En busca de un sueño.
«Pero no podía evitarlo. Dibujar era mi pasión… Hacer tebeos era mi pasión.»
Durante los grises y represivos años de la dictadura franquista la única vía de escape que tenían muchos niños estaba en las páginas de los tebeos que poblaban los hoy en día casi desaparecidos quioscos. Unos años en los que la oferta de ocio era mucho más limitada que la actual, así que muchos niños soñaban con convertirse de mayores en dibujantes de tebeos. Uno de ellos era Juan Álvarez (Mazarrón, Murcia, 1960) convertido ahora en todo un veterano del medio, que en Sueños de Tinta, la novela gráfica autobiográfica recientemente publicada por Nuevo Nueve nos relata el tiempo que paso en Madrid entre enero de 1979 y septiembre de 1982 tratando de cumplir su sueño de ser profesional del cómic. Algo que, por suerte para los lectores que hemos disfrutado durante años de sus trabajos, consiguió como vemos en las páginas de esta obra que desprende toda la pasión que siente por el medio.
Juan Álvarez tienen una carrera curtida en revistas como TBO, Zona 84, Totem, Puta Mili, Penthouse Comix, Amaníaco y El Jueves. En esta última es donde ha firmado algunos de sus trabajos más populares gracias a series de humor Los mendrugos o Lucía, gabinete de sexología. Pero a lo largo de estos años también ha publicado en el extranjero y puntualmente hemos podido ver cómics en los que trata temas más intimistas como en el magnífico Como peces en la red (Nuevo nueve) o de carácter autobiográfico como 1968. Un año de rombos (Edicions de Ponent). Unos registros que también nos encontramos en Sueños de tinta en la que ejerce de autor completo, aunque con la ayuda en los colores de la portada por su inseparable Jorge Gómez.
En Sueños de tinta acompañamos a Juan en su viaje iniciático de Murcia a Madrid que tras acabar COU con el permiso de sus padres. Un trayecto en el que los tebeos, y sus autores, son una parte imprescindible del relato con encuentros con autores como Juan Giménez (1943-2020) o Francisco Solano López (1928-2011) y que también nos permite conocer como era la industria de los dibujos animados en España a principios de los ochenta, pero donde también nos encontramos con un joven que está en plena transición entre la adolescencia y la edad adulta en el convulso Madrid de principios de los ochenta en el que incipiente Movida se mezclaba con las tensiones políticas y los atentados.
Estamos ante un relato más personal que generacional, al igual que sucedía con la extraordinaria Siempre tendremos 20 años (Norma) de Jaime Martín con la que comparte muchas temas en común , en particular, el afán por mostrar las irrefrenables ganas que ambos autores tenían por el cómic, no solo como lectores también como creadores. Como son dos autores de generaciones bastante cercanas vemos paralelismos en sus gustos comiqueros y también la forma en la que van encarrilando el tipo de obras que quieren abordar, centrándose por contar obras de carácter más intimistas y costumbristas. Aunque la trayectoria profesional que emprende cada uno es algo diferente, como también lo son las circunstancias personales de cada uno, pero en ambos casos vemos como los obstáculos y reveses que van sufriendo no frenan su ímpetu ni su capacidad de resiliencia.
Aunque a través de las vivencias de un jovencísimo Juan Álvarez podemos ver cómo era el panorama comiquero durante la Transición en España, a diferencia de los que sucede con otras obras como El invierno del dibujante (Astiberri) de Paco Roca o Los profesionales (Reservoir) de Carlos Giménez no hay un afán por hacer una radiografía de la industria, puesto que estamos ante una obra contada, y vivida, en primera persona y donde tiene mucha más importación la parte en la que debe decidir cómo quiere expresarse. Algo para lo que tiene la ayuda de las apariciones imaginarias de Carlos Giménez o Milo Manara, que ejercen como sus particulares Pepito Grillo no solo en su evolución artística como autor, también en la personal. Lo que sí refleja mucho mejor la obra es cómo era el trabajo en una empresa de aminación de la época, algo que resulta mucho más desconocido y es uno de los puntos más interesantes del trabajo.
Algo similar sucede con la agitada situación política del país, más en concreto lo que se podía ver por Madrid. Un contexto que también tiene peso en la obra pero que algunas veces está introducido de una manera que resulta un tanto forzada, pero es cierto que no es tema principal, sino el marco donde van madurando los personajes. Mucho más peso tiene en la historia la desaparecía mili, que al igual que con la mayoría de la gente que tuvo la desgracia de hacerla, fue un absurdo punto y aparte en la vida de Juan robándole un año como a tantos otros.
La principal diferencia entre Sueños de tinta con algunas de las obras que hemos mencionada es que Juan Álvarez nos ofrece una visión más llena de ternura y con toque de nostalgia de esos años, de forma que las dificultades y contratiempos que tuvo que afrontar parecen menos dramáticas tal vez producto de un cierto pudor, algo que no encontramos en los trabajos de Ramón Boldú mucho más centrados en el humor y con más mala leche con los que también comparte muchas cosas en común. Esa visión tierna y llena de cariño también nos la encontramos hacia los amigos y compañeros de estudio y trabajo que hizo en esos años, además de con algunas de las parejas que conoció en esos intensos años.
Gráficamente nos encontramos con su estilo repleto de líneas limpias y claras. Como siempre nos encontramos con unos personajes dibujado con unos pocos trazos, pero capaces de transmitirnos sus emociones. A diferencia de otros trabajos anteriores nos encontramos con unos fondos mucho más detallados para poder reflejar los diferentes lugares donde transcurre la acción. Como siempre su narrativa es muy clara, aunque a lo largo de la obra nos encontramos con algunas composiciones de páginas algo más complejas en las que se puede intuir una intención de homenajear a algunos de sus referentes.
En Sueños de Tinta Juan Álvarez nos hace un sentido y sincero retrato de los años que vivió en Madrid persiguiendo su sueño de convertirse en un autor de tebeos. Un testimonio que deja constancia de una época y que es importante que nos llegue de primera mano, quedando en manos de los historiadores mostrarnos el dibujo global de la época. Un trabajo notable que ojalá tenga continuación en los próximos años.
Lo mejor
• La visión de una época contada en primera persona.
• La ventana abierta al funcionamiento de un estudio de animación de la época.
• La claridad narrativa que siempre encontramos en los tebeos de Juan Álvarez.
Lo peor
• Por momentos la obra tiene un excesivo punto naif.
Guión - 8.5
Dibujo - 7.5
Interés - 8
8
Pasión por los tebeos
Juan Álvarez nos relata con ternura los años que paso en el Madrid de la Transición tratando de convertirse en un profesional del cómic. Un retrato lleno de sinceridad donde la pasión por el medio se ve en cada página.