pasión, el dibujo. Siempre atraído por los campos artísticos, es ante todo a la música que se dedica dentro de un grupo cantando y tocando el trombón. En 2020 el dibujo se convierte rápidamente en su primer interés. Así, comenzó a ilustrar libros para niños, en particular, Mnémo, el guardián de las palabras (Alphabook), o El circo de los animales salvajes (Éditions du bonhomme vert), para cambiar completamente de rumbo dibujando cómics con un universo más oscuro y atípico, como el RIP.
RIP Maurice, al fin puede descansar
La obra nos narra la historia del señor Marcello Camparetti, un hombre que pasaría de ser un despiadado capo de la mafia a Maurice, un señor callado y de mirada profunda que trabajaba en uno de los oficios más desagradables que existen; limpiar los escenarios de suicidios y asesinatos a cambio de un sueldo irrisorio. Y es que la protección de testigos, no siempre es agradable.
En esta segunda entrega los autores hacen un juego con el lector, pues nos narran los sucesos que conocemos de la primera parte, pero desde la visión de Maurice, y nos los intercalan con flashbacks de su época pasada, en la que hacía de capo mafioso sin escrúpulos. Pero el tener una hija a la que realmente ama sería la gran perdición de Marcello, pues como decía Cersei Lannister: Cuanta más gente amas, más débil eres. Y es que en un oficio en el que tus debilidades te pueden hacer morir, el tener una familia a la que se ama sinceramente, los pone en peligro tanto como a uno mismo.
Este trabajo me recordó en muchos aspectos al Zidrou de Madriguera o La piel del oso, con esa estampa mafiosa a la que se le sacan las esquinas humanas, y con las que acabas empatizando, incluso aunque sean horribles los actos que cometieran en el pasado o en el presente. El tono es muy diferente a la primera entrega, mientras que todo era desagradable, lleno de suciedad y de un olor nauseabundo que traspasaba las páginas; aquí desaparece, deja un regusto de aquello, pero el paladar se llena de rencor, de desesperanza. Se llena más de melancolía que de repugnancia, algo cuanto menos insólito viviendo los mismos sucesos.
Uno de los aciertos de la segunda parte es que nos presentan de nuevo a los personajes, pero al estar vistos bajo el prisma de un antiguo capo recluido en su propia penitencia, la perspectiva de estos cambian de forma notable. La visión apática e indolente de Derrick, nuestro antiguo protagonista, da paso a una visión de un mundo caótico que espera por estallar, una explosión latente, una vorágine contenida. Esa es la visión de Maurice, la visión de alguien sobre el que pende una espada de Damocles, que le lleva acompañando décadas. Esto hace que mientras Derrick solo viera personas tan irrelevantes como él mismo, Maurice viera posibles agentes de ese caos latente. Una vuelta de la historia contada de forma muy acertada.
En el apartado gráfico, Monier vuelve a darnos lo que la historia pedía. En la entrega anterior vimos que llenaba las páginas de una sensación de suciedad absoluta, se podían oler los escenarios y masticar el ambiente cargado de fétidos vapores, mientras incidía en el aspecto repugnante de cada personaje. En esta segunda entrega mantiene esa intención, pero la relega a los momentos que nos pueden recordar a la primera parte. Pues para este trabajo hace uso de un tipo de asfixia diferente, una que acongoja el alma de los personajes, con mirada frías, con escenarios asépticos y cerrados. Sabe moverse en un mismo universo pero sacarle matices distintos, que a su vez se envuelven en los que ya conocíamos, haciendo del conjunto muy verosímil, pero a su vez muy representativo con el nuevo tono que necesita este trabajo.
En conclusión, estamos ante una segunda parte que nos da algo nuevo, amplía la historia principal, y pese a que se puede leer sin haber leído la primera parte, no se le saca ni la mitad del jugo ponzoñoso que esconden sus páginas. Una segunda entrega que bien mereció el premio otorgado. Esperemos que la tercera mantenga el nivel.
Lo mejor
• El cambio de intención y de tono, y que encaje tan sumamente bien con la anterior, solapándose, no estorbándose.
• El microcosmos que parecen estar creando los autores.
• Un dibujo que se amolda a la perfección con las exigencias de la historia.
Lo peor
• Por decir algo, hubiera puesto material extra, como bocetos o alguna página del guion en las páginas finales.
Guión - 8
Dibujo - 8
Interés - 8
8
Asfixiante
Esta segunda parte consigue elevar la primera y a sí misma, en un ejercicio narrativo muy acertado. Mientras que se ahonda en la vida pasada del protagonista, tanto el guion como el dibujo se dan la mano para darnos, con ayuda de Maurice, una visión totalmente diferente a unos sucesos que en la primera parte parecían estar carentes de vida o importancia. La perspectiva lo es todo.