«Ya veo… No es un espejismo… ¡Es un lector! ¿Cómo me habrá encontrado…?»
Después de la quiebra de Bruguera a mediados de los años ochenta las historias de Superlópez de Jan pasaron a publicarse en las revistas de Ediciones B. De esta manera, en el lejano 1993, se publicó por primera vez El castillo de arena en las páginas de Súper Mortadelo. Esta sería cronológicamente la entrega número treinta y ocho de las aventuras de Superlópez. No es la historieta más recordada del personaje y, posiblemente, sea de las que menos se sirvió de su ecosistema y personajes habituales. Pero este es un trabajo interesante en la trayectoria de Jan, tanto a nivel argumental como en lo que se refiere a su apartado visual y el formato original de publicación. Además, el componente de crítica social presente en El castillo de arena sigue hoy vigente y nos permite comprobar que más de dos décadas y media después nuestra relación con el medioambiente sigue estando llena de muchos claroscuros y medianías.
El castillo de arena comienza durante un asalto al laboratorio del malvado Dr. Escariano Avieso en el que queda libre de manera accidental un escorpión gigante que huye sembrando el terror en la ciudad. Superlópez detiene la amenaza y descubre que las lecturas de radiactividad de la criatura son muy altas. Sus investigaciones le llevaran muy lejos, al desierto de Ahaggor Shara situado al sur de Djebana, un estado ficticio del norte de África. Un lugar conocido por sus naranjas, dátiles, la venta de alfombras y, la fuente principal de sus ingresos, su gran centro de almacenamiento de residuos. Este último, situado en Rud Báalak, parece ser el origen de las extrañas mutaciones que se han dado en la zona y que han hecho abandonar a los ingenieros y civiles el terreno por miedo a los enormes artrópodos.
Este es el inicio de una historia sencilla que Jan utiliza como excusa para hablar de cuestiones que considera más importantes. En las primeras páginas del cómic vemos a Superlópez romper la cuarta pared dirigiéndose directamente a los lectores, animándoles a vivir sus propias historietas y dejar de mirotear las suyas. Este es un recurso que en la primera parte de la historia es recurrente y que se suma a un planteamiento que rompe con una posible narración lineal evitando así que nos acomodemos en la lectura. Es también una manera de utilizar las herramientas propias del cómic, algo no tan habitual en los autores de la era Bruguera. La trama es sencilla y directa, aunque con un subtexto que no por evidente resulta menos relevante y bien hilado en la historia.
En la época en la que esta historieta salió al mercado la opinión pública estaba escandalizada con la política de tratamiento y acumulación de residuos industriales tóxicos. Dado el alto coste económico que esto suponía para los países desarrollados las empresas encontraron la solución: pagar a los países subdesarrollados para que estos se hiciesen cargo de sus residuos. Después de varios desastres medioambientales en 1989 tuvo lugar la Convención de Basilea para el control de los movimientos transfronterizos de los desechos peligrosos y su eliminación. Se adhirieron a ella un buen número de países con el objetivo de proteger el medio ambiente y la salud humana de los efectos nocivos derivados de la generación y eliminación de estos residuos.
Con esta idea en mente Jan hace una crítica tanto a la política de los países desarrollados como a algunos líderes y dirigentes de los países de acogida de estos residuos, despostas que se lucran con este negocio, a costa del medioambiente y sin compartir su riqueza con el pueblo llano. En cualquier caso, la amenaza principal a la que se enfrenta Superlópez en El castillo de arena no son esta casta de dirigentes corruptos, identificados en la historia con el primer ministro y el sultán de Djebana, sino a un ser de extraordinario poder que se ha estado alimentado durante años de residuos radioactivos. Un monstruo que como Godzilla tiene un origen atómico, alentado por la ignorancia y la maldad del ser humano.
El castillo de arena es el mejor ejemplo de cómo Jan entiende a su Superlópez. El autor comentaba este año en una entrevista a El Periódico que no se considera un enamorado de sus personajes, sino de las historias que cuenta con ellos. Su interés siempre ha sido el gran abanico de temas sociales que ha podido abordar con su émulo de Superman, intentando captar al público más joven, pero sin excluir del juego a los lectores más adultos. No está tan interesado en los detalles de su creación, en presentarnos una evolución o simplemente escribir una historia más grande. Desde ese punto de vista, Jan va más allá de la simple parodia que artesanalmente profesan muchos de sus compañeros coetáneos de profesión.
No quiere decir esto que Jan trabaje a la ligera, cada uno de sus cómics está documentado al detalle -para El castillo de arena incluso viajó a Túnez «para evitar los tópicos ajenos»– y lleno de guiños y referencias a la cultura pop. Podéis comprobarlo en el blog La lectura cronológica de Superlópez que recopila viñeta a viñeta todas las menciones destacadas de la obra de Jan. Este afán de superación se refleja en el apartado gráfico de una obra como El castillo de arena, un álbum destacado porque además fue el primero en ser editado en 1993 en formato grande. En este soporte el autor supo sacar mejor partido a las posibilidades propias de la viñeta. Nos lo explica de manera magistral Guillermo García Lapresa en Fatulantes, analizando al detalle el trabajo de Jan en esta historia.
El castillo de arena fue reeditado en 1994 el quinto SUPER HUMOR que recopilaba las historias del personaje compartiendo espacio con El tesoro del Ciuacoatl, Los ladrones de ozono, La aventura está en la esquina y Tyrannosaurus Sect. Este tomo contó con una segunda edición en 2003 y solo fue reeditado en 2005 en el número veinticuatro del coleccionable Las Mejores Historietas del Cómic Español del periódico El Mundo. En 2002, Ediciones B pasó a editar los álbumes del personaje bajo la etiqueta de FANS SUPERLOPEZ en su línea COLECCIÓN FANS. En ellas se han publicado las nuevas aventuras de este superhéroe y algunas de sus primeras historietas como El señor de los chupetes, El Supergrupo, Los cabecicubos, La caja de Pandora o La gran superproducción. Por ahora, ni rastro de El castillo de arena, una historia que vale la pena reivindicar sí misma; un cómic entretenido y divertido que no contento con ello intenta también espolear consciencias y hacer pensar a sus lectores.
Valoración Final
Guión - 6.5
Dibujo - 8
Interés - 7
7.2
Entretenida
El castillo de arena no está dentro de las historias más míticas del personaje creado por Jan. Pese a una trama excesivamente ligera y rápida estamos ante una historia hecha con oficio, llena de guiños metatextuales y referencias a la cultura pop que apenas esconde una velada crítica política y social respecto al tratamiento de residuos y su impacto en el medioambiente. Jan en toda su salsa, a pesar de Superlópez.
Ya lo dije en otro comentario, pero lo repito: Sin duda, de mis favoritos. Tiene un dibujo maravilloso, una trama sencilla pero llena de acción… ¡Y a Hormiga!
También está muy bien ‘El tesoro del Ciuacoatl’ (mi primer SuperLópez) y ‘Tyranosaurus Sect’