Con el olor de la tinta fresca de la impresión del tomo del Hombre de Acero ya en le ambiente, la miniserie que implica el desembarco de Bendis en DC, la llegada del mítico Action Comics #1000 a España y Superhijos ya acercándose a su final, las colecciones dedicadas a Superman y su familia van encarando el relevo con el orgullo de haber realizado un trabajo excelente en muchos aspectos, siendo el principal el haber logrado que los aficionados hayan olvidado lo ocurrido con el personaje durante los Nuevos 52.
En estos números se dan la mano dos arcos argumentales, Los Últimos Días y Bizarroverso en los que Gleason y Tomasi parecen haber quitado el pie del acelerador, conscientes ya, de su fecha de caducidad en la serie. El debate es claro, dado que si algo no esta roto, no hay que arreglarlo, pero la llegada de Bendis precisaba de un gran golpe de efecto y no puede haber uno más grande que aterrizar en DC escribiendo Superman. Llegará el día que veamos a Bendis escribiendo otras series en DC, sin duda, pero ahora, hoy, era necesario ponerlo al mando del buque insignia de DC, con el permiso de Batman y Wonder Woman.
El trabajo de Tomasi y Gleason ha sido magnífico, sobre todo por le tratamiento tan acertado y elegante de la familia, retratando a cada uno de sus miembros de forma humana y cercana, mientras los hacían correr todo tipo de aventuras. Aventuras más o menos acertadas, más o menos interesantes, épicas o fantásticas, pero aventuras que han sabido captar muy bien el espíritu más puro del género de superhéroes, al tiempo que han demostrado que se puede trabajar mucho y muy bien con el concepto del héroe formando una familia (otro de los ejemplos es Animal Man y Flash con Waid al mando). Tomasi y Gleason han sido un rompehielos, un ejemplo a seguir y han logrado que otros autores le hayan perdido el miedo a eso de jugar con personajes donde sus relaciones sentimentales, de la índole que sean, son importantes e interesantes, sin que por ello se resienta la figura arquetípica que se tiene del héroe o la heroína.
Antes de entrar en los dos arcos mencionados, merece la pena detenerse un instante en la historia que abre el número 21 de la edición española. Un número autoconclusivo, centrado en unos niños hospitalizados. Superman los ve durante un enfrentamiento y decide dedicarles tiempo para insuflar de nuevo esperanza a sus vidas. Tomasi y Gleason juegan magistralmente con las emociones y nos van llevando de la mano entre diferentes estados de ánimo, tristeza, melancolía, felicidad… que desembocan en la ilusión y la esperanza, dos palabras que encierran mucho en cada una de sus silabas. Una historia directa, que escapa de la sensiblería barata, apostando fuerte por el humor y la diversión, como catalizador de eso que nos define como humanos que tantas veces olvidamos: el amor por la vida.
En el primer arco argumental encontramos una historia de padre e hijo, una historia de destrucción, de esperanza incluso, en la que Clark y Jon viajan a un mundo que esta condenado de la misma forma que un día lo estuvo Krypton. El ardid para remontarnos a ese momento crucial de la historia de Kal-El, funciona de forma muy orgánica gracias ala presencia de Jon, que sirve como ancla moral para su padre, al ser capaz de ver a través de sus ojos la difícil situación que tienen entre manos. Una historia donde el respeto por las opiniones de los demás, estén o no equivocadas, pues eso es algo que esta más allá del juicio de nadie, es el poso que Tomasi y Gleason buscan dejar en los lectores.
El segundo arco se centra en la figura de Bizarro y su mundo distorsionado para adentrarnos en el terreno de que es lo que nos define como personas, lo que somos o lo que hacemos. El planteamiento no puede ser más directo, con Bizarro cuestionándose su propia existencia, mientras en la Tierra Jon juguetea con su amiga a ver otros mundos a través del proyector dimensional. Un proyector que encuentra al bizarroboy, el reverso de Jon, y que pondrá en marcha los acontecimientos necesarios para llegar a un final cargado de dramatismo. Este arco resulta más desajustado en gran medida por la manera en la que se comunican los miembros de la familia Bizarro, donde el no es el sí y el nunca es el siempre, lo que obliga a una lectura atenta, no por lo que se nos cuenta, sino como se nos cuenta. Bizarro y su mundo es una metáfora de lo que somos todos en nuestro interior, persiguiendo y anhelando quimeras que nos alejan de la verdadera felicidad, escondida en las cosas pequeñas y en lo detalles más simples.
Tres historias muy centradas en buscar emocionar al lector, sin más animo que entretener al tiempo que aportan un punto de reflexión interesante y que dejan entrever la desaceleración que Tomasi y Gleason están experimentando en sus planteamientos. Historias sencillas, eficaces, directas, entretenidas y con cierta dosis de moralina, que resultan algo vacías en tanto se notan mucho menos elaboradas que otras que se han podido leer en números anteriores.
Superman encara los pasos finales para el relevo, la llegada de Bendis y el cambio de rumbo, porque la vida es cambio y al final todo prevalece y sigue adelante, como la vida misma.
Guion - 7
Dibujo - 7
Interés - 7
7
El final de una etapa.
Superman encara la recta final para que llegue el relevo de Tomasi y Gleason al frente de la colección. Un final que se siente algo forzado para sus autores que siguen manteniendo el estilo, pero perdiendo algo de frescura por el camino.
Lo que le han hecho a Tomasi y Gleason no tiene nombre. Cogieron a un personaje que, caprichos editoriales mediante, ya no importaba a casi nadie, y lograron que la gente volviese a la serie más allá de completismos y, lo que es más difícil, se divirtiera leyéndola.
Parto de que escribir a un icono tan marcado como Superman y resultar fresco no me parece nada fácil; tal vez por eso la fórmula que quizás pueda funcionar mejor sea renunciar a la trascendencia y buscar la diversión, el entretenimiento puro y duro y, por encima de todo, la complicidad con el lector. Mientras que últimamente parece que todo el personal está intentando crear la amenaza más amenazadoramente amenazadora para poner en aprietos al superhéroe más super de todos los supertiempos, Gleason y Tomasi han buscado que los lectores recuperemos el cariño hacia el personaje más allá de lo superpoderoso que sea. Me gusta pensar que lo han conseguido, que a muchos nos va a dar pena su marcha y que vamos a recordar con afecto una etapa que ha tenido momentos mejores, momentos más flojos pero que, en general, ha hecho que comprar mes a mes la grapa de Superman volviese a ser un placer.