Dedicado a Philip Kerr (1956-2018) D.E.P.
Leer en 2018
Giardino potencia el enfoque social al estrictamente criminal. La descripción crítica y pesimista de los diferentes estratos económicos de una ciudad de medianas dimensiones resulta desoladora. Desoladora por la sordidez de las aspiraciones y motivaciones de casi todos los implicados pero al mismo tiempo nos resulta reveladora por lo poco que hemos avanzado en nuestros días. Éste es quizás el mensaje que más impacta al lector actual cuando se adentra en las páginas realizadas hace casi 40 años por el creador de Max Fridman; todo nos parece tristemente contemporáneo.
Siempre llueve en Bolonia
Sam Pezzo narra las sórdidas investigaciones de un detective privado que ejerce en una ciudad italiana muy parecida a Bolonia de finales de los años 70 del siglo pasado. En realidad Giardino no define exactamente el lugar donde se mueve su protagonista pero, a diferencia de los autores de Alack Sinner, no localiza sus argumentos en un Nueva York imaginario sino en su entorno cotidiano. Abundan las referencias a la actualidad de aquel momento. Tanto los periódicos expuestos en los quioscos como los que leen los personajes y los programas de radio que escuchan son italianos y las calles e interiores de los edificios son perfectamente reconocibles tanto para el que residiera allí como para el que visitara Bolonia en aquella época.
Porque Vittorio Giardino describe su ciudad natal con absoluta fidelidad tanto física como moralmente. Los diversos componentes de las clases burguesas decadentes enredan en su podredumbre a los pobres desgraciados que se cruzan con ellos buscando las migajas de su vacía opulencia. El detective sirve de intermediario entre la mugre y sus clientes, en consecuencia recibirá los golpes en su nombre, tanto si provienen de rudos criminales como de la policía. Sam Pezzo representa este papel de manera estoica pero descreída y sólo recibe la recompensa de conocer puntualmente algún personaje femenino que de manera fugaz le compensa de tanta sordidez.
Sus casos suelen presentarse sin avisar, de manera abrupta y repentina, y normalmente acaban con un regusto amargo. En el lúgubre universo de Sam Pezzo no existe la justicia, si acaso la supervivencia.
Este álbum contiene las siguientes historias:
Piombo di mancia/Plomo de propina (mayo 1978)
Nessuno ti rimpiangerà/Nadie te echará de menos (junio 1979)
Risveglio amaro/Amargo despertar (julio/agosto 1979)
La trappola/La trampa (diciembre 1979/enero 1980)
Merry Christmas (marzo/junio 1980)
L’ultimo colpo/El último golpe (noviembre/diciembre 1980)
Night fire (noviembre 1983)
Shit city (octubre 1982/junio 1983)
Juke-Box (diciembre 1982)
Las fechas corresponden a su publicación original en Italia. Las 6 primeras historias se publicaron en la revista Il mago en el período comprendido entre mayo de 1979 y diciembre de 1980. La historia larga en tres partes, titulada Shit City apareció en la revista Orient Express de octubre de 1982 a junio de 1983 y finalmente las dos historias cortas tituladas Juke-box y Night fire se publicaron también en Orient Express en diciembre de 1982 y – casi seguro – noviembre de 1983 respectivamente. La fecha de la historia Night fire indicada en este integral (noviembre 1993) está equivocada puesto que la revista Orient Express cerró definitivamente en 1985.
Además, existe al menos otra historia más de este personaje que no se incluye en el integral publicado por Norma, ni tampoco en el italiano. Se trata de una historia de dos páginas publicada en el suplemento La lettera del periódico Il Corriere della Sera del domingo 16 de octubre del 2016, se titula Sam Pezzo e il caso Rashid y es una denuncia de las deportaciones a sus países de origen de los refugiados políticos en Italia.
¿Les apetece un poco de crítica comparada?
Existe un decenio, el que va de 1975 a 1985 aproximadamente, que se podría considerar como una segunda edad de oro de la serie negra mundial. Solo les agobiaré con algunos títulos y con unas cuantas fechas. Alack Sinner de Carlos Sampayo y José Muñoz se empezó a publicar en la revista italiana Alter Linus en el año 1975 y unos meses más tarde en la francesa Charlie Mensuel. The long tomorrow de Dan O’Bannon y Moebius se presentó en Métal Hurlant en 1976. El escritor norteamericano Lawrence Block publicó Los pecados de nuestros padres, la primera novela de Mathew Scudder, también en 1976. Francis Ford Coppola estrenó en los cines de todo el mundo la primera parte de El padrino en 1972 y Martin Scorsese su Malas Calles en 1973 y su Taxi Driver en 1976, curiosamente. La serie de televisión norteamericana Hill Street Blues creada por Steven Bochco y Michael Kozoll se emitió en la cadena NBC de 1981 a 1987. Volviendo al tebeo, Griffu de Jean-Patrick Manchette y Jacques Tardi es de 1978. Evaristo de, otra vez, Carlos Sampayo con los dibujos de Francisco Solano López se presentó en las revistas Superhumor y Fierro a partir de 1980 y finalmente en España Peter Parovic de El Cubri y Bogey de Antonio Segura y Leopoldo Sánchez se estrenaron en 1979 y 1981 respectivamente.
No es extraño entonces que, en 1979 en el seno de una revista de cómic italiana a medio camino entre la crítica especializada y el underground, se presentara Plomo de propina, la primera historia del detective Sam Pezzo escrita y realizada por Vittorio Giardino; era simplemente el signo de los tiempos.
Pero Sam Pezzo no es una más. Esta serie ayudó a crear un relato, un estilo y un enfoque para las futuras generaciones de narradores del universo criminal. Aunque pueda sorprendernos, la serie negra tal y como la conocemos ahora tardó casi una década en afianzarse. Tras la edad de oro del género, ubicada en Estados Unidos entre la gran depresión y los años posteriores a la II Guerra Mundial, se empezó a reivindicar en Europa la serie segra como un género moderno, crítico con la sociedad y como un instrumento adecuado para describir las contradicciones e injusticias del sistema capitalista. Surgieron entonces en el Viejo Continente multitud de creadores que intentaron imitar los códigos y las formas del género centrándose en lo superficial. Por ello localizaban sus tramas en ciudades norteamericanas que no conocían, usaban protagonistas que no eran creíbles y elaboraban escena llenas de clichés donde imperaban el humo del tabaco, las gabardinas de colores claros y unas mujeres fatales surgidas de inmaduras ensoñaciones. En el segundo lustro de la década de los 70 la tendencia empezó a cambiar influidos por las obras que hemos comentado más arriba. Los argumentos se diversifican, las tramas se vuelven locales y la crítica se concreta; se denuncian las injusticas contemporáneas no las de una época pasada y ya superada. El género negro se transforma para volver a resurgir con mucha más fuerza convirtiéndose en universal.
El arte del blanco y negro. La síntesis
Otra característica que convierte en apasionante este álbum recopilatorio es la posibilidad de asistir a la evolución gráfica de un maestro de la historieta.
Agobiado por su carrera de ingeniero electrónico, Giardino decide a los 31 años dedicarse a la historieta a tiempo completo. Después de realizar varias historias cortas se embarca en una primera serie, Sam Pezzo, que acabará publicando en la revista Il Mago. Se nota en sus primeras páginas un deseo de ser fiel a la realidad y una obsesión por el detalle que puede obstaculizar la correcta lectura de la historia. La descripción de sus personajes resulta algo tosca en lo anatómico pero muy expresiva en la caracterización. Los rostros son rotundos, llenos de particularidades y muy reconocibles. El diseño de las páginas es irregular con tres tiras de tres, cuatro o cinco viñetas de dimensiones diferentes. El entintado empieza inseguro, barroco, lleno de finas rayas hechas con plumilla que atiborran las viñetas. Con el paso de las historias el estilo de Giardino va afianzándose; su entintado se vuelve más firme y más espeso, sus figuras más armónicas y su narrativa más transparente. En Merry Christmas, la cuarta historia, y sobre todo en la quinta, El último golpe, el autor italiano encuentra el punto exacto que combina espontaneidad y rigurosidad. Son páginas llenas de intensidad y furia pero con un armazón formal sólido, equilibrado e incluso elegante. En Shit City, la última historia larga de 46 páginas dividida en tres partes, reconocemos perfectamente al autor de Vacaciones fatales. Los contrastes entre los blancos y los negros son puros, la estructura de la página contiene solidez y armonía además la síntesis se convierte en obsesión. Y sin embargo la fuerza permanece intacta. Lejos de la frialdad de otras obras posteriores, la crítica y la furia desbordan los márgenes de las planchas para componer un blues denso, amargo y difícil de olvidar.
Posteriormente Vittorio Giardino realizará series como Las aventuras de Max Fridman centrada en el mundo del espionaje en la época de entreguerras, Jonas Fink que narra las vicisitudes de una familia judía en la Praga comunista de los 50 y 60 del siglo pasado o Little Ego un divertimento erótico lleno de referencias a los pioneros del cómic de prensa norteamericano. Por su parte, Vacaciones fatales es una serie de relatos auto conclusivos donde denuncia la falta de escrúpulos morales y legales de los componentes de las capas más opulentas de la sociedad a caballo entre los dos siglos. Una obra con intenciones muy parecidas a Sam Pezzo pero infinitamente más fría.
En España Sam Pezzo empezó a publicarse en 1980 en un álbum de 56 páginas de la Editorial Vilan con dos historias; La trampa y Amargo despertar. Posteriormente la revista Cimoc incluyó entre los números 64 a 67 de junio a septiembre de 1986, la historia Shit City que posteriormente recopiló en álbum en 1991 dentro de la Colección Muro. Finalmente en 2006 la misma editorial publicó en dos álbumes en rústica y dentro de su colección Comic Noir todas las historias que existían en la época en su orden cronológico.
La impresión de este álbum es ligeramente mejor que la de los dos tomos publicados en rústica también por Norma Editorial hace unos 12 años. En los primeros episodios, donde imperan las líneas muy finas y el detallismo excesivo, los blancos parecen algo quemados seguramente debido a la dificultad de encontrar buenos materiales. El tamaño es algo pequeño pero no llega a molestar. Los puntos fuertes son la comodidad de tener todas las historias agrupadas en un solo libro y la cantidad de extras que contiene en forma de ilustraciones, portadas a color y textos de reconocidos escritores italianos del género. El precio es razonable y se agradece la tapa dura. Para el que no tenga la serie es una compra muy recomendable, para el que ya posea los dos tomos en anteriores entiendo que se lo piense.
Conclusión
Sam Pezzo es la confirmación de que todo el mundo tiene un pasado y de que nadie nace enseñado. Vittorio Giardino – de estilo tan limpio, elegante y a menudo frio – supo ser en sus comienzos irregular, caótico y en ocasiones volcánico.
La vigencia actual de Sam Pezzo radica en la honesta sinceridad de una obra nacida con una absoluta falta de pretensiones. Lejos de las obras más ambiciosas de su creador, este cómic negro resulta hermosamente coherente en su deslavazada ejecución y en su desacomplejada sumisión a las reglas del género negro.
Salut!
Guión - 10
Dibujo - 8.5
Interés - 8
8.8
Canónico
Estamos ante una edición más que correcta de un clásico del comic negro europeo
Coincido tras leerlo le doy un 9 maravilloso, un blanco y negro magistral, unas tramas bien construidas interesantes con personajes creíbles, un imprescindible si te gustan las historias de detectives. A mi me gusta más el dibujo al principio cuando es más detallista sobre gustos ya se sabe.
Un comic con el tengo una deuda pendiente, espero en algún momento poder hacerme con el.
Citar también a Leo Malet, que creo que fue el primero en trasladar los tropos del género negro americano al clima europeo, con la primera adaptación de Tardí en el 81, y el Andy Gang de Chantal Montelier.
Bueno, y nuestro Pepe Carvalho, cuya influencia llega hasta el comisario Montalbano, de Camilleri y ese nuevo género negro europeo ahora tan de moda, con ese pique inofensivo entre los autores del Norte y los mediterráneos con sus recetas y comilonas, de las que Montalbán fue un claro precursor.
Hace poco releí «El Borbah» y me di cuenta de lo oportuno que fue el debut de Charles Burns, porque su luchador mejicano enfrentado a robots, sectas de serie-B y demás clichés llevados al extremo casaba muy bien como parodia del tipo de cómic que se hacía en aquel momento en que lo petaba el género negro y ese blanco y negro tan contrastado de la época.