Secret Wars #1, de Jonathan Hickman y Esad Ribic

 

Edición original: Marvel Comics.
Guión: Jonathan Hickman.
Dibujo: Esad Ribic.
Entintado: Esad Ribic.
Color: Ive Svorcina.
Formato comic-book:.
Precio: $3.99.

 

En Diciembre de 2012 debutaba el primer número de Los Vengadores, de Jonathan Hickman y semanas después haría lo mismo el tercer volumen de New Avengers, del mismo guionista. Acompañado en los primeros compases por dibujantes como Jerome Opeña, Andy Kubert, Mike Deodato, Steve Epting o Dustin Weaver, ya desde el primer año se empezaba a vislumabrar el alcance y la ambición que imprimía Hickman a su aventura, máxime si teníamos en cuenta que su editor Tom Brevoort aprovechaba las entrevistas o su cuenta de Twitter para recalcar la importancia a corto/medio plazo que iban a tener estas aventuras. Sin embargo, no le hicimos caso, y eso que ante nuestros ojos morían entes como el Tribunal Viviente en la Luna, un planeta entero entraba en fase con la Tierra a la vez que Marte era terraformada de la noche a la mañana, un misterioso Rabum Alal era nombrado siempre en los peores momentos o los Illuminati decidían borrar la memoria a un exaltado (y todavía joven) Steve Rogers. Y mejor no hablamos de el nuevo hijo de Thanos, los Constructores o, en estos últimos meses, los Todopoderosos han dado guerra e infundido miedo a los lectores (sobre quienes sobrevolaba la palabra reboot cada vez con más frecuencia) a la par que observaban incursión tras incursión entre distintos universos alternativos o Hickman hacía una escabechina con sus creaciones (y un tal Odinson). Un total de 78 números (sumando las entregas de New Avengers y Avengers) de argumentos que gastarían los post-its e hilos y llenarían los corchos de los garajes de los más paranoicos. Todo un doctorado multiversal. Y así hasta hoy, hasta el estreno de las multipromocionadas y megaesperadas Secret Wars. Ahora bien, ¿cumple las expectativas? Para ello estamos hoy aquí (mientras Hickman tuitea sobre Messi y sus golazos). Toca reseñas. Y, sin más dilación, allá vamos.

La mayoría de los grandes eventos Marvel recientes han sido publicados por generación espontanea. Sagas de renombre como Pecado Original, Age of Ultron, Miedo Encarnado, House of M o Civil War, por nombrar algunos de los más famosos o trascendentes, aparecieron de la noche a la mañana y jugaban con un número mínimo de las tramas en marcha en sus momentos en el Universo Marvel. La accesibilidad a nuevos lectores era una de sus características principales y así se nos vendía, sin ningún pudor, desde Marvel Comics. Podrían tener su defecto, pero su accesibilidad no era uno de ellos. Las Secret Wars, sin embargo, son el polo opuesto. Cualquier lector que haya pasado por alto hasta ahora las historias de Hickman en Avengers y New Avengers (o su etapa fantástica, por subir las apuestas aún más), se encontrará más perdido que un pulpo en un garaje, pese a los esfuerzos del guionista por conjugar una introducción accesible a todos los públicos. ¿Podrá seguir los eventos? Sí, tampoco es para tanto. Pero no entenderá qué hacen ahí el Doctor Extraño, el Doctor Muerte y el Hombre Molécula. Tampoco alcanzará a comprender qué pintan Namor o Thanos en el Universo Ultimate. Una propuesta ambiciosa, un reparto amplio (algo que al menos tiene en común con las Secret Wars originales) y un ritmo frenético son algunas de las mejores cualidades de este número, del que ni nosotros mismos yo creo que somos todavía conscientes de la magnitud que pretende alcanzar.

El trabajo de Esad Ribic es excelente de cabo a rabo, y además consigue enlazar temáticamente con la etapa que tanto él como Hickman realizaron en Los Ultimates. Una etapa que, todo sea dicho de paso, Jonathan Hickman pretendía alargar más en el tiempo y hacer más ambiciosa de lo que acabó siendo. El paralelismo en el tiempo con el reboot de DC Comics afectó comercialmente a las ventas del relanzamiento Ultimate y sus tramas y subtramas no cuajaron… hasta ahora, donde el Reed Richards Ultimate, La Ciudad y los Hijos del Mañana han reaparecido por la puerta grande para perfilarse como los grandes villanos de la saga. Como ibamos diciendo, Esad Ribic lo borda y salvo algunas expresiones faciales (una Hulka, por ejemplo), da una solidez artistica brillante en un relato que no le deja ni un momento de respiro, porque se pueden contar con los dedos de una mano las páginas con menos de dos viñetas. Completamente entregado al servicio de la historia, tan solo las temibles fechas de entrega y potenciales retrasos atajados con un acabado menor pueden poner en peligro el resultado artístico de las Secret Wars. Podemos asegurar con los ojos cerrados que superarán a las originales (aunque tampoco sea mucho decir), así que bienvenido sea.

Recuerdo comprar aquella miniserie de los Cuatro Fantásticos enmarcada en el evento Reinado Oscuro. Gracias a Mark Millar y Bryan Hitch volví a interesarme en el cuarteto fantástico, y el lanzamiento de esa miniserie tuvo lugar en el momento adecuado. No esperaba mucho; tan solo una simpática e intranscendente historia. Pero no fue así. Su guionista, un desconocido llamado Jonathan Hickman, escribió unos números apasionantes que me dejaron con ganas de más. Por supuesto, no dudé en seguir su etapa al frente de los Cuatro Fantásticos y los Guerreros Secretos. Sus grandilocuentes diálogos, su obsesión por los diagramas y sus intrincadas tramas se ganaron mi corazón. Soy un gran fan del universo Ultimate y, por eso, la llegada de Hickman al universo Ultimate me emocionó. Desgraciadamente, su estancia no pudo ser más breve. Seguí interesado en todos sus cómics, no obstante. Entonces saltó la noticia: Hickman se haría cargo de la franquicia vengadora. Recuerdo la buena impresión que me dejaron los primeros números y la decepción y perdida de interés que vinieron después. Faltaba esa calidez que impregnaba cada página de los Cuatro Fantásticos, o la extrema sofisticación de los Ultimates. No, sus Vengadores, en mi opinión, no están a la altura de sus mejores trabajos, lo que no quiere decir que me disgusten. Poco a poco, he recuperado el interés y Secret Wars fue hasta hace dos días mi cómic más esperado. ¿Está el primer número a la altura de las circunstancias?

La respuesta en mi caso es sí. Secret Wars es, a diferencia de todos los eventos que plagan la industria norteamericana, la historia que su autor quería contar. Por una vez, por increíble que parezca, ha sido el escritor quien pidió hacer un evento. Y se nota. Hickman no escribe en base a sugerencias editoriales; es él quien decide los acontecimientos. Todas las señas de identidad del guionista están aquí presentes, incluido las páginas en blanco con diálogos pretenciosos. Guste o no, Secret Wars apunta a ser un evento con personalidad. En una época donde nos quejamos de interferencias editoriales e historias impersonales, Secret Wars es una lectura refrescante. Tampoco le hace daño que el primer capítulo sea frenético y ambicioso, mucho más que cualquier otro evento moderno. Del dibujo de Esad Ribic, que ya acompañara a Hickman en Ultimates, poco se puede decir. Fantástico, excelente, maravilloso… el evento mejor dibujado de los últimos siete años.

Secret Wars lo tiene todo para triunfar y ser una historia verdaderamente memorable. Pocas veces he sentido tanta emoción al pensar en las novedades de Marvel. Y, por favor, que Hickman y Ribic vuelvan a los Ultimates. Los añoramos mucho y Secret Wars nos ha hecho pensar en lo que fue y pudo haber sido su etapa.

Quien llegue a la nueva Secret Wars de Jonathan Hickman sin haberse leído su etapa en Vengadores y Nuevos Vengadores, se va a sentir como si acabara de empezar el remake Battlestar Galactica por la tercera temporada. Por lo demás, el guionista de Infinito ofrece lo prometido, con el arranque de este acto final con el que pretende dar final a la trama de las Incursiones y a todo lo que se le ponga por delante. Combinando elementos de la Crisis En Tierras Infinitas con las Secret Wars originales, el enfoque de Hickman es ante todo el de una historia de catástrofes, y así lo reflejan las páginas en las que tanto los personajes del universo Ultimate como el tradicional 616 se enfrentan a la antesala de una destrucción inminente.

El espectacular trazo y las composiciones de Esad Ribic cumple su cometido, entre ciudades al borde del desastre, puestos de mando desbordados por la implacable cuenta atrás y destrucción en masa. Toda una Guerra de los Mundos a la mejor tradición del género, en la que no falta los team-ups entre superhéroes en plena lucha desesperada, el rescate de civiles o las avanzadas en plena guerra de guerrillas a escala global. Más próxima a una superproducción televisiva estilo HBO de a lo que estamos acostumbrados habitualmente dentro del género de superhéroes, Hickman recupera a tres de sus personajes fetiche -y alguno que otro más, si nos ponemos- para convertirlos en el epicentro de este cataclísmico primer número.

Un cómic a la altura de las expectativas, en el que guionista y dibujante saben captar la gravitas de la situación a la que nos estamos enfrentando, y en el que el socorrido “y nada volverá a ser igual” se vende como algo más que un eslogan publicitario. No faltando los momentos de risa histérica, como ese tipo que ha pasado 72 horas despierto ordenando documentos y estalla a carcajadas cuando algo sale de sus esquemas -esa escena con los villanos-, el debut de la Secret Wars se presenta como un buque sólido y cumple lo que promete. Intenso, impredecible y capaz de transmitirte la sensación de que los personajes se enfrentan al Apocalipsis definitivo, su mayor problema es que sin duda resultará una lectura caótica para aquellos que acaben de llegar.

Para los que no tengan miedo a saltar en mitad de una guerra pandimensional ya empezada o hayan estado disfrutando el seguimiento de las series de los Vengadores de Jonathan Hickman, el primer acercamiento a su canto del cisne resulta altamente satisfactorio, y una promesa firma de las muchas emociones que todavía nos quedan por vivir.