Sky Hawk

Con motivo de la semana temática de su autor, y aprovechando su reedición por parte de Ponent Mon, reseñamos Sky Hawk, el western crepuscular del maestro Jiro Taniguchi.

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Sky_Hawk_Taniguchi

Edición original: Ten no Taka, Futabasha 2002.
Edición nacional/ España: Ponent Mon 2010.
Guión: Jiro Taniguchi.
Dibujo: Jiro Taniguchi.
Traducción: Víctor Illera Kanaya.
Formato: Rústica 288 páginas.
Precio: 18€.

 

Con motivo del pequeño homenaje que rendimos en Zona Negativa a la figura del gran Jiro Taniguchi, los redactores nos hemos puesto manos a la obra para acercaros un poco más la extensa producción del maestro japonés, con una semana temática que arrancó con la publicación de una fantástica Guía de lectura que sin duda ayudará a que conozcáis y organicéis las obras que más os interesen del autor. En este caso concreto reseñamos Sky Hawk.

En la reseña que nos ocupa vamos a hablar de una obra que se sale un poco de la temática que le caracteriza, alejándose de su introspección habitual para abrazar un género en las antípodas de lo oriental: el western. Puede sonar extraño el asociar el nombre de Taniguchi a una historia de indios y vaqueros, pero esta obra es sobre todo un sueño cumplido por parte del creador de El almanaque de mi padre (entre otras), una historia en la que vuelca todo su amor, cariño y experiencia para generar un western atípico, plagado de significados. Una historia que se convierte en un homenaje eterno a un estilo y una época que ayudó a muchos autores, como el propio Taniguchi, a forjarse cómo fueron.

Sky_Hawk_Capítulo_1

Desde la primera página el lector se sumerge en una verdadera historia ilustrada del Oeste, pero narrada desde puntos de vista diametralmente opuestos a los que estamos acostumbrados. La trama cuenta la historia de Hikozaburo y Manzo, un par de samuráis que se ven obligados a exiliarse a Estados Unidos durante la Revolución Meiji (1868), e intentan encontrar una forma de vida que les llene cazando y recolectando en los territorios de la tribu india Crow. Su vida da un giro de 180º cuando Hokozaburo ayuda a Ciervo Saltarín, una joven esclava india que ha huido de sus amos y está dando a luz en el bosque. Los dos japoneses la cuidan y ayudan a escapar de sus captores blancos hasta entrar en contacto con Caballo Loco, el mítico jefe de los indios Oglala que les cobija al fascinarse con la forma de ser y luchar de los orientales. Durante un tiempo la vida de Hikozaburo y Manzo es más feliz y plena que nunca, pero la modernidad no entiende de felicidad y los conflictos entre blanco e indios por los territorios sagrados a cuenta de la instalación del ferrocarril les avoca a una batalla constante por salvar a sus ahora hermanos y ayudar a preservar una forma de vida en peligro de extinción.

Taniguchi relata así los últimos días de gloria de los nativos norteamericanos antes de ser arrasados por el empuje del hombre blanco. En este sentido la obra toma unos tintes de epopeya crepuscular, una historia con nombres propios, héroes y mitos que representan los temas que el autor pone sobre la mesa. Una historia de esperanza envuelta de tristeza, en la que viñeta a viñeta vamos acercándonos al inevitable final que el determinismo histórico trae consigo para todos los protagonistas.

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La manera que tiene Taniguchi de contarnos las cosas es una de las principales bazas para conseguir esa sensación determinista. El propio autor cuenta que la idea de crear una historia de vaqueros e indios le rondaba la mente desde muchos años antes de su culminación en Sky Hawk. Jiro, como muchos jóvenes japoneses nacidos a mediados del siglo XX, se crió viendo películas que llegaban de Estados Unidos, y entre todos los géneros, uno le fascino: el Spaguetti Western. En aquella misma época el mítico mangaka comenzó a consumir cómic europeo, un medio que también reflejaba ese ambiente aventurero y épico que traen consigo las llanuras del Far West. Taniguchi se vio impresionado por las historias contadas en ese medio, así como por la manera de hacerlo y desde ese momento supo que una de sus grandes metas era desarrollar su propia obra en el Oeste. Por desgracia era un modelo de historia difícil de apreciar por el lector japonés, por lo que los editores esquivaron las propuestas de Jiro durante muchos años. Tras llevar su producción por otros derroteros distintos (y muy exitosos), Taniguchi no se daba por vencido y se le ocurrió la idea de introducir un personaje japonés como vertebrador de la historia y construir todo en torno a este. Para ello tuvo que documentarse hasta dar con la historia de un grupo de japoneses del clan Aizu que en 1869 se habían visto obligados a exiliarse en San Francisco después de ser derrotados en la guerra Boshin, Guerra Civil Japonesa entre 1868 y 1869 que marcó el inicio de la Revolución Meiji. Fueron los primeros emigrantes japoneses fuera del continente asiático.

La mente del genio se puso a trabajar y enseguida ató cabos para generar una historia que contase con esos pioneros japoneses que se abrían al nuevo mundo por primera vez y su interacción con los indios, que se estaban viendo aplastados por ese mundo voraz que no conocía ni respetaba a nadie. Para un occidental es difícil ver el punto de riesgo que hacía que los editores nipones desterrasen la idea de publicar la historia, pero ya desde la sinopsis está presente. Durante la Segunda Guerra Mundial los japoneses habían sido bombardeados con la propaganda autárquica del emperador Hiro Hito, que proclamaba la necesidad de seguir una doctrina de “Asia para los asiáticos” otorgando un valor extremo a la cultura oriental y despreciando cualquier contacto con el exterior. Este germen permaneció durante muchos años presente en la educación del pueblo nipón, por lo que no es de extrañar que una historia de inmigrantes japoneses no llamase la atención. Todo ello unido a que el ambiente netamente estadounidense, casi propio de una producción de Hollywood, y las herramientas de narración europeas que Taniguchi pretendía usar, chocase frontalmente con las creencias japonesas hacia cómo debía ser una novela gráfica.

Sky_Hawk_Capítulo_3

Esa influencia se hace patente durante toda la obra. Sky Hawk bebe directamente de grandes clásicos de mediados de siglo XX cómo Pequeño Gran Hombre o Un Hombre llamado Caballo, pero también de series de cómics del Oeste como Mac Coy (del español Antonio Hernández Palacios), Comanche o Jonathan Cartland. Sin embargo, la dilación en el tiempo de la realización de la historia le trajo también una influencia más cercana de obras como Bailando con lobos o El último mohicano. Con toda esta mezcolanza, y una documentación muy precisa, Taniguchi crea un marco histórico incomparable en el que Hikozaburo y Manzo son testigos y protagonistas del último vals de un pueblo como los indios, que podría ser lo más cercano a lo oriental dentro de lo eminentemente occidental que es el Lejano Oeste.

El acercamiento entre todos estos puntos que forman Sky Hawk se hace desde un concepto que Taniguchi ya utilizó en La época de Botchan. Partiendo de un contexto histórico real y documento de manera muy precisa, personajes reales e inventados interactúan para crear la épica, hasta el punto de difuminar al extremo qué es lo verdadero y qué es lo falso. Hablando de esto, podemos decir que es un manga bastante didáctico, en el sentido de que un lector curioso tendrá que parar la lectura en más de una ocasión para cotejar un dato, un evento o un personaje. Con esto no quiero decir que sea necesario tener al lado una enciclopedia (o Google para el que viva en el siglo XXI) para disfrutar la lectura, ya que la figura del narrador nos lleva de la mano al comienzo de cada capítulo para situarnos en el momento y en el lugar y a partir de ahí deja que los personajes nos guíen por la aventura.

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Mientras que en La época de Botchan Taniguchi contaba con la ventaja de que el público occidental partía de un desconocimiento casi pleno de los hechos históricos que narraba, en el caso de Sky Hawk esto se convierte en un hándicap, ya que el Viejo Oeste es casi un cliché en sí mismo, fuente de numerosas historias ya míticas en el imaginario colectivo. Una de las principales medidas para hacer frente a ello son los personajes. Partimos de la base de que la historia está plasmada desde el punto de vista de Hikozaburo y Manzo, que en muchas ocasiones hacen las veces del lector, y que las auténticas estrellas de las viñetas son las variadas tribus indias que se nos presentan asentadas en las famosas Black Hills. Vemos muchas similitudes entre estos dos arquetipos protagonistas y el intercambio cultural que vertebra todo el inicio de la obra. El bushido, el código del honor japonés, demuestra no estar tan lejos del honor de los pieles rojas, que enseguida respetan, hasta el extremo de considerar hermanos, a ambos extranjeros.

Taniguchi no deja de ser el mismo, pese a estar, como Hikozaburo y Manzo, fuera de su patria, y utiliza un abanico de temas que siempre pueden relacionarse con él. El amor y el respeto por la naturaleza, el espiritualismo oriental, la vida al aire libre… Temas todos ellos imbuidos dentro de una historia mayor y puestos al servicio de una auténtica epopeya que no tiene nada que envidiar a la mejor tragedia clásica. Es en esto una obra cruda, que refleja un punto de vista que en esas historias de vaqueros que le influyeron tanto se oculta habitualmente, poniendo al hombre del Oeste como traicionero, malvado, ávido de tierras y sangre, dando lugar a un relato épico, y a la vez descorazonador al saber de antemano el triste destino de los que presenta como buenos, honorables y leales. Una historia que siempre o casi siempre nos ha venido contada por los vencedores y en este caso ocurre al contrario, dando un tinte más desesperanzador al relato. Una sensación que queda incluso al finalizar por completo la obra, si nos tomamos unos minutos para leer acerca del destino de esa región de Estados Unidos, que ahora presenta un cementerio memorial en honor al General Custer, poco menos que un genocida, y los pocos descendientes de nativos que quedan se ven obligados a vivir en reservas a las faldas de las montañas regentando alguno de los tan manidos casinos indios.

Estos aspectos se ven sin duda reflejados no solo en la historia, sino también en el dibujo, con un trazo claro y limpio, muy orgánico, que da lugar a escenas de gran belleza y sentimiento, pero que amplía el espectro de Taniguchi en unas muy bien desarrolladas escenas de acción tan duras en lo artístico como en lo emocional, y también con una precisión extrema. El contraste de los mundos que se reflejan en Sky Hawk, los paisajes tradicionales del Far West y el estilo depurado y costumbrista del pincel del nipón crean un marco incomparable para una historia inolvidable, en lo que narra y en lo que muestra.

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Una de las mayores bazas en esa simbiosis entre lo real y lo ficiticio se asume con naturalidad desde la primera viñeta, haciendo parte inherente a los desubicados protagonistas de un mundo en el que parecen no encajar. Cuando oyes la trama por primera vez no dejas de esbozar una sonrisa pensando en la osadía de meter a dos samuráis entre puñados de Winchester y Colt Single Action Army, y sin embargo, al comenzar a leer, parece que llevan allí toda la vida y se sienten como peces en el agua. Sin embargo, la maestría con la que Taniguchi salva este obstáculo inicial, llevando el ritmo de una manera apabullante y magistral durante más de la mitad del tomo, queda algo diluida ante la falta de profundidad. En ningún momento diré que Taniguchi carece de valentía en una obra que desde su concepción tiene agallas, pero también es necesario decir que el maestro japonés prefiere no mojarse y obvia las ambiciosas posibilidades que tendría la historia de estar más enfocada en los personajes, en los contrastes, en las motivaciones, en el crecimiento para la posterior caída. El plantel se presenta de manera magistral, tanto el fantasioso como el histórico, pero se queda ahí, no dejan de ser arquetipos que van más allá del cliché, pero no llegan del todo a lo humano.

Por el contrario, Taniguchi prefiere volcar toda el último tercio de la obra en una suerte de crónica histórica, precisa y correcta en grado sumo, pero predecible, y crea una línea recta que cualquiera puede seguir a ojos cerrados hasta el clímax desarrollado en Little Big Horn, con Custer, el 7º de Caballería, Toro Sentado, Caballo Loco y demás leyendas de estas Térmopilas del Oeste. Y es una pena, porque lo tenía todo para realizar un western crepuscular sublime, aunando lo mejor de occidente y oriente en una misma obra, a través de unos personajes con un potencial humano tremendo. Taniguchi lo hace tan bien al comienzo, plantea de manera tan exquisita una historia destinada a ser inmortal, que al final parece que sabe a poco un desenlace que, aunque genial, no deja de ser lineal y carente de la humanidad y la sensibilidad que podía tener.

Sky_Hawk_Capítulo_7

Que el párrafo anterior no lleve a equívocos, Sky Hawk, pese a ese punto gris, sigue siendo una perfecta epopeya clásica de indios y cowboys, pero la sensación de que todo podía haber sido mucho más es evidente al finalizar la obra. Sobre todo teniendo en cuenta que estamos ante Jiro Taniguchi, autor del que sorprende que deje a un lado a sus personajes para centrarse en los hechos. Quizá solo quería contar una historia de vaqueros. Quizá la enorme labor de documentación provocó que quisiera incluir todos los hechos hasta el desenlace brutal en Little Big Horn. Sea como fuere, lo cierto es que Sky Hawk podría haber sido un punto de inflexión en la obra de Taniguchi y en el mundo del cómic en general si el tono introspectivo y costumbrista del autor hubiese prevalecido. Nos tenemos que “conformar” con una precisa, correcta y preciosa incursión del autor en un género que, aunque alejado de su estilo, hace suyo desde el primer momento, una obra atemporal que atrapa al lector y no le deja ir hasta haber devorado sus páginas.

Como insinúa Moebius en el prólogo de la obra de la magnífica edición que realiza Ponent Mon, Taniguchi usa Sky Hawk como un refugio de los indios y los vaqueros, un lugar donde permitir que la leyenda del Oeste siguiera viviendo. Y nadie como Taniguchi, con su condición de maestro permitiéndole saltar de un género a otro sin apenas dificultad, para afrontar el reto de acercar unos mitos tan occidentales y modernos a una tradición oriental. El resultado es, como siempre, una obra maestra que mueve y conmueve al lector, una novela ilustrada de cowboys, con todos sus arquetipos pero sin usar ningún cliché, mostrando el lado humano y crudo de las cosas. Una epopeya clásica disfrazada de la lucha entre lo moderno y la tradición, que refleja la historia de dos pueblos, su forma de pensar, su relación con la naturaleza y su manera de tratar la vida y la muerte. Una historia humana e histórica, en cierto modo, que refleja el amor que el autor siente por ese paisaje tan dado a la aventura y la épica, pero también el cariño y lo mucho que debe al mundo del cómic europeo.

  Edición original: Ten no Taka, Futabasha 2002. Edición nacional/ España: Ponent Mon 2010. Guión: Jiro Taniguchi. Dibujo: Jiro Taniguchi. Traducción: Víctor Illera Kanaya. Formato: Rústica 288 páginas. Precio: 18€.   Con motivo del pequeño homenaje que rendimos en Zona Negativa a la figura del gran Jiro Taniguchi, los redactores…

Valoración Final

Guión - 8.5
Dibujo - 8.5
Interés - 9

8.7

Taniguchi sale de su zona de confort con Sky Hawk, un western crepuscular que narra la última época dorada y libre de los indios norteamericanos. Una epopeya redonda que se queda a pocos pasos de ser toda una obra maestra.

Vosotros puntuáis: 9.3 ( 6 votos)
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Mònica Rex
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18 mayo, 2017 22:09

¿sabes quien se la va a comprar, no? 😀