Selecciones Marvel. Los Defensores: Contra Magneto y el mutante Alpha

 

Edición original: Marvel Comics – mayo 1974 – enero 1975
Edición España: Comics Forum – mayo 1999
Guión: Len Wein, Chris Claremont
Dibujo: Sal Buscema
Entintado: Klaus Janson, Dan Green, Mike Esposito
Color: Bill Mantlo, Glynis Wein
Portada: Sal Buscema
Precio: 1095 pesetas (tomo en tapa blanda de 144 páginas)

 

El repaso a la colección Selecciones Marvel de la línea Excelsior de Forum llega a su tercer número, con la recuperación de una obra que, casualidades de la vida, volverá a editarse en breve por parte de Panini, dentro de su política de recuperación de clásicos y “viejedades” bajo el sello Marvel Gold. Debido a esta proximidad se me ha ocurrido que podría ser un curioso ejercicio la comparación entre ambas ediciones, sobre todo si tenemos en cuenta que a las mismas habría que unir uno de aquellos entrañables (y tremebundos) “Pocket de ases” de los que perpetraba la difunta Bruguera. Que me corrijan los más viejos del lugar, pero es muy probable que a todo esto haya que sumar alguna publicación de Vértice, con lo que con ello tenemos unas aventuras del no-grupo que, tebeo arriba tebeo abajo, han visto la luz por aquí bajo los más dispares formatos.

En este tomo se recopilan los números correspondientes a los primeros seis meses del segundo año de vida de la que habría de ser la colección más longeva de la azarosa historia editorial de la franquicia defensora. Steve Englehart (que había hecho zarpar la nave armada por Roy Thomas a partir de los cabos sueltos de dos colecciones sentenciadas y una que no iba muy allá) cede su puesto a otro caballero ilustre de la época, Len Wein. Por su parte, Sal Buscema seguiría desarrollando su buen hacer durante todo este tiempo, viendo su trabajo especialmente realzado gracias a las tintas aplicadas por Klaus Janson. Juntos llevarían al no-grupo por antonomasia a una serie de aventuras trepidantes en las que sus integrantes se codearían (y se darían codazos) con una serie de personajes clásicos de la casa de las ideas.

Lo primero que hace Wein es recuperar al Escuadrón Siniestro, aquel trasunto-homenaje a cuatro de los héroes principales de DC (Superman, Batman, Linterna Verde y Flash) para enfrentarlos a unos personajes que no terminan de sentirse parte de un equipo. El propio Doctor Extraño lo expresa claramente al definir que lo suyo es más bien una reunión ocasional cuando las circunstancias así lo exigen que una alianza estable según el modelo vengador. En esta ocasión, la oportunidad vendrá dada por la visita de Halcón Nocturno (el trasunto “batmaniano” con nariz de cuervo Rockefeller) que ha decidido desertar de la compañía de sus antiguos compañeros de fechorías, ya que éstos han decidido traspasar una línea que aquél considera definitiva. Una vez más, el Escuadrón actúa como el peón superpoderoso de un alienígena con varios ases en la manga. El extraterrestre en cuestión responde al nombre de Nebulón y será el inesperado representante de la estética del glam rock en los tebeos marvelianos, convirtiéndose también en el primero de los villanos exclusivos de los Defensores. De esta historia el no-grupo sacaría la defección de Namor (un poco mosqueado por los expeditivos sistemas de convocatoria de Extraño) y el enrolamiento de Halcón Nocturno, que junto a la ya alistada Valquiria, Gata Infernal y la Gárgola constituirían otra de las no-alineaciones clásicas del no-equipo.

A continuación, don Len y don Sal echan mano de un par de conceptos salidos de la olvidada escudería mutante (que en aquellos días se nutría de reediciones). Los Defensores y el profesor Charles Xavier se enfrentarían al enésimo plan de Magneto para conquistar al mundo junto a su Hermandad de Mutantes Diabólicos. En esta ocasión el archienemigo de la Patrulla-X jugaría a la genética con el socorrido legado de una civilización subterránea (de ésas que en los sesenta Lee y Kirby fabricaban como churros cuando la ocasión lo requería) y crearía a Alpha, el mutante definitivo. Con profusión de textos de apoyo, Wein narraría una de esas historias con moraleja que le permitirían acercarse al destartalado campo de juego de los mutantes y dejaría a la némesis de Xavier fuera de combate durante varios años. Las revisiones de estos tebeos de décadas pasadas siempre arrojan la presencia de paradojas como la existente en el barrio-X: de ser un grupo que no podía sostener su propia colección a convertirse en una franquicia que se ha extendido más allá de las viñetas.

Por último tenemos otra de esas desbandadas momentáneas que dejan patente la flexibilidad de la membresía y las dificultades para organizar un equipo. Kyle Richmond, el alter ego de Halcón Nocturno y, como Bruce Wayne, con el dinero como maldición, se aleja de la influencia de Batman con un nuevo traje de combate, pero manteniendo el gusto por los aparatejos y el apoyo de un misterio “Pennyworth” que se encarga de los asuntos de sus empresariales. La confluencia de sus dos vidas llevará a unos menguados Defensores a batirse primero contra Luke Cage (cuando todavía lucía el apodo de Hombre Poder, la diadema y la camisa amarilla) y luego con él contra la Brigada de Demolición, el cuarteto de tollos que habitualmente paseaba su burricie por las páginas de la colección de Thor. Mientras tanto, la Valquiria intenta averiguar cuál era la historia de la mujer cuyo cuerpo ocupa (abriendo la puerta a nuevas aventuras) y Hulk retorna a la serie tras una breve marcha, motivada por su incapacidad para comprender nada que fuera más complejo que el mecanismo de un lápiz. En esta última aventura haría su aparición como ayudante de don Len un tal Chris Claremont, que poco después le acompañaría en la tarea de relanzar a la Patrulla-X.

Las tres historias dejan patente el buen hacer del que hacía gala en otros tiempos Len Wein, al tiempo que reafirma a Sal Buscema en la faceta de autor todoterreno capaz de dibujar a cualquier personaje del baúl marvelita. En conjunto, la afición tiene la ocasión de asistir a la evolución de los Defensores y a la progresiva consecución de un espíritu propio que diferenciaría a esta colección del resto de las grupales de Marvel y que, desgraciadamente, ninguna de sus encarnaciones posteriores ha sido capaz de repetir. Como curiosidad, hay que indicar que el tomo contiene una explicación sobre la forma en la que se dio color por ordenador a la portada original, abandonándose temporalmente los encargos a ilustradores españoles. Este detalle constituye probablemente la única concesión a la modernidad de un formato que, en lo relativo a tipo de papel y reproducción, mantenía un estándar no muy lejano del original. Veremos en poco tiempo cómo le sienta a un material tan antiguo un formato como el de los tomos del sello Marvel Gold.