Nos vemos en el Saphari
«A los idealistas no les importan los animales y menos las personas. Solo los ideales dan sentido a su vida»
Saphari de Miguel Ángel Martín, editada en 2020 por el sello Reino de Cordelia, es una obra paradigmática de la última etapa, la más reciente, en la carrera del autor nacido en León. A pesar de su exótico título, se trata de un thriller urbano que está situado en un futuro no muy lejano y protagonizado por un personaje solitario, maduro y sin escrúpulos.
En esta obra Martín explora nuestra relación con las mascotas, nos advierte de los fundamentalismos considerados positivos y retrata a unos personajes protagonistas que viven al límite, pero una manera muy flemática.
Sandoval ingresa en la cárcel, deliberadamente, para llevar a cabo una tarea muy determinada. Una vez realizado el encargo y cumplida su breve condena se reincorpora a la vida social buscando mantener un perfil de baja intensidad, ocultándose entre perfectos desconocidos. Sin embargo, cuando está ejerciendo un trabajo anodino y nocturno conoce a Belasco el impulsor de un restaurante exótico y sofisticado, llamado Saphari, que le introducirá en su particular universo de gente con alto poder adquisitivo y gustos cuestionables. Entre los clientes del Saphari, Sandoval conoce a Amanda con sus dos hijas adolescentes, dos jóvenes que están preocupadas por su perro que ha desaparecido. Los dos adultos empiezan una relación sin ataduras. Aunque pueda parecerlo, Sandoval no está retirado, simplemente está esperando su siguiente mandato…
MAM nos describe un universo de apariencia frio, de calles desiertas, de lugares asépticamente e inquietantemente limpios que esconden personajes pretendidamente convencionales con pulsiones violentas, morbosas y, a menudo, prohibidas.
La obra desgrana de manera secundaria nuestra relación con los animales, cuando son mascotas, cuando los convertimos en piezas de caza, como participantes de torneos a muerte o cuando son comida. Una relación que está fundamentada en la explotación y, sobre todo, en la violencia.
En el apartado gráfico, el trabajo limpio, directo y eficaz del autor de Rubber Flesh brilla con más fuerza gracias al diseño de edición de la colección Tebeos de Cordelia. El tamaño, más parecido al libro de literatura que a un álbum de cómic europeo, potencia el trabajo minimalista, elegante y sintético de Martín.
El artista leonés divide sus páginas en un esquema mayoritario de tres tiras con dos viñetas cuadradas cada una. En ocasiones utiliza cuadros más grandes que abarcan dos viñetas en horizontal e incluso dos tiras enteras. Sus personajes son gráficamente esquemáticos aunque poseen una personalidad acusada. El entintado es en blanco y negro directo, sin ningún tipo de grises, ni tramas mecánicas. Los rayados son manuales y las manchas de negro son densas y están estratégicamente colocadas. La narrativa es clara, directa, sin concesiones. Martín nos aporta un inusual número de páginas mudas donde la acción está perfectamente coreografiada y las acciones de los personajes, o el entorno donde se desarrollan, son perfectamente entendibles e identificables. Los flashbacks se intercalan en la línea temporal principal sin ningún tipo de diferencia gráfica, pero sin generar confusión y las elipsis suelen ser bruscas e inesperadas.
En esta obra, Miguel Angel Martín consigue reflejar la violencia latente en la sociedad sin expresarla de la forma tan explícita que ha estado usando en obras anteriores. Nos muestra como el fanatismo, la falta de empatía, el egoísmo y la crueldad son la sangre que riega las venas de un sistema ciego, inhumano e implacable. El autor se ha definido, en algunas entrevistas, como un generador de relatos de humor, en una especie de boutade que busca despistar a los más crédulos. Martín es un magnífico creador de relatos de terror que combina el sadismo de escritores como Clive Barker o Stephen King con el grafismo del comic nero italiano – compartiendo muchas soluciones comunes con el gran Magnus – todo esto con la característica añadida de dominar el grafismo del tebeo más infantil, una singularidad que le añade un plus de escalofrío a sus propuestas.
Nacido en León, en 1960, Miguel Ángel Fernández Martín estudió derecho, carrera que no acabó para incorporarse a la plantilla de El Diario de León. Posteriormente se unió a la redacción de La Crónica de León donde trabajó como ilustrador y donde empezó a publicar las tiras Keibol Black y Kyrie Nuevo Europeo, a partir de 1987.
Un punto de inflexión en su carrera se produce cuando gana el segundo premio del concurso de cómics de la revista Zona 84, en 1988, y empieza a publicar para el mercado de revistas mensuales para adultos. De esta época son: The Space Between, Psychopathia Sexualis (1990), Rubber Flesh (1993), Cyberfreak (1993), Snuff 2000 (1998) Surfing on the third wave (1999- 2005), Brian the Brain (1990-2014)… Paralelamente colabora desde 1990 en el suplemento infantil del Diario 16 donde realiza la serie Días felices. Participa en diversas revistas musicales con sus ilustraciones, realiza carteles de películas como Killer Barbies (1998) o Un paraíso bajo las estrellas (1999) y lentamente su labor se decanta hacia la ilustración y el diseño. En este campo ha trabajado para El País, Marie Claire, Rolling Stone, Rockdelux o GQ. Ha participado en diversas películas, obras de teatro y musicales. A partir de año 2008 colabora con la editorial El Rey Lear realizando ilustraciones para diversas novelas como Hola mi amor, yo soy tu lobo de Luis Alberto Cuenca o El insigne cohete de Oscar Wilde. Su antepenúltimo trabajo es una novela gráfica titulada Playlove, donde las calles no tienen nombre (2008). Desde hace unos años, sus principales trabajos están siendo reeditados en formato libro por la editorial Reino de Cordelia. En el año 2020 publica para esta misma editorial la obra titulada Saphari que supone su regreso al mundo de la historieta adulta, posteriormente repetirá el mismo esquema con My way (2022).
Algunas de sus obras como Psychopathia Sexualis o Snuff 2000 han generado numerosas polémicas y han sido secuestradas por las autoridades italianas o estadounidenses, acusadas de pornografía infantil e inducción al suicidio. Tanto el autor como los editores de estas obras han sido absueltos en los juicios celebrados posteriormente.
Miguel Ángel Martín ha recibido el premio Yellow Kid al mejor autor extranjero en 1999, el Gran Premio Attilio Micheluzzi en el COMICON de Nápoles del 2003 y en su momento ganó el premio al Mejor Autor Revelación en el Saló del Cómic de Barcelona de 1993. En Italia, donde es un artista muy conocido y respetado, ha participado en innumerables exposiciones y conferencias sobre la censura y los límites de la libertad de expresión.
Como hemos comentado anteriormente, la edición de esta obra a cargo de la editorial Reino de Cordelia tiene un formato parecido a un libro, es en tapa dura con sobrecubierta, cuenta con una buena impresión y un papel muy aceptable. Contiene un prólogo escrito por Rubén Lardín y su precio es bastante asumible.
Tras una pausa, Miguel Angel Martín volvió al comic de ficción con Saphari demostrando que ha sabido dar un paso hacia adelante en la evolución de su carrera. Junto con My Way, dos años posterior, esta propuesta forma parte de un díptico de relatos más personales, más comedidos argumentalmente, pero con una violencia subterránea absolutamente intacta y reconocible. Para Martín nuestro futuro más inmediato está poblado de seres sin empatía, determinados en satisfacer sus deseos sin importarles quien caiga a causa de su empeño. Un mundo casi desierto, asépticamente limpio y tan perfectamente iluminado como la morgue soñada por un forense diligente y solitario.
Esperamos impacientes su próximo informe pericial.
Salut!
OTRAS RESEÑAS DE OBRAS DE MIGUEL ÁNGEL MARTÍN
Reseña de Rubber flesh
Reseña de My Way
Lo mejor
• Su propuesta radical, pero elegante.
• Que Saphari fue el retorno de MAM al cómic.
• Cómo narra el autor de Brian the Brain.
Lo peor
• La indiferencia que genera la obra de este autor tan insólito.
Guion - 8.5
Dibujo - 8
Interés - 8.5
8.3
Subterránea
Una obra propia de Miguel Ángel Martín sin sus secuencias explícitas y sus viñetas más escabrosas
Continúa con el estilo narrativo de su obra anterior Playlove que fue más light, pero aquí vuelve a tirar con bala. Un grande.
Ha depurado su dibujo al máximo, de una simplicidad nada fácil de conseguir. Expresa lo máximo con lo mínimo, con mucho estilo además. El guión se ajusta como un guante. Una pasada.