Edición original: L’uomo di Pskov (Cepim, 1977).
Edición nacional/ España: Rusia en llamas (Nueva Frontera, 1980).
Guión: Guido Crepax.
Dibujo: Guido Crepax.
Color: Sin acreditar.
Formato: Tomo rústica 54 págs.
Precio: 250 pts.
Entre los muchos adornos del genio de Guido Crepax uno que suele obviarse es su maestría con el blanco y negro. Su personalísimo pincel talla sobre el papel figuras inconfundibles que, al contrario que los cultivadores tradicionales del claroscuro (de Alex Toth a Jim Steranko, pasando por Alberto Breccia o José Muñoz), tienen en el blanco (es decir: en la ausencia) su mejor aliado. Crepax raya continuamente, como un grabador antiguo, se entrega ocasionalmente al abismo negro de la mancha, pero la indefinible seducción de su arte nace en la línea que muere sin encontrar su compañera, en la explosión de abalorios de un traje enfrentada a la piel blanquísima y el fondo apenas insinuado. Pocos autores, en efecto, más determinados por el blanco y negro hasta el punto de que, una vez alcanzada la madurez artística (en sus inicios -por ejemplo: La astronave pirata, Belinda– era otra cosa), resulta difícil imaginar sus dibujos en colores. Y, no obstante, tampoco debemos elucubrar, pues Crepax lo usó en varios trabajos; excepto en el caso de Hello, Anita -reincidiendo en su marca de fantasía y erotismo- el italiano aprovecha las posibilidades de la coloración en nuevas investigaciones: las biografías del pirata Drake y el científico Darwin para Larousse, ese canto de amor al jazz que supone Harlem Blues o la exhumación de los sucesos menos conocidos de la revolución de octubre que centran Rusia en llamas, donde nos detendremos hoy.
El editor español debió juzgar que el más modesto y descriptivo título original L’uomo di Pskov (El hombre del Pskov) desconcertaría al paisano y lo cambió por el épico y hollywoodiense Rusia en llamas, que no digo sea un mal reclamo, pero, al instante que lo pensemos, convendremos que poco significa, en realidad. Crepax se interesa por ese país que, con el triunfo del comunismo de Lenin y Trotsky, nace a superpotencia y ogro temible de nuestra confortable mitad del mundo y descubre que las cosas en 1917 y años posteriores -es decir: hace prácticamente un siglo a día de hoy- enredaban la eterna maraña de intereses bastardos y rapacidades entre poderosos que siempre pagamos los mismos. Con su lápiz Crepax fustiga a esas potencias occidentales, representadas por los generales blancos, que, temiendo un alzamiento universal de los desposeídos, intervienen en favor de las más rancias jerarquías rusas. El tebeo se abre con fusilamientos indiscriminados en una aldea, ordenados por el general leal al zar depuesto; cierra el círculo con un militar ante el paredón. Entremedias, combates, atentados y traiciones se suceden, también inútiles valentías y lealtades desesperadas. Crepax se esmera en demostrar que un pedazo de pan o de tierra con que asegurar el porvenir de los hijos se cobra en sangre, pero no cierra los ojos al sinsentido de la guerra donde tan a menudo ni siquiera los contrincantes aciertan a saber por qué militan en uno u otro bando. Rusia en llamas se publica en Italia en 1977, doce años antes de la caída del muro. Un momento en que nadie en occidente ignoraba el régimen de terror en que había derivado la utopía socialista. Crepax, sin embargo, prefiere la exaltación ideológica cercana a los clásicos de Serguéi M. Eisenstein (El acorazado Potemkin, Octubre, La huelga), a quien -como buen cinéfilo- admiraba, que la ácida reflexión del escritor George Orwell, quien había publicado su imprescindible y conmovedor Rebelión en la granja en 1945.
En 1977 Crepax era un maestro de maestros que salpicaba cada plancha surgida de sus manos con audacias infinitas. Tomemos la primera página: seis viñetas de pies militares y campesinos combinados para describir una brutal ejecución. A vuelta de hoja veremos los cadáveres esparcidos y un impasible general con monóculo, símbolo de la villanía. Los soldados son seres anónimos, sin cara, que marchan, cargan o disparan; otras veces Crepax se detiene en un rostro específico, antes de convertirlo en una máscara de dolor. El suave onirismo de penetrante lascivia de sus obras más reconocidas (Valentina, Conde Drácula, Justine, Historia de O) se transmuta aquí en pesadilla frenética durante el exterminio de unos aldeanos, con viñetas que saltan como vidrieras rotas (¡esa paleta de color, conquistada de amarillos y magentas!), fragmentando el último aliento de sus víctimas (págs.28-33). Con la libertad que le caracteriza, somete el dibujante italiano cada página a una pauta original que lo mismo contiene hasta diecisiete pequeños cuadros, estrechos como rendijas, que se descongestiona en dos o tres tomas. Soberano de recursos inimaginables, Crepax dibuja los más arriesgados escorzos (compruébense los rostros en pág.12), trocea hasta lo indecible -¡10 viñetas!- un duelo de miradas (pág.24) o difumina un cuerpo al que un disparo arrebata la vida (pág.17). No está de más que se insista: Crepax no es un dibujante académico -como demuestra el incorrecto galope de los caballos (con las patas estiradas, en la tradición de los pintores del siglo XIX)- ni un narrador clasico sino un alquimista de la historieta en busca de la piedra filosofal de la auténtica emoción. Un genio, por resumir.
No puedo ser imparcial con Crepax. Secuestra mis sentidos, los arrebata. Me obsesionan los mundos que da vida. Sus historias me infectan. Con todo lo que Rusia en llamas tiene de experimento diversificador dentro de la natural coherencia de la obra de Crepax, al cabo resulta que, incluso en el color (que semeja unas acuarelas sucias e incompletas), late la misma pasión contagiosa e irreductible.
Edición original: L'uomo di Pskov (Cepim, 1977). Edición nacional/ España: Rusia en llamas (Nueva Frontera, 1980). Guión: Guido Crepax. Dibujo: Guido Crepax. Color: Sin acreditar. Formato: Tomo rústica 54 págs. Precio: 250 pts. Entre los muchos adornos del genio de Guido Crepax uno que suele obviarse es su…
Rusia en llamas
Rusia en llamas
2015-10-06
Javier Agrafojo
Guion - 9
Dibujo - 9
Interés - 9
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Magnífica reseña de una de mis obras preferidas, eso sí, Rusia ya era una superpotencia desde finales del siglo XVIII y se las tuvo tiesas con mucha gente a lo largo del siglo XIX, no hizo falta la caída de la república salida de la revolución de febrero para eso.
Gracias, Miki! 🙂
El termino «superpotencia» empezó a aplicarse en el siglo XX con un significado concreto, distinto del de «gran potencia» anterior, y fue entonces cuando se incluyó a Rusia: https://es.wikipedia.org/wiki/Superpotencia_internacional
Bueno, siendo así lo dejaré pasar por esta vez
Eh, en mi anterior respuesta no ha salido el emoticono guiñando el ojo, así sin emoticono parezco un borde y un gilipollas (más de lo habitual, quiero decir).
Sin problema! Estamos juntos en nuestro amor a Crepax. 😉
Bestial !!!
Enhorabuena, Javier. Esta vez te has salido.
Gracias, fer13!
Falta que el personal se anime a conocer la obra de Crepax, que hay mucho bueno y variado. 🙂
Me lo compré hace poco. Y, al final, ha sido este el tebeo con el que me estreno con Crepax.
Gracias, Javier.