Edición original: Simbad el marino (Sedmay, 1980).
Guión: Carlos A. Cornejo.
Dibujo: Jorge Salas.
Color: Fotolitos ERNIO S.L.
Formato: Álbum.
Permítaseme un pequeño capricho. El tebeo que traigo hoy no es, en justicia, nada especial. O sí. Porque es una de las historias que mi hermano y yo devorábamos una y otra vez en nuestra tierna infancia. Uno de esos relatos que hacen afición, pero que están indisolublemente ligados a un lugar, una época, una edad. O, si se prefiere, cuyos valores están teñidos por el prisma de la nostalgia.
Las aventuras de Simbad proceden de Las mil y una noches. Aunque en un principio no estaba integrado en el corpus principal, su éxito hizo que sucesivas ediciones le dieran carta de naturaleza. Su celebridad no quedó circunscrita a la letra impresa, como dan fe infinidad de adaptaciones cinematográficas, con Ray Harryhausen detrás de las más recordadas. Este marinero de viajes fantásticos sería como el Indiana Jones de épocas pretéritas o un Flash Gordon del océano enigmático.
El escritor Carlos Alberto Cornejo, especialista en la adaptación juvenil de clásicos de la literatura, y el dibujante Jorge Salas, un apañado ilustrador entre Ibáñez y la línea clara, cogieron los elementos que les resultaron más inspiradores para elaborar un relato infantil sobre las vivencias del marino. De la mano de un sosias del protagonista, interesado en los éxitos de Simbad, ante nuestros ojos se despliega la azarosa vida del héroe, en viajes donde no faltan ni islas-ballena, ni pájaros gigantes, ni tribus caníbales, ni aciagos desposorios… ¡ni siquiera una improbable doma de caballos anfibios! Los autores condensan la historia en unas pocas páginas de grandes viñetas, dibujo caricaturesco y diálogos ágiles, ideales para retener la atención (y la imaginación) de un niño. Es cierto que desde un prisma adulto, el volumen se lee en un pispás y tampoco aporta mucho en el ámbito formal, aunque conserve parte de su primitivo encanto naïve. Pero todo eso no es más que cháchara pseudo intelectual. En realidad, esta pequeña disertación obedece al pago de esa deuda que todos tenemos con nuestra infancia y al interés porque vd., querido lector, aproveche estas líneas para bucear en la memoria y rescatar el dulce sabor de las primeras lecturas, esas que nos aficionaron sin remedio al mundillo.
Simbad el marino fue publicada en 1980 por Sedmay Ediciones en formato álbum. En mi manoseado ejemplar no consta indicación sobre su precio, así que para mí -evidentemente- no lo tiene.
Javier, tu reseña me ha quitado treinta años de un golpe y me ha devuelto a los tiempos del Naranjito. ¡Qué recuerdos me han venido a la mente al leer el nombre de Jorge Salas. Cuando existían los cursos por entregas él preparó uno para un suplemento dominical de la época sobre cómo dibujar cómic. En la inocencia de los nueve años los guardé como oro en paño para ver si podía dedicarme al tema.
Tiempos del Naranjito y la mirinda.
Pues ese curso por entregas deberia tambien ser reseñado.
Pues como no vayamos de exploración arqueológica me parece. Aunque ¡quién sabe! A lo mejor en las hemerotecas de una biblioteca pública…
Coño, Agrafojo, por tu culpa llevo horas buceando en la memoria y con el nombre de mi tebeo más sobado de mi infancia en la punta de la lengua. Y no sale, el condenado.
No fue lo primero que leí, claro, que ahí entrarían los Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, algún que otro TBO por ahí perdido… lo que había por las casas de mis primos mayores, o en la biblioteca del cole…
Pero entre mis regalos de primera comunión, uno de los que más ilusión me hizo (y al que más provecho saqué) lo recibí de un compañero de clase. ¡Un tebeo! Joder, la de veces y veces que me lo leí. Me lo acabé sabiendo de memoria y, aún así, seguía leyéndolo. ¡Y no me acuerdo del título!
Era Dani Boom, Dani Bum, algo así… De tapa dura, formato album… En la portada el protagonista sobre su caballo recortados por un relámpago entre la lluvia.
Era una historia de aventuras, en la norteamérica colonizada por los ingleses. De hecho, salían tropas inglesas, indios mohicanos… todo con un dibujo humorístico pero (o yo lo recuerdo así) de trazo preciso y elegante. El protagonista era una especie de David Crockett perruno; y esto lo digo porque él (y ahora no estoy seguro, pero puede que tuviese un ayudante/compañero representado igual) era un animal antropomorfo a pesar de que el resto de personajes fuesen representados como humanos.
¿O no ? Dios, ya puedo notar como se me va derritiendo el cerebro… No importa, lo recordaré y volveré para decir de qué tebeo se trata. Ah!, su caballo se llamaba Bucéfalo.
Agrafojo, macho, ya sólo por los recuerdos que se me han venido a la cabeza… gracias por la reseña.
Este cómic ha estado toda la vida en mi casa. De pequeño habré perdido la cuenta de las veces que lo habré leído. Y es gracias a él y a adaptaciones similares de clásicos por las que me entró la pasión por la lectura, sobre todo de las grandes obras de aventuras. Papá, Mamá, muchas gracias por educarme con tebeos como éste y enseñarme a través de ellos que la imaginación es uno de los bienes más preciados y que nunca tenemos que coartarla.
En alguna de las limpieza de casa dimos este tebeo junto con otros varios y libros a alguna biblioteca popular. Ojalá que en algún lado algún niño pueda leerlo y descubrir mundos de aventuras sin fin.