La vida tras la explosión.
«Aquella noche lo perdimos todo.»
A finales de 2020, cuando estábamos en plena pandemia, Spaceman Project puso en marcha el crowdfunding de Salitre, un cómic ideado por José Luis Vidal (1968, Cádiz) y Jorge González (1970, Buenos Aires). Durante el proceso de mecenazgo del proyecto nos dijeron en la entrevista que nos concedieron que era una obra que transcurría en el barrio gaditano de La Viña y alrededores, donde conocíamos a una familia formada por Mariló y Chano, junto a sus hijos Carli y Kiko. Una familia marcada por la pérdida de Raúl, el hijo mayor y la explosión de un polvorín que el 18 de agosto de 1947 tiño los cielos nocturnos de la ciudad de color rojo. Una desgracia que causo 152 muertos, 5000 heridos y daños en cerca de 2.000. Por suerte, la obra consiguió la financiación necesaria para su realización y desde comienzo del verano ya se encuentra tanto en las estanterías de los mecenas como en la de la librería de todo el país.
Ni José Luis Vidal ni Jorge González son unos desconocidos en el mundo del cómic. El primero lleva años ligado al medio tanto en su faceta de crítico y divulgador como en la de guionista de obras como Dealer: Dog Days (Dibbuks), junto al dibujante El Flores, o Buddies (Leviathan Labs) dibujado por Francisco Asencio. El segundo, por su parte, es uno de los mejores dibujantes surgido de Argentina en las últimas décadas que se ha forjado una trayectoria solidísima en su país y en Europa gracias a trabajos como Hard Story (Norma) y Hate Jazz (Sins Entido), ambas guionizados por Horacio Altuna, ¡Maldito Allende! (ECC) con guion de Olivier Bras o Pesadillas Ex Machina (ECC) escrita por Thierry Smolderen, además de otros trabajos en los que ha ejercido de autor completo como en Fueye (Sin Entido) o la extraordinaria Llamarada (ECC). Unas obras que le han consolidado como uno de los más destacados herederos de las grandes figuras del cómic argentino.
Con Salitre sus autores no buscaban hacer una crónica o denuncia de un suceso terrible cuyas cicatrices siguen todavía visibles en el alma de la calles y barrios de Cádiz. Su objetivo es reflejar esa alma herida de melancolía de la ciudad a través de las historias cotidianas de la familia que protagoniza la historia. Ellos, pese a salir de la imaginación de los autores, ejemplifican la realidad del barrio a lo largo del s. XX. Una realidad que conocemos gracias los diferentes saltos temporales que nos permiten vislumbrar las vivencias de la familia protagonista y en los que se entrelazan momentos dramáticos y con otros más felices y mundanos. De manera que sirven para hacer una estampa certera la particular idiosincrasia de los habitantes de ese barrio y la atmósfera que allí se respira. Una ciudad marcada por el carnaval y la semana santa que representan las alegrías y tristezas que están íntimamente ligadas a la vida. Un precioso homenaje que deja ver el amor que ambos sienten por una ciudad y sus gentes marcadas en sus propias vidas como podemos ver en las bellísimas imágenes de la ciudad realizadas por el autor argentino y el mimo que Vidal ha puesto en cada texto y dialogo, en los que ha reflejado a la perfección el acento gaditano y sus expresiones, de forma que pese a ser una historia que trata temas universales es netamente gaditana.
Estamos ante una historia coral compuesta de varias historias más pequeñas, pero que está dividida en tres bloques bastante bien diferenciados gracias a la paleta de colores que usa Jorge González en cada uno de ellos, unos colores que también sirven para ver los diferentes estados de ánimo de los protagonistas. La primera parte que comienza en 1914 está centrada en varios momentos previos a la explosión en los que priman las tonalidades grises de los recuerdos. En la segunda en la que vemos la explosión el color rojo tiene una importancia capital para reflejar la devastación, confusión y horror de esos momentos. La última parte nos traslada hasta casi la actualidad para ver como el barrio ha ido perdiendo su identidad por la gentrificación que ha sufrido reflejado con unas tonalidades azuladas que nos dejan ver la importancia que tiene el mar en la ciudad. Quizás esos diferentes saltos temporales despisten un poco al lector al principio, pero cuando te adentras en las páginas del cómic es imposible no sufrir con los protagonistas y quedarte extasiado completando algunas de las bellas imágenes salidas de los lápices y pinceles de Jorge González.
Ese recorrido temporal posibilita que, aunque la explosión sea el epicentro de la trama, no sea el tema principal puesto la obra aborda otros temas mucho más importantes para la trama como la gestión de la pérdida de un ser querido algo que enlaza directamente con otro tema principal como la brevedad de la vida. Pero no son los únicos temas que aborda Salitre ya que también trata otros como las relaciones familiares y los legados que nos imponen, la forma en la ha ido cambiando la vida en un barrio obrero desde la dictadura hasta ahora, y sobre todo la importancia de la memoria y como nuestro pasado marca en nuestras vidas. Algunos de estos temas ya los había abordado el dibujante argentino en Llamarada. Algo que nos dejan ver que se trata de un trabajo surgido en completa sintonía entre sus dos autores. Todos los temas que tratan desde una aproximación que en ningún caso busca tener un cariz académico o documental, puesto que tienen un toque que van a lo personal y sentimental, aunque tome como base la realidad.
José Luis Vidal y Jorge González firman una historia sobre la familia y sobre las heridas abiertas que todas arrastran durante generaciones y que siguen escociendo al contacto con el Salitre. Un precioso homenaje a la ciudad de Cádiz y sus gentes con un trabajo gráfico tan impresionante como es habitual en el dibujante argentino y que brilla en todo su esplendor gracias a la magnífica edición de Spaceman Project.
Lo mejor
• El retrato de la vida de idiosincrasia de los habitantes de La viña que vemos en la obra.
• La pericia con la que retratan los momentos posteriores a la explosión en los que vemos la angustia, el desconcierto y el horror que sintieron quienes lo vivieron.
• La bellísima imágenes que Jorge González nos regala de la ciudad.
Lo peor
• La forma de comenzar la obra dificulta la entrada en la historia.
Guión - 8.5
Dibujo - 9.5
Interés - 9
9
Un paseo por Cadiz.
Vidal y González saben reflejar tanto la realidad del barrio gaditano de La viña como las secuelas que una perdida traumática y dolorosa tiene en cualquier familia.