Edición original: ago. 2007; Vertigo (DC Comics).
Edición España: jun 2008; Planeta DeAgostini.
Guión: David Lapham.
Dibujo: David Lapham.
Entintado: David Lapham.
Portadas: David Lapham.
Color (Tonos grises): Dom Ramos.
Rotulista: Jared K. Fletcher.
Precio: 12,95 € (Cartoné, 160 págs.)
David Lapham es, como menciono en el artículo que acompaña este cómic, un guionista en busca de una patria intelectual acogedora. Y, de hecho, hubo un tiempo en el que la logró por momentos: tras pasar por Valiant Comics y Defiant Comics, el estadounidense fundó junto a su esposa El Capitan Books, donde llevó a cabo su propuesta más celebrada y monumental hasta ahora (Balas perdidas). Pero como quiera que no tuvo el éxito que esperaba y que las responsabilidades familiares lo azotaban, tuvo que empezar un periplo por «las dos grandes» y algunas pequeñas –llegó a trabajar para Top Cow en The Darkness– con el fin de asegurarse el sustento, aún a costa de abandonar el proyecto que tanta ilusión y esfuerzo le había hecho derrochar.
No obstante, hasta en el mainstream hay cierto espacio para la libertad creativa, aunque sea moderada; y de momento el sello Vertigo le ofrece a Lapham una buena base de operaciones que, a juzgar por el curso de los acontecimientos, debe de haberle complacido… tras este Silverfish en 2007, recientemente ha comenzado la publicación de una serie regular para la línea –Young Liars–, que llegará por estos lares en el primer semestre de 2009 y que está recibiendo buenas críticas en Estados Unidos.
Pero centrándonos un poco, toca hablar de el cómic que analizamos hoy, obra única en blanco y negro de aproximadamente 160 páginas, un formato algo atípico y en la que Lapham ejerce como autor completo si exceptuamos la labor de Dom Ramos a la hora de desplegar toda una excepcional gama de tonos grises. La edición de Planeta DeAgostini es respetuosa con el original: tapa dura, medidas de 23,3×18,0 cms, una traducción muy cuidada y una reproducción perfecta. Vamos a explorarla un poco…
Diciembre de 1988, Seaside Heights (Nueva Jersey). Mia Fleming es una joven quinceañera desclasada socialmente desde que su madre muriera demasiado pronto. Muy madura para su edad, su preocupación y afectos se dirigen comprensiblemente hacia su padre y su hermana pequeña, mientras que su recelo y frustración se ceban en su amable –aunque enigmática– madrastra, Suzanne.
El pasado siempre vuelve
Precisamente con el ánimo de fastidiarla, un fin de semana que sus padres han aprovechado para hacer una escapada, decide junto a los pocos amigos que le quedan rebuscar entre las pertenencias de su nueva madre y averiguar un poco de ese pasado que adivina escabroso. Lo que no podía suponer era hasta qué punto se cumplirían sus expectativas: una maleta llena de dinero, un cuchillo ensangrentado y una misteriosa agenda resultan ser ese tesoro que Suzanne tanto empeño había puesto en ocultar. Dispuesta a llegar al fondo del asunto, Mia empezará a llamar uno por uno a todos los nombres de la libreta de direcciones en busca de información… desatando una auténtica pesadilla de la que no será consciente hasta darse de bruces con ella.
Si tenemos que clasificar Silverfish en algún terreno, ése es en el de una obra transicional y única, de prueba, en el que un autor descubre si puede tener algún tipo de libertad creativa en el marco de una gran editorial. Libertad creativa que, en este caso, es empleada para desarrollar una historia mezcla de terror adolescente y ecos clásicos del mejor Hitchcock que se adscribe sin temor al género del thriller. Y David Lapham, se encarga de decírnoslo en cuanto se le pide que describa su obra: «Tras trabajar un poco con los superhéroes, Silverfish es definitivamente un retorno a mi tipo de historias. Lo describo como una historia hitchcockiana de terror y maduración adolescente. Su característica única es que se trata de una sola historia, 155 páginas. Nada de unir capítulos en trozos de 22 páginas. Tan sólo un vibrante tirón de 155 páginas». Se puede decir más alto pero no más claro.
Portada de Balas Perdidas #1
Nótese el sello de El Capitan Books
De hecho, fue la editora Shelly Bond la que pidió exclusivamente a Lapham que hiciera algo para Vertigo. Así sin mas. Directamente lo llamó y le preguntó qué quería hacer; algo que, por otra parte, pone muy nervioso a nuestro autor: «Cuando Shelly me llamó… esa es la parte que más miedo me da porque mi primera respuesta es habitualmente un ‘no lo sé’. Conozco tíos que tienen un auténtico almacén de ideas. Tienen tantas ideas que rellenan cuadernos enteros con ellas. Yo no soy así. Habitualmente empiezo totalmente en blanco, tengo que pensar y quebrarme la cabeza.» No obstante, por una vez Lapham tuvo suerte, y como quiera que ya había preconcebido la mayor parte de Silverfish como un arco para Balas perdidas fue capaz de darle a Bond una respuesta rápida y certera –si bien en este punto remarca que ya había decidido mucho antes escindirlo como tebeo aparte por la identidad diferenciada que tenía con respecto a su obra cumbre–. Evidentemente, Lapham sigue pensando que «no hay nada como trabajar para uno mismo», aunque destaca asimismo el interés de Vertigo por un cómic que ha engrosado la línea de novelas gráficas del sello, al estilo del The Originals de Gibbons o de Pereza, de Gilbert Hernandez.
Respecto a los referentes que pueden rastrearse en la obra, Lapham cita principalmente a Hitchcock y su cine de psicópatas esquizofrénicos (principalmente podrían establecer paralelismos con Psicosis y a la –a mi gusto mucho más desasosegante– Frenesí), así como a la serie B de los cincuenta y el terror adolescente de los ochenta. No obstante, a este respecto, el autor se muestra rápido en aclarar que el cómic es «un relato de suspense y terror, en oposición al terror de golpes de efecto o al horror gore». En otras palabras, que no estamos ante un slasher al uso.
Reminiscencias de horror teen
No obstante, también hay muchos detalles tanto por la temática como por algunas claves en el argumento (psicópata que persigue niños, madrastra, un trasunto de ogro) que remite a los cuentos de hadas o, mejor dicho, a la mejor aproximación que el terror adulto y realista ha hecho al respecto. Me estoy refiriendo, claro está, a la excepcional La Noche del Cazador, la película de Charles Laughton en la que Robert Mitchum –y sus nudillos– componía uno de los mejores villanos de la historia del cine.
Ahora bien, que nadie se lleve a engaño: a pesar de todas estas fuentes conceptuales, David Lapham define Silverfish como «moderna» si bien también la describa como «vibrante, concisa y veloz […] una obra emocionalmente potente en la que la ambientación es esencial para definir el ritmo, la atmósfera, el aislamiento, el suspense, la trama… todo».
Si algo llama la atención en este tebeo es la absoluta fidelidad a una estructuración de la página enormemente definida. La unidad funcional que emplea el autor es, sin duda, un tipo de viñeta rectangular sobre fondo negro que en la edición impresa mide exactamente 5 cm. de alto por 7,5 cm. de ancho, organizadas siempre en dos columnas de cuatro filas cada una.
Eso no quiere decir, por supuesto, que todas la viñetas del cómic tengan ese formato. En efecto, nótese que hablo aquí de unidad funcional a partir de la cual Lapham estructura la página y sujeta, por tanto, a fusiones de diverso tipo. En efecto, fusionando una de las filas –y su espacio interviñeta– se obtiene una viñeta panorámica; fusionando la mitad de una columna, una viñeta alargada; uniendo cuatro, tenemos una viñeta que ocupa la mitad de una página; e incluso suprimiendo una de ellas y centrando la restante en su respectiva fila, obtenemos una enfatización. Pero casi siempre (con poquísimas excepciones) estas figuras nacen de los distintos juegos que la primera viñeta que hemos descrito permite al autor.
Varias posibilidades combinando la
viñeta-unidad propuesta
Igual de técnicamente deslumbrante se muestra David Lapham cuando llega la hora de dibujar: apoyado por su dominio de la línea de grosor medio y cambiante para las formas generales, y por una línea levemente más fina para los pocos y someros detalles faciales (ojos, boca, nariz y algún rasgo distintivo si lo hubiere), se compone un dibujo agradable y potente con un estilizado, refrescante, aspecto pop. Sólo en el pelo –que David moldea hasta convertirlo en el rasgo más distintivo de sus personajes– se muestra mucho más detallado, así como en la composición del rostro del asesino, cuya tensión y maldad se expresan a través de una mayor profusión en las líneas de expresión y unos volúmenes más angulosos (en oposición a los redondeados volúmenes de los protagonistas).
Pero sería injusto atribuir exclusivamente el mérito al aparentemente único creador de Silverfish. El trabajo de Dom Ramos, desplegando una impresionante gama cromática de tonos grises es espectacular y permite a Lapham dedicar las manchas de tinta únicamente a labores de énfasis. Todo lo demás, desde volúmenes hasta texturas, pasando por ropa, cabello, sombras, color de tez, etc. es definido a través del trabajo de Ramos. Sin duda uno de los mejores que el que esto escribe ha podido ver jamás en una obra en blanco y negro.
Muestra del trabajo del
equipo creativo
La mejor forma de reseñar Silverfish es diciendo que constituye una pieza de género correcta incapaz de trascender su condición de obra menor. Su puesta en escena es brillante, la factura técnica es funcional aunque notable, el dibujo me parece sobresaliente y en general no se le puede achacar ningún defecto formal. Si acaso, tal vez su gran pero en este sentido sea que tarda mucho en arrancar para ofrecernos un final demasiado prematuro; como si el autor –o la editorial– hubiera impuesto un límite de páginas demasiado conciso y, tras haberse tomado su tiempo con la presentación y el nudo, Lapham hubiera tenido que acelerar el desenlace.
Pero, en todo caso, por lo que esta obra me ha parecido decepcionante es por su nula ambición. Más allá del relato a caballo entre el suspense clásico y el horror, no queda nada; ni un solo mensaje o pensamiento que haga reflexionar acerca un tebeo cuyo argumento es demasiado canónico –por no decir que es innovadoramente nulo– con el género al que se adscribe. ¿A quién le gustará, por tanto? A los aficionados rayanos en lo fanático a este tipo de historias que no tengan, además, ningún inconveniente en leerse el desarrollo de una trama que hemos visto una y otra vez bajo distintas formas. Y que no pidan ni necesiten nada más.
Ficha del cómic en Comic Book Database, ficha del autor en la misma página y artículo también sobre Lapham de la Wikipedia en inglés.
Entrevista a Lapham a propósito del cómic en Newsarama y una curiosidad interesante: artículo de la Wikipedia en inglés sobre el Pleuragramma antarcticum, nombre científico del pez que da título al cómic. De paso, también os pongo el enlace a su ficha en la indispensable Encyclopedia of Life.
Tres breves apuntes para los que hayan terminado:
1. He actualizado el plan editorial de la línea para el segundo semestre de 2008 con algunas fechas que desconocíamos para cómics esperados y con las novedades confirmadas para agosto.
2. A las 11:00, más Vertigo con el análisis de Fábulas: Hijos del Imperio.
3. Y la semana que viene, a vueltas con Peter Milligan y su Enigma.
Pero por Dios, Jose, por Dios, que Psycho tiene LA escena XD:
http://www.youtube.com/watch?v=rOC-zvyhrCU&feature=related
Un no premio para el que acierte el numero exacto de planos utilizados en poco mas de tres minutos.
68
y estoy con canonball.
Y además tardó un huevo en hacerla para lo corta que es… técnicamente quizás esté mejor hecha que Frenesí, es cierto. Por eso acabo de cambiar el adjetivo de la discordia 😉
En todo caso Frenesí siempre fue mi favorita… el hecho de que la narración de Psicosis esté casi partida en dos, y que su asesino me parezca de lo más simple y bizarro (y ridículo, superado el impacto inicial) no me gustó nada, aunque he de reconocer que los planos y las apariciones del mismo (el de la escalera también es glorioso) son una maravilla –y no sólo esos–. Lo más cojonudo del montaje es que tienes la sensación de verlo todo y, en realidad, lo que es verse, no se ve absolutamente casi nada.
Pero recuerdo que Frenesí me causó muchísimo más impacto. La escena de cuando el asesino pierde el alfiler de corbata en el camión (¿de patatas era?) es estupenda y la tensión contenida pero prolongada me resultó mucho más estresante. Además, para el cine de psicópatas me atrae mucho más la fórmula de saber quién es desde el principio y ver cómo lo cogen, antes que un «whodunnit».
La tengo pendiente de leer, pero parece -por el post-que no es ninguna maravilla…
Y eso sí, me niego a releerme Enigma, aunque tengo ganas de ver tu post, José.
Cannoball, te he dejado un mensaje en el Marvel Age, ya me diras…
Y parece que el mes de Noviembre va a se horrible… para el bolsillo, digo 😉
Eso pensaba ayer… de hecho me estaba preguntando si han adelantado el Expocomic este año (¿alguien sabe algo?)
Bueno, la realidad supera a la ficcion, Norman Bates esta inspirado en el perturbado Ed Gein, echemosle la culpa a el por ser simple y bizarro XD
Ts… si es que en este mundo ya no hay elegancia y sofisticación ni para asesinar…
¿alguna vez la hubo XD?
Bueno, teneis a Chaplin en Monsieur verdoux.
Touché! Aunque he de decir que los venenos –especialmente cuando se disponían de forma tal que sólo la víctima pudiera consumirlos– siempre me han parecido muy elegantes… más claro está si cogemos la época en la que no podía discernirse si la muerte había sido natural o no. Ahhhh los tiempos de los Borgia o Catalina de Medici sí que eran gloriosos (o tal vez la leyenda que nos haya llegado acerca de ellos…)
Hombre… si nos metemos en ficción, desde el Walter Matthau de Aquí un amigo hasta las ancianitas de Arsénico por compasión pasando por el Chacal de Edward Fox, el cine y la literatura están llenos de célebres asesinos sofisticados. ¡¡Y Dexter!!
LA muerte, como el sexo, es un negocio sucio, por muy elegante que pueda parecer XD
Hola José,
Por lo visto, a mí SILVERFISH me ha gustado mucho más que a tí.
No digo que no tengas razón en lo poco original del argumento y tal… Lo que pasa es que LAPHAM estaba publicando un material tan malo últimamente (en BATMAN, y lo del Sello MAX prefiero ni recordarlo) que a un seguidor del creador de BALAS PERDIDAS como yo SILVERFISH le llegó como un rayo de luz. Y es que hay que reconocer que el cómic tiene mucho ritmo y es una lectura adictiva una vez arranca la trama.
Pués eso, que yo opino que con SILVERFISH Lapham demuestra que es un virtuoso del guión y que puede ofrecer una gran lectura cuando está cómodo y se lo propone.
Rompo una lanza a favor de la lectura de cómic.
P.D.: También recomiendo YOUNG LIARS, con la que estoy flipando y me tiene muy enganchado.
A mí en Batman me gustó mucho, pero sí es cierto que se sale (mucho) de lo que nos tiene acostumbrados. Yo también recomiendo Young Liars, divierte tanto como prometía.
Queridos lectores, voy con un poco de retraso (consecuencias del directo)… el artículo de Fábulas se publicará aproximadamente sobre las 11:25. ¡Disculpad las molestias!
PD. Sólo me queda añadir imágenes y repasar una cosilla.
Hola Zantoblin… para mí es un virtuoso técnico del guión. De hecho, te doy la razón en que el ritmo que imprime al tebeo es estupendo (excepto por ese final acelerado que comento)… pero aún así, me sigue pareciendo un cómic que no ofrece mucho más allá de lo que se lee. Está muy bien hecho, pero generalmente suelo pedir más… algo que empiece realmente cuando se cierran las tapas.
PD. Sí; he leído la cita de García Bernal y me ha encantado ¿qué pasa? :p
LA muerte, como el sexo, es un negocio sucio, por muy elegante que pueda parecer XD
si se hace bien, por supuesto que sí.
Compré el otro día Silverfish, pero aún no lo he leido, así que todavía no puedo opinar nada, pero, aunque sea una «obra menor», Lapham es mucho Lapham.
Por cierto, ¿qué pasa con BALAS PERDIDAS? Hace mucho que La Cúpula no publica nada.
Muy buena la reseña. Excelente!
He linkado a vuestro blog, porque en una reseña en mi blog he querido comentar el tema de La Noche del Cazador. Me parece excesiva la comparación de hecho… pero vamos, gracias de todos modos.