Series TV: Lo Mejor de 2012

La televisiva adaptación The Walking Dead de los cómics de Robert Kikrman, una obra de la que nunca nos cansamos de hablar en Zona Negativa como demuestran las últimas entradas en Mundo Independiente dedicadas al fenómeno, parece haber encontrado en su tercera temporada, por fin, su propia voz, y aunque aún lejos de la tensión y la crudeza de las viñetas de la que procede la mejoría resulta más que notable. Por el momento, sólo hemos asistido a la primera parte de la temporada centrada en un par de escenarios que los seguidores de los cómics conocen muy bien: la mítica cárcel en la pudimos leer algunos de los mejores momentos de la creación de Robert Kirkman y la ciudad de Woodbury bajo el mando del inquietante y perturbador Gobernador. En esta temporada los personajes han ganado en profundidad, las escenas de acción han cobrado mayor protagonismo y la fidelidad a la esencia del cómic ha logrado acercarse a lo que de esta serie esperaban los aficionados. Posiblemente sea también el resultado de estar adaptando una de las mejores etapas del cómic pero esto, sea por una causa u otra, nos hace ser optimistas sobre el futuro próximo de The Walking Dead aunque en el horizonte se detectan un par de problemas que podrían ser determinantes para el devenir de las aventuras de Rick Grimes y los suyos.

El primero de ellos es la rápida evolución de algunos de sus personajes hacía el lado oscuro, en algunos casos realmente poco creíble o forzado, y que podrían llevarlos pronto a un punto sin retorno o callejón sin salida difícil de solventar. En segundo lugar, no menos importante es la demostrada inestabilidad del proyecto en manos de la cadena AMC, la cual después de provocar la espantada de Frank Darabont en la primera temporada de la serie ahora ha hecho lo mismo este año con el productor y showrunner Glen Mazzara que con su visión había logrado subir el nivel de la serie. El reemplazo, Scott Gimple, hombre de confianza de Glen Mazzara , también ha sido uno de los guionistas de Ghost Rider: Espíritu de Venganza, de algunos cómics de The Simpsons y de la fallida serie Flashforward, lo cual no acaba de ser tranquilizador pero habrá que esperar a los acontecimientos venideros para poder juzgar con justicia. Mientras, por ahora, podemos disfrutar del mejor momento de forma de The Walking Dead.

«Mi estándar para la verosimilitud es simple, y lo establecí en cuanto comencé a escribir prosa narrativa: que se joda el lector medio«. Esa fue la contundente respuesta enunciada por David Simon durante una entrevista que, conducida por el novelista Nick Hornby, versaba sobre el proceso creativo de aquella obra maestra titulada The Wire. Efectivamente, en el clásico contemporáneo emitido durante cinco temporadas por la HBO, Simon y su equipo de colaboradores rompieron buena parte de las reglas de la ficción televisiva serializada, planteando un ritmo, un tono y una estructura narrativa alejados de los cánones más tradicionales (y comerciales). Inevitablemente marcado por su pasado profesional –durante 12 años ejerció como reportero del Baltimore Sun–, emprendió un arduo proceso de documentación antes de comenzar a pintar el sorprendente fresco que retrató con minuciosidad cada rincón de la ciudad sita en el estado de Maryland, prestando especial atención al tráfico de drogas, la organización policial, el sistema educativo norteamericano y los tejemanejes políticos de nivel municipal, fácilmente extrapolables a escalas mayores. Todo ello partiendo de una pluralidad de perspectivas y un apego por la realidad que, sumada a la exigencia del creador y productor ejecutivo, convirtió la sala de guionistas –en la que se citaban ilustres de la talla de George Pelecanos o Denis Lehane, entre otros– «en un campo de batalla» cuyos bandos se enfrentaban en pos de un único objetivo: la frase perfecta. El resultado, una obra maestra indiscutida cuyo prestigio bien podría haber abrumado a cualquier otro creador.

Pero si de algo anda sobrado Simon –además de talento– es de ego y ambición; así que, tras ofrecer su particular visión de la Invasión de Irak de 2003 en la miniserie Generation Kill, se embarcó en un nuevo proyecto de largo recorrido: Treme, título alusivo al barrio homónimo de una Nueva Orleans convertida en la gran protagonista de esta ficción de alma documental que, volviendo a hacer caso omiso de las convenciones televisivas más esenciales, relata los esfuerzos de su población por sobreponerse a los estragos causados por el Huracán Katrina. LaDonna, Antoine, Delmond y Albert Lambreaux, Creighton y Toni Bernette, Annie, Sonny, DJ Davis… acostumbrados a verlos en otras series de televisión y películas, reconocemos algunos de estos rostros; pero cuesta identificarlos como meros «personajes», ya que desde hace tres años muchos tenemos la sensación de que, cada semana, Simon logra abrir una ventana que nos permite presenciar la existencia de vidas ajenas. Las tribulaciones de individuos que viven, sienten y respiran. Sufren, disfrutan, se alegran y tratan, como buenamente pueden, de seguir adelante pese a las circunstancias adversas: el caos burocrático y administrativo, la corrupción política y la criminalidad; pero también el mero día a día, los problemas personales y profesionales, la dificultad de recuperar la ilusión perdida y –por supuesto– la orgullosa reivindicación de la vasta riqueza cultural de la ciudad, con especial atención a una tradición musical que queda patente durante buena parte del metraje de cada episodio: pasajes que, gracias a apariciones estelares como las de Steve Earle, Lucia Micarelli –ambos con papeles de peso en la serie–, Elvis Costello, Kermit Ruffins, Big Sam, Coco Robicheaux, Dr. John y demás leyendas locales, harán las delicias de todo melómano que se precie. No lo dudéis: animaos a escuchar las numerosas listas de reproducción [1, 2, 3, 4…] que recopilan los temas interpretados durante cada temporada.

No deja de resultar curioso que determinadas voces procedentes del otro lado del Atlántico tachen a Simon de misántropo y antipatriota debido a la carga crítica de The Wire y Treme; dos auténticas joyas de la ficción contemporánea que, más allá de su indisimulada vocación de denuncia, invitan a recuperar la fe en la raza humana, y por partida doble: desde un punto de vista dramático, por la capacidad de determinados personajes de sobreponerse a las adversidades; y desde un punto de vista creativo, por el mero hecho de que existan obras de arte que atesoren semejante profundidad. De obligado visionado: tanto las tres primeras temporadas, como la cuarta y última, cuya fecha de emisión está pendiente de ser anunciada. Más allá de Treme, ojalá David Simon siga jodiendo al espectador medio durante mucho tiempo.

Después del espectacular fin de la tercera temporada de Sons of Anarchy, su mejor season finale hasta la fecha, los chicos malos de Charming habían vuelto a las andadas en la cuarta temporada, en cierta manera haciendo tabula rasa, en la práctica estrechándose el cerco entre los diferentes personajes y sus oscuros secretos. La serie de la cadena FX, creada por Kurt Sutter, conocido por su anterior trabajo como guionista y actor en la serie The Shield, se ha tomado muy en serio sus referentes shakesperianos para conseguir que el drama y el conflicto le den sentido a unas tramas, por otro lado, llenas de acción y personajes bastante extremos. Por lo tanto, al llegar a esta quinta temporada la tensión entre Jax Teller y Clay Morrow, unos fantásticos Charlie Hunnam y Ron Perlman, ha provocado un interesante y jugoso cambio en las reglas del juego. Esto ha llevado a Sons of Anarchy a uno de sus puntos álgidos en su andadura, sin posibilidad de marcha atrás, aunque vistas las temporadas anteriores puede que su presente season finale le haya parecido a algún espectador menos espectacular de lo que cabría esperar. No obstante, este drama lleno de moteros y Harley Davisons, inspirado en el Hamlet de William Shakespeare, sigue exprimiendo una fórmula a la que le ha tomado la medida.

De esta manera, la tensión y lo acelerado de sus historias y la interesante y ambigua confrontación de fuerzas entre grupos fuera de la ley y las fuerzas del orden de la ciudad ficticia de Charming, son los elementos con los que su creador Kurt Sutter consiguen entretenernos y mantener nuestro interés. Parece que SAMCRO aún tiene mucha goma que quemar en la carretera y eso esperamos ver en su sexta temporada que según los planes del mismo Kurt Sutter, al que también podemos ver en la serie interpretando al desgraciado Otto Delaney, sería la penúltima de las siete previstas antes de llegar a su pretendidamente trágico desenlace final.

Posiblemente la sorpresa de la temporada, para bien y para mal, sea la nueva serie de la Warner Bros, una nueva oportunidad al género superheroico. La programación televisiva ha dejado en Arrow un hueco a un personaje desconocido para el gran público, pero con grandes posibilidades, como es el arquero de DC Comics Oliver Queen alias Green Arrow. Este proyecto resulta a todas luces el heredero de Smallville en la pequeña pantalla pero, al contrario que esta última, Arrow parece menos almibarada y rocambolesca, con un personaje más agradecido y lleno de matices que el Clark Kent de Tom Welling que tardaría la friolera de diez temporadas, y después de la destrucción de innumerables camionetas familiares, en ponerse el traje y comportarse como un auténtico superhéroe. En el caso de Arrow la acción esta presente en la trama desde un principio, con una historia que toma como referencia la historia firmada por Andy Diggle en Green Arrow: Año Uno en 2007, y vamos conociendo la génesis del personaje a través de algunos flashbacks recurrentes mientras en la línea temporal situada en el presente asistimos a la cruzada y venganza de Oliver Queen contra la corrupción y la maldad de su ciudad. Todo esto mientras el arquero esmeralda va descubriendo, poco a poco, su faceta superheroica y los peligros que entraña su doble identidad.

Entretenimiento puro y duro, ligero y sin más pretensiones, con los correspondientes guiños al lector como pueden ser los nombres de algunos personajes referenciando a míticos escritores de la cabecera de Green Arrow o las apariciones de compañeros de viaje y enemigos como Deathstroke o La Cazadora. La historia, si bien no especialmente original, sabe disimular muy bien sus carencias y potenciar sus puntos más fuertes. La serie protagonizada por Stephen Amell refleja la influencia de las películas del Batman de Christopher Nolan, aunque también las de las aventuras cinemotagráficas del Ironman de la competencia, normal teniendo en cuenta que sus perfiles son muy parecidos y que Green Arrow nació como una copia del Batman de Bob Kane y Bill Finger. Por el momento la cosa funciona, ahora sólo tendremos que estar atentos a la evolución de esta serie y ver si esta se las buenas impresiones siguen presentes.

La comedia de la temporada, y de los últimos años para muchos lectores de Zona Negativa, se llama Community, una ensalada de humor autorreferente y culturalmente disperso en las que son habituales las parodias y homenajes a los diferentes géneros cinematográficos y/o a películas concretas del cine hollywoodense o series de televisión. En el caso de Community tenemos una propuesta que nos va conquistando, poco a poco, gracias a sus surrealistas planteamientos, sus rocambolescas tramas y a lo entrañable de sus personajes, un grupo disfuncional de estudiantes de la universidad comunitaria de Greendale que nos van sumergiendo, sin prisa pero sin pausa, en su propia y contagiosa locura. Esta producción de la NBC, comparada habitualmente con The Big Bang Theory aunque tengan poco más en común más allá de algún personaje con síndrome de Asperger, nos ha entregado alguno de sus mejores momentos de su andadura en su tercera temporada aunque sin superar lo visto a finales de la primera y hasta mediados de la segunda. Por otro lado, el inminente estreno de la cuarta temporada está a la vuelta de la esquina, en ella habremos de comprobar como afecta al conjunto el adiós de Chevy Chase, actor encargado de interpretar al racista y odioso Pierce Hawthorne, y la del showrunner Dan Harmon. Esperemos pues que estos cambios no supongan un problema y que la propuesta de Dan Harmon sigue siendo tan fresca y divertida como siempre.

Las excelencias de Mad Men, serie creada por Matthew Weiner para la cadena AMC, y su recreación de los años sesenta centrada en las vivencias del grupo de publicistas de New York, ya no pillan a nadie por sorpresa. Después de cinco temporadas y sesenta y cinco episodios la calidad de las tramas y de las interpretaciones de su inspirado reparto no han cedido terreno. Esto ha hecho de Mad Men toda una serie de culto que sigue manteniendo el favor de los espectadores y también de la crítica especializada que la ha reconocido hasta la fecha con cuatro Globos de Oro y un total de quince premios Emmy. Esta serie es un espejo al pasado, con una trabajo de ambientación perfecto, en el que podemos ver como el mundo en el que vivimos hoy realmente ha cambiado considerablemente desde los años sesenta pero, al mismo tiempo, su reflejo sigue recordándonos cuestiones y problemáticas relacionadas con nuestra sociedad que no han cambiando como sería de esperar.

El carisma de personajes como el mujeriego e ingenioso Don Draper, convertido en todo un icono gracias a la embaucadora interpretación de Jon Hamm, o la escandalosamente atractiva y astuta Joan Harris de Christina Hendricks, consiguen trasladarnos a otra época, tolerantemente adultera y machista, en la que podremos comprobar como el mundo moderno ha ido forjado a través de los ideales y principios de la publicidad. En la quinta temporada de Mad Men hemos asistido a muchos cambios, siempre narrados y dirigidos con un cuidado por el detalle realmente increíble, tan imprevisible como la vida misma y tan interesante como algunos de los mejores clásicos más glamourosos del cine en blanco y negro.

Españoles, el telediario, ha muerto. Si es que alguna vez estuvo vivo, claro está. Lo que parece obvio es que el acto de poner un noticiero en televisión y esperar encontrarse con rigurosidad, objetividad y un mínimo respeto a la inteligencia del telespectador siempre acaba resultando en un ejercicio fútil. En lugar de eso nos encontramos con un triste espectáculo llamado únicamente a primar el entretenimiento por encima de la información. Pero no os preocupéis, que aquí llegan Will McAvoy y el equipo de Noticias Noche 2.0 para traernos un presente utópico en el que el periodismo real existe. The Newsroom nos muestra el complicado periplo que seguirá un conocido presentador de televisión con una de las mayores audiencias del país. Audiencia que ha conseguido a base de situarse en una cómoda posición en la que sólo da noticias «blancas» y que no puedan molestar a nadie. Este arduo camino le llevará a una posición mucho más crítica y veraz, a la par que incomoda para un amplio sector de la política y para los altos directivos del conglomerado mediático al que pertenece la cadena de televisión.

Desde el momento en que el personaje interpretado a la perfección por Jeff Daniels, une sus fuerzas con Mackenzie McHale (un antiguo amor que se convertirá en su nueva productora), su único criterio a la hora de dar o no una noticia será… ¿es esto importante para los votantes? Y cuando impones un código tan aparentemente lógico, la paja acaba cayendo por sí sola y las noticias se convierten en imprescindibles de forma inmediata. La serie tiene además un aliciente en este sentido: todas las noticias son reales y los más actuales posibles (contando los retrasos que ofrece la obligada producción y post-producción). Y aunque esa valiente elección de Aaron Sorkin tenga el inconveniente de que queden desactualizadas, acaba siendo un trastorno casi imperceptible frente a las innumerables ventajas que ofrece. La mayor de ellas es la veracidad y verosimilitud del telediario que estás viendo, y es que a fin de cuentas Noticias Noche 2.0 es un programa real. Cuando Will McAvoy critica con fiereza, en su cadena ACN, ciertos comportamientos del Tea Party…es casi como si la propia HBO lo estuviera haciendo. Críticas reales hacia un mundo real. El periodismo en su máximo esplendor. Los guiones de Sorkin son como siempre han sido. Rápidos, mordaces y directos a la yugular. No os vayáis a la cocina a por una cerveza sin dar una pausa porque en 30 segundos os habréis perdido mucho.

Evidentemente, dadas las características que os hemos comentado, esto hace que la serie sea muy localista, muy centrada en Estados Unidos y en su actualidad política. Pero en mi opinión, eso no desmerece para nada la serie y no la hace menos disfrutable. Al fin y al cabo es inevitable comparar ciertos comportamientos de allí con los de aquí. Si os animáis a darle una oportunidad a la serie sólo necesitáis 7 minutos de vuestra vida. Es el tiempo que dura el vídeo que veis abajo y que son además los primeros minutos de la serie. Esos en los que Will McAvoy, en una charla en la que se encuentra atrapado entre una demócrata y un conservador, acaba explotando cuando una joven estudiante le pregunta: “¿Por qué América es el mejor país del mundo?”.

La segunda temporada de Juego de Tronos ha supuesto su consolidación como una de las propuestas más atractivas y espectaculares vistas en la pantalla pequeña en los últimos años. La creación del tándem formado por David Benioff y D. B. Weiss para la cadena HBO, basada como ya sabe todo el mundo en la saga de fantasía Canción de Hielo y Fuego del escritor estodounidense George R.R. Martin, ha seguido la línea trazada en su primera temporada manteniendo, e incementado, sus altas cotas de sangre, traiciones, luchas de poder, batallas y sexo. En estos temas, como buena producción de la HBO, Juego de Tronos no se ha cortado un pelo, incluso abusando de algunos elementos no tan presentes y recurrentes en los libros. De hecho, frente la cuidada fidelidad de la anterior temporada, en la presente adaptación de lo que vendría ser el libro Choque de Reyes, la segunda entrega de la saga, sus creadores se han tomado muchas más libertades respecto al material de origen. La jugada les ha salido bien, el público ha respondido, en base a una serie con unos recursos envidiables, auténticamente parejos a los de una superproducción hollywoodense, con una ambientación asombrosa y con una larga lista de personajes carismáticos en los que el espectador siempre puede encontrar a su favorito o su afiliación a una casa u otra.

El punto álgido de la temporada fue el penultimo episodio de la misma, Blackwater, guionizado por el mismo George R.R.Martin y dirigido por Neil Marshall, en el que se narra con todo lujo la batalla en Desembarco del Rey entre las tropas del rey legítimo Stannis Baratheon y las fuerzas de los Lannister comandadas por Tyrion en defensa de las aspiraciones de su sobrino Joffrey al trono. La tercera tempora, adaptando la primera parte Tormenta de Espadas, llegará en apenas dos meses y ya nadie duda que será todo un arrollador éxito sobre todo teniendo en cuenta que adapta el que unánimemente para todos los lectores es el mejor libro de la saga hasta la fecha.

La epopeya de Walter White, profesor de ciencias diagnosticado de cáncer terminal y metido a traficante de metanfetamina, está llegando a su esperado y decisivo final. Este pasado 2012 hemos podido disfrutar de los primeros ocho capítulos que conforman la primera parte de la quinta y última temporada de la serie creada y producida por Vince Gilligan para la cadena estadounidense AMC. Ahora sólo nos queda esperar, con toda la impaciencia del mundo, al desenlace de esta historia que no podremos ver hasta dentro de unos cuántos meses en la pequeña pantalla. El tiempo pasa muy lentamente, sobre todo a tenor de esta inexplicable maniobra por parte de la productora de la serie, y las expectativas pueden jugar en contra de los resultados finales pero teniendo en cuenta la andadura de Breaking Bad desde sus inicios el viaje ha válido la pena hasta este punto y habremos de confiar en el buen criterio que sus responsables.

Esta serie, protagonizada por unos impresionantes Bryan Cranston y Aaron Paul, lleva desde 2008 ofreciéndonos una de las mejores producciones de la televisión de los últimos años, habiendo recibido dieciséis nominaciones a los premios Emmy de los que se ha embolsado únicamente seis y sorprendiéndonos con la evolución de sus personajes, sus giros de guión y la lograda tensión de sus capítulos que nos ha entregado momentos verdaderamente memorables e inolvidables. Esta temporada ha estado, como venía siendo habitual en Breaking Bad, centrada en los personajes, aunque con algunas de las escenas más espectaculares de la serie en la que algunos seguidores han querido ver vulnerada la anterior apuesta por el realismo de la historia y aunque esta nunca haya sido una línea tan clara y delimitada en la misma. Después del final de estos primeros ocho episodios el desenlace promete un duelo final antológico y un auténtico cierre de infarto para Breaking Bad que esperemos no defraude.

La fantástica actualización de Sherlock Holmes en la serie de la cadena inglesa BBC creada por Steven Moffat y Mark Gatiss, con Benedict Cumberbatch y Martin Freeman en los roles principales de Sherlock Holmes y su inseparable Dr. Watson respectivamente, ha sabido mantener su excelente nivel en su segunda temporada. De nuevo tres únicos episodios, llenos de misterios, vueltas de tuercas y el magnético carisma del Sherlock Holmes de Benedict Cumberbatch, adaptando libremente las historias originales escritas por Arthur Conan Doyle en Escándalo en Bohemia, El sabueso de los Baskerville y El Problema Final. En la dirección repite Paul McGuigan, encargado de los dos primeros episodios, y debuta Toby Haynes, conocido por su trabajo en Dr. Who junto al mismo Steven Moffat, en el tercer y decisivo episodio bajo el revelador título, al menos para los más aficionados a este genial personaje de ficción, de La caída de Reichenbach.

Este año, sin lugar a dudas, el interés de las tramas ha estado ligado al esperado duelo entre Sherlock Holmes y Jim Moriarty, histriónica y fascinantemente interpretado por el actor Andrew Scott, y no ha defraudado este enfrentamiento porque las escenas que ambos comparten en pantalla son pura y explosiva dinamita. El resto del reparto, en un segundo plano, realizan en términos generales un gran trabajo y la reinvención del mundo y la mitología de Sherlock Holmes sigue siendo tan peculiar y original como fiel y apegada a la esencia del ya longevo personaje de Arthur Conan Doyle. La serie ha sido renovada por una tercera y última temporada, retrasada debido a los proyectos cinematográficos de Benedict Cumberbatch y Martin Freeman en The Hobbit y Stark Trek: En La Oscuridad, y de la que por el momento sólo sabemos que su primer episodio se basará en el relato La casa deshabitada en el conoceremos como Sherlock Holmes consiguió burlar a la muerte.

¿Hace falta decir algo más? Porque no hace mucho el compañero Daniel Gavilán ya lo dijo todo en Mundo Independiente: Descubriendo Hora de Aventuras y como podéis comprobar no es una frase hecha. Hablar de Hora de Aventuras es hacerlo, sin posibilidad alguna de discusión, sobre la mejor serie de animación del momento. Esta surrealista creación de Pendleton Ward se supera en cada capítulo y en cada temporada alcanzando nuevas cotas de surrealismo y de imaginativa diversión fuera del alcance de cualquier otra producción. Esto la ha llevado a convertirse por derecho propio en todo un icono y una serie de culto para muchos espectadores. No podría ser de otra manera porque Hora de Aventuras, a pesar de jugar con elementos muy parecidos a otras series de animación, es algo diferente y original al resto, un entrenimiento apto y recomendado para todo tipo de públicos. Las flipadas aventuras de Jake el Perro y Finn el Humano nos ofrecen aventuras en estado puro, unas tramas llenas de genialidad, personajes estrambóticos y una estética entrañable y visualmente muy atractiva. Estos elementos se entremezclan para definir una serie destinada a hacer época, un soplo de aire fresco que esperemos dure durante tanto como Jake es capaz de estirarse.

La serie The Avengers: Earth’s Mighiest Heroes fue una agradable sorpresa para muchos aficionados, un proyecto de animación que venía a suplir una cierta carencia en la calidad de las propuestas de Marvel Comics que en la última década habíamos podido ver, y a veces padecer, en la pequeña pantalla. Para ello la división audiovisual de Marvel Comics tomaría a Los Vengadores para llevarnos en un fabuloso viaje a lo largo y ancho de todo el Universo Marvel. El vehículo utilizado sería el sentido de la aventura, tan simple como espectacular, en la mejor línea de los cómics clásicos aunque con una puesta al día más propia de la línea Ultimate de la editorial. Desde la cubierta del Helitransporte de SHIELD o la Torre Stark, a la Tierra Salvaje o Wakanda, o al mundo fantástico de Asgard, todo ha tenido cabida en estas dos temporadas y más de cincuenta episodios creados y producidos por Joshua Fine. Las referencias a la historia de Marvel Comics han sido inabarcables mientras los guiños o las adaptaciones de sagas como la La guerra privada del Dr. Doom, La balada de Beta Ray Bill, Operación de la tormenta galáctica o Invasión Secreta se han ido sucediendo mientras la serie se tomaba su tiempo para presentar y profundizar en su grupo protagonista formado inicialmente por el Capitán América, Iron Man, Thor, Ojo de Halcón, Hulk, Pantera Negra, la Avispa y Hank Pym.

Por desgracia, todas las virtudes y el éxito de esta serie no han servido para mantenerla en antena, paradójicamente los culpable han sido los mismos personajes, pero en su incursión cinematográfica representada por Los Vengadores de Joss Whedon. La exitosa película del creador de Buffy Cazavampiros haría convulsionar toda la estructura audiovisual marvelita que se apresuraría a cancelar The Avengers: Earth’s Mighiest Heroes para redefinirla y relanzarla bajo el nombre de Avengers Assemble y siguiendo los patrones de las adaptaciones cinematográficas de Marvel Comics en la gran pantalla. El resultado lo podremos ver este mismo año…

Young Justice es una entretenida serie de superhéroes enfocada al público infantil y juvenil. Creada por Greg Weisman y Brandon Vietti para Cartoon Network, fue saludada desde su arranque en 2011 como una propuesta fresca para introducirse en el universo DC de la mano de los compañeros adolescentes de los pesos pesados de la Liga de la Justicia. Ya sabéis: Robin, Superboy, Kid Flash, Speedy, etc. Sus correrías les llevan por los emplazamientos más representativos de este universo de ficción: Metropolis, Gotham City, Star City, Santa Prisca, etc. A pesar del nombre coincidente, hay significativas diferencias entre el show televisivo y el cómic homónimo escrito por Peter David en los ’90, tanto en los personajes escogidos (Ms. Martian, un nuevo Aqualad, etc.) como en los argumentos.

Gran parte del éxito de la fórmula radica en su accesibilidad. Durante su primera temporada los protagonistas fueron retratados como chavales en busca de la aprobación de sus mentores, aún cuando esa intención quedase enmascarada a menudo tras su papel en misiones encubiertas proporcionadas por el mismísimo Batman. La serie se convirtió en un escaparate de lo que DC es capaz de ofrecer: seres místicos como el Doctor Destino compartían espacio con clones como Superboy, villanos de renombre como Lex Luthor o Kobra hacían de secundarios de lujo y los primeros espada de la editorial (Superman, Batman, Wonder Woman, Green Arrow) no sólo protagonizaban frecuentes cameos sino que les prestaron parte importante de su idiosincrasia. Sobre cada capítulo flotaban historias clásicas moldeadas para los nuevos tiempos, ofreciendo coherencia al neófito y el agradecido guiño al veterano. Contaba con la evidente ventaja de que el argumento discurría por una única cabecera, responsabilidad de un único equipo, al revés que las historias originales, todas de su padre y de su madre.

Por desgracia, gran parte de la frescura y originalidad de la serie se perdieron en la segunda temporada, subtitulada Invasion. Aunque las directrices proceden del final de la anterior, el salto de cinco años para proporcionar un nuevo status quo no ha sido todo lo eficaz que sería deseable: las tramas se alargan y bifurcan, muchos personajes (Zatanna, Canario Negro) quedan infrautilizados (en contraprestación, otros, como el nuevo Blue Beetle, salen reforzados claramente) pero, sobre todo, desaparecen el humor y la ligereza para precipitarse en una especie de aventura sin fin contra el típico consorcio malvado en la sombra, ya presentado en los primeros episodios, y una invasión alienígena que, a tenor de la presencia de Gordon Godfrey en la tv, aún no ha dado su último giro. Se sigue viendo con agrado, pero el argumento central ahoga cada capítulo y priman las batallitas en demérito de la caracterización. Solo comparemos el episodio contra Amazo (Schooled) de la primera temporada con el enfrentamiento contra Despero (Cornered) de la segunda para comprobar a lo que me refiero.

Ya confirmada su no renovación para la próxima temporada (sospechada tras el extraño parón navideño) aún queda por ver si resolverá adecuadamente los varios hilos que tiene abiertos o si, por el contrario, cerrará en falso, clausurando los aspectos más sonados (como la invasión) y dejando abiertos los más sutiles, los que afectan a la vida personal de los muchachos. En todo caso, nos queda el viaje realizado que, como suele decirse, fue bonito mientras duró.