¿Los mejores del mundo?
La idea de unir bajo una misma cabecera a Superman y Batman no es algo nuevo en DC Comics. La primera serie en hacerlo fue World´s Finest Comics, que llegó al mercado en 1941 y se publicó hasta 1986 (tras 323 números). Esta cabecera la tuvo a partir de su segunda entrega, pues el número uno llegó a las tiendas bajo el título de World´s Best Comics.
DC Comics pronto entendió que unir a sus dos más grandes personajes en un solo cómic era una jugada maestra y muy rentable desde un punto de vista editorial. Sin embargo, no era esta la premisa inicial de la serie, que publicaba 96 páginas de forma trimestral antologías de varios personajes de DC, entre los que siempre estaban Superman y Batman. No fue hasta la llegada de los 50, cuando los superhéroes dejaron de estar de moda, cuando la colección redujo el número de páginas y sí se empezaron a publicar historias de Superman y Batman juntos en la misma historia. El primer numero de la serie en hacerlo fue Wolrd´s Finest Comics #71 (1954).
Esta cabecera acabó siendo mítica dentro de la editorial, por ella no solo habían pasado Superman y Batman, sino un sinfín de personajes de la editorial haciendo equipo con el Hombre de Acero y el Caballero Oscuro. Fruto de ello es que desde que la serie acabara en enero de 1986, han ido apareciendo otros proyectos y series que han lucido con orgullo el título de World´s Finest, los Mejores del Mundo. Un largo listado de obras que cubrieron toda la década de los años 90 y que han llegado hasta nuestros días, siendo la última en publicarse la que guioniza Mark Waid en su regreso a DC Comics.
Al igual que hicimos la semana pasada vamos a rescatar una obra publicada en 2016, abandonada en medio de la tormenta de novedades que cada mes asola las tiendas especializadas. Nos referimos a la primera obra que surgió tras la cancelación de la serie original, publicada en 1990, con guion de Dave Gibbons y dibujos de Steve Rude, dos leyendas del noveno arte, que se unieron para dar forma a tres especiales en el que Batman y Superman volvían a unir fuerzas para hacer frente a las maquinaciones perversas de Lex Luthor y Joker.
La primera vez que esta obra se publicó en nuestro país corría el año 1991, y fue Zinco (en su momento por temas presupuestarios no pude comprarla), en tres especiales en formato prestigio, la que puso a la venta este trabajo. Posteriormente, ya en 2009, fue Planeta la que lo editó en un solo tomo, añadiendo extras como diseños de Rude, partes del guion y anotaciones varias de los autores.
ECC, por su parte, lo editó en 2016, en un solo tomo de nuevo, que venía a ser una edición muy similar a la que Planeta lanzó en su momento, pero cambiando la ilustración de la portada.
Tres ediciones lleva este trabajo en nuestro país en 31 años y es el momento de ver que tiene de especial este trabajo dentro de la producción de DC.
Arranquemos primero diciendo que en esta edición la introducción que se incluye, escrita por Dave Gibbons, es toda una declaración de intenciones por parte del autor. Un alegato elegante a la figura de unos personajes que trascienden al medio, pero sobre todo se trata de un manifiesto de amor puro y sincero por el noveno arte en general. El texto marca claramente el tono y estilo que el lector va a poder encontrarse en este trabajo y que sin duda se inspira en los primeros años de existencia de los dos personajes. Una obra con un claro sabor a la Edad de Oro de los cómics que arranca marcando las diferencias que separan a estos dos héroes, al tiempo que remarca todos esos puntos en común que tienen y que no están muy dispuestos a reconocer.
Todo gira alrededor de la figura de Lex Luthor y Joker, en una trama que implica la compra venta de inmuebles, en concreto varios orfanatos, y que pone en marcha una aventura en la que Superman y Batman colaboran a fin de evitar las consecuencias de un enfrentamiento abierto entre sus dos principales némesis.
En realidad lo que activa el conflicto apenas tiene valor en la trama porque lo que hay detrás de los fuegos de artificio que montan Lex y Joker, es lo que importa. La historia de los dos orfanatos, su siniestro pasado y como todo confluye en el presente colisionando con la figura del día, que encarna Superman, y la de la noche, transfigurada en la imagen de Batman.
Gibbons se pelea consigo mismo para conseguir el ya comentado tono dorado de la década de los años 40. El ritmo que marca a la historia, los diálogos, todo apunta en esa dirección, pero lo que produce acaba siendo farragoso y redundante, con problemas serios de ritmo, en el que parece más preocupado por poner en escena a los principales secundarios de Clark y Bruce, que de contar la historia.
La propuesta se esfuerza por poner frente a frente a Batman y Superman, tanto a través de sus alter egos como con sus trajes, a fin de explorar esas diferencias y esos puntos en común que ambos tienen. El problema es que Gibbons no consigue hacer de esto algo orgánico y fluido, que se sienta natural, sino que en todo momento minimiza a cada uno de ellos a un par de factores definitorios y se conforma con ello. Por tanto, esa idea que vende al principio de la obra, de tener lo mejor de una época, mientras se explora lo que cada uno encarna, acaba quedando coja, como si faltaran puntos de vista a matizar y desarrollar. Se podría decir que Gibbons esta jugando con los personajes en su momento seminal, pero no hay que olvidar que una cosa es captar la esencia de un momento histórico y otra la de escribir una obra para los lectores de principios de los años 90.
Todo ello frena en seco el desarrollo de la historia que, ojo, puede que quiera mirar la pasado, pero está totalmente adscrita al momento en el que fue escrita a nivel de continuidad del Universo DC. No en vano Lex luce su mano robótica debido a la amputación de la misma por portar demasiado tiempo un anillo con kryptonita. Así que tenemos esa dicotomía entre el pasado y el presente con el que Gibbons apenas sabe jugar. Ahí están Luthor y Joker como ejemplo de ello. El magnate con aspecto de los noventa, mientras se comporta como el de antaño, mientras que Joker nos recuerda más a un bufón payaso, al que apenas se debe temer. Una alianza que no se siente terrible ni problemática, por la caracterización que se hace de ambos villanos que no saben en que momento temporal se están moviendo.
En cambio, en el aspecto gráfico de la obra, tenemos a Steve Rude, que despliega todo su talento y deslumbra tanto por su dibujo, su composición de pagina, construcción narrativa y diseño en general, aportando todo aquello que Gibbons no logra con el guion. ¿Es suficiente para que la obra se sustente por si misma? En opinión de un servidor, no, no lo es.
El trabajo de Rude es especialmente lúcido a todos los niveles (más cuando el color de Oliff resulta abrumador por el juego de luz y sombras al que somete al conjunto). Entra por los ojos y convence de pleno al lector que ve como la historia se desarrolla visualmente de la mejor de las maneras. Sin embargo, también hay momento en los que Rude se pierde en su narración, tememos que por el guion del propio Gibbons, haciendo confusas algunas composiciones que entorpecen la lectura. Esto hace que estemos ante un trabajo a dos tiempos, un dibujo con un fluido control de la anatomía humana, de línea fina y detallada, que se preocupa por la contextualización y el entorno, tanto como por expresar a través del lenguaje no verbal, muchas de las emociones que se persiguen con un guion torpe, simple en algunas momentos, aunque se persiga cierta complejidad que no hace sino denotar las carencias del dibujante de Watchmen al teclado.
Una obra con más de tres décadas a sus espaldas, que no acaba de funcionar en su conjunto, con una acabado visual sobresaliente y un guion pobre y obtuso, que resta brillo al equipo que se supone deben formar Batman y Superman.
Lo mejor
• El despliegue visual de Rude es maravilloso.
• El tono de la obra.
Lo peor
• Los problemas de ritmo y de narración que acarrea la obra
Guion - 6
Dibujo - 9
Interés - 7
7.3
Descompensada.
Un trabajo de guion que no está ala altura del trabajo realizado en el dibujo. Un acabado visual de sobresaliente y un guion torpe que hace de la lectura un esfuerzo.