Mundo Independiente: Un repaso a la larga historia de T.H.U.N.D.E.R. Agents

Wally Wood, Steve Ditko, George Perez, Nick Spencer, Paul Gulacy... autores de lujo para T.H.U.N.D.E.R. Agents, unos héroes de culto desde los años 60

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¿Cómo es posible que una serie como T.H.U.N.D.E.R. Agents, con un recorrido de más de cinco décadas, sea casi una desconocida considerando que por sus páginas han pasado Wally Wood, Steve Ditko, George Perez, Dave Cockrum, Keith Giffen, Steve Englehart, Paul Gulacy, Nick Spencer o Phil Hester? En realidad existen razones de peso para ello, pero eso no quita para que un título en el que han trabajado nombres tan importantes de la industria norteamericana merezca cierta atención. Hoy vamos a intentar en este especial de nuestra sección de Mundo Independiente, echarle un vistazo a su dilatada andadura para que nuestros lectores conozcan algunos datos sobre estos personajes de culto.

El delicado sonido del trueno

Normalmente, las imágenes que nos vienen a la cabeza cuando evocamos la llamada Edad de plata norteamericano del cómic de superhéroes, son de viñetas y portadas publicadas por DC y Marvel. Y es lógico, dado que fueron las dos majors las que, en ese esplendoroso periodo que abarca la segunda mitad de los años 50 y la década de los 60, alumbraron los productos más destacables y brillantes para el género: el Flash de Broome e Infantino, los 4 Fantásticos y el Thor de Lee y Kirby, el Superman de Mort Weisinger, el Nick Fury de Steranko, la Liga de la Justicia de Gardner Fox y Mike Sekowsky, el Spiderman de Lee y Ditko, el Green Lantern de Gil Kane, la Doom Patrol de Arnold Drake y Bruno Premiani… la efervescencia creativa que en ambas editoriales se producía por aquella época resultaba asombrosa, y es de estos cimientos de los que se edifica definitivamente la concepción actual de cómo funciona el tebeo de superhéroes. Pero aunque por aquel entonces no existían ni Image ni Dark Horse ni Valiant ni Dynamite, lo cierto es que Marvel y DC no estuvieron solas.

Arrastrados precisamente por el éxito en los kioscos de las publicaciones de las que hoy por hoy son las dos grandes, otras editoriales quisieron subirse durante esos años al tren pijamero con mayor o (normalmente) menor fortuna. Y así, Dell, American Comics Group, Archie, Harvey, Charlton, Gold Key, MF Enterprises y algunas más crearon sus propios héroes enmascarados superpoderosos. Por variados motivos sus iniciativas superheroicas no prosperaron, aunque algunas de ellas han pervivido de manera residual, al haber pasado por varios intentos de relanzamiento en las décadas siguientes hasta nuestros días. Aparte está el caso de Charlton, ya que sus personajes fueron adquiridos por DC e incorporados a su universo ficticio, perdurando en segundo plano, aunque pasando a la historia del medio al ser la inspiración para los de Watchmen.

El caso es que la mayoría de estos cómics pijameros independientes nunca fueron publicados en castellano (excepto los de Archie, en discretos complementos de las mutiladas primeras ediciones de material Marvel perpetradas por Vértice) así que es complicado que el lector en nuestro idioma sea consciente siquiera de su existencia. Sinceramente, lo cierto es que tampoco es que se haya perdido demasiado, aparte del valor como simpática curiosidad, o el que puedan tener como parte de la historia del medio para aquellos a los que nos interesa. Ah, y por un pequeño puñado de excepciones de cierta calidad.

Una de éstas últimas fueron los T.H.U.N.D.E.R. Agents de Tower Publications, una editorial ajena al cómic (y dedicada en principio nada menos que a la literatura erótica, aunque tiempo después acabó incluyendo en su catálogo temática de ciencia ficción y fantasía) que en 1965 decidió probar suerte en esto de publicar tebeos de superhéroes. Para ello, se fundó el sello Tower Comics, y se contactó con uno de los nombres mas célebres del noveno arte: el gran Wally Wood. Para los despistados, estamos hablando de un genio de vida tortuosa, de alguien que bajo guiones de Jules Feiffer había dibujado la última etapa del Spirit de Will Eisner, uno de los autores de los EC Comics que la censura del Comics Code barrió; un dibujante y guionista que había colaborado en la revista MAD y ofrecido en sus páginas por ejemplo la parodia superhéroica Superduperman junto a Harvey Kurtzman, que había ilustrado los popularísimos cromos de Mars Attacks! (los cuales son toda una referencia para la cultura popular norteamericana, aunque aquí los conozcamos mas que nada por la película basada en ellos que filmó Tim Burton en los años 90), y que junto a Jack Kirby había producido la tira de prensa Sky Masters of the Space Force.

Creador además del aspecto gráfico icónico de Daredevil para Marvel, Wood venía de haber dejado precisamente esta serie tras discutir con Stan Lee por la que creía la remuneración justa de su trabajo: cobraba solo como dibujante, pero a efectos prácticos también ejercía de guionista de manera casi total. Harry Shorten, de Tower, le ofreció el trabajo de generar una línea superheroica que capitalizase tanto los éxitos en kiosco de Marvel y DC en cómic, como el de la serie de TV de Batman (la de Adam West y Burt Ward), y que la sazonase con una pizca de otro género en boga por aquel entonces: el de espionaje, popularizado enormemente por James Bond en el cine y por The Man from U.N.C.L.E. en la pequeña pantalla.

Wood se puso a trabajar con el guionista Len Brown y diseñaron una premisa que para el momento resultaba curiosa: un grupo de seres superpoderosos que al contrario que los héroes del resto de editoriales no eran justicieros independientes, sino que trabajaban para T.H.U.ND.E.R. (un forzado acrónimo, como mandan los cánones en este tipo de organizaciones en los cómics, de The Higher United Nations Defense Enforcement Reserve), una agencia al servicio de la ONU. Cada uno de sus miembros debía sus increíbles capacidades a artefactos tecnológicos, prototipos creados por un científico llamado Emil Jennings. Un poco como en el caso del Abraham Erskine del Capitán América, Jennings era asesinado al comienzo del primer número (bueno, directamente se lo encontraban muerto en las primeras páginas) sin haber llegado a producir estos aparatos en masa, y sin que hubiese dejado notas con las que replicar su asombrosa tecnología.

Por tanto, T.H.U.N.D.E.R. asignaba los irreplicables y fantásticos dispositivos a varios de sus agentes, que con unos sonoros nombres en código y coloristas trajes, quedaban más cercanos a los superhéroes que a los espías. Era algo así como si los Vengadores o la JLA trabajasen directamente para SHIELD, cosa que en su momento resultó bastante innovadora, aunque hoy por hoy (Ultimates, Youngblood, y Stormwatch mediante) nos parezca una característica bastante habitual del género.

Los agentes superpoderosos de T.H.U.N.D.E.R. fueron inicialmente tres, comenzando por Dynamo, quizás el más icónico de todos ellos. Éste era un gris y tímido oficinista de la organización que resultaba ser biológicamente compatible con un cinturón diseñado por el profesor Jennings que aumentaba la densidad molecular de su portador, dotándole de superfuerza y relativa invulnerabilidad. De ese modo, el mediocre Len Brown (Wood, como broma personal, hizo que el personaje se llamase como el guionista de la serie a pesar de las reticencias de éste) pasaba a ser un aguerrido fortachón muy seguro de sí mismo. Eso sí, el dispositivo solo podía estar activado durante una media hora, con serio peligro para la salud del portador en caso contrario. Aunque esta debilidad nos pueda recordar al Hourman de DC, el molde del personaje era claramente el Superman de la Golden Age y de los cortos animados que los hermanos Fleischer dedicaron durante la década de los cuarenta al Hombre de acero, una debilidad personal de Wood. Resulta curioso que varios años después, dibujase a ambos héroes en la memorable serie dedicada a la Justice Society of America que guionizasen primero Gerry Conway y después Paul Levitz.

Volviendo a los T.H.U.N.D.E.R. Agents, después teníamos a Noman, un anciano científico amigo del difunto profesor Jennings que había conseguido transferir su consciencia a un cuerpo androide antes de fallecer debido a su avanzada edad. Anthony Dunn, el nombre original del taciturno héroe, además de disponer de la fuerza, sentidos y resistencia aumentados de su cuerpo artificial, portaba una capa de invisibilidad creada por su asesinado compañero, el susodicho Jennings. Noman podía además transmitir de nuevo su mente a través de la distancia hasta uno de los numerosos cuerpos androides de repuesto que había almacenados en la base de T.H.U.ND.E.R. De ese modo (tan parecido al del Diehard de Youngblood) podía escapar de cualquier peligro realmente letal y era muy dado por tanto a acciones ciertamente suicidas que para él no tenían mayor consecuencia que despertar al instante en las instalaciones de la organización para la que trabajaba, listo de nuevo para la acción.

Finalmente, estaba Menthor, un curioso personaje por dos cuestiones: una, en realidad se trataba de un villano, un espía infiltrado, que conseguía pasar las pruebas de la organización para tener el honor de portar un yelmo que le otorgaba poderes psíquicos. Pero el casco operaba un cambio en la personalidad de su portador, transformándole cuando lo activaba en un altruista héroe. Estos cambios poco a poco iban calando de manera permanente y así, John Janus, debido al artefacto que había sido enviado a robar, iba recorriendo un camino a la redención. La segunda característica que llamaba la atención de él era que su traje era casi idéntico al de El Átomo, el diminuto superhéroe de DC miembro de la JLA. De hecho, un servidor debe confesar que la primera vez que vio una portada de T.H.U.N.D.E.R. Agents, al ser una reedición en formato Archives de la editorial de Superman, pensó que se trataba de personajes de alguna tierra alternativa del universo DC pre Crisis de los que hasta ese momento no había oído hablar, y a los que Ray Palmer hacía una transdimensional visita como estrella invitada. Y así, descubrió a esta fascinante licencia.

La serie de T.H.U.N.D.E.R. Agents tenía una curiosa estructura: en sus números, de entre 50 y 64 páginas, los tres héroes se repartían el protagonismo a base de historias cortas dedicadas a cada uno de ellos, habiendo además siempre otro relato dedicado al llamado T.H.U.N.D.E.R. Squad, un comando de agentes sin poderes que servían a la misma organización. Y en el último relato de cada revista, por fin podíamos verles a todos actuando juntos. Transcurridos unos cuantos episodios, más agentes se fueron beneficiando de los inventos del fallecido Dr. Jennings, ampliándose el elenco protagonista con la adición de otros dos héroes: en el número cuatro, al agente del T.H.U.N.D.E.R. Squad llamado Virgil Gilbert se le asignó un uniforme que le proporcionaba supervelocidad como la de Flash o Mercurio, pero que a cambio le envejecía de forma acelerada, y pasó a ser llamado Lightning, quedándose con el protagonismo del serial dedicado a su comando. Y algo más adelante al hasta entonces desconocido agente Craig Lawson se le adjudicaba un atavío que le permitía volar y el nombre en código de Raven. Había distintos autores en cada serial a serial e incluso algunos podían rotar entre ellos de un número a otro, aunque normalmente encontrábamos siempre a Wood en las historias de Dynamo y en las que reunían a todos los personajes.

Durante casi la primera mitad de la serie, T.H.U.N.D.E.R. y sus agentes se enfrentaron principalmente a la amenaza de los Warlords, misteriosos villanos responsables de la muerte del profesor Jennings que controlaban una organización dotada de avanzadísima tecnología y un ejercito de soldados a los que se había arrebatado el libre albedrío. La funesta agenda de los Warlords pronto quedaba revelada junto con su verdadera identidad: se trataba de los líderes militares de una cultura no humana que vivía en el subsuelo, y que se había visto afectada por las pruebas nucleares subterráneas que la humanidad venía desarrollando en aquellos entonces. Buscaban por tanto venganza y la conquista del pueblo de la superficie para garantizar la supervivencia de su gente. Si el concepto era muy similar al de los servidores del Hombre Topo del universo Marvel, su motivación recordaba a la de Namor, o era idéntica a la del muy posterior Atalon del Ultraverso.

Aparte, los héroes tenían varias némesis recurrentes más, como la amenaza de S.P.I.D.E.R., una maligna organización subversiva, con lo que el paralelismo de T.H.U.N.D.E.R. con la SHIELD Marveliana quedaba subrayado, al tener una equivalente de su maligna Hydra. También estaba la pérfida Iron Maiden, una mercenaria enfundada en una armadura, que compartía una relación atracción-enemistad (por estar en bandos enfrentados) con Dynamo muy similar a la de Batman con Catwoman. Además teníamos a Andor, un humano que había sido educado desde niño por los Warlords, los cuales le habían modificado para tener una superfuerza que rivalizaba con la de Dynamo; se libró de la influencia de sus criadores y no era malvado, sino altivo, un poco como (de nuevo) Namor, con unos toques de Tarzan y Doc Savage. También se enfrentaban a nazis que habían eludido la justicia, científicos locos, robots variados, dinosaurios, extraterrestres, algún supervillano… y a la China comunista (y su supervillano oficial, el Dragón Rojo), que por aquel entonces no era parte del consejo de seguridad de la ONU al contrario que la Unión Soviética, la cual por tanto no acaba de encajar como enemiga de las Naciones Unidas. Aunque claro, alguna historia sobre la duplicidad de los rusos por supuesto que hubo, que tampoco era cuestión de que la gente pensase que había naciones comunistas buenas. Y obviamente, también aparecieron una plétora de naciones sudamericanas análogas a la Cuba de Castro que se enfrentaban con estos superpoderosos agentes de las Naciones Unidas que eran todos Estadounidenses.

Tower Comics publicaba también otra serie que en principio no tenía relación con los T.H.U.N.D.E.R. Agents, a pesar de compartir una premisa similar, aunque con un giro: U.N.D.E.R.S.E.A. Agent. Su protagonista era Davy Jones, miembro de una agencia también de la ONU que desde su avanzadísima base submarina denominada Atlantis luchaba contra amenazas subacuáticas como el Doctor Fang y los respiradores de agua procedentes de Lemuria. En el segundo episodio (¿) Jones, ganaba poderes magnéticos (???) . Se trataba de algo un poco en la onda de los Sea Devils de DC y de su Aquaman, o del Namor marveliano. Pero aunque Gil Kane dibujó varios números, la serie no tuvo éxito y no pasó del sexto. Después protagonizó alguna historia dentro de la revista de T.H.U.N.D.E.R. Agents, sin llegar a relacionarse con el resto de personajes. Curiosamente, parece ser que en Tower no cumplieron bien los requisitos para cumplimentar el copyright del personaje, y que éste por tanto cayó en el dominio público. Este detalle tendrá cierta importancia más adelante, décadas después, cuando en posteriores relanzamientos de T.H.U.N.D.E.R. Agents, además se incluya a U.N.D.E.R.S.E.A. Agent por retrocontinuidad como parte del grupo.

Todo esto, pensará quien lea estas líneas, está muy bien, pero ¿qué hacía especial a T.H.U.N.D.E.R. Agents por encima de otras independientes de la época y que se pueda decir que prácticamente estaba a la altura de lo que publicaban Marvel y DC? La respuesta se encuentra básicamente en la ejecución de sus historietas, en el talento de sus autores. Y es que no solo contaban con el buen hacer de Wally Wood, que por sí solo ya justificaría el interés, sino que también estaban involucrados otros dibujantes responsables de títulos estrella del momento: ahí tenemos nada menos que a Steve Ditko, Gil Kane, Dick Ayers, Dan Adkins, Jack Abel, Mike Sekowsky, Reed Randall, George Tuska, Joe Orlando, Sal Trapani, Frank Giacoa ó Mike Esposito. Todos ellos, artistas reputados (aunque antes de que se pudiese hablar de un star system propiamente dicho en el comic book, excepto quizás para Stan Lee y Bob Kane) en sus momentos de mayor popularidad, trabajando también para Tower en este título. Estamos por tanto ante todo un quien es quien de los dibujantes más populares del género pijamero en la época, en el que solo parecen faltar Kirby, Infantino, Romita, Colan o Swan. Resulta sorprendente, como comentábamos al principio, que un con elenco así, T.H.U.N.D.E.R. Agents sea una serie tan desconocida.

En general, los T.H.U.N.D.E.R. Agents son tebeos como decíamos casi tan disfrutables (eso sí, contextualizando, por supuesto) como otros contemporáneos suyos que hoy por hoy han alcanzado el estatus de clásicos, y que solo están por debajo de las auténticas obras maestras superheroicas de la época. Se leen como unos cómics a caballo entre el espíritu icónico y tradicional (casi rancio, reconozcámoslo) de la DC de la época, y el más transgresor y dinámico de la Marvel de esos tiempos, y sorprendentemente, la mezcla funciona de manera orgánica, sin trompicones. Eso sí, la calidad varía de una historia a otra considerablemente, según el autor que se trate: incidiremos sobre ello en seguida.

Otra cosa que apartaba T.H.U.N.D.E.R. Agents del resto de publicaciones pijameras era que tenía una relación muy poco habitual por aquel entonces con el concepto de bajas entre las filas de sus protagonistas. Muy pronto empezaron a morir miembros del T.H.U.N.D.E.R. Squad que uno de entrada imaginaba que iban a ser el elenco más o menos permanente de sus historias. Y a la altura del número 7, se dio un hecho hasta entonces insólito en los cómics de superhéroes: la muerte de Menthor, ya totalmente convertido a la causa del bien. Ahora estamos muy acostumbrados a que los personajes principales puedan morir. Y a que vuelvan a la vida de manera rutinaria y tediosa, añadiría. Pero en la segunda mitad de los años 60, esto era inaudito: faltaban meses para que siquiera el Ferro Lad de La Legión de superhéroes se sacrificase luchando contra el Devorador de Soles. La muerte de Menthor, fue agónica en su lectura, recibiendo disparo tras disparo para sacrificarse contra los Warlords a los que antaño había servido en una magnifica secuencia de sucesivas viñetas obra de Wood. Los compañeros de John Janus asistían en las últimas páginas de aquel episodio a una tétrica escena, como quizás solo antes se había visto en el género cuando Jim Steranko nos contó la supuesta muerte del Capitán América: la del funeral del héroe caído. Pero, al contrario que Steve Rogers, aquí Menthor no iba a volver. Los T.H.U.N.D.E.R. Agents, claro, desataban toda su tristeza, ira y amargura sobre los asesinos de John Janus, acabando para siempre con la amenaza del pueblo subterráneo en la octava entrega.

T.H.U.N.D.E.R. Agents constó de 20 números publicados entre finales de 1965 y 1969. De ella surgieron dos spin-off, ambos con la misma estructura de abundantes páginas y varias historias cortas: uno dedicado a Noman en solitario (de una calidad patentemente inferior) que duró dos números, y otro a Dynamo, con duración de cuatro entregas, en el que Wood mantenía el nivel de la serie troncal, incluso tal vez lo superaba. Da la impresión de que estaba más suelto en ella. En general es este autor el que se nota que está poniendo el alma en la serie; después de todo, era su creación. El resto de artistas, para ser sincero, se limitaban a cumplir, y a dibujar los guiones que les pasaban de manera más rutinaria, lo cual dados los nombres implicados, de cara al resultado gráfico, pues ya es bastante. Por tanto, lo cierto es que lo más destacable de la serie es su apartado visual, su narrativa, sus conceptos de personajes y sus diseños. Las historias, estando bien, la verdad es que tampoco son nada espectacular, abundando en transferencias de consciencias, dobles androides, amnesias, hipnosis, enemigos disfrazados y demás mecanismos narrativos para representar la duplicidad y traiciones inherentes al género de espías, esforzándose para enclavarlo dentro del superheroico. Y que así, el drama fuese estar viendo cómo unos héroes, por uno u otro motivo, se enfrentaban entre ellos. Pensándolo bien, no es tan distinto al panorama superheroico actual.

Los motivos del cierre del sello Tower Comics en 1969 no son claros. Según parece, los títulos vendían bien, muy bien. Algunos de los responsables de la editorial declararon en entrevistas a posteriori que fue debido a juego sucio de la distribuidora Independent News, parte de la estructura a la que pertenecía DC, y que en aquellos tiempos también se encargaba de llevar los tebeos de Marvel a los kioscos. Según esta idea, en realidad la competencia entre las dos majors era poco importante para su distribuidora, que se beneficiaba de las buenas ventas tanto de la editorial de Martin Goodman y Stan Lee como de la de Harry Donefeld y Jack Liebowitz, por mucho que esta última fuese del mismo entramado empresarial. Pero cuando alguien ajeno, Tower, con sus dibujantes sacados de las oficinas de DC y Marvel, sobre el que no se tenía ningún control ni se obtenía ningún beneficio, empezó a ir en la dirección de realmente hacer competencia, se hizo algún tipo de maniobra. Por lo visto se presionó a los puntos de venta para que las revistas de la editorial de Harry Shorten no llegasen a los kioscos con regularidad, y no se pudiese recuperar el dinero invertido en los plazos requeridos para que aquello fuese rentable. Está por ver si toda esta teoría de la conspiración corresponde a la realidad (que no sería tan raro, considerando el historial de juego sucio de la DC-National-Independent News de Liebowitz y Donefeld, después de todo) o si simplemente se decían estas cosas para crear la percepción de que se trataba de una franquicia exitosa, aumentar su valor y beneficiarse de ello en caso de que fuese adquirida por terceros interesados en resucitarla, si los hubiese. Y efectivamente, mucho después de la desaparición de Tower Comics, los hubo.

Revivals y batallas legales más de una década después

Saltemos a 1981. Un contable llamado Joe Carbonaro que está haciendo trabajos para la editorial Archie, ve una oportunidad y compra de su bolsillo a Tower Comics la licencia de T.H.U.N.D.E.R. Agents. Le asesora un abogado llamado David M. Singer, ambos son aficionados a los cómics y tienen la intención de empezar a publicar nuevas aventuras de los héroes a través de un sello al que llaman JC Comics. Lo inauguran con un lanzamiento en blanco y negro titulado JCP Features T.H.U.N.D.E.R. Agents, en el que llama la atención que dibuja un por aquel entonces desconocido Mark Texeira. Pero tras este especial, hasta dos años después no lanzan la que será una [muy] corta serie [mas o menos] regular.

Las historias de John Carbonaro Productions continúan con los personajes en el punto en que se dejaron, sin hacer cambios en su continuidad más allá de introducir a un nuevo agente, Vulcan, con poderes sónicos. Ya no se cuenta con titanes de la talla de Wally Wood (fallecido ese mismo año quitándose trágicamente la vida) o el resto de autores de la encarnación de Tower, pero de entrada los resultados gráficos no son malos, con Lou Manna y Willie Blyberg. Eso sí, las historias de Chris Adames, Charlie Boatner y Paul Bonano, resultan atroces. Se nota que se hace un intento de escribir algo solido, pero simplemente, no hay talento detrás para conseguirlo. La trama gira en torno a una invasión alienígena, durante la que se presenta a una nueva portadora del casco de Menthor. Además Iron Maiden y Dynamo dan un pequeño paso en su extraña relación, y queda patente que se acuestan.

Carbonaro consigue sacar adelante dos números, y para el tercero (que será el último), acude a sus contactos en Archie Comics. Estos lo publican dentro de su línea Red Circle, destinada al relanzamiento que Rich Buckler estaba realizando de los superhéroes de la editorial (The Shield, The Fly, Black Hood, etc)tratando de capitalizar la puesta a la venta de una línea de figuras de acción basadas en ellos. Tras ese tercer número (que en realidad aparece en la entrega doce de la antología Blue Ribbon Comics), los T.H.U.N.D.E.R. Agents fueron los invitados especiales de un Annual de la serie Justice Machine, un supergrupo creado por Mike Gustovich y publicado por la independiente Texas Comics. Se da la circunstancia de que en ese mismo especial aparecen en su complemento por primera vez los Elementals de Bill Willingham, de los que ya les hablamos hace tiempo.

La trayectoria editorial de los T.H.U.N.D.E.R. Agents de Carbonaro se interrumpe en ese momento, probablemente por una acogida tibia, pero los aficionados que estaban interesados en los personajes no tuvieron que esperar demasiado para leer nuevas historias suyas: apenas un año. En 1985 David M. Singer, el abogado de Carbonaro, le apuñala metafóricamente por la espalda y crea la editorial Deluxe Comics. Su lanzamiento estrella es una colección llamada nada menos que Wally Wood’s T.H.U.N.D.E.R. Agents, impresa en papel excelente, distribuida exclusivamente en librerías especializadas, con más páginas de lo habitual y con un elenco de artistas impresionante para una editorial recién aparecida e independiente. Agárrense: George Perez, Dave Cockrum, Steve Ditko, Jerry Ordway, Keith Giffen, Murphy Anderson y Rich Buckler.

En los guiones podemos encontrarnos a Steve Englehart, Dann Thomas y Stephen Perry. La estructura de la serie vuelve a ser la de varias historias cortas de los personajes por separado en cada revista, para juntarlos finalmente a todos en el último relato. Curiosamente, nunca fue George Perez el que se encargó de las escenas multitudinarias del grupo, a pesar de firmar casi todas las portadas, sino que se le tenía dibujando historias de tono de espionaje con el personaje de Raven. Esto, que parece desaprovechar los fuertes del artista portorriqueño, no se debía a nada en particular: Perez confesaba no tener ninguna implicación emocional con aquellos héroes, no los había leído de pequeño, así que se limitó a tratar de hacer bien el trabajo que le encargaban y por el que le pagaban muy generosamente. Si le hubiesen puesto a hacer al grupo al completo, le hubiese parecido igual de bien.

A Singer se le describe como el típico yuppie neoyorkino de los años ochenta: se dice que vestía siempre de traje, obsesionado con tener clase a todas horas, y parece ser que se comportaba como un vendedor de coches usados, con un poco de refinamiento y lengua de plata. Trataba de ser un empresario exitoso y estaba seguro de que iba a obtener enormes beneficios de su aventura emprendedora editorial. Para ello, no reparaba en gastos y pagaba muy bien consiguiendo así a gran parte de los mejores artistas del medio. Afirmaba haber descubierto mientras trabajaba con Carbonaro que en realidad los T.H.U.N.D.E.R. Agents eran personajes que estaban en el dominio público, y que por tanto cualquiera podía usarlos. Y él estaba dispuesto a hacerlo de la manera más efectiva posible, cuidándose de rendir homenaje al creador de los personajes, teniendo a los autores contentos y no escatimando en gastos, para así conseguir los mejores valores de producción y llegar a hablar de tú a tú a Marvel y DC.

Probablemente la idea de que T.H.U.N.D.E.R. Agents estaba en dominio público le viniese a Singer de que U.N.D.E.R.S.E.A. Agent (al que, por cierto, incluyó en el grupo de superhéroes) efectivamente lo estaba y lo lógico era que el resto de títulos de Tower también. Además, resultó que Tower no tenía manera legal de demostrar que la propiedad intelectual de los personajes le había pertenecido en ningún momento, cosa que apoyaba su tésis. Pero Joe Carbonaro no estaba de acuerdo; tenía un contrato que decía que él era el único poseedor de los derechos de T.H.U.N.D.E.R. Agents e iba a luchar por ello. Ya bastante tenía con que en Inglaterra se estuviesen publicando reediciones piratas del material de los 60 en blanco y negro. Ahora, no solo estaba Singer, sino que con lo que éste estaba diciendo, un montón de pequeñas editoriales independientes se animaban a que esos personajes, que por lo visto todo el mundo podía usar, apareciesen en algún número de sus publicaciones o fuesen parodiados. Carbonaro contraatacó, llevó a Singer a los tribunales y tras un largo proceso, en 1987 ganó y quedó reconocido como poseedor de la licencia de T.H.U.N.D.E.R. Agents, que por tanto era válida y no estaba en el dominio público.

La singladura de Singer con los personajes duró tan solo cinco números. A pesar de dar a todo el mundo la impresión de que era un tiburón del que no fiarse y un vendehumos, en perspectiva lo cierto es que sacó el mejor título posible, con el mejor papel posible, los mejores autores posibles y con varias ideas interesantes: por ejemplo, el serial de Lightning abundaba en el drama del héroe que está muriendo por usar sus poderes pero no puede renunciar a usarlos. Se usaron algunos conceptos rescatables de las publicaciones de Carbonaro, como el de una Menthor femenina (quizás así opinaban que alejaban la imagen del personaje de la de Atom y reducían el riesgo de una denuncia de DC) o el que Iron Maiden y Dynamo se acercasen aún más. El villano Psikosis resultaba ser una baja del T.H.U.N.D.E.R. Squad de los primeros números de la serie original de los años 60, que resultó que no estaba tan muerto, y desequilibrado, buscaba venganza contra sus compañeros por haberle abandonado. El tono general de la serie era parecido al de Los Vengadores de aquellos mismos años, cosa que no es decir poco y que le sentaba muy bien a la franquicia. Se incluían en cada entrega fichas de los personajes con características numéricas compatibles con el juego de rol Villains & Vigilantes, uno de los más punteros sobre género superheroico de la época. El quinto y último número tenía además un bellísimo y nuevo colorado nunca visto en un título mensual, gracias a la artista conocida como Paty, la esposa de Dave Cockrum. Singer tenía una columna muy en la dirección de la mítica Stan’s Soapbox del patriarca de Marvel. Todo parecía muy bien planteado. Quién sabe. Quizás hubiese podido haber salido algo interesante de esta incursión editorial, si hubiese prosperado.

Independientemente de lo que dictase el tribunal ¿quién tenía razón, Singer o Carbonaro? Es curioso que de repente aparezca el nombre de nada menos que Jim Shooter para arrojar luz nueva sobre el asunto. Y es que en una entrevista concedida mucho después de todo este asunto, en 1991, el que fuera editor en jefe de Marvel, comentó varias cosas muy interesantes al respecto: por lo visto a finales de los setenta, cuando su mandato en la editorial empezaba, él trató de que ésta se hiciese con T.H.U.N.D.E.R. Agents para incluirlos en su universo compartido ficticio. Los abogados de Marvel hicieron minuciosas investigaciones y determinaron que por lo visto era Wally Wood, y no Tower (que como hemos dicho, no tenían ningún documento válido legalmente para demostrar que esa propiedad intelectual era suya), quien debía tener legalmente los derechos. Shooter contactó con Wood para comprárselos, y a éste le pareció bien el asunto. Pero cuando hubo que empezar a mover los papeles, Wood, que ya estaba muy afectado por sus problemas de salud y la depresión que le llevó tiempo después a suicidarse, al ver que iba a tener que contratar abogados para dejar bien sellado el contrato, y que iba a implicar cierto ajetreo legal, decidió dejar pasar el trato por desánimo. Al morir, se llevó los derechos de T.H.U.N.D.E.R. Agents con él a la tumba, o quizás más bien, les correspondiesen a sus herederos.

Por tanto, en realidad ni los derechos que Tower le habían vendido a Carbonaro eran más que papel mojado, ni los personajes estaban en el dominio público como Singer decía. Más aún, según Shooter, ambos lo sabían, pues por lo visto, sobre 1980, antes de empezar a autoeditarse, se entrevistaron con él y le ofrecieron su proyecto con los personajes, para que los publicase dentro de la línea Epic o como parte del universo Marvel tradicional. Shooter se mostró muy interesado, pero les explicó la situación, lo que los abogados de Marvel habían averiguado un par de años antes, y les animó a que volviesen cuando estuviese aclarado el tema legal. Hasta entonces no se podía permitir a meter a Marvel en un asunto así sin que todo eso estuviese bien atado. Pero ninguno de los dos volvió nunca y poco después iniciaron sus aventuras editoriales con T.H.U.N.D.E.R. Agents, desoyendo lo que Shooter les había dicho sobre los agujeros legales de esa licencia que decían poseer.

Daba igual. En 1987 se había decretado que John Carbonaro era el propietario absoluto de T.H.U.N.D.E.R. Agents, incluida la propiedad intelectual sobre los cómics lanzados por Singer, por encima de cualquier opción que los herederos de Wood hubiesen podido tener, cosa que Shooter achacaba a un error judicial. Con todo, hay que tomarse con cierta prudencia toda esta historia de Shooter, que quizás sea solo una interpretación suya del asunto, y tal vez no sea descabellado suponer que un tribunal estaba más capacitado para decidir qué era legal y qué no que los abogados de Marvel, después de todo. El caso es que David Singer y su editorial desaparecieron, y a partir de entonces, Carbonaro sería el celoso director del destino editorial de los personajes. Eso sí, las subsiguientes y diversas iniciativas para restablecerlos dentro del panorama comiquero estadounidense resultarían tan erráticas y discontinuadas como todas las precedentes.

Una licencia errante

Ese mismo año, Carbonaro ya recogió los primeros frutos de aquella decisión judicial. Un par de autores llamados Michael Sawyer y James E. Lyle habían empezado a desarrollar para la editorial Solson un proyecto llamado simplemente T.H.U.N.D.E.R. que pretendía contar la historia de un grupo de jóvenes que terminaban siendo el relevo generacional de los Agentes creados por Wally Wood. La idea empezó a gestarse en los tiempos en que David M. Singer había declarado que los personajes eran de dominio público, accesibles a cualquiera. Los autores y la gente de Solson lo creyeron y pusieron en marcha esta premisa cuyo tono pretendía estar a medio camino entre los Nuevos Titanes de Marv Wolfman y George Perez y la sensación del momento, el Watchmen de Alan Moore y Dave Gibbons. Quizás unas aspiraciones muy altas dados los resultados obtenidos. Pero en cualquier caso, al pronunciarse la sentencia favorable a Carbonaro, resultó que para publicar aquello que ya tenían prácticamente dibujado había que licenciarle los derechos. Decidieron seguir adelante, pagar a Carbonaro por ello, y así conseguir la licencia durante unos años. Pero solo llegaron a publicar un número, el segundo no llegó a estar realizado dentro del plazo límite estipulado, así que perdieron los derechos en 1990.

Ya metidos en esa década, el siguiente paso (aunque terminaría siendo en falso) de los Agentes del Trueno vino de la mano uno de los nombres más idiosincráticos de los cómics noventeros: ni más ni menos que Rob Liefeld, que anunció que Extreme, su estudio dentro de la Image Comics primigenia, se había hecho con la licencia. Se habló de que Dave Cockrum se iba a encargar y de que se le daría absoluta carta blanca, aunque también de que el propio Liefeld, Jim Valentino, Stephen Platt, Chap Yaep y Dan Fraga realizarían historias para ese proyecto. Sin embargo nunca se llegó a publicar nada, ya que parece que el trato de Carbonaro con Liefeld quedó anulado en favor de otro, aunque ya hubiese anunciado el cómic.

Y es que, en 1995, los T.H.U.N.D.E.R. Agents volvieron a aparecer en viñetas, en el número 3 de una revista llamada Omni Comix. Estaba publicada por el grupo editorial de Penthouse, que por aquellos años ya estaba haciendo sus pinitos dentro del noveno arte contratando a artistas punteros para un magazine editado por un tal George Caragonne titulado Penthouse Comix en el que la temática de aventuras, ciencia ficción y superheroica se mezclaba con la erótica e incluso directamente la pornografía. Sin embargo no se hagan ideas equivocadas: Omni Comix pretendía alejarse del tono picante de esta publicación hermana, ya que era en realidad una especie de spin off de una mítica y reputada revista de divulgación científica y ciencia ficción, Omni a secas, publicada también por Penthouse. George Caragonne, que además de Penthouse Comix editaba Omni Comix, llegó a un acuerdo con Carbonaro, y se puso él mismo a guionizar la nueva etapa de los personajes para las páginas de este magazine. De los dibujos se encargó Paul Gulacy, entintado por Terry Austin. Ahí es nada, de nuevo. Se abundaba en el aspecto del espionaje, o más bien en el de las operaciones encubiertas, por encima del superheroico, pero la verdad, los rediseños de los personajes y el tono de la historia encajaban tristemente en los habituales excesos testorénicos tan en boga por aquellos años en el medio estadounidense.

Garry Leach, el primer dibujante del Miracleman de Alan Moore empezó a dibujar una precuela de esta etapa, un número cero que sería publicado independientemente de la revista. Había ambiciosos planes para la licencia, pero todo se truncó de manera trágica. Penthouse empezó a investigar a Caragonne y suspendió su cargo cautelarmente, ya parece ser que estaba malversando sus fondos y facturando sospechosos sobrecostes. Según cuenta Mark Evanier, el espectacular éxito que obtuvo con Penthouse Comix se le fue de manos y cayó en una espiral de demenciales excesos y adicción a la cocaína. No pudo con la presión y acabó suicidándose. Y con su muerte, Omni Comix y el serial de T.H.U.N.D.E.R. Agents contenido en sus páginas, quedaron cancelados.


En el último tramo del siglo XX, hubo un personaje por aquel entonces desconocido, pero célebre (por decir algo) hoy día, que se empeñó en traer de vuelta a los T.H.U.N.D.E.R. Agents. Hablamos ni más ni menos que de Dan Didio, actual y polémico hombre fuerte en DC Comics, que por aquel entonces trabaja en la cadena de televisión ABC. Didio adquirió los derechos a Carbonaro para lanzar un serie de dibujos animados basados en T.H.U.N.D.E.R. Agents, con guiones de Marv Wolfman y diseños de Tom Grummett. Hubiese incluido variaciones de los personajes clásicos para hacerlos más diversos, y de ese modo Menthor hubiese sido afroamericano (una idea ya presente en Omni Comix), Raven una mujer nativo americana, y el cuerpo de Noman hubiese estado controlado por el joven nieto del profesor Dunn, en lugar de por éste. Pero de repente Disney compró la cadena y decidió clausurar este proyecto entre muchos otros, para destinar sus esfuerzos a otros conceptos en los que estaba más interesada.

Didio no desistió, y una vez que empezó a trabajar en DC, consiguió que la editorial llegase a un trato con Carbonaro. La serie original fue reeditada en el lujoso formato Archives, de tomos en tapa dura con el color restaurado, y fueron un éxito inesperado. Animados por ello, en DC dieron vía libre para un nuevo acuerdo con Carbonaro y que en 2003 se produjese un reboot moderno de los personajes. Los guiones se asignaron a Marc Andreyko y los dibujos a Manuel García, con tintas de Jimmy Palmiotti. El enfoque de la serie iba a estar enclavado dentro de ese nuevo grim ‘n’ gritty sofisticado de principios del siglo XXI, tan en boga por The Authority y The Ultimates. Lo cierto es que en realidad la premisa de T.H.U.N.D.E.R. Agents era muy similar a la obra precusora de esos títulos, el Stormwatch de Warren Ellis y esa parecía la forma lógica de abordar la colección, que tendría portadas de J. G. Jones. Estas nuevas aventuras no estarían enclavadas en el universo DC, pero Andreyko, que estaba entusiasmado con el encargo, ya tenía completados los guiones de cuatro números, y estaba dirigiéndolas a un especial en el que habría un crossover con los personajes habituales de la editorial.

Pero Carbonaro estaba harto de que todas las diversas iteraciones modernas de la serie creada por Wally Wood tuviesen un tono oscuro e hiperviolento. Tampoco pretendía que se hiciese un cómic retro y nostálgico, pero en su opinión, lo óptimo para su licencia era un enfoque superheroico puro aunque moderno, y ponía como ejemplo a seguir el trabajo que estaban realizando Kurt Busiek, George Perez y Alan Davis en la serie de Los Vengadores por aquel entonces. Carbonaro y DC no consiguieron ponerse de acuerdo, y el proyecto se abortó antes de llegar a los lectores, con un número uno ya completado y a punto de llegar a imprenta.

Las últimas intentonas (hasta ahora)

Sin embargo DC no se quedaría con las ganas de editar un título de T.H.U.N.D.E.R. Agents. En el año 2009, Carbonaro falleció, y los derechos de los héroes creados por Wally Wood acabarían en manos de Radiant Assets, una compañía de Tampa especializada en la gestión de propiedades intelectuales, que se mostró más proclive a licenciárselos a la editorial de Superman para que esta lanzase un título moderno. Así, después de que en 2010 DC anunciase en la San Diego Comic Con de ese año que había conseguido los derechos, unos meses después debutó la nueva cabecera. Estaba escrita por Nick Spencer, que ha sido recientemente uno de los guionistas más importantes (y polémicos) de Marvel, pero que por aquel entonces era todavía prácticamente un desconocido, prometedor con mucho que demostrar. Como dibujante regular teníamos al español CAFU, aunque en las numerosas escenas de flashblack de la serie aportarían su arte una selección de dibujantes de lujo, uno distinto en cada número: Chriscross, Howard Chaykin, George Perez, Ryan Sook, Nick Dragotta, y Mike Grell. Lamentablemente, en sus últimos números CAFU ya no dibujaba, siendo sustituido por el sensiblemente inferior Dan McQuaid.

La trama daba por válido todo lo contado en la serie clásica de los 60 (y en varias de las posteriores), y poco a poco nos iba contando lo que había ido sucediendo con los personajes desde entonces. La acción principal transcurría en la actualidad de 2010, con una de las nuevos protagonistas contando lo que les había sucedido unos meses antes a la última encarnación de los T.H.U.N.D.E.R. Agents. La verdad es que el tono abrazaba de lleno el del género de espionaje, con elementos tanto de ciencia ficción y superhéroes como de geopolítica más o menos realista, y mucho juego sucio, duplicidades, sorprendentes giros, traiciones y cinismo. Efectivamente, bastante en la onda del mencionado Stormwatch de Ellis.

Esta cabecera duró diez números, quedando interrumpida cuando DC canceló todas sus series de cara al reboot que DC llevó a cabo con su universo en los Nuevos 52. Aunque en ninguna parte se mostrase de manera explícita, la idea era que la serie formase parte del cosmos ficticio de la editorial, y ahora se necesitaba un tiempo para pensar incluso mejor cómo introducirla en el nuevo universo, sobre todo considerando que todas las tramas habían quedado a la mitad, así que no se continuó inmediatamente. De hecho, la reanudación del proyecto quedó en entredicho cuando Spencer firmó un contrato en exclusiva con Marvel. Pero el guionista, que había puesto muchísimo entusiasmo en el encargo, no quería dejar inconclusa su historia, y consiguió que en la casa de las ideas, dadas las circunstancias, se hiciese una excepción para que le permitiesen escribir para la competencia T.H.U.N.D.E.R. Agents. Así, a finales de 2011, se publicó un segundo volumen que constó de seis entregas con las que las tramas quedaban cerradas. En el apartado gráfico teníamos cierta mejora respecto a McQuaid con Wes Craig, y los flashbacks iban firmados de nuevo por ilustres de la talla de Walt Simonson, Jerry Ordway, Sam Keith y Mike Choi. Y para cerrar el bucle iniciado en el primer número, ya que recordemos, todo estaba siendo relatado por uno de los personajes, en el último episodio volvíamos a disfrutar del arte de CAFU.

La verdad es que si bien los guiones de Spencer son quizás los mejores que ha tenido la franquicia a lo largo de su historia, tanto baile de dibujantes, y el hecho de no tener a los personajes icónicos de T.H.U.N.D.E.R. Agents más que apareciendo puntualmente no acabó de beneficiar a esta andadura. Los sustitutos, sus historias y el concepto de legado eran muy interesantes, pero parecía perderse el foco del retorno de unos héroes de los cuales el lector tampoco es que estuviese saturado, dada su intermitente andadura a lo largo de las décadas. Por otro lado Spencer cocina a fuego lento su intrincado y fascinante relato, y eso tiene como contrapartida que a veces la lectura de un número suelto no resulte muy satisfactoria con tanto decompresssive storytelling, por mucho que lo contado sea de calidad. Además, la historia construida por Spencer termina cerrando bien, pero se nota que tiene que correr esos últimos seis números para acabarla, y para colmo dispone de menos páginas, ya que alguien decidió incluir un complemento absolutamente accesorio en el que Michael Uslan y Trevor Mac Carthy redefinían a U.N.D.E.R.S.E.A. Agent. Una pena, porque entre ambos volúmenes se suma una etapa realmente interesante, pero con todos estos apuntes, aunque muy recomendable, no llega a ser perfecta.

Como anécdota para finiquitar con la etapa DC de los personajes, comentar que Grant Morrison, en la guía al multiverso de la editorial que era parte de su obra Multiversity, incluyó una tierra alternativa para versiones análogas de los T.H.U.N.D.E.R. Agents a los que llamó Agents of W.O.N.D.E.R.

Dado que DC había terminado de utilizarla, muy poco después, en 2013, Radiant Assets concedió la licencia de T.H.U.N.D.E.R. Agents a IDW Publishing, que hasta ahora de momento son quienes la conservan. Aparte de reeditar de nuevo la etapa de Wood y compañía de los años 60 (e incluso publicar un Artist’s Edition aunque el editor Chris Ryall dijese en un primer momento que lamentablemente lo consideraba imposible dada la dificultad de encontrar originales reunidos de esta obra), lanzaron una serie de ocho entregas en las que Phil Hester, como guionista, ofrecía una nueva visión de los personajes. A pesar de tratarse de un reboot adaptando a los nuevos tiempos las añejas historias de los T.H.U.N.D.E.R. Agents originales, lo cierto es que se tuvo el acierto de conservar bastante intacto el aspecto icónico de los personajes a pesar de modernizarlos. Además Hestler introdujo alguna de las ideas más arriesgadas de la etapa de Spencer, y presentó nuevas e interesantes creaciones que entroncaban centralmente con la mitología de la serie en esta versión, no conformándose con usar solo lo preexistente. El tono era mucho más netamente superheroico que en la etapa publicada por DC, y el apartado gráfico de Andrea Di Vito (y de Roger Robinson en los dos últimos números) daba a las ocho entregas un aspecto globalmente bastante homogéneo y sólido, además de muy apropiado para los personajes, la verdad sea dicha. Con todo, aunque sean unos tebeos muy solventes, tampoco es que sean nada del otro jueves. Pero por lo menos, a la espera de ver cuál y cómo será la siguiente iteración de estos héroes, de esta última se puede decir que estamos ante un producto digno. Que a veces no es poco.

¿Y cuál es el futuro de los T.H.U.N.D.E.R. Agents? Pues honestamente, ni idea. De momento IDW no ha anunciado nada nuevo con los personajes, aunque parece razonable esperar que como mínimo se sigan reeditando las siguientes etapas una vez terminada la de los años 60. En 2015 Variety anunció que la productora china Huayi Brothers había contratado a Michael Uslan (que además de escribir aquel absurdo complemento de U.N.D.E.R.S.E.A. Agent para DC ha sido el productor de todas las películas de Batman desde la de Tim Burton) para que se ocupase de un film y generar desde ahí un universo cinemático al estilo del de Marvel que se extendiese también a la televisión. Pero la fecha de estreno barajada era 2018 y a estas alturas no hemos vuelto a leer nada del asunto, así que quién sabe.

Quizás no haya que hacerse muchas ilusiones respecto a esto último. Repasando el texto, es complicado obviar que T.H.U.N.D.E.R. Agents tiene un punto de licencia maldita. Ha estado en muchas ocasiones a punto de ser algo realmente grande, pero siempre, por un motivo u otro, esa posibilidad acaba truncándose a pesar del talento de los autores que se implican con ella. Suicidios, maniobras de la competencia, litigios legales, cambios de política televisiva o editorial, desacuerdos creativos… y tampoco nos engañemos, aunque es obvio que son suficientemente rentables (de lo contrario no habría interés en tanto relevo publicando la licencia), T.H.U.N.D.E.R. Agents nunca ha sido, que tengamos confirmado, un auténtico pelotazo en términos de ventas. Y sin embargo uno no puede evitar echarle un ojo a todos esos tebeos publicados desde hace ya más de 50 años, a los conceptos y personajes que Wally Wood forjó entonces, y pensar que tienen un potencial enorme que todavía, lamentablemente, no ha acabado de ser explotado.

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Ziggy
Ziggy
Lector
6 diciembre, 2017 17:02

Muy buen trabajo de investigacion y resumen Sergio. La historia de los THUNDER Agents es entretenida dentro y fuera de las viñetas. Me has traído varios datos interesantes y recuerdos. A modo de curiosidad tambien hicieron una aparición no canonica en el elseworld Justice League: Another Nail (el tercer numero), pero con colores diferentes. Supongo que ya por ese momento habian ciertos problemas con la licencia por parte de DC. (Aca un link a la pagina: https://www.pinterest.cl/pin/355362226825515533/ )
Quien sabe que será de estos personajes más adelante pero es claro que si aun persisten entre el fandom por algo será.

Supertapiaman
Supertapiaman
Lector
6 diciembre, 2017 21:00

Excelente artículo!!!!
Debo decir que soy de Chile y algunas historias de los THUNDER Agents aparecieron en español en un revista antigua llamada Mampato, que traía historias de varios tipos, reportajes, etc, etc, etc. No sé cuantas historias habrán salido, eran un par de páginas por número y terminaba en continuará…
Revisando las revistas antiguas de mi padre los descubrí hace muchos años y obviamente me recordaron a la silver age de DC comics. Con el tiempo llegó la versión DC y descubrí de donde venían los THUNDER al buscar en internet. Por eso les tengo un gran cariño y espero poder contar con material físico integral de ellos (ojalá en español). Soñar no cuesta nada

Ziggy
Ziggy
Lector
En respuesta a  Supertapiaman
6 diciembre, 2017 22:08

Por algo me sonaban en el inconsciente.

Kaulso
Kaulso
Lector
6 diciembre, 2017 21:26

Estaría estupendo que la serie clásica la editasen por estos lares… pero lo veo difícil…

Ziggy
Ziggy
Lector
En respuesta a  Sergio Aguirre
8 diciembre, 2017 14:31

Se comprende Sergio, se publicó en el extremo de la Tierra antes de internet, cuando los dinosaurios y blablablá.
Y de nada por el aporte.

Supertapiaman
Supertapiaman
Lector
En respuesta a  Sergio Aguirre
8 diciembre, 2017 22:24

Te cuento que Mampato era un revista de fines de los años 60´s que incluía muchas historietas de autores chilenos, entre ellos el famoso Themo Lobos, creador del personaje Mampato. También incluía material en español de historietas europeas Dan Cooper, Tunga, Luc Orient, Asterix, entre muchos otros, así que imagínate la calidad de historias con las que los niños y jóvenes de los 70´s principalmente crecieron.

Cuando vaya a la casa de mi padre hojearé para ver en que números y años salieron específicamente.

Jose Manuel
Jose Manuel
Lector
8 diciembre, 2017 11:06

Magnifico articulo. Enhorabuena. No estaría mal, como se comenta, una publicación de la serie clásica en español.