Edición original: Sock Monkey Treasury, febrero 2014, Fantagraphics Books.
Guión, dibujo y tinta: Tony Millionaire.
Color: Jim Campbell y Tony Millionaire.
Formato: 336 páginas a color editadas en cartoné.
Precio: 39.99 $ .
Suelo dar la brasa con autores. La pátina pedante recorre mis reseñas, soy consciente. El mero hecho de recomendar a ciertos individuos, adscritos a tendencias indie o underground, ya hiede a pose y postureo. Lógico. En según qué circunstancias, yo mismo evitaría mis propias reseñas. Pues no hay nada más cargante que ese ímpetu de articulista enterado por tratar de demostrar que haber descubierto la pólvora. Pero es que de veras, este señor, Tony Millionaire, es uno entre un millón. Desde luego, desde la explosión de la mal llamada novela gráfica, el número de autores norteamericanos a seguir ha crecido exponencialmente al tiempo que la edad media del lector de cómics también ha ido aumentando –y si no me creen, echen un ojo a vuestra tienda habitual: no entran niños-. Existen autores personales, particulares, de modos cada vez más ingeniosos. El creador de Maakies es uno de ellos. Y, dicho con toda la convicción, es de los más brillantes.
Poco se ha prodigado en España la obra de Millionaire, aun así escasa por otro lado. Del Billy Avellanas publicado por La Cúpula al primer volumen de este Sock Monkey, tímidamente editado años ha por Rossell. De resto, silencio. De tal modo que lo normal para conseguir todo lo que ha venido a posteriori, haya sido tirar de los tomos de importación y, a Dios gracias, a esas maravillosas webs de venta de libros sin gastos de envío, esas tan baratas que están logrando acaparar nuestras compras con la consecuencia inmediata del cierre de las tiendas físicas, esas que tanta ilusión te hizo que aparecieran en tu barrio.
Volviendo al lío: Millionaire. Su talento es evidente. De entrada, como ilustrador. Con reminiscencias que van desde Gustave Doré hasta genios de la plumilla como el contemporáneo Gary Gianni, Millionaire logra, cuando quiere, que cada plancha resulte una imagen digna del mejor cuento ilustrado del siglo XIX. Sobretodo si en el dibujo en cuestión aparecen goletas dieciochescas o mansiones victorianas. Por eso digo “cuando quiere”. Si estás leyendo esto y conoces las tiras de prensa del autor, Maakies, de las cuales puedes leer una reseña aquí, recordarás la mezcla constante entre el trazo rápido y desinhibido de sus caricatos, en contraste absoluto con viñetas preciosistas, esas que aparecen de cuando en cuando, explotando en la retina del lector por su evidente calidad. Pues Sock Monkey es la versión exquisita de esas viñetas. De hecho, la serie está protagonizada por los mismos personajes protagonistas de la tira, el cuervo borracho y el mono antropomorfo, Uncle Gabby y Mr. Crow, salvo que aquí están encarnados por su versión realista, por llamarlo de alguna manera, por la semilla genuina, es decir, por un muñeco hecho con calcetines y un cuervo de trapo.
El propio Sock Monkey del título es un juguete habitual en el ocio popular estadounidense, un recuerdo de aquellos juguetes de pobre, confeccionados con algodón e hilo, que vivieron su auge durante el movimiento Arts and Crafts a mediados del siglo XIX en Europa y Estados Unidos. Este hecho permite a Millionaire situar la acción de sus personajes en el ambiente de una mansión victoriana, perfectamente retratada, ubicada en una finca idílica y propiedad, asumimos, de una familia pudiente, de la cual solo llegamos a conocer a la hija, Ann-Louise, la dueña de los juguetes. De sus progenitores, solo llegamos a ver los pies. Las aventuras que viven Gabby y Crow tienen lugar de manera autónoma, sin la presencia de humanos, como si vivieran en un mundo particular. Si esto recuerda a la premisa de Toy Story, Sock Monkey vendría a ser la versión perversa de la película de Pixar. Más que perversa, que algunos picotazos de perversidad desprende, la versión grotesca. Los personajes de la obra de Millionarie viven en un entorno reluciente y hablan como actores arrancados de una película dirigida por James Ivory, pero sus acciones son reminiscentes de las de sus homónimos de la tira de prensa. Uncle Gabby no es aquí un primate borracho empedernido, ni un tipo violento como su Doppelgänger, pero sí que disfruta, o padece, de esa curiosidad peligrosa, esa temeridad constante y ese ansia por la aventura, que lo arrastra hacia las más disparatadas situaciones. Mr. Crow, sin ser un borracho, sí que se pilla alguna cogorza, desarrollando incluso un amor malsano por su petaca plateada, pero casi más por fetichismo físico que por la devoción por su contenido. El cuervo aquí, por contra, no es un suicida pervertido y cruel, sino un individuo naif y muy educado, de modales exquisitos, que no puede sino dejarse llevar por el torrente aventurero de su amigo simiesco. Este contraste temperamental es el punto de partida a unas historias tan libres como pocas en el mercado. Pero no hay que temer por ese tipo de narraciones anárquicas y caprichosas comunes a la vertiente más underground. Estos relatos siguen una estructura convencional, tienen una resolución, por lo general extrema o violenta, pero llegan por tanto, a alguna parte. Lo que resulta libre, por denominarlo de alguna manera, es la temática de los episodios y la naturaleza de las tramas. Las aventuras del mono-calcetín y el cuervo de trapo son excéntricas, excesivas, del todo sui generis, logrando que el contraste entre forma y fondo estalle en cada página. El preciosismo del trazo detallado a pluma de tinta china frente a la explosión de tramas excéntricas. Historias como Heartbreak, donde Uncle Gabby, después de un desencuentro amoroso, descubre que no está verdaderamente vivo tras suicidarse abriéndose en canal, o The Oceanic Society, donde los protagonistas son perseguidos por una marabunta de mariscos que les reclaman su caballito de mar secuestrado. Y esto es solo la punta del iceberg. Como no podía ser de otra forma, estas páginas se ven repletas de serpientes marinas miopes, mastodontes acuáticos, veleros al viento y globos flotantes. Y claro, también aparece un duende trepanador.
Es en ese contraste entre inocencia y sordidez donde Millionaire consigue un producto de total personalidad, logrando no tener casi parangón en el mercado mundial. Su obra es única y totalmente reconocible a primera vista, como la de los genios más dotados. Y si su temática gira en torno a los mismos conceptos, los disfraza de tal manera que resultan nuevos en cada volumen. Uno nunca diría que durante las aventuras de un mono de trapo descubriríamos el sentido de la vida. Pero observando bien, así resulta. Lo grotesco frente a lo dulce, la crueldad contra la ingenuidad, Sock Monkey epata con la pátina de esas obras que bailan solas porque no tienen partenaire.
Esta explosión imaginativa aun así no nace de la nada, claro está, sino que bebe visualmente de tipos como E. C. Segar, Ernest Shepard o de Johnny Gruelle, influencias reconocidas por el autor. Escarbando podemos ver rasgos de Max Ernst o Georges Méliès, pero como si todos hubieran tomado una infusión de ayahuasca preparada al alimón por Cronenberg y Burroughs.
Dale una oportunidad, no en vano el mismísimo Mike Mignola ha declarado en numerosas ocasiones su pasión por este tebeo.
Vaya, pues tiene muy buena pinta. Queda añadido a mi güis list desde ya. Ademas de que pedire a mi librero el Billy Avellanas (tambien es recomendable no?) para que no tenga que cerrar la tienda de mi barrio xD La cosa esta en diversificar las compras jejeje
Por cierto, las tiras comicas tienen un olorcillo a Krazy Kat muy bueno, supongo que tambien estaran muy bien, pero ya hay unos cuantos libros publicados y el bolsillo no es infinito. Alguno en particualr? Hay que empezar por uno en concreto o da igual?
Anda, valoración del usuario? Muy a favor. Pero por qué aquí si (que seguramente pocos han tenido el placer) y en Nowhere men o Black Beetle no? Por qué? Por qué?
Por cierto. Mis felicitaciones por la página y como habéis atendido, con acierto, las demandas de los usuarios más asiduos (que también ellos son ZN). Poco a poco los pequeños detalles mejoran la web. Un aplaus.
Pues pinta interesante.
Recién publicado por la Editorial Barret aquí en España. Un must.