Edición original: Superman vs The Terminator: Death to the Future #1-4 (DC Comics & Dark Horse, 1999).
Edición nacional/ España: Superman vs Terminator: Muerte en el futuro 1 y 2 (Norma, 2000).
Guión: Alan Grant.
Dibujo: Steve Pugh.
Entintado: Steve Pugh, Mike Perkins.
Color: David Stewart.
Formato: tomo rústica 48 págs.
Precio: 750 pts. c/u.
En 1984 el director James Cameron presentó en sociedad a uno de los robots más famosos (y mortales) del cine en Terminator, película que, además de cimentar el estrellato de Arnold Schwarzenegger, tuvo la virtud de originar a una de las heroínas de acción de la década: Sarah Connor. Interpretada por la actriz Linda Hamilton, Sarah Connor volvería con renovados bríos en la secuela, estrenada en 1991, acompañada ya de su retoño, ese John Connor que se postulaba salvador de la humanidad. Cameron había pergeñado un futuro dominado por las máquinas, por una inteligencia artificial llamada Skynet, de semejanza más que casual con el porvenir relatado por Chris Claremont y John Byrne en el clásico de la Patrulla-X Días del futuro pasado, viaje en el tiempo incluido, aunque la inspiración, al parecer, llegase por la vía de la televisión y, más concretamente, de dos episodios de la serie The Outer Limits escritos por el reputado Harlan Ellison, quien terminaría siendo acreditado a tal efecto. Películas, juegos, tebeos, muñecos, series de tv… el cyborg mantiene su popularidad hasta nuestros días, cuando se rueda un nuevo largometraje que pretende romper la taquilla el próximo verano.
Por otra parte, el decano de los superhéroes, Superman, creado por Jerry Siegel y Joe Shuster para la DC Comics, tal vez el personaje de papel más reconocido universalmente, sigue publicándose mes a mes desde su aparición en 1938, con exitosos asaltos a distintos medios: prensa, radio, cine, televisión… Su nacimiento dio origen a todo un género que reproduce incansablemente sus características básicas: colorido uniforme, identidad secreta, villanos extravagantes, proezas fantásticas, etc. En sus más de 75 años de vida el Hombre de Acero ha protagonizado miles de aventuras y ha cruzado su camino con casi cualquier criatura imaginable tanto dentro como fuera de las viñetas. Era solo cuestión de tiempo que, dado que el asesino mecánico de Cameron goza de su propia licencia de cómics, publicada por la independiente Dark Horse, acabaran por encontrarse, lo que finalmente ocurrió en una serie de cuatro comic books aparecidos en 1999.
Sinopsis: Sarah Connor y su hijo John, en perpetua huida por Norteamérica, llegan a la ciudad de Metrópolis, donde son localizados por un Terminator. Cuando están a punto de ser exterminados son rescatados por Superman. Puesto al corriente del peligro que supone Skynet para el futuro de la humanidad, el Hombre de Acero hará causa común con los prófugos para derrotar a las máquinas. Pero no será fácil, pues el enemigo cuenta con el apoyo del cyborg Hank Henshaw, quien conoce bien las debilidades del kryptoniano.
No hay engaño: cuando uno se acerca a un tebeo de estas características, son escasísimas las probabilidades de leer algo memorable. En el mejor de los casos, podemos esperar una aventura que aproveche con inteligencia los lugares comunes de la franquicia y se atreva a plantear desviaciones sugerentes del canon, al estilo del Robocop vs Terminator de Miller y Simonson, publicado en España recientemente. En el peor, no reconoceremos a nuestros personajes favoritos y sucumbiremos al tedio, como en Aliens vs Predator: Especies Letales. Superman vs Terminator: Muerte en el futuro se queda a medio camino: un agradable pasatiempo que repasa con eficacia moderada las convenciones de ambas franquicias, sin ridículos vergonzantes ni brillos excesivos.
El escritor Alan Grant, viejo conocido del cómic británico, a quien debemos incontables aventuras del Juez Dredd y otros míticos personajes del 2000 AD, y que saltó con fortuna al mainstream norteamericano, donde destacó en Batman, si bien rebajando considerablemente la mala baba de sus trabajos más celebrados (Robo Hunter, Strontium Dog), Grant, decía, firma un argumento perfectamente legible, sin la menor complicación, ni autoral ni de otra clase, lo cual es, de cierto, un poco decepcionante, a tenor de su trayectoria, pero bastante meritorio si reparamos en la fuerte imbricación del trabajo en la continuidad de entonces del Hombre de Acero, con aportes de su “familia” (Acero, el Superboy clon, la Supergirl de Peter David, etc.), o en las paradojas y sinsentidos que acarrean las ficciones de viajes en el tiempo, que pueden deshacer la coherencia interna del relato. Para mantener el asunto bajo control, Grant recurre al Superman Cyborg, que de facto ya es un Terminator a la enésima potencia y resulta consecuente con la mitología de la Maravilla de Metrópolis, y desdibuja a los personajes de Cameron, meros comparsas de una típica ficción superheroica. A fin de cuentas, Superman se enfrenta cada semana (o poco menos) a maquinarias temibles como Metallo y su corazón de kryptonita. La novedad aquí radica en que, mientras los Terminators desembarcan en el presente con la monótona intención de exterminar a John Connor, Superman visita el futuro para echar una mano frente al mismísimo Skynet. Grant también se adelanta a la franquicia cinematográfica presentando una Terminatrix antes de que la tercera entrega, con el subtítulo La rebelión de las máquinas, llegara a las pantallas en 2003.
El apartado gráfico, igualmente discreto, corresponde al también británico Steve Pugh. Pugh, cuyos trabajos más conocidos (Hellblazer, Animal Man) le emparejan con Jamie Delano, no se toma con el mismo entusiasmo las portadas (pintadas) que los interiores, entintados por él mismo o por Mike Perkins (Captain America, Ruse). La narración, clara, funcional, es su mejor activo. Por desgracia, las expresiones faciales y corporales dejan bastante que desear y no acaba de pillarle el punto a los personajes de Cameron.
Las poco más de 80 páginas de historieta pasan volando, es cierto, aunque se olvidan con idéntica rapidez. Realmente, no hallo méritos objetivos para recomendarla a quien no tenga un interés específico y a priori en los personajes del título. En mi caso, pues soy admirador de Superman, como es público y notorio, lo clasifico en la socorrida carpeta del “placer culpable” y a otra cosa.