Superlópez – La gran superproducción

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Edición España: Editorial Bruguera – mayo – 1985 (tomo recopilatorio en la colección Olé)
Guión: Jan
Dibujo: Jan
Entintado: Jan
Color: Jan
Portada: Jan
Precio: Variable según edición (tomo recopilatorio de sesenta y cuatro páginas)

 
Prólogo: retrato de una agonía

Antes de empezar, tengo que decir que Superlópez no ha sido nunca uno de mis personajes preferidos, dentro del catálogo de creaciones ubicadas dentro del tebeo patrio. Por otra parte, siempre vi con más gracia aquellas de sus aventuras que fueron escritas por el guionista Francisco Pérez Navarro, en las que, revisadas, se podían encontrar múltiples parodias del género súper-heroico. Sin embargo, hay tres historias, firmadas íntegramente por Jan, por las que tengo gran cariño, en la medida en que acompañaron muchas tardes de lectura, entre la infancia y la adolescencia: El Señor de los Chupetes, La caja de Pandora y La gran superproducción. En esta última, Jan se separa definitivamente de la parodia y, continuando con su intención de tratar aquellos temas que le interesaban más, empieza a apuntar su lápiz hacia la crítica a diversas situaciones de la vida real. Una de las que se refleja en el álbum que he escogido para este día de Superlópez, afectaba directamente al propio autor: la crisis en la editorial Bruguera.

Para aquellas personas que ya tenemos una cierta edad cierta, el nombre «Bruguera» y el logo-símbolo de gato negro simbolizan un tiempo en el que las revistas de tebeos inundaban en el mercado y las cabeceras vinculadas a personajes como Mortadelo y Filemón o Zipi y Zape tenían una cadencia y unas cifras de ventas que, a día de hoy, resultarían impensables. La popularidad de aquellas creaciones sostenía series semanales, quincenales, mensuales, álbumes recopilatorios en tapa blanda y tapa dura y, de repente, un día de 1986, todo terminó. En un telediario de una sobremesa veraniega de aquel año, se daba la noticia de las protestas de la plantilla, ante la quiebra de la compañía. En aquellos tiempos pre-interneteros, la mala nueva tomaba por sorpresa a buena parte de la parroquia lectora. Sin embargo, lo que, a ojos de un pre-adolescente parecía una inesperada novedad, en realidad era la crónica de una muerte anunciada largo tiempo ha.

En el caso de Superlópez y Jan, el inexorable camino hacia la muerte empresarial se tradujo, paradójicamente, en la consecución de una cabecera propia. Después de haber habitado en las páginas de la principal revista de la editorial, Juan López y su alter ego en pijama contaban con su propia publicación. Sin embargo, esta tendría un rápido final, unido al del resto de sus hermanas de quiosco. La gran superproducción cerraría el período «brugueriano» del personaje, reflejando en su relato la situación que vivía la compañía en la que trabajaba su creador.

Más cine, por favor

La historia presenta a Superlópez embarcado, junto al resto de personajes de su mundo, en el maravilloso mundo del séptimo arte. La empresa en la que trabaja ha decidido tentar a la suerte y embarcarse en la producción de un filme. Juan, que acaba de retornar de una aventura de corte cósmico La caja de Pandora se ve contagiado por el espíritu creativo y decide aportar su granito de arena a la causa, en la forma de un guion. Suya es la idea de «Tronak el Kárbaro» y, por una oportuna confusión, este será el proyecto que se saque adelante, frente a la propuesta de cine histórico que tenía en mente su jefe.

Una vez metidos en harina, la producción se desarrollará de forma accidentada y caótica. El ambicioso proyecto choca con la realidad de la escasez de fondos y, consecuentemente, con unos recursos muy limitados. El prestigioso director contratado no ha tenido mucha suerte en su carrera; su aceptación está relacionada con su desesperación. El elenco protagónico se compone de una vieja gloria al borde de la tumba, una despampanante actriz que solo aparece con ropa por exigencias del guion, un musculoso ganador de un premio discotequero y un pre-adolescente un tanto quinqui. Con semejantes mimbres, quizá ni siquiera los súper-poderes de Superlópez sean suficientes para salvar la producción del desastre.

La historia es un cántico a la historia del cine, en la que Jan -sin abandonar sus signos distintivos, como los homenajes fonéticos a personajes famosos o la referencia a hechos noticiosos del momento- crea una obra de múltiples relecturas, en la que, conforme pasan los años y se adquieren nuevos conocimientos y experiencias, se puede disfrutar de los guiños, chistes y parodias. En las sucesivas ediciones de la historia, puede comprobarse cómo los carteles peliculeros que ilustran los escenarios han sido cambiados y actualizados, constituyendo un ejercicio entretenido -para el personal cinéfilo- la identificación de la obra presente. Esto ya lo hizo el estudioso Pablo Vicente Damas «Peúbe» en su bitácora dedicada a la cronología del personaje y denota, en mi opinión, el interés de que la obra no se despegue excesivamente del momento actual. Una maniobra curiosa, si tenemos en cuenta el hecho de que esto es un elemento accesorio y los principales están bien apegados a la década de los ochenta.

La película que se pretende producir es un claro homenaje a Conan el Bárbaro, película de John Milius, de gran éxito y rodada en diversas localizaciones de la España peninsular. Sin embargo, su contrapartida aquí, Tronak el Kárbaro, también hace clara referencia a los derivados, más o menos «zetosos», que perpetró la industria italiana del cine de derribo, a partir de los ecos del éxito del filme en su país de origen. Propuestas como Gunan el Guerrero nacieron, se produjeron y se estrenaron en el lapso que medió entre la noticia de la película «barbárica» y su llegada al país latino. Cintas con tan poco presupuesto como vergüenza, que inundaron posteriormente las estanterías de los vídeo-clubes y que quedan bien retratadas en la sátira que hace aquí Jan.

Por otra parte, el fallido intento del jefe de llevar a la gran pantalla la vida de Jaime I el Conquistador, evoca tiempos más antiguos, en los que España acogió al productor ruso-estadounidense Samuel Bronston y fue el escenario de súper-producciones de corte histórico como Rey de Reyes, El Cid, La caída del Imperio Romano o Cincuenta y cinco días en Pekín. La aventura empresarial contenida en el álbum y el frustrado proyecto de llevar al celuloide la azarosa vida del monarca medieval, hacen pensar en la mala suerte de unas películas que, solo al correr del tiempo, han sido reivindicadas como clásicos. Avatares del negocio, La caída del Imperio Romano fue un fracaso comercial, pero su argumento o, mejor dicho, el episodio histórico en el que se basa, se encuentra en un éxito del calibre de Gladiator.

Por su parte, el diseño del personaje que ha de interpretar la infancia de Tronak y su propio nombre -Marcelino Vinopán- hermanan dos aspectos singularmente exitosos del cine español. Por un lado, tenemos la evidente referencia a Marcelino, pan y vino, laureada cinta de los años cincuenta del siglo pasado. Por otro, la invocación a un género muy en boga entre finales de los setenta y principios de los ochenta, como fue el denominado «quinqui-mangui». El joven e improvisado intérprete comparte el nombre de un niño adoptado por doce frailes que velan su sueño, pero tiene una actitud idéntica a la del Torete o el Vaquilla.

Para concluir con esta parte, no me resisto a aplaudir el sonoro palo que Jan propina a la crítica sesuda del séptimo arte, cuando refleja las reacciones del sector tras la proyección de la cinta. Todo esto son solo las referencias a la temática central de la historia, pero, fiel a su constumbre, Jan introduce otras, más vinculadas a la actualidad del momento, como la lesión de Maradona (que agotaba su período en el F. C. Barcelona) o el peligro de los secuestros aéreos (también reflejado en producciones fílmicas de la época).

Epílogo:

La gran superproducción me ha permitido un reencuentro con la obra de un autor que, en su momento -hace más de treinta años- no terminaba de digerir. Ahora, puedo disfrutar de ella, comprendiendo mejor los guiños, bromas y complicidades que Jan volcó en la misma. El resultado ha sido el deseo de volver a leer aquellos álbumes que recuerdo con tanto cariño, porque tengo la convicción de que el tiempo ha tenido en ellos el mismo efecto que en los vinos buenos.

Como apunte final, solo me queda indicar que el hundimiento de Bruguera, así como el desbarajuste posterior, provocaran un parón de varios años en las aventuras de Superlópez. La siguiente aventura, en la que el personaje y sus amigos viajarían al centro de la Tierra «verniana», ya sería bajo el sello de ediciones B y, entre tanto, Jan volvería a los orígenes de la parodia súper-heroica, con aquel Superioribus que ilustrara alguna página de las colecciones de Forum. Como siempre que llego aquí, solo puedo indicar que esa será otra historia para contar en otra ocasión.

Ilustración de Jan
Detalle de una ilustración alusiva a la obra

  Edición España: Editorial Bruguera – mayo – 1985 (tomo recopilatorio en la colección Olé) Guión: Jan Dibujo: Jan Entintado: Jan Color: Jan Portada: Jan Precio: Variable según edición (tomo recopilatorio de sesenta y cuatro páginas)   Prólogo: retrato de una agonía Antes de empezar, tengo que decir que Superlópez…

«Pásame un cilindrín, fotero.»

Guión - 9
Dibujo - 9
Interés - 9.2

9.1

«¿Qué es una script girl?»

Desternillanete e imprescindible

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Linkin Boy
Linkin Boy
Lector
25 noviembre, 2018 16:19

«¡Lárgame un cilindrín, fotero!», la mejor frase que ha salido de un tebeo. Un cómic mítico, a mí como enamorado del cine me encanta.

MikeM
MikeM
Lector
25 noviembre, 2018 16:29

Creo que era en este album que Luisa Lanas era la script buscando todo el rato su sitio.. muy divertido.

Linkin Boy
Linkin Boy
Lector
En respuesta a  MikeM
25 noviembre, 2018 16:50

Efectivamente. «Oye, ¿tú sabes qué hace una script…?»

David For President
David For President
Lector
25 noviembre, 2018 21:47

Uno de los tebeos más graciosos que he leído en mi vida. Hace poco lo volví y leer y me descojonaba vivo.
Por cierto, no hace mucho que una chica me entregó un currículum en el trabajo y vi que había trabajado como script girl para una serie de televisión. Sonrisa de oreja a oreja. Hay cosas que se quedan para siempre.