Tamara Drewe

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Edición original: Tamara Drewe (The Guardian, 2005-2006).
Edición nacional/ España: Tamara Drewe (Sins Entido, 2009).
Guión, Dibujo y Color: Posy Simmonds.
Formato: Tomo.
Precio: 22€.

 

Confieso sin tapujos que lo que van a leer a partir de ahora es mi entregado empeño por conseguir que disfruten de esta obra a la menor brevedad posible, de ahí que si alguien decide levantarse en este mismo párrafo para salir a comprar Tamara Drewe en su librería más cercana me dará y -créanme- se dará una inmensa alegría en un año que no parece que vaya a colmarnos de felicidad. Los iniciados, mientras, abrazados a este exquisito álbum, podremos regocijarnos recordando una vez más a esta periodista encantadora y la extravagante (pero ¡tan humana!) comunidad que la rodea.

Tamara Drewe es la obra más reciente de Rosemary Elizabeth “Posy” Simmonds, ilustradora en nómina del diario The Guardian desde 1972 tras foguearse en Cosmopolitan o The Sun. A finales de los ’70 alcanzó notoriedad con la strip The Silent Three of St Botolph’s, más tarde conocida simplemente como Posy, inicialmente una parodia de las aventuras para chicas de los años ‘50. En los ’80 probó fortuna en la literatura infantil con títulos como Fred o Lulu and the flying babies. Gemma Bovery, reinterpretación a la inglesa de la Madame Bovary de Flaubert, supuso, en los ’90, su retorno a las páginas de The Guardian, ya con su peculiar estilo dominado y consolidado. En el mismo diario apareció serializada Tamara Drewe entre septiembre de 2005 y diciembre de 2006 en un total de 109 entregas. Recopilada al año de su finalización, el libro obtuvo distinciones como el Gran Premio de la Crítica de la ACBD en 2009, además de nominaciones a los Eisner de ese año.

Como se deduce del título, Tamara Drewe es la historia de Tamara Drewe, una joven periodista de éxito en el mundo del cotilleo, que alcanzó relevancia describiendo en su columna la rinoplastia a la que se sometió para pulir su personalísima “tocha”. Tal acción le ha valido el sobrenombre de “plástica fantástica” en Stonefield, su pueblecito de origen. Pero hay más: una comunidad de escritores y aspirantes a literatos que se reúnen en una idílica parcela propiedad de un renombrado autor de novelas de misterio; unas aburridas adolescentes, menos presuntuosas que las chicas de Ghost World pero igual de hastiadas del mundo que les rodea y con la cabeza a pájaros. Y también asoma el éxito y el fracaso, las frustraciones de la vida diaria con sus compromisos y pequeños placeres, el amor y el adulterio, la vida y, sí, la muerte, repentina, casual y definitiva. La afilada inteligencia de la autora no deja casi una parcela de nuestra humanidad sin abrir con su lápiz/escalpelo.

Simmonds factura una personal amalgama entre las propiedades de la prosa y las virtudes de la ilustración, tan sorprendente en símiles y metáforas (escribe, por ejemplo, hablando de las habilidades sociales de un personaje: “las chicas se congregan a su alrededor como tazas alrededor de una tetera”) como atenta al significado de las imágenes en una doble vertiente: por sí mismas (en el sentido de cuadro o representación estática) y en sus posibilidades narrativas y secuenciales. Indudablemente, la obra es densa. Esta hibridación entre la literatura y la historieta, que podría ser una suerte de evolución de la novela ilustrada o de los cuentos de princesas para niñas, actualiza la técnica epistolar decimonónica y permite, a la vez, el monólogo que desnuda el alma de los personajes (no sólo por lo que dicen sino por cómo lo dicen) y la acción de corte más cinético, al uso de la línea clara, por ejemplo. No hay reglas. Lo mismo encontramos páginas con amplios textos donde el dibujo es mero acompañamiento (de postal, podríamos decir) como tropezamos con una sucesión de viñetas prácticamente muda o con el tradicional globo de diálogo o de pensamiento. Se intercalan cartas, notas, las columnas de Tamara o diarios según conviene. Flash-backs, viñetas cerradas, viñetas abiertas, figuras que salen de su marco, planos generales, planos medios, primeros planos, onomatopeyas integradas, toda una pléyade de recursos del medio despliega Simmonds sin esfuerzo aparente, a lo que debemos añadir su habilidad para dotar a cada personaje de una fisonomía y una expresividad propias. Y, sin despreciar lo enumerado, la técnica palidece ante la finura en la caracterización de tipos humanos, a la vez únicos y reconocibles, inagotables en sus anhelos y contradicciones. Su impronta se nos queda grabada como si, en efecto, los hubiéramos conocido en el trabajo o durante unas vacaciones.



El regreso de Tamara a Stonefield es un elemento desestabilizador y así lo recoge la propia estructura de la obra, que empieza y acaba por boca de otros participantes. Sin embargo, Simmonds, al revés que otros autores (no nos engañemos: hombres, en su mayoría), entiende al personaje, no lo reduce a un catalizador de oscuras pasiones (aunque estas no se omitan) ni la humaniza arteramente, como tanta femme fatale, con un pasado cruento e indeleble para despertar la compasión del macho. No es un recurso, en definitiva, más o menos complejo, sino un personaje que ama y sufre, que vive y respira junto al lector. La hazaña es aún más extraordinaria si reparamos en otras caracterizaciones igualmente admirables como la de Glen, ese académico que sueña con escribir la gran novela que le saque del anonimato; o Beth, esa amatísima esposa que busca en las tareas cotidianas la ilusión para seguir adelante, sintiéndose partícipe de la creación de otros; o Andy, el jardinero que alguna vez hemos sido todos pasando una mala racha; o Jody, con su febril idealización de una banda de pop juvenil; etc.

Hay dulzura y comprensión, pero también crueldad y tragedia. Simmonds se mueve en las antípodas de la nostalgia traicionera del slice of life. Su Stonefield es primo hermano del falsamente tranquilo pueblo de Miss Marple o de cualquier otro retirado enclave inglés donde Agatha Christie apuntase su penetrante mirada psicologista, como descubre el guiño de que el anfitrión del albergue, centro neurálgico de la obra, sea un celebrado escritor de novela policíaca. Tal vez ello explique la emoción y el suspense que acompaña a la lectura, siempre con la sensación de que lo mejor nos espera a vuelta de página.

Tamara Drewe fue publicada en 2009 en nuestro país por Ediciones Sins Entido en un precioso álbum de 136 páginas en tapa dura.

La película

Stephen Frears es uno de esos dotados cineastas de currículo espectacular (que incluye las soberbias Las amistades peligrosas, Los timadores o The Queen) que, incomprensiblemente, nadie cita entre sus directores favoritos, ninguneado en favor de artesanos más aparatosos y con menos méritos acreditados. La adaptación, puesta en marcha en 2010, quedaba en manos capaces, máxime teniendo en cuenta que, como Ang Lee (Sentido y Sensibilidad, 1995), su trayectoria demuestra que es un autor normalmente respetuoso con el texto previo. Actores sólidos, con una bellísima Gemma Arterton al frente del reparto, y producción solvente de la BBC hacen el resto. Frears entrega una cinta divertida, una comedia con sabor british en la estela de Cuatro bodas y un funeral (Mike Newell, 1994) o Notting Hill (Roger Mitchell, 1999). Conocedor de los engranajes cinematográficos, el británico firma excelentes secuencias (libremente adaptadas, cuando no creadas ex profeso) como la seducción del batería, esa groupie posando para la foto con su ídolo o el revelador mensaje en la pared que confirma el “cambio de bando” de uno de los personajes. Tampoco descuida la chispa en el diálogo, sin necesidad de avasallar con chascarrillos a cada minuto.

El problema es que la obra original no es una comedia romántica, sino un fresco de la vida burguesa en el campo, de una tonalidad, por tanto, más próxima a Belleza Robada (Bernardo Bertolucci, 1996), por seguir el ejemplo cinematográfico. Frears simplifica demasiado, acomodándose al molde de género (como demuestra la innecesaria charla entre el profesor y el jardinero acerca de Tamara) y el resultado roza la amabilidad convencional, limando las asperezas -pero, también, la verdad- de su material de partida. Como película, funciona en sus propios términos, aunque para ello sustituye la sutileza costumbrista y la hondura emocional por la sonrisa ingenua y el romanticismo. Ejemplos de esta banalización hay por doquier: compárese, sin ir más lejos, la presentación de Tamara en sociedad. El delicioso cuidado que dedica Simmonds a su criatura, sagaz en los puntos de vista, contrasta con la aproximación exhibicionista y roma (casi de La Máscara) de Frears, que puede recordar -incluso- a los típicos planos explotation de la editorial Image. Como digo, no es una mala película, pero quienes se acerquen a la obra de Simmonds descubrirán más riqueza y matices.


¡Eh! ¿Siguen ahí? ¿Cómo es que no están ya con Tamara Drewe?

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Mr. X
Mr. X
Lector
30 abril, 2013 10:33

He estado leyendo su crítica con mucho interés, Sr Agrafojo, hasta que he llegado al final, a la imagen con el culo de la señora Arterton en primer plano. Me he quedado absorto durante unos treinta segundos y cuando se me ha quitado el arrobo creo que había olvidado todo lo que había leído antes. No sé si ha sido una buena idea ponerlo allí 😉

Mr. X
Mr. X
Lector
30 abril, 2013 10:47

Por cierto, no se si sabe que está prevista la adaptación al cine de otra novela gráfica de la Señora Simmonds, Gemma Bovery, próximaente.

Prometo buscarla en cuanto vuelva a pisar una tienda de cómics para echarle un ojo.

syx
syx
Lector
30 abril, 2013 10:59

Sin comprarlo y sin incurrir en ilegalidades, es posible leerlo en inglés en el periódico en el que se publico. Yo me lo estoy leyendo así.

syx
syx
Lector
30 abril, 2013 10:59

*publicó. Y online, se entiende.

Ocioso
Ocioso
Lector
30 abril, 2013 11:12

Tengo a Gemma y a Tamara en la pila desde ni se sabe cuando. De vez en cuando cojo uno de los tomos, le echo un vistazo, me mareo y a continuación voy a por alguna grapa intrascendente. Cada día estoy mas vago.

Me ha llamado la atención lo de la «edición chiquitina» de Gemma Bovery. ¿Es que está reducido respecto al original? Eso explicaría ese tamaño de fuente de letra que haría que se le saltasen las gafas al mismísimo Chris Ware. Pero me extraña una jugada así por parte de Sins Entido, que para estas cosas son muy escrupulosos.

blumini
blumini
Lector
30 abril, 2013 12:01

Muy buen tebeo, sí que sí. Buenos personajes y buena historia. No conocía Gemma Bovery, pero me la apunto ipso facto.

Otro tebeo con prota femenina, muy distinto a este pero que también está muy bien, es Rosalie Blum.

the drummer
the drummer
Lector
30 abril, 2013 12:44

javier, te amo/odio (por descubrirnos estos tebeos quem de otra forma, a muchos nos habrían pasado desapercibidos / crearnos unas necesidades que antes no teníamos).
gracias/cabrón!

Spirit
Spirit
Lector
30 abril, 2013 12:45

Es una de estas cosas que no sabía ni que existían y de repente las necesito. A ver si lo pillo a buen precio en el mercat de sant antoni o similar…

Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
30 abril, 2013 15:24

Mira que lo he tenido veces en la mano… pero al final siempre acababa comprando otra cosa y devolviendo éste a la estantería.

manolin
manolin
Lector
30 abril, 2013 16:20

Retranqueiro: pues yo lo que tengo en la mano después de haber visto la foto de arriba es otra cosa…….que soez soy!!

Sputnik
Sputnik
Lector
30 abril, 2013 16:27

No sabía que esto existía, y curiosamente desde hace unos meses venía dándole vueltas, precisamente, a la posibilidad de hacer un tebeo en el que el aspecto «literario» (es decir, la prosa) tuviese tanta o más perponderancia que el visual. Apuntado queda en la lista de «cosas que me quiero comprar».

¿Alguien me presta 22 eurillos, baidewei? Son para un bocadillo.

Lemmytico
Lemmytico
Lector
30 abril, 2013 19:42

Bueno, como OT mínimo, ni en mil vidas diría que «The Queen» es soberbia. Pero Frears (léase con voz de Chiquito: Freaaaaaarls) hizo «Alta Fidelidad» que es el summun para cualquiera que sea friki de la música, el cine y el amor. Y con eso tiene ganado el cielo.

El cómic prefiero pensar que no existe, y así no me agobio con lo pobre que soy y el hecho de que ni aunque viviera hasta los 99 leería la mitad de las cosas que me gustaría leer.

syx
syx
Lector
30 abril, 2013 19:58

@Javier Agafrojo. No me acaba de enganchar pero creo que se debe más a leerlo en la pantalla (que me cansa bastante) que a un defecto de la narración, que por otro lado es algo lenta pero muy efectiva. Me gusta mucho el híbrido que hace entre novela ilustrada/cómic. No es lo habitual. Llevaré la mitas y como historia me gusta.

Dejo el enlace al índice de capítulos en The Guardian por si alguien lo quiere: http://www.guardian.co.uk/books/series/tamara-drewe

syx
syx
Lector
30 abril, 2013 19:59

*la mitad Vaya día que llevo.

Ocioso
Ocioso
Lector
30 abril, 2013 20:01

Syx, compra el tebeo, roñica.

syx
syx
Lector
30 abril, 2013 20:09

=( Que no me llegan las pelas, también tengo que comprar el primer tomo de «Fatale».

Lemmytico
Lemmytico
Lector
31 julio, 2013 9:36

Javier, vi a Tamara en el estante de la biblioteca el otro día, me acordé de la murga que diste con el tebeo y me lo traje a casa. Gracias, muchas gracias por descubrirmelo. Hacía tiempo que no me daba tanta pena acabar un tebeo (o un libro, o cualquier relato), porque sabes que cuando termina no volverás a saber de la vida de esos personajes que son ya como coleguillas. Como si fueran a morirse.

Y mira que me suele aburrir la vida de los burguesitos, pero que bien tratada por la Simmonds. En todo lo demás que dices, completamente de acuerdo. Qué capacidad narrativa, qué talentón.

En fin, que salgáis corriendo a por Tamara insensatos. Y a Javier gracias de nuevo.

P.D.: También está en la biblio «Pedro y yo», en cuanto vuelva de vacaciones me lanzo a por él 😉

Lemmytico
Lemmytico
Lector
16 septiembre, 2013 8:51

¡Hey Javier! Veo que estás haciendo recuento de todos los topics en los que te hemos agradecido un descubrimiento, ¡que no son pocos! Aún no he cogido «Pedro y yo», porque «La Cosa Nostra» de Chauvel y Le Saëc se ha cruzado de por medio, pero sin duda caerá pronto 😉