Edición original: Blood on Black Satin en Eerie #109-111 (Warren, 1980).
Edición nacional/ España: Sangre sobre satén negro en Creepy nº 17-19 (Toutain, 1980).
Guión: Doug Moench.
Dibujo: Paul Gulacy.
Color: B/N.
Formato: revista.
Precio: 85 pts. c/u.
El equipo formado por el escritor Doug Moench y el ilustrador Paul Gulacy, uno de los más sólidos y constantes del cómic USA, ha dado varias obras de enjundia a lo largo de los años como Shang Chi, Batman: Presa, Six from Sirius o Slash Maraud, pero su colaboración no se ha restringido a las llamadas «grandes» (Marvel y DC) sino que han probado fortuna en otras publicaciones y formatos. Sangre sobre satén negro es la historia en tres partes que apareció en la revista Eerie entre los números 109 y 111 y una de las cimas de su alianza, sobre todo en lo que respecta a Gulacy.
Leída hoy esta historia de satanismo, posesiones y maldades ancestrales se revela hija de su tiempo, en la confluencia de dos tradiciones que, en la década de 1980, se retroalimentaban, como ya vimos al hablar de Creepshow. Por un lado, estaba el nuevo terror cinematográfico que había eclosionado en los ’70, más sangriento, directo y visceral, que asociamos generalmente a George A. Romero (La noche de los muertos vivientes, 1968), Tobe Hooper (La matanza de Texas, 1974) y John Carpenter (La noche de Halloween, 1978), entre otros, y que en la literatura representaban gente como Stephen King, Ramsey Campbell y Peter Straub, a quienes poco después se uniría Clive Barker. De otro lado, las revistas herederas de la EC, publicadas por Warren (Creepy, Eerie, Vampirella), que rescataron el formato ensayado por Bill Gaines en los ’50, actualizado para una época más proclive al susto, el crimen y lo macabro. En 1973, el descomunal éxito de El exorcista, adaptación de William Friedkin del bestseller de William Peter Blatty, había puesto al diablo en el candelero, aunque es probable que Moench tuviera más en cuenta las producciones británicas de la Hammer y, especialmente, la excelente película de Robin Hardy El hombre de mimbre (The wicker man, 1973) a la hora de pergeñar su cuento. También puede señalarse, lícitamente, el influjo tardío de La invasión de los ultracuerpos, con flamante adaptación cinematográfica en los ’70 a cargo de Philip Kaufman.
Quienes ahora lean Sangre sobre satén negro por primera vez descubrirán que Grant Morrison le echó más de un vistazo para su colaboración con David Lloyd en Hellblazer #25-26. También observarán la típica mojigatería que asocia el sexo con la depravación, y las festividades no cristianas -o sea, paganas- con pintorescos (y bastante inocentes) aquelarres. Moench tira por el camino tradicional, el que procede de la tradición gótica anglosajona, y, al igual que en El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Robert L. Stevenson, abundan las palabras altisonantes para adjetivar la iniquidad pero se eluden descripciones y pormenores más mundanos, favoreciendo el distanciamiento y la especulación. El lector se ve envuelto en una atmósfera levemente fantástica, embriagadora, pero exenta de auténtica turbación o sensación de peligro.
Gulacy muestra aquí uno de sus mejores trabajos, en vibrante blanco y negro (y grises). Un inicio como de historia de detectives (aunque el protagonista sea fotógrafo de prensa), incluida machacona voz en off, le permite acercarse como nunca a su maestro Jim Steranko, quien por entonces tenía puestos los ojos en Raymond Chandler (Marea roja). Los ángulos de cámara refuerzan el clasicismo de la narración, compuesta principalmente de paneles amplios profusamente detallados en fondos, iluminación y perspectivas. Nada queda aquí de las limpias coreografías de Shang Chi o Batman. Las luchas son broncas, dramáticas, donde un golpe hace caer un hombre al suelo; como se ha dicho, más cercanas al universo Hammer que a las cintas de Bruce Lee.
La extensión del relato -supera ampliamente las 30 páginas- lo acerca al ritmo del comic-book, donde los autores se mueven como pez en el agua, antes que a las concisas narraciones de las revistas de horror y fantasía. Sin embargo, el giro final (que -me temo- a estas alturas no sorprenderá a nadie) sí que juega en el campo de los cuentos de horror tradicionales… incluso demasiado tradicionales, me parece a mí, para su año de publicación. La prosa de Moench, a menudo arcaizante, indica que el escritor prefería un estilo decimonónico, impermeable a los entonces nuevos valores del género. Al gusto actual queda un poco desfasado y, en cualquier caso, resulta bastante rimbombante, aunque no llegue a perjudicar la lectura.
Sangre sobre satén negro fue publicada en la edición española de Creepy (1ª época) entre los números 17 y 19. En EE.UU. fue recompilada también por Eclipse Comics en un único cómic, prescindiendo de las portadillas que resumían los hechos del número anterior.
Lo tengo, lo tengo aunque en formato cbr (en papel imposible de conseguir). Enhorabuena sr. Agrafojo por reseñar estos tebeos viejunos.
Le sigo desde hace tiempo y me estoy empezando a preocupar porque tenemos gustos parecidos en tema de comic, generos y autores. Da que pensar. Un saludote.
Una de tantas cosas que tengo pendiente de leer… no estaría de más una reedición, como aquella que hizo editorial Glenat con el (portentoso, brutal magistral) Dracula de Fernando Fernandez, también sacado de Creepy.
Je je. aquí otro admirador del film original El hombre de mimbre, y de las perrerías que tenía que pasar aquel pobre sargento en esa isla idílica a la que todos pagaríamos por ir… o no.
Vaya por dios, hombre. También podían haber publicado esto originalmente en Creepy y no en Eerie. Que me estoy haciendo la reedición de Creepy y así aún podía tener la ocasión de tener esta historia cuando llegasen a esos números.
Gracias a todos por comentar.
Es probable que esta historieta acabe reeditada más pronto que tarde, bien sea en los tomos de Eerie de Planeta o en alguna antología que se preste a ello. Esperemos que con la calidad de impresión adecuada, pues el arte de Gulacy lo merece.
Qué puedo decir, idem? Me alegra que aprecie mis esfuerzos en arqueología comiquera. Y no se preocupe. Quienes disfrutamos de estos tebeos y autores somos muchos -muchísimos- más de los que parece a simple vista, créame.
Mister Arkadin, ‘El hombre de mimbre’ es un clásico 100% reivindicable del cine de terror setentero que merecería más predicamento (aunque me consta que tiene sus admiradores).
Retranqueiro, queda la opción de andarse al quite para cuando toque el volumen de Eerie que la contenga… siempre que el presupuesto lo permita, faltaría más.
No, ya, Agrafojo. Lo malo es que no son tomos baratos, precisamente (motivo por el que sólo hago Creepy), y sólo faltaría que me pille ese futurible volumen para que me pique y quiera tener el resto.
Claro que también está la opción de buscar la edición de Toutain de segunda mano.
Bah. Si el caso es quejarse…
No sé como van los recopilatorios de Eerie, pero el #103 incluye otra historia de Gulacy con McGregor «The Traspasser». Ambas se incluyeron en el recopilatorio de Eclipse NIGHTMARES (1985 series) que pueden encontrarse en ebay o Atomicavenue.