El mundo de la historieta dedicada al humor en España ha generado grandes talentos a lo largo de los años. Nombres como Ibáñez, Escobar, Raf, Vázquez… y por supuesto JAN, son algunos de esos autores que todo lector conoce desde su infancia. Con ellos varias generaciones han crecido disfrutando de las aventuras de Mortadelo y Filemón, Anacleto, Zipi y Zape… y Superlopéz, el que tal vez sea en concepto el menos original de todos, por beber de la fuente inspiradora de Superman, pero que atesora en su interior un buen puñado de historias de enorme valor a todos los niveles.
JAN (1930 – Toral de los Vados, León) creó a Superlópez, en 1973, a petición de Antonio Martín, que le solicitó una historia con un personaje que fuera una parodia de Superman, para la pequeña editorial barcelonesa, Eurodit. Su primer acercamiento al personaje fue en blanco y negro, mediante chistes cortos y mudos, donde ya se puede reconocer al personaje por los rasgos que posteriormente lo harán famoso.
Cuando en 1978 JAN llega a Bruguera recupera al personaje, aunque no guioniza las primeras historias, sino que se apoya en la figura de Francisco Perez Navarro (Efepé), con el que publica dos historias muy centradas en la parodia del género de los superhéroes. Será en 1980 cuando JAN decide prescindir del trabajo de Navarro y apostar por sus propios textos, lo que le permite poder centrarse en las historias que le interesan de verdad, alejándose del tono marcado por Navarro. Y son, precisamente, estos primeros números los que más prestigio y fama le dieron a su protagonista y al propio JAN, y a los que pertenece La caja de pandora, publicada en 1983, en la que JAN buscó adentrarse en la mitología para contarnos una versión muy distinta del conocido mito griego.
El creador de Pulgarcito no duda en afirmar que esta obra es la que sin duda más esfuerzo le supuso a nivel de guion, por incluir hasta cuatro mitologías (griega, mesoamericana, egipcia e hindú), mezclando todo con las teorías del momento sobre el fenómeno ovni y parapsicología, añadiendo al conjunto su característico humor, crítica y un buen puñado de teorías de la contracultura. Un cóctel intenso del que JAN se siente especialmente orgulloso, llegando a considerar este trabajo la joya de la corona de su producción de Superlopéz.
Esa combinación de conceptos, ideas y teorías, obligaron a JAN a realizar un sobresfuerzo a la hora de documentarse con el objetivo de crear un álbum con más lecturas, en las que los lectores más jóvenes pueden encontrar la esencia del personaje bien definida y los más adultos descubrir un nuevo nivel con todos esos datos relacionados con los mitos y la ciencia ficción. Un álbum muy dado a relecturas y que merece ser rescatado cada cierto tiempo de la estantería para volver a recuperar los sabores de antaño y, por que no, todos aquellos nuevos que puedan aparecer.
El trabajo de JAN en esta historia es intenso tanto en su faceta como guionista como en la de dibujante. La trama exige dibujar a cuatro panteones mitológicos, con sus correspondientes diseños, que han de resultar reconocibles para el lector aficionado a este tipo de mitos, mientras le añade una buena dosis de naves, soldados, uniformes y armas con que aderezar con contundencia este microcosmos que JAN es capaz de desarrollar con soltura. Su detalle al dibujo es mayúsculo, destacando la cantidad de viñetas que usa para mover la trama y el mimo por los fondos, que ayudan a posicionar la acción en todo momento.
JAN tiene siempre algo en mente cuando escribe y dibuja estos primeros trabajos y es que el lector es inteligente y no se deja llevar por paternalismos al escribir su trabajo. En La caja de Pandora, reinterpreta el mito y lo traslada al microcosmos de Superlopéz para plasmar una nueva perspectiva de algo que siempre ha sido visto como la explicación a los males de la humanidad. JAN no edulcora nada y hace de esta historia una de las más densas de su producción. Algo que se transmite en cada página. Esta densidad llega, en algunas ocasiones, a lastrar el ritmo que se torna espeso por el uso repetitivo de ciertas acciones, pero que se modula a través de un ritmo narrativo lo suficientemente dinámico como para percibir esta reiteración como un valor positivo y no como un problema propiamente dicho.
En La caja de Pandora, el creador de Don Talarico, quiere lanzar un mensaje pacifista (no se debe olvidar que el mundo estaba inmerso en plena Guerra Fría cuando la obra se publicó) con el que dejar muy claro que el destino de la humanidad está en manos de la propia humanidad y no de los dioses a los que muestra como un cínicos, unos corruptos y unos manipuladores, haciendo chistes relacionados con cada panteón que el lector que esté más familiarizado con la mitología captará. Se trata de un trabajo en el que ya se puede sentir, sin sombra de duda, el control de JAN. Un control que se refleja en el esfuerzo que el autor realiza para apartar a Superlopéz de la imagen de parodia de Superman, estilizando más el logo del traje (lo aleja totalmente del que luce el Hombre de Acero en sus cabeceras de DC) y dejando de lado el uso de las gafas a lo Clark Kent por parte de Lopéz desde el inicio de la historia. Toda una declaración de intenciones.
Si hubiera que buscar el momento de oro de Superlopéz, esa época en la que se pueden encontrar sus mejores trabajos, sin duda alguna esa es la que se comprende entre 1980 y 1985. Superlopéz evoluciona en manos de JAN haciéndose más independiente de su matriz inspiradora. La caja de Pandora es un ejemplo de ello y de la ambición de su creador que plasma todas sus inquietudes en una historia divertida, enrevesada, bien documentada y que marca el punto de inflexión de lo que estaría por llegar.
Pequeño clásico.
Guion - 8.5
Dibujo - 8.5
Interés - 8.5
8.5
Un trabajo mayúsculo, con múltiples lecturas, cargado de sátira y crítica social, donde la mitología y la ciencia ficción se dan la mano al servicio de una historia que cambio el devenir del personaje.
Mi álbum preferido
Tres dieces para mí. Mi fave también. Éste y el de La semana más larga obras maestras.