Superman de Richard Donner, sin Richard Donner
«¿Qué es un Brainiac?»
Superman 1978 es una de las películas más exitosas de la década. Capaz de inspirar a la siguiente generación de cineastas, así como un prodigio técnico, en el momento oportuno, listo para cambiar la historia del negocio de Hollywood. No encuentra rival en un terreno tan humano como es la nostalgia, con aficionados que siguen, casi cuarenta años después, enamorados como el primer día.
Como ocurre con Batman (1989), DC Comics ha decidido prestar un homenaje a la altura, con Robert Venditti guionizando una aventura del Superman de las películas. Brainiac, al que no pudimos ver en estas, es el elegido para acometer un desembarco a la tierra que traerá dudas y desesperación para El Hombre de Acero, debiendo resolver uno de los problemas más difíciles de su vida para vencer al villano.
En primer lugar, una de las principales virtudes del especial está en el punto de vista elegido. Se centra la atención casi exclusivamente en Superman, en detrimento de su identidad civil. En apenas seis números apenas tenemos papel para el buenazo de las gafas, más allá de varias escenas en la introducción y cierre que casan con situaciones de la original y que funcionan como guiño.
Por su parte, la visión continuista de Lex Luthor como malvado de opereta de la película original es un acierto total también para esta. Robert Venditti se siente muy cómodo en sus diálogos, en la preferencia por lo exagerado. Es un personaje ridículo que no es nada consciente de que lo es, que se sabe inteligente a pesar de que todos sus actos nos digan lo contrario. Es la traslación orgánica de un villano de 1978 de sus características a nuestros días.
Sus escenas con Lois Lane son algunas de las mejores del tebeo, sirviendo esta como contrapunto perfecto para el “genio” criminal, con una serie de respuestas afiladas que dan cuenta de las diferencias entre uno y otro.
En lo que respecta a Brainiac, el trabajo es irregular. La idea inicial es potente, dotando de interés a la presentación de un nuevo personaje que el lector de cómic conoce perfectamente y que desea ver en un ambiente como este. No obstante, a partir del primer ataque y con la introducción de los personajes kriptonianos para la segunda parte de la obra, se va desdibujando, quedando reducido a la estructura básica de arco de antagonista.
A pesar de que cuenta con hallazgos y que los primeros números recojan ideas visualmente muy atractivas, el argumento termina por ser absorbido por la nostalgia pura, sin saber desarrollar las inquietudes principales de Superman en un nuevo contexto, lo cual lastra en buena medida sus posibilidades.
Es innegable su poder para captar la atención del fan clásico, ávido de aventuras que casen con las de su infancia y adolescencia, pero más allá de esta facultad, es tan entretenida como olvidable.
En lo que respecta al dibujo, Wilfredo Torres presenta un trabajo notable en la caracterización de Superman, su espectacularidad y carácter inspirador. Las viñetas, casi siempre de página completa, en las que el héroe vuela a un nuevo enfrentamiento definen al personaje y su modo de ser.
En el extremo contrario, su estilo no funciona tan bien para los rostros de los personajes. Evidentemente, las primeras páginas son un torrente de emociones para el lector, al reencontrarse con Gene Hackman, Margot Kidder o Christopher Reeve. Pero fuera de esto, su tendencia por la esquematización en los rasgos hace que estos sean impersonales.
Los actores originales, bajo la dirección de Richard Donner y con las viejas películas de Screwball Comedy como referencia, eran magistrales a la hora de explotar con gestos y movimientos las posibilidades de sus interpretaciones. Eran estos los que en última instancia conseguían sentar las bases de sus respectivos personajes.
En el cómic, todo se siente menos físico y, con ello, no se consigue ahondar en sus particularidades con el lenguaje del medio. Sí resultan interesantes los guiños tanto a la película original como sus secuelas, como el cameo de Gus Gorman (el eterno Richard Pryor) en el fondo de las viñetas. También los hay a otras franquicias como Los Goonies o Scooby-Doo. Se nota el cariño que sienten los autores por la obra, pero también cierto respeto que entorpece, con lo comentado, la acción del tebeo.
Para el color, contamos con la mejor profesional en su campo de DC Comics actualmente, Jordie Bellaire. Su trabajo sigue una línea muy clara con los objetivos del tebeo y la personalidad de la película. Los tonos de azul y rojo son identificables desde la primera página y van a acompañar al personaje en todo el trayecto, siendo hasta parte del conflicto del cómic, cuando Kal-El toma el blanco de su padre momentáneamente, debiendo debatirse acerca de lo que cree que es correcto.
En conclusión, tenemos un cómic aceptable, que no escapa de la veneración total por la cinta de 1978, pero que por encima de todo sabrá satisfacer al lector que busque evasión y reencuentro con unos personajes de su niñez.
Lo mejor
• El color de Jordie Bellaire y las escenas de Superman volando.
• Los homenajes directos a la película.
• Los diálogos de Lex y Lois.
Lo peor
• Es entretenida, pero fácilmente olvidable.
• El desarrollo irregular en la trama de Brainiac.
ACEPTABLE
Guion - 6
Dibujo - 6.5
Interés - 6
6.2
Un regreso a la película de una generación entorpecido por su falta de interés en las tramas.
Un comic que me gusto bastante, tal vez por ser fan de la pelicula de Superman, pero en general lo vi bien, si senti como una nueva entrega de Reeve.
A diferencia del Batman 89 el cual nunca senti que aterrizada la idea, a parte del arte de Quinones no me gusto ese Batman el cual parece que no sabia que rumbo tomar.