Una americanada
«Prestas demasiada atención a tu propia propaganda.»
La parrilla televisiva está tan plagada de canales que estos andan locos por llenar su programación. No es raro encontrarse estos días con algún ciclo de Rocky Balboa. Más de media docena de películas te resuelven un día tonto.
Destaca, no por su calidad, Rocky IV. La versión Balboa del conflicto de la Guerra Fría. Vista ahora, casi cuatro décadas después (es de 1985), genera ternura el ejercicio de ignorancia y propaganda. El Soviet Supremo levantándose para aplaudir el bochornoso discurso de Rocky, el potro italiano entrenando en Siberia sin calefacción frente a un Drago hiperdopado con la tecnología punta a su favor, los calzones con las banderas… la película es interesante porque permite conocer mejor como ven los americanos el mundo. Pero es una película de su época.
Rocky IV tiene excusa. Superman 1978: El telón de metal, no.
La secuela de la simpática Superman 1978 es una miniserie publicada en la actualidad y tiene la ventaja de escribir sobre una época ya pasada, documentada y conocida, a pesar de las discrepancias que supone hablar de la URSS. Sin embargo, el ejercicio de propaganda barata, de simplificación y deshumanización del otro es tan torpe que solo puede generar hartazgo.
Es cierto que estamos hablando de un cómic de superhéroes para todos los públicos y que el maniqueísmo es algo inherente en el género, pero el ejercicio es tan burdo que solo puede hacernos pensar que Venditti no tenía ganas de trabajar, es un “convencido radical”, está saboteando la miniserie… o quiera reflejar críticamente el dualismo ideológico de la época.
La historia trata de lo siguiente, a la vez que una nave kryptoniana “aterrizó” en Kansas, un meteorito del mismo planeta cayó en la Unión Soviética. Los militares de ese país sacan provecho de la kryptonita para “crear” a Metalo con la ayuda de un empresario americano, Luthor. ¿Empresario americano? ¿Rusia? ¿Trump? ¿Putin? Puede que haya algo de subtexto ahí (uno más) dado el clima de la política norteamericana (mientras tanto nadie habla de Gaza).
Es especialmente patético el momento en el que Metalo grita a Superman “¿Cómo habéis podido ganar alguna guerra?”, teniendo en cuenta que la última guerra que habían ganado los americanos hasta ese momento (y hasta ahora) fue la Segunda Guerra Mundial y allí fue la URSS quien lideró la victoria aliada.
Esta secuela de Superman 1978 tiene paralelismos con la segunda película de Superman, como el de Lois visitando la fortaleza de la Soledad. Un guiño simpático, pero poco más.
A pesar del mensaje de Venditti, hay que reconocer que el guionista es un profesional de oficio, eficiente, que sabe explicar una historia, buen dialoguista y que estructura las tramas de forma dinámica de forma que la historia cabalga con dinamismo. Aunque en este caso sus ganas de aleccionar de forma moralista “embafan” bastante la historia.
El dibujo de Guidry es el punto fuerte de la función. Sintético y preciso, es casi como ver a Jaime Hernandez dibujando Superman, ya que parece un discípulo del dibujante californiano aunque sin su dominio del blanco y negro. (Para “blanco y negro” las ideas de Venditti).
La historia es dinámica y la capacidad narrativa de Guidry permite entender todo lo que ocurre sin apenas leer los diálogos (y saldríamos ganando). La trama fluye.
Jordie Bellaire es quien se encarga del color, siempre importante cuando tenemos la luminosa kryptonita en la historia. La colorista da el tono adecuado a la historia, con colores planos. Lo necesario para complementar el dibujo de Guidry.
En definitiva, se trata de un comic perfectamente ejecutado técnicamente pero que apesta a propaganda barata. No es problema que haya una subtrama política, lo que incomoda es la machaconería, simplificación e infantilismo de un discurso que solo puede satisfacer a fanáticos convencidos.
Lo mejor
• El dibujo de Guidry.
Lo peor
• La extrema simplicidad de la moraleja política.
Quisiera saber… ¿Cómo llamaban en España a esa barrera invisible que separaba a occidente del bloque soviético en las décadas de la guerra fría? Acá en Sudamérica le llamábamos «La Cortina de Hierro».
El telón de acero