Spider-Man: La línea de la vida

 

Edición original: Marvel Comics – abril – junio – 2001
Edición España: Comics Forum – mayo 2002
Guión: Fabian Nicieza
Dibujo: Steve Rude
Entintado: Bob Wiacek
Color: Gregory Wright
Portada: Steve Rude
Precio: 11,95 euros (tomo en tapa dura de 96 páginas)

 

Entre los años 2001 y 2003, Comics Forum recuperó el formato de novela gráfica en tapadura para editar en España series limitadas caracterizadas por la singularidad de sus propuestas o el prestigio de sus autores. Después de dar una dignísima publicación a la miniserie protagonizada por los Inhumanos y elaborada por Carlos Pacheco, Rafael Marín y José Omar Ladronn, la empresa celtibérica dio paso a otras cabeceras, en las que destaca particularmente la presencia de un dibujante que, desgraciadamente, no se ha prodigado mucho en los últimos tiempos: Steve Rude. En tres ocasiones, maese Rude se encargaría de ilustrar las aventuras compiladas en tan lujoso formato.

La primera aparición vendría de la mano de Spider-Man y de Fabian Nicieza. El trepamuros azulgrana y el prolífico guionista brindarían a don Steve la oportunidad de desplegar su estilo clásico, contando la secuela de una de las aventuras más antiguas de la franquicia arácnida. Habría que remontarse medio siglo para recordar –o encontrar- una historia en la que el lanzarredes –por lo normal, urbanita- se topaba con un artefacto de naturaleza desconocida: la tabla de la línea de la vida. Esta reliquia de un tiempo remoto había sido el objeto de deseo de una parte del hampa neoyorquina, motivando que Spidey hubiera de enfrentarse a un buen puñado de sus sospechosos habituales. El atractivo de la premisa era tan claro que acabó siendo objeto de adaptación en la serie animada de los años noventa y protagonizando a su vez una secuela en la forma de esta miniserie / novela gráfica.

La historia en cuestión contiene todos los elementos propios y definitorios de las andanzas de Peter Parker y su alter ego empijamado. Un encargo fotográfico, una presentación museística que acaba como el rosario de la aurora, un improvisado cambio de identidad y una nueva batalla en la que aplicar poder y responsabilidad a partes iguales. Nicieza recupera a los intérpretes supervivientes en el drama original –alguno de los cuales no se había prodigado especialmente en los años precedentes- al tiempo que echa mano de los secundarios que en aquellos días pululaban por las colecciones arácnidas. Así, aparece como aliado ocasional el investigador Arthur Stacy, hermano del difunto capitán de la policía George Stacy y tío de la también fenecida Gwen Stacy. Su presencia sirve para que Peter vuelva a evocar al amor perdido y a las figuras paternales, porque la aventura original se desarrollaba en los días en los que aquellas personas aun vivían y estaban íntimamente arraigadas en su existencia.

Una vez más, las fuerzas del hampa se enfrentan por la posesión de la tabla y encuentran a Spider-Man en medio del campo de batalla. La ambición y el deseo de posesión se enfrentan con un raro sentimiento altruista por parte de uno de los contendientes. Como victima colateral y potencial agente del caos, vemos en acción al doctor Curt Connors, el otro yo del letal Lagarto y poseedor de unos planes propios para un artefacto que promete la vida eterna y la recuperación de la salud.

La mixtura entre cine negro y relato de brujería que presenta la miniserie es, ciertamente, de complicada digestión. Sin embargo, hay que romper una lanza a favor de su guionista, porque todas las piezas encajan para proporcionar una historia trepidante y divertida en la que Nicieza vuelve a demostrar su sobrado conocimiento del universo marveliano. La condición mística y presuntamente atlante de la tabla es la ocasión perfecta para que el Doctor Extraño se dé un paseo por la historia –convirtiendo el relato en un homenaje improvisado a Steve Ditko, creador del mago y el arácnido-. El rey Namor también se asoma para saludar, antes de que en un inusitado clímax, alguien salga del lodo del crimen organizado y toque por un instante el poder del cosmos.

El guión aportado por don Fabian sirve a Rude para demostrar un talento que, desgraciadamente, no se ha visto más seguidamente en acción. El complemento de dos veteranos de la ilustración como Bob Wiacek y Greg Wright contribuye a realzar el resultado final, dando como conclusión una historia que ha soportado más que bien el paso del tiempo y que gustará a la afición arácnida, así como a la parroquia que suspire nostálgicamente por otros tiempos en los que los héroes de los tebeos de superhéroes no sustentaban franquicias de múltiples frentes.