Edición original: Marvel Comics – junio 1993
Edición España: Comics Forum – abril 1994
Guión: Terry Kavanagh
Dibujo: Scott McDaniel
Entintado: Keith Williams
Color: Tom Smith
Portada: Scott McDaniel, Keith Williams
Precio: 675 pesetas (tomo en formato prestigio de sesenta y cuatro páginas)
A su debido tiempo, todos los formatos novedosos y reservados a proyectos especiales acaban albergando alguna obra cuya calidad se halla por debajo de lo previsto. El negocio es el negocio y hay que aprovechar el tirón para colocar alguna historia destinada al noble y arcano arte de sacar cuartos al respetable. Genes de diseño es un ejemplo de este tipo de maniobras. Puedes dar una historia mediocre el triple de páginas de un tebeo normal y un tomo con lomo en tapa blanda, pero aunque la mona se vista de seda, mona es y mona se queda.
La historia comienza cuando un atribulado
La elección de Víctor Creed como tercer protagonista de esta historia no estaba exenta de cierta lógica. El mutante carnicero protagonizaría durante el año 1993 una miniserie –reseñada aquí- parecía anticipar una evolución hacia la “zona gris” en la que parecían militar los personajes de moda de esos años. Lobezno parecía sobreexplotado y hacía tiempo que no transmitía esa sensación de “cuidado conmigo que te saco las tripas” que le había hecho célebre y polémico durante sus primeros tiempos en la Patrulla-X. La solución parecía ser enganchar para la causa a su viejo adversario. Después de todo, si se había hecho con Veneno o el Superpatriota ¿por qué no con el bueno de Creed? Los años posteriores (y los bandazos editoriales) demostraron que esta idea no terminó de cuajar (aunque dio para un par de episodios entretenidos) pero aquí completaba un curioso trío de héroe, antihéroe y villano unidos a su pesar contra un enigma común.
La interacción entre los protagonistas se desarrolla según los estándares habituales. Spider-Man intenta mantener su código habitual (que implica salvar vidas a todo trance); el Castigador considera que el fin justifica los medios (lo que implica tomar vidas cuando se estima oportuno); Dientes de Sable se mete en faena no sabemos bien por qué (lo que implica que en el momento menos pensado se puede liar a destripar a los dos anteriores). A veces actúan de forma conjunta, a veces se pegan entre ellos mientras intentan averiguar quién está detrás de las torturas animales y de los experimentos que han dejado libre a un lupino antropomórfico por los rincones oscuros de la urbe neoyorquina. El desenlace alberga un par de giros inesperados que carecen de la fuerza necesaria para aportar algo más que un “po bueno, po fale, po malegro” por parte de la parroquia. Una vez más, una premisa que no era original pero sí atractiva y unos personajes con carisma se empleaban para construir una historia olvidable y mediocre. Nada sorprendente, si tenemos en cuenta quiénes eran los autores implicados.
El responsable literario del tomo no es otro que
El dibujante, por el contrario, es un caballero cuya trayectoria en la industria yanqui ha sido más prolongada.
La conclusión es que Genes de diseño presenta una premisa de medio pelo para intentar ver en (inter)acción a tres personajes de difícil acomodo, con un desarrollo pobre y una conclusión abierta que, en realidad, a nadie interesó.