Stray Toasters

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Edición original: Stray Toasters (Marvel, 1991).
Edición nacional/ España: Stray Toasters (Forum, 1995).
Guión, Dibujo y Color: Bill Sienkiewicz.
Formato: Tomo.
Precio: 2.000 pts.

 

Los aficionados al cine seguro recordarán el clásico La noche del cazador, el inquietante trabajo tras la cámara del inconmensurable actor Charles Laugthon, con una de las memorables caracterizaciones de Robert Mitchum. Ya saben: Amor y Odio tatuado en los nudillos. A menudo el aficionado de hoy se pregunta por qué tan brillante debut no tuvo continuidad. Y la respuesta no puede ser más sencilla: aunque ahora, con la perspectiva que da el tiempo, parezca imposible, la propuesta fue mal recibida en su época. Una injusticia, ¿verdad? El mundo del cómic no es diferente. Y si hay una obra en el pasado reciente del medio injustamente vilipendiada es la obra más personal (y, digámoslo ya: una de las mejores) del heteróclito artista Bill Sienkiewicz.

¿Cuántos de nosotros (aún los admiradores de este ilustrador superdotado) hemos torcido el gesto ante la mera mención de Stray Toasters, sin siquiera darle una oportunidad? La vitola de obra incomprensible y delirante, caprichosa y autocomplaciente, llegó incluso a los chistes de la época (recuerdo uno de Cels Piñol donde el lector sostenía la obra al revés, diciendo algo así como que se entendía igual que al derecho). Polémico ya desde el abandono de su mimetismo de Neal Adams, muchos afrentados por su magnífico despliegue en The New Mutants apenas se aguantaban las ganas de atizarle y Stray Toasters les proporcionó el material más adecuado para ello. ¡Y publicado por Marvel (en su sello Epic, claro)! Las críticas cayeron como obuses, y lo más peculiar es que la mayoría de ellas reconocían que no habían acabado de leer el tebeo. Se citaba, incluso, como argumento de lo indescifrable que era. Y eso que, en el fondo, es una historia bastante sencilla. No me creáis, si no queréis. “Stray Toasters no es más que una retorcida y enfermiza trama de culebrón donde se entremezclan las historias de cinco personajes con disfunciones familiares”, escribía Lorenzo F. Díaz en la introducción a la edición española. Con mucha razón. ¿Por qué, entonces, causó tal estupor, más en una década donde la experimentación parecía haber tomado al asalto hasta al superhéroe más recóndito?

Rebobinemos. En 1989 Sienkiewicz era una estrella, gracias a sus sorprendentes trabajos para Marvel en Moon Knight y The New Mutants, a la que siguió su obra más unánimemente celebrada: Elektra Assasin, ilustrando los inspirados guiones de Frank Miller. Era una estrella, ya digo, pero una estrella polémica, alabada por quienes creían que otro cómic era posible (y lo fue, efímeramente, como demostró el sello Vertigo), pero odiada airadamente por el elemento más inmovilista, ese que consideraba a Byrne y Perez como los artistas que debían dibujar todas las series publicadas. A Sienkiewicz se le reconocía, como mucho, que para las portadas quedaba bonito. El problema era que hasta el más recalcitrante enemigo de la experimentación sentía un respeto por Claremont y Miller, quienes -¡Vaya por Dios!- le avalaban. Y así -he oído decirlo- esos tebeos se disfrutaban a pesar de Sienkiewicz. Como un sarampión que pasaba por la serie antes de volver a dejarla en manos de Sal Buscema o Keith Pollard. Pero hete aquí que al Sienki le entraron “veleidades” de autor completo y, encima, como desnudándose ante sus enemigos, ofreció un primer número (de cuatro) críptico, sin concesiones, donde la historia se cuenta sola a través de mentes desquiciadas, donde los distintos elementos han de ser absorbidos de golpe, pero comprendidos páginas después, cuando las piezas del puzzle empiezan a encajar. Pura carne de cañón.



Y, sin embargo, si se rinde uno a la lectura, valorando la experiencia, saboreando los matices (no sólo de las ilustraciones; la riqueza del texto también es inusitada) Stray Toasters nos devuelve algo único y valioso: la visión personal de un futuro enajenado, donde el 80% de las niñas mueren al nacer, los efectivos de orden público están como drogados o tienen desórdenes sexuales aberrantes, los crímenes se suceden y los ayudantes robóticos se parecen a gigantescas tostadoras, una enrarecida distopía donde el amor y la traición van de la mano, como a menudo la inocencia y la crueldad. Hija de su tiempo, del pesimismo que en los ’80 impregnaba toda obra socialmente comprometida, asimila decenas de recursos de la historieta: desde la splash-page a la diagramación simétrica de 3×3, las figuras moviéndose por un único escenario delimitado por las calles de las viñetas, los socorridos televisores que pusiera de moda Miller en Dark Knight Returns, postales desde el Infierno, la repetición obsesiva de palabras o frases que a veces se pisan, insertos de anuncios, etc.

La trama confía en los estándares policíacos. Un psicólogo llamado Magik (sic), colaborador habitual de la policía tras haber salido de un psiquiátrico, lleva el peso de una investigación destinada a desentrañar ese culebrón enfermizo, salpicado de nada veladas críticas al sistema (“me han dicho que puedo comprar un abogado con dinero”, dice el diablo desde una socarrona postal), al mundo del arte (el precio de las obras de Leroy Neiman se arguye como prueba de que Dios no existe) o menciones a la cultura pop (desde míticos episodios de Star Trek a hilarantes intervenciones de los elefantes rosas que, según el mundo anglosajón, ven los borrachos en sus delirios). Hay incluso espacio para que Sienkiewicz reparta homenajes a algunas de sus influencias artísticas como (Stan) Drake y (John) Prentice (dibujantes de Julieta Jones y Rip Kirby, respectivamente), que convierte en los nombres de las calles donde se comete el asesinato que desencadena el drama.

Evidentemente, para los sibaritas del arte de Sienkiewicz Stray Toasters es un genuino festín. Lo que resulta más inesperado, sobre todo -ya digo- a tenor de las despiadadas críticas, es su sólida estructura narrativa. Su complejidad formal desarma al más pintado, tanto por la variedad de recursos empleados como por su idoneidad. Aparentemente caprichosa en sus inicios, las piezas del rompecabezas encuentran su lugar, al punto de que es imposible que, leída la última página, un lector cualquiera albergue dudas sobre lo que acaba de leer. Y lo que acaba de leer es denso, sí, pero fluido y riguroso, una experiencia única que no se agota en hora y media de entretenimiento, sino que sigue creciendo dentro de nosotros, esperando que segundas (y terceras) aproximaciones nos revelen jugosos detalles inéditos de ese mundo cansado y aborrecible, al que David Lynch no dudaría en rubricar.



Stray Toasters fue publicada en 1989 como serie limitada de cuatro números, recogidos dos años después en un rutilante tomo; el mismo que en 1995, convenientemente traducido, trajo a España Forum, la división de cómics de Planeta DeAgostini, al precio de 2.000 pts. ejemplar. Échenle un ojo, que merece muchísimo la pena.

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Mr. X
Mr. X
Lector
19 marzo, 2013 10:09

 «Échenle un ojo, que merece muchísimo la pena»

¿Dónde, dónde? Mierda, he cometido el error de leer la reseña y ahora LO QUIERO. ¿Dónde demonios se podrá localizar?

Sr Agrafojo, yo le maldigo 😉

Reverend Dust
Lector
19 marzo, 2013 10:59

Javier era de esos niños que traían chucherías y chocolate al colegio, ofrecía a sus compañeros y terminaba «Pues es mío, ¡te chinchas!». En la actualidad se dedica a tirar monedas de chocolate a los mendigos.

Alejandro Ugartondo
Autor
19 marzo, 2013 11:03

Reconozco que soy uno de esos que siempre ha tenido reticencias a la hora de acercarme a esta obra. El dibujo de Sienkiewicz siempre me ha parecido magnífico pero las críticas de la época la pusieron como demasiado criptica y por eso nunca me he atrevido con ella.

Reverend Dust
Lector
19 marzo, 2013 11:07

Anyway, segunda vez que Agrafojo me incita realmente a la compra. Primero fue su debut, Un pequeño asesinato, y ahora esta Stray Toasters. Ya contaré cuando me llegue (aunque tengo tanto acumulado por leer que ni el asesinato he leído aún).

Gracias, Javier, ¡te amodiamos!

Mr. X
Mr. X
Lector
19 marzo, 2013 11:15

«Ya contaré cuando me llegue (aunque tengo tanto acumulado por leer que ni el asesinato he leído aún).»

¿La has comprado en inglés?

Tiegel
Tiegel
Lector
19 marzo, 2013 11:42

Reve, no tengo más opción que unirme a las masas que te piden (pedimos) que dejes de leer tanta morralla de relleno y que te pongas con los clásicos YA! Seguro que te has leído el último número de la JLA antes que Un Pequeño Asesinato… grmpfs

La principal putada de Stray Toasters y de casi todo lo que me he encontrado de Sienki a lo largo de los años, es que, o tienes suerte y se te aparece saldado de segunda mano o tienes que dejar de comer un par de días para pagarlo. Por suerte, es una tendencia que parece estar desapareciendo. Muuuuuy despacio, pero desapareciendo

Lucas
Lucas
Lector
19 marzo, 2013 12:02

Oye, Reverend, yo había pedido a Book Depository pero a través de Amazon. No conocía su página web. ¿De verdad no cobran gastos de envío como aseguran?

Nada, nada, voy a registrarme y echar una ojeada a ver…

Thanks, Rev.

Ocioso
Ocioso
Lector
19 marzo, 2013 12:04

(Poner tonillo de Manuel Alexandre)
¡Se ha iiiiido! ¡El Stack overflow se ha iiii1do!
Pero ahora la caja de comentarios está pelada, sin iconitos y sin posibilidad de hacerle cositas al texto.
Me imagino que estareis workinprogresseando.

yquemasda
yquemasda
Lector
19 marzo, 2013 13:05

que tebeos mas bonitos, lastima que fueran ilegibles…

bongo
bongo
Lector
19 marzo, 2013 14:05

Stray toasters es un perfecto ejemplo de comic de los 80 en los que se forzaban los limites del medio y se forjaban leyendas.
Tristemente el miedo ha llevado a que esto se haya perdido en pos de lo comercial. Lo mas parecido que he visto ultimamente seria el kabuki de Mack (aunque mucho mas preciosista y menos arriesgado) al que el propio Sienki hace una introduccion.
En fin…joyita de mi coleccion que consegui en tiempos, probadlo y haceros adictos

Ocioso
Ocioso
Lector
19 marzo, 2013 14:21

Ahora que sale el nombre de David Mack me acuerdo de que cuando se dió a conocer me pareción un clon de Sienki. Como Dave McKean y algunos mas. Sienki era dios, lo había inventado todo.
Hasta que un día me entero de que existe un señor llamado Barron Storey y resulta que en realidad todos le copiaban a él. Y mira tu por donde, Storey había sido profesor de algunos de ellos.

Ocioso
Ocioso
Lector
19 marzo, 2013 14:42

Y todos copiaban al sobrino de cinco años de Javié.

Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
19 marzo, 2013 15:04

Yo me lo leí cuando salió. Y debo reconocer que se me hizo pesado, y que no me enteré de mucho. Gráficamente es una pasada, pero, no sé… me costaba un güevo seguirlo, aunque eso sí, me lo acabé. Tengo, o intento tener, por costumbre terminarme todo lo que empiezo a leer aunque no me esté gustando. Y con este cómic tuve que hacer un esfuerzo por acabarlo, aunque tampoco puedo decir que me pareciese malo o que no me gustase en absoluto. Sí me pareció una obra valiente y muy personal; y si no de lectura absorbente sí que es hipnótica.
Puede que fuese cosa de la edad o que tuviese la cabeza entretenida en otras cosas (a fin de cuentas, va para 20 años de aquello…) y que si lo leo ahora lo vea de otra forma. Será cosa de probar. O no. Que a lo mejor me sigo quedando con la sensación de «joder, qué chulo… pero creo que el autor está contándome algo que se me escapa y no sé interpretar.»; que yo soy muy básico y cortito, y cosas como las múltiples capas de lectura me suenan a guardarropía de biblioteca… y a pesar de que le pongo empeño y lo intento una y otra vez, cada vez que pruebo a leer entre líneas lo único que veo es un espacio en blanco (y es que ni probando a iluminar el papel desde atrás con una vela por si lo habían escrito con zumo de limón).
Resumiendo; que aunque el tebeo no me pareció la leche (y ya digo que es bastante probable que la culpa sea más mía que de Sienki) sí me pareció bastante bueno. Y creo que, sobre todo, era un tebeo necesario, al margen de su calidad o sus ventas. Y que deberían hacerse más cómics así.

Ocioso
Ocioso
Lector
19 marzo, 2013 15:14

Yo tampoco me cosqué de casi nada.

elrulo
elrulo
Lector
19 marzo, 2013 17:41

No quiero ir de exquisito, pero este es uno de mis comics favoritos. Está claro que gráficamente es apabullante, pero es que al mismo tiempo está repleto de críticas mordaces a la sociedad occidental, especialmente la norteamericana. Y desternillantes son las postales que envía el diablo a los suyos al más puro estilo del tío Matt el viajero de los míticos Fraggle Rock. Relectura toca.

blumini
blumini
Lector
19 marzo, 2013 18:58

Yo también la compré en su día (y la leí), y solo por el dibujo de Sienki ya valía la pena.

Y sí, a Elektra la clava.

Spirit
Spirit
Lector
19 marzo, 2013 20:26

Esta es una obra que había desaparecido totalmente de mi memoria…fue polémica en su momento y luego la nada. Ni se ha vuelto a mencionar, ni se ha reeditado, ni figura en la memoria colectiva.

A mí me pasa como a Mr. X…ahora lo quiero!

Reverend Dust
Lector
19 marzo, 2013 23:52

Dón juorri, Javier, que creo que tengo suficiente nivel de inglés. Si me estoy leyendo todo Hellblazer en inglés, con el salto generacional que supone y el hecho de que el autor sea inglés, y no tengo problemas, no creo que este caso vaya a ser una excepción.

Me lo habría pensado si hubiera una edición en español al alcance, pero sigues haciendo honor a tu fama 😛

Reverend Dust
Lector
20 marzo, 2013 0:45

En mayo sale el tomo con el final de Delano y el principio de Ennis, y en septiembre el de puramente Ennis, así que no me destripes aún 😛

Agente Sadness
Agente Sadness
Lector
23 marzo, 2013 14:07

 … ¿»HETERÓCLITO»?

¿Qué carallo es eso?????

Reverend Dust
Lector
23 marzo, 2013 14:31

Tu respuesta a un clic:
http://www.usaelputogoogle.com