Holy Ronin
En 1983 Frank Miller cambió para siempre el cómic americano con el primer número de Ronin. No fue la primera vez que un autor americano asimilaba la estética y técnicas del cómic europeo, ni la primera vez que un cómic comercial americano experimentaba con las posibilidades de este medio artístico; pero sí la primera vez que un autor supo hacer accesible para el público americano la experimentación gráfica y las influencias del cómic europeo y, especialmente, el manga japonés. Toda una generación de futuros autores quedó prendada de las técnicas que Miller tomó prestadas de Kazuo Koike, Goseki Kojima y otros mangakas.
Cuatro décadas después, Miller nos ofrece una secuela de Ronin bajo su sello editorial Frank Miller Presents. Mucho ha cambiado el cómic americano desde entonces; el manga y, en menor medida, el cómic europeo son las principales influencias de la nuevas generaciones de autores en la industria. Incluso los cómics más comerciales e insulsos de Marvel y DC tienen cierta deuda con esos referentes. Además, Miller ya no es el mismo autor que hace cuatro décadas. El alcoholismo y los problemas personales fueron debilitando su trazo y ofuscando su mente paulatinamente desde los tiempos de Ronin, una situación que lo llevó al borde de la muerte en 2014. Habiendo recuperado buena parte de sus facultades, el Miller de hoy no quiere volver a revolucionar el cómic americano, sino pasárselo en grande como antaño.
No debería sorprendernos, pues, que esta secuela sea una obra completamente diferente a su predecesora, en muchos aspectos diametralmente opuesta a ella. Para muchos será una secuela innecesaria, para otros una tomadura de pelo. En mi opinión, lo mejor que ha hecho Miller desde que se recuperó de su alcoholismo.
A diferencia de su predecesora, Ronin Rising abarca como mucho dos horas en el universo de la serie. La malvada inteligencia artificial Virgo y el demonio Agat, los villanos de la serie original, han capturado al ronin Billy Chagas y están a punto de dominar el mundo. Sin tiempo que perder, Casey McKenna y el hijo que concibió con Billy llegan a Nueva York preparados para una última batalla.
En lugar de continuar la senda narrativa de Ronin, Miller ha optado por seguir la de la denostada Holy Terror. Ha reducido su guion a sus elementos más esenciales y básicos, y ha centrado sus esfuerzos en contar esa simple historia con planchas panorámicas de gran impacto visual y unos diálogos que propulsen el ritmo de la narrativa. No obstante, a diferencia de Holy Terror, que representa la culminación de su alcoholismo y derrumbe mental, en esta obra el creador de Sin City nos demuestra que, incluso con menos fuerzas que antaño, conserva su impresionante dominio de la composición de página y narrativa.
Para el apartado gráfico de esta secuela Miller decidió centrarse en preparar unos bocetos muy detallados, dejando los acabados en manos de de Philip Tan y Daniel Henriques. Antes de anunciarse esta secuela nadie hubiera imaginado a estos dos autores trabajando con una leyenda del cómic como es Miller. Al fin y al cabo, ¿qué cómics tienen estos dos en su bibliografía? Principalmente Spawn, He-Man y mucha morralla de DC Comics. Sin embargo, contra todo pronóstico, ambos se muestran capaces de seguir todas las indicaciones de Miller, realizando un trabajo visualmente espectacular, con una fantástica estética amerimanga, y narrativamente imponente. Sin duda, el mejor trabajo de Tan y Henriques en toda su carrera.
En cuanto al guion, Miller nos ofrece un delirio de violencia y paranoia al nivel de Holy Terror. Un delirio que realmente no tiene mucho sentido y, a diferencia de esa otra obra, tampoco pretende tenerlo. ¿Qué sucedió exactamente en las páginas finales de Ronin? A Miller le interesa más divertirse dibujando bocetos y escribiendo a samuráis que dar explicaciones. ¿Y por qué es el hijo de Casey y Billy un cruce entre Son Goku y Tetsuo Shima? Miller quiere dibujar escenas de acción como salidas de un seinen japonés, y no va a dejar que cosas tan innecesarias como la continuidad se lo impidan.
Las composiciones de página crean un mundo claustrofóbico, violento, paranoico; pero los textos contribuyen también a generar esa impresión. Tras contenerse en sus trabajos para DC, Miller se desata aquí con su famoso estilo de escritura deudor de las novelas pulp, llenando cada página con frases molonas o textos entrecortados y monólogos interiores usando el estilo de flujo de conciencia. Como en sus mejores obras, estos textos, a pesar de su extensión, consiguen acelerar el ritmo de la narración en vez de ralentizarlo. Y no voy a negar que resulta hasta reconfortante volver a leer esta prosa tan única.
Por motivos desconocidos, Miller se hizo cargo de los lápices en el cuarto y último episodio de la serie. Estas páginas son lo mejor que Miller ha dibujado en años, muestran a un autor con mucha más energía que hace años y, como decía antes, con un gran dominio sobre la composición de páginas panorámicas. Se confirma también la hipótesis de que el estilo de dibujo de Miller, cada vez más abstracto y exagerado, no es compatible con el coloreado digital que emplean Marvel y DC; el entintado y los grises de Daniel Henriques le sientan muy pero que muy bien a los lápices de este legendario autor. Ahora bien, Miller y Tan son dos polos opuestos, y creo que no hace falta explicar que tener a ambos alternándose dibujando la misma historia no es precisamente la mejor de las ideas.
Ronin Rising jamás podría tener el impacto que tuvo su predecesora. ¿Y acaso sería emocionante una secuela formalmente continuista? En la Ronin original Miller hizo lo que le vino en gana, y en esta secuela ha vuelto a hacer lo que más le apetecía sin importarle la reacción de los fans, respetando así el espíritu anti-comercial de su obra maestra. Como secuela, Ronin Rising es innecesaria. Pero como cómic de acción, un interesante y, me atrevo a decir, digno heredero de la obra que cambió la industria americana.
En Estados Unidos la editorial Abrams ComicArts ha recopilado Ronin Rising en dos ediciones, una manga y una para coleccionistas. La edición manga ofrece el cómic en formato kanzenban a un precio asequible y manteniendo su sentido de lectura original. El papel, impresión y encuadernación son los habituales en un manga editado en América, lo que perjudica a la obra: las excelentes tintas y grises de Henriques quedan diluidas, y los medianiles impiden leer con comodidad la mayoría de páginas. Además, tiene errores en la maquetación de los bocadillos, ubicados en la páginas incorrecta en ocasiones.
Por eso, la edición coleccionista, que tiene formato apaisado, es probablemente la mejor forma de leer Ronin Rising. Y digo «probablemente» porque si bien no veo forma de que esta edición sea peor que la manga, no la he tenido en mis manos.
Lo mejor
• Miller desatado
• El apabullante dibujo de Philip Tan y Daniel Henriques
• Las mejores páginas que ha dibujado Miller en años
Lo peor
• El cambio de dibujante en los episodios 4 y 6
• La edición manga USA es deficiente
Guion - 8
Dibujo - 8.5
Interés - 8
8.2
Notabla
Una secuela innecesaria, pero muy intensa y divertida que demuestra que a Frank Miller aún le queda cuerda para rato
Hay visos de que alguien vaya a publicarla en España?
Hace tiempo que no tenía noticias sobre Miller y me sorprende esta obra.
Me llama la atención una continuación de Ronin, me resulta interesante más teniendo en cuenta la reseña.